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La base legal que la corona española utilizó para legitimar la conquista de América fue la evangelización. Nada podía increparse a una misión divina, al menos no dentro de la cosmovisión de dicha época.

De este modo, la evangelización se trató de una verdadera conquista por parte de los religiosos españoles. Inició en 1524, momento en que arribaron los primeros misioneros franciscanos, pues aunque otros religiosos aislados habían llegado antes, sólo con ellos se dio una evangelización sistemática.[1]

Dicha evangelización fue puesta en marcha a la par de la enseñanza indígena. Si seguimos las ideas de Walter Mignolo, estos actos formarían parte de lo que él denomina geopolítica del conocimiento.[2] “La evangelización y enseñanza indígenas no sólo son trasladas de una cultura a otra, sino que forman parte de una geopolítica extensa en donde el control epistémico es parte integral de la lógica de la colonialidad que opera asimismo en el plano económico (apropiación y explotación de la tierra y mano de obra); en el control de la autoridad y en toda la infraestructura social”.[3]

Mientras que para los indios la evangelización se trató de una lucha de resistencia, para los evangelizadores las extrañas, fascinantes y, según algunos, inescrutables motivaciones mesoamericanas representaron un desafío formidable a las categorías culturales y los discursos teológicos cristianos, que se encontraban en plena revalorización de creencias de la antigüedad clásica durante la efervescencia intelectual del Renacimiento.[4]

Los evangelizadores debieron concebir y poner en práctica una compleja estrategia comunicativa para lograr establecer un vínculo con los indios y, aunque no sólo los evangelizadores tuvieron que hacerlo, sí fueron los que se dieron a la tarea de crear corpus gramáticos que les permitieran comprender las lenguas nativas, para tras ello, iniciar un proceso sólido de evangelización.

Nada podía increparse a una misión divina, al menos no dentro de la cosmovisión de dicha época.

Respecto a los indios, como ya se mencionó, la conquista significó si no el fin al menos sí una alteración sustancial de su mundo tal como lo habían configurado y concebido hasta entonces. “Por encima de los enfrentamientos militares, políticos, sociales, económicos, el aspecto más desconcertante de la Conquista española probablemente sea la irrupción de otros modos de aprehender la realidad que no eran los de los indios, como en la actualidad no son del todo los nuestros. La “realidad” colonial se desplegaba en un tiempo y un espacio distintos, descasaba en otras ideas del poder y de la sociedad, desarrollaba enfoques específicos de la persona, de lo divino, de lo sobrenatural y del más allá”.[5]

La nueva palabra del conquistador cercó la palabra original del indio, asió en estructuras gramaticales sus idiomas. No fue un proceso de sometimiento fácil y rápido, además existió resistencia e incluso prevalecieron conocimientos, vestigios, cultos, rescoldos de la cosmovisión indígena.

Los conquistadores creían sin mayor asomo de dudas que el imponer su cosmovisión era además de un derecho fruto de su labor de descubrimiento y dominio, un deber cristiano, pues veían en los naturales a pecadores que era necesario convertir a la fe católica.[6] Tal imposición cultural tuvo su impacto profundo en los indios, pues como se pregunta Serge Gruzinski, ¿cómo construyen y viven los individuos y los grupos su relación con la realidad, en una sociedad sacudida por una dominación exterior sin antecedente alguno?[7]

Respecto a los europeos, en los evangelizadores recayó la tarea más delicada: convertir al Nuevo Mundo en un espacio cristiano, es decir, en un territorio de Dios. Además recordemos lo expuesto en el capítulo anterior, donde encontramos que la evangelización era la base para la justificación legal de la conquista.

Los embates en ese cruce de caminos entre dos mundos tan distintos y distantes los vemos reflejados en varios evangelizadores, el ejemplo por antonomasia lo encontramos en las contradictorias posturas de fray Bernardino de Sahagún, quien por una lado fue uno de los más incansables rescatadores del pasado indígena, con trabajos monumentales que han sobrevivido en parte hasta hoy; y por otro están sus concepciones amargas donde el pesimismo al final de sus días se hace presente y anhela los días pasados. Esta dicotomía existente en la mente de un de los pensadores más representativos e importantes, pone de manifiesto la transformación que significó para el evangelizador vivir las distintas caras de su misión.

Tenemos pues que el problema de comunicación fue uno de los más relevantes en los primeros contactos entre peninsulares y los nativos de las tierras americanas, y en realidad lo sería a lo largo de buena parte del siglo XVI, aunque no tan apremiante como en esos primeros momentos, donde lo importante era comunicarse como fuera posible.[8]

Las señas y los intérpretes comenzaron con ser la solución parcial, al menos en el plano de la interacción social inmediata. Sin embargo, la evangelización requería de un trabajo más cuidadoso,[9] donde poco podían hacer las señas cuando lo que se trataba de comunicar era la “palabra de Dios”. De allí que fueron los frailes quienes comprendieron la necesidad de crear vínculos comunicativos efectivos, y fueron los que se dieron a la labor de crearlos a través de diversos mecanismos como lo fueron los catecismos pictóricos y las gramáticas.

Notas al pie

[1] Ricard, Conquista, 1986, p. 75.

[2] Mignolo, Idea, 2007, p. 35.

[3] Ibídem., p. 36.

[4] Tavárez, Guerras, pp. 19-20.

[5] Gruzinski, Colonización, 1991, p. 186.

[6] Gonzalbo, Historia, 1990, p. 19.

[7] Gruzinski, Colonización, 1991, p. 9.

[8] Esteve, Cultura, 1965, pp. 69-70.

[9] Ibídem., p.72.

Bibliografía

Esteve Barba, Francisco, Cultura virreinal, tomo XVIII, Barcelona, Salvat editores, 1965.

Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Historia de la educación en la época colonial. El mundo indígena, México, El Colegio de México, 1990.

Gruzinski, Serge, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII, México, FCE, 1991.

Mignolo, Walter, La idea de América latina. La herida colonial y la opción decolonial, Barcelona, Gedisa, 2007.

Ricard, Robert, La conquista espiritual de México, México, FCE, 1986.

Tavárez, David, Las guerras invisibles. Devociones indígenas, disciplina  y disidencia en el México colonial, México, Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca/El Colegio de Michoacán/Ciesas/Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2012.