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ESPANTAPÁJAROS (Poema de Oliverio Girondo)

I

Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?

¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes, la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Fuente: VELV Magazine

Reflexión al pie de un Espantapájaros

Oliverio Girondo (Buenos Aires 1881-1967), poeta dado a surcar el cielo. Hay poemas intactos, se visitan de nuevo y la emoción surge igual que aquella de los primeros besos. Cuando estás ante poemas así sabes que te encuentras ante un poeta que es un aeroplano.

Es claro que Girondo gustó de despojar a la poesía de sus aires pedestres, aquella anclada a la élite y a un lenguaje anquilosado. Les llaman innovadores. Mejor sería llamarlos águilas del lenguaje, traspasan kilómetros con palabras, ven, cual espada del augurio, más allá de lo evidente.

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Me hizo gracia leer el poema con anteojos de cierto feminismo –no del que sabe volar, sino del que encarcela sus alas supuestamente sueltas–. Se me erizaron los cabellos, rechiné los dientes, fruncí el ceño, crucé las manos, las piernas y arrugué la frente; hice una mueca con la boca y gruñí. ¡¿Cómo es posible comparar a una mujer con una vaca?! ¡Exaltar el hecho de que una mujer le prepare el baño y la camisa a un hombre, símbolo de la más denigrante sumisión femenina! ¡Feministas del mundo, uníos! Uníos todas contra esta celebración del patriarcado, donde se pide una mujer que sepa volar en los parámetros exclusivos de un hombre.

Ante una perspectiva así sobre este extraordinario poema, yo digo, lástima de las ideas pedestres, pues la poesía está hecha para catapultarlas.

Igual nosotras debemos decir que también queremos hombres que sepan volar y que nos dejen volar como nos dé la gana.

Pero además de ello, de estas «exigencias», reitero que se debe leer con libertad toda creación, disfrutarla, «suspender nuestros juicios», volar junto y por medio de ella; y ya luego, si nos apetece, si nos da la gana, podemos analizarla bajo cualquier lupa: desde la socio-crítica, teoría de género, a través de su contexto histórico y geográfico, de estilo.

Mientras tanto, en El lado oscuro del corazón

Un placer ver de nuevo El lado oscuro del corazón (1992), digitalizada en 4K, film que se convirtió en cinta de culto, ante la propia sorpresa e incredulidad de Eliseo Subilea (1994-2016), su director.

El lado oscuro del corazón actualiza el poema de Girondo aquí dispuesto. Unas cuantas frases pronunciadas por Darío Grandinetti, actor que da vida a Oliverio, poeta de voz y mirada suspicaces hacen que Girondo y su poema se sientan de regreso a la década de los 90. Oliverio se enamora de Ana (Nacha Guevara), una prostituta de cabaret, experta en hacer levitar a los hombres con billetera en mano. Por su parte, la otra mujer de la historia es La Muerte (Sandra Ballesteros), quien dará el toque onírico a la vida de Oliverio.

Mujer, seducción y mucha poesía, eso es El lado oscuro del corazón. Un largometraje para despegar los pies y el deseo de esta tierra, apta exclusivamente para quienes sepan volar.

Bibliografía

Costa, J. “El regreso de El lado oscuro del corazón”. El País. Disponible en digital: https://elpais.com/cultura/2017/09/07/actualidad/1504794682_515172.html?id_externo_rsoc=FB_CC