El 6 de agosto de 1945, EUA lanzó la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, matando a miles de niños, ancianos, mujeres, hombres. Jorge Debravo (1938-1967), joven poeta costarricense, escribió su poema Hiroshima 20 años después de ocurrida la tragedia, y que a continuación les presentamos.
Hiroshima
Debió haberlo dicho algún profeta:
“le crecerá a la tierra
una profunda llaga
y millares de ojos lloverán sobre ella
hasta sanarla”
Porque el día que en Hiroshima reventó
el viejo corazón de los rencores,
el hombre habló el lenguaje
más negro de los hombres,
el día en que la carne blasfemó
de ser viva y ser carne,
el día en que la muerte se detuvo
para ver una muerte más grande,
el día en que el metal se hizo cien veces
enemigo del hombre,
el día en que los dioses consintieron
en no ser ya más dioses,
y las nuevas conciencias no nacidas
volvieron a su génesis, millones
de ojos infantiles transformáronse en pájaros,
hasta velar la tierra con un largo crepúsculo sin voces,
y llover y llover interminablemente
hacia la más oscura profundidad del hombre.
Y aún ahora, ahora, ala las manos, tócalos,
los ojos aún caen, caen, caen,
caen profundamente más adentro del alma,
caen en las entrañas de las madres,
para que todo niño sea parido
con los ojos terriblemente grandes…
Y la historia dirá, mirando siglos
desrumbados en todos los relojes:
“Y comenzaron a nacer los niños
con los ojos enormes,
como si todo lo miraran desde siempre
cuando aún no existían los horizontes».