Jon Arretxe. Foto: Carlos Miguel Glz. Huerta

El escritor Jon Arretxe visitó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y tuvimos oportunidad de conversar con él sobre su famoso Detective Touré.

La entrevista

Estamos aquí con el escritor vasco Jon Arretxe, ¿lo pronuncié bien?

El que mejor hasta ahora. No es tan complicado, pero a la gente le cuesta decir la “rr”.

Bienvenido a la FIL.

—Gracias.

¿Ya había estado en la FIL Guadalajara?

—No, no había estado. Había oído mucho hablar de que el festival es, bueno, de lo mejorcito del mundo. Y, en efecto, sabía lo que era, sabía que era gigantesco, enorme, y aun así me impresionó.

Quisiera entrar de lleno: vamos a ver, ¿el barrio de San Francisco de Bilbao realmente es tan peligroso?

—Bueno, más que peligroso es un barrio muy especial, el barrio más vivo de todo el País Vasco, sin ninguna duda. El País Vasco tiene un montón de pueblos, barrios residenciales, dormitorios, sitios donde apenas pasa nada. Pero en el barrio de San Francisco siempre pasan cosas, hay mucho movimiento social, todo lo bueno y todo lo malo.

Es el lugar tradicional de tráfico de drogas, de prostitución desde hace siglos, un barrio pobre y, antiguamente, un barrio minero de los antiguos mineros que llegaron, la mayoría inmigrantes españoles de regiones pobres de España que iban a trabajar. Después de esto ha llegado la inmigración pobre extranjera, pero pobre de verdad: no los ingenieros alemanes, sino los africanos que vienen en patera, o gente asiática pobre, normalmente sudamericanos pobres también.

Es un cóctel que a mí me encanta, la verdad. Es multicultural, hay un montón de asociaciones de todo tipo, mucha vida social, cultural, gastronómica incluso. A mí es un barrio que me gusta mucho. Ha estado muy estigmatizado hasta ahora, pero me gusta mucho.

Así es, es como este estigma, pero bueno, eso es sociocultural. Supongo que de ahí la importancia de elegir a Touré, migrante de Burkina Faso. ¿Cómo llegó a este personaje tan, pues bueno, picaresco?

—Sí, así es. Más que inteligente, tiene suerte y le cae bien a la gente. Algunos se compadecen de él, algunos le ayudan en plan “pobre negrito”, con ese sentir misionero de ayudar a los pobres. Otros se aprovechan de él porque es un tío muy guapo y a las mujeres les gusta, entonces le pagan por sexo.

Él se deja hacer, es un superviviente nato. No tiene papeles, es ilegal, utiliza la picaresca para ganarse la vida. Se hace pasar por adivino para sacar unos euros, aunque no tenga ningún poder, evidentemente. Si tiene que hacer de gigoló, lo hace; de figurante de ópera, de lo que sea, con tal de sacar unos euros. Y al final acaba convirtiéndose en una especie de investigador muy sui generis.

¿Hay algo de Jon Arretxe en ese personaje?

—Bueno, eso me preguntan mucho, siempre digo “¿qué más?, ¿qué más?”. Pero él es todo lo contrario a mí. Yo soy un blanco pijo que vive como Dios, y encima el tío es corpulento, grandullón, envidiado, monumental, súper cachas, liga un montón en todos los bares y con todas las mujeres. Eso a mí no me ha pasado nunca. Así que no es mi alter ego, es todo lo contrario.

Y bueno, de la narrativa de viajes, de la historia infantil, a la novela negra de detectives… ¿cómo fue ese cambio?

—Pues por variar. En la vida, en general, me ha gustado disfrutar de muchas cosas interesantes. Me he dedicado a viajar, me dedico a escribir, me he dedicado a cantar ópera, me dedicaba a hacer deporte también durante muchos años, porque me gusta darle un poco a todo, aunque luego lo haga todo mal. Pero bueno, hacer un poco de todo.

Y en la literatura me pasa lo mismo: empecé con literatura de viaje, basada en viajes que había hecho por rincones del mundo, en solitario, en bicicleta, durante varios meses, contando y haciendo crónicas de esos viajes. Luego ficción basada en esa realidad, hasta que dije: “quiero cambiar un poco”. Hice algo de novela de humor, luego algo de literatura infantil, y estos últimos años, pues serán igual quince años que se ha dedicado de lleno a la novela negra

¿Por qué ese giro?

—Sí, porque veo que estos viajes, estos viajes culturales, sirvieron. A mí me llamó mucho la atención, como usted dice: una persona blanca, española, de origen vasco, que se adentra tanto en la cuestión sociocultural de un inmigrante de paso. Yo, para empezar, no sabía ni cuál era la capital de Burkina Faso, ni conocía palabras o frases de la comida.

Es que he viajado mucho por África y, además, me siento africanista. Para mí África no es un continente cualquiera. Aparte de que me han tratado muy bien siempre —hay excepciones, por supuesto, hay mala gente en todos lados—, en general me sentí abrumado de lo bien que me trataban cuando viajaba por el África profunda, en bicicleta, en solitario. No tenía dólares, no era un turista al que podían sacarle dinero, y me acogían en las casas, me invitaban a comer, a dormir, no me pedían nada a cambio.

Llegué enfermo después de un viaje de tres meses cruzando el desierto del Sahara en bicicleta, en solitario. Llegué a Malí, a un pueblo perdido, con una infección en una pierna que me había picado un bicho, no sabía ni lo que era. Me acogieron en una casa, estuve con ellos quince días, me ayudaron a vender la bicicleta para sacar algo de dinero y poder volver. Ese tipo de experiencias he tenido muchas.

Esa familia que me acogió casualmente era la familia Touré. Yo, en aquel día, no sabía ni me imaginaba que un día iba a crear un personaje con ese apellido. Llegado el momento dije: “Pues mira, le voy a llamar Touré a mi personaje, y la mujer va a salir Marian, como tú, y la hija va a estar en París, como vuestra hija”. Y luego he hecho otros muchos viajes a África, siempre he sentido algo muy especial. Y ahora, encima, tengo un trocito de África en casa, porque tengo un hijo africano adoptado. Entonces, es un plus todavía más para que yo escriba convencido y con mucho gusto estas novelas.

Vemos que el corazón de Bilbao está lleno de migrantes del África subsahariana y del Magreb. ¿Es exclusivo de Bilbao o siente que no necesariamente está contando un personaje de Bilbao, sino una realidad europea?

—Sí, es una realidad europea. Todas las grandes ciudades tienen un gran barrio marginal, que suele coincidir con el barrio más barato, más pobre, donde se junta la inmigración más pobre y más necesitada. Y suele coincidir también con la prostitución más pobre, con las pobres señoras que dan mucha pena, mucha lástima. Y suele coincidir con el tráfico de drogas.

Ese es el ambiente natural, el hábitat natural de mi personaje Touré. Por eso me lo he llevado fuera de Bilbao. A lo largo de las once novelas de la saga hay un poco de todo, todas son diferentes entre sí y autoconclusivas. Así, por ejemplo, me lo llevé a París, a un barrio de las afueras; lo llevé a Barcelona, al barrio del Raval; cuando lo llevé a Madrid, lo llevé al barrio de Lavapiés. Siempre es así, porque además son lugares vivos, en los que pasan cosas continuamente. Para un escritor de novela negra, esos sitios son una mina.

En el barrio de San Francisco, por ejemplo, tienen la Feria del Arroz, exactamente “Los arroces del mundo”, que se inventaron allí. Es una fiesta preciosa por la integración, porque se hacen muchas cosas por la integración. Y cuesta, porque con el auge de la ultraderecha en toda Europa —o en todo el mundo, diría yo— son malos momentos para este tipo de gente. Pero también hay mucha otra gente peleando por lo contrario, por la integración.

Esa es la fiesta más bonita que se hace en nombre de esa idea. Ya se lleva más de veinte años celebrando. Consiste en que ahí se junta todo el mundo en la plaza del barrio, caben cuatro mil personas, y siempre van mínimo cuatro mil personas. Cada pueblo, cada grupo o cada asociación prepara el arroz a su manera. Tienes africanos, norteafricanos, asiáticos, gente de todos lados. Hay música, danzas, y se ha exportado a varios otros lugares además.

También se llevó a la pantalla la saga en una serie.

—Sí, sí. La empezó la televisión vasca ETB junto con Televisión Española, con la productora Planeta y Tornasol, y luego entró Netflix también. Ahora mismo está en Netflix, lo que pasa es que creo que solo en Netflix España, y desde aquí cuesta verlo. Yo creo que hay un dicho de que hay manera de verlo, no sé cómo lo hace la gente. Yo soy un poco torpe para esas cosas, pero en México a veces sí podemos. Detective Touré merece la pena, está muy bien.

Cartel promocional de la serie «Detective Touré. IMDb

¿Cómo fue ese proceso de adaptación? ¿Le gustó?

—Hombre, para mí, que vivo de la escritura —o sobrevivo de la escritura, como Touré que sobrevive de lo que puede—, que te lleven a la pantalla supone de repente unos ingresos que son un alivio. Porque siempre andaba al límite, quitando algunos que venden millones. Yo vivo de ello, que no es poco, es un milagro, pero tampoco me enriquezco. Eso me vino muy bien por una parte.

Pero lo más importante es que dio a conocer a Touré. La repercusión que tiene una teleserie se multiplica por mil respecto a la literatura escrita. Y ha tenido además mucho éxito. Sí, es un poco más suave, más light que las novelas, le bajaron un poco el tono.

¿Le bajaron el tono respecto a la crudeza de sus novelas?

—Sí, sí. Ellos tenían muy claro que el producto debía ser más accesible. En principio, quien mandaba era Televisión Española, y tenían claro que mis novelas son muy duras, muy cruentas, y había que suavizarlas un poco. Las cosas eróticas las han quitado, lo más violento también. Se mantiene algo de crítica social, el tema de la gentrificación, algunas cosas de racismo. Más o menos me he sentido respetado, hasta muy bien, diría yo.

Precisamente, en 19 cámaras aparece la calle Ledesma, parte del barrio de San Francisco. ¿Cómo fue esa elección?

—Sí, claro. También en el barrio de San Francisco. Es que ahí está la “pequeña África”, como le decimos. Fuera de ese mundo está el Bilbao blanco, así lo llamo en las novelas. Son dos mundos totalmente diferentes. Touré, por ejemplo, en la calle Ledesma, donde la gente va con traje, banqueros, oficinistas, parece un pobre inmigrante y lo miran raro, mal.

¿Cómo ha sido la recepción de sus libros en el País Vasco y en España?

—Pues mira, la primera novela, 19 cámaras, la escribí en plan experimento, a ver qué pasaba. Ya había escrito algunas otras novelas negras, pero no maté al personaje principal con la idea de tal vez hacer una saga si tenía éxito. Y lo tuvo.

19 cámaras no es para mí la mejor de la serie, pero tiene algo: el personaje y el barrio de San Francisco. El personaje cayó muy bien a la gente, empatizó enseguida con él, me pedían más. Touré es un poco adictivo. Ya van once novelas, la onceava salió este año. No sabía si iba a ser una, luego fueron dos, tres… y hemos llegado hasta once.

¿Y cómo se adaptaron esas novelas a la serie televisiva?

—La tercera temporada es una adaptación de las seis primeras novelas. Han cogido bastantes cosas de la primera, muchas de la segunda, alguna de la tercera. La cuarta se desarrolla en África, así que nada. Han hecho un poco un popurrí de todo, con tramas de las novelas y alguna otra mini trama inventada, como siempre pasa en los audiovisuales.

Pero estoy muy contento. La serie tuvo mucho éxito, con un share de más del 10%, y en el País Vasco llegó al 21%. Unos números buenísimos. La han visto más de un millón de personas en directo, más luego en la red. Estamos muy contentos.

Para muchos, el País Vasco se asocia a ETA, política, independencia. Usted decidió mostrar otro País Vasco. ¿Por qué?

—Porque de esos temas estamos muy aburridos. Siempre el mismo rollo, muchos años con bombardeos, siempre lo mismo. Ya es cansado, harto. Me apetecía mostrar otro mundo, que además normalmente no queremos ni ver. Está escondido debajo del felpudo, como la porquería.

Es un barrio incómodo, que las agencias de turismo y los hoteles tachan con una X roja: “Aquí no vayas”. Eso da mucha rabia a la gente del barrio, y a mí también. Creo que se tiene que conocer, ponerlo delante de los ojos del lector, del que vive bien y no se entera de nada. Eso también existe, y hay que hacer algo con ello.

Aquí en Guadalajara también hay un barrio de San Francisco.

—Sí, hombre. De hecho, lo hicieron una familia de Basauri. Yo soy de Basauri. Qué bueno. Ojalá pueda conocer también algo así. Hay mucha influencia del País Vasco aquí en Guadalajara, sobre todo en la colonia. Ha habido vascos por aquí, inmigrantes.

Yo siempre digo a la gente: ahora nos toca recibir gente de México, de Sudamérica, de África. Pero nosotros también fuimos inmigrantes en su día. México, Argentina, Uruguay están llenos de apellidos vascos porque nuestros abuelos se fueron a buscarse la vida. Qué menos que respetar a la gente que se mueve por comer.

¿Hasta cuándo llegará Touré?

—No lo sé. Podría ser la última, la onceava, no lo sé. Estoy dudando. De momento estoy hablando de otra cosa, porque me dan miedo las sagas que se alargan demasiado y acaban convirtiéndose en un nuevo caso para tal detective, sin evolución.

Touré sí evoluciona. Empieza como un recién llegado, un pobre hombre del que se aprovechan. Pero la vida lo va tratando mal, lo va maleando, y ya es otra cosa. A partir de cierta novela es capaz de hacer cualquier salvajada, cualquier burrada, sin remordimiento. Las novelas son muy diferentes entre sí, y me daría miedo repetirme.

¿Qué actividades tiene en la FIL Guadalajara?

—Hoy presentamos la saga completa de Touré a las siete de la tarde, me presenta Sandra, la periodista. El miércoles estoy en una mesa redonda de literatura de viaje, que es lo que empecé yo, así que estoy muy a gusto. Y mañana vamos a un instituto a charlar con los chavales. Es un plan muy completo.

También puedes ver la entrevista en video

Galería Vagabunda de la presentación de la saga

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí