Aunque Nuit et brouillard (Noche y niebla) podría hacer referencia al reconocido corto documental francés de Alain Resnais de 1956, realizado a partir de imágenes requisadas a los nazis, que a su vez podría hacer referencia al Decreto Nacht und Nebel que tenía como objetivo la represión y eliminación de oponentes políticos al régimen nazi en los territorios ocupados, de combatientes enemigos miembros de la Resistencia y de prisioneros de guerra de las Fuerzas Aliadas. En esta ocasión, no vamos a hablar de nada de eso, sino de algo peor —sin minimizar un ápice lo otro— que sucede hasta nuestros días en el Congo.
África ha sido desgraciada, expoliada, torturada, ultrajada, asesinada por los europeos primero, luego, se les unieron los gringos y ahora los que ganan terreno son los chinos —sin que ninguno de los anteriores renuncie, en su voracidad, al oprobio—. Esto debido a la inconmensurable riqueza natural del continente y a una forma de ver la vida, no sé si llamarla “inocente”, en la que jamás se hubiese imaginado que el ser humano tiene tanta capacidad de hacer el mal.

Maldita sea la hora en la que al príncipe Enrique de Portugal se le ocurrió buscar oro en las costas del África Occidental. Aunque sus barcos no pudieron pasar hasta 1440 cuando se inventó la carabela y las incursiones marítimas tuvieron éxito. Antes o después, la ambición sin parangón del hombre blanco, estructurado en la ética, la dinámica y necesidades del capitalismo, lo hubiesen llevado a la destrucción lenta y tortuosa de África.
Mientras otro blanco pernicioso, por todos nosotros conocido: Cristobal Colón llegaba por un desafortunado error a la Abya Yala en 1492, y sucediera todo lo que sabemos que sucedió; Vasco da Gama, seis años después, en 1498, ya navegaba alrededor desde las costas africanas hasta India. Una era de espanto, miedo y consternación estaba por llegar, la eterna noche blanca con su espesa niebla de terror cubriría a los pueblos negros místicos, hasta ese momento, libres de África. Desde entonces el fragante sol bucólico de la fruición congolesa no ha vuelto ha aparecer en esas tierras.
Muchas son las historias siniestras que se pueden contar de la presencia de los blancos en África. Un libro de varios tomos no sería suficiente para narrar lo que ha ocurrido en aquel continente. Una historia dantesca que ha sido invisibilizada por la historia occidental imperial, hija de la empresa “civilizatoria” de la que todavía algunos blancos, con toda desfachatez, presumen sin el menor pudor. Claro, la ignorancia de lo que acontece en África (y en la Abya Yala) les permite todavía sostener el discurso “civilizatorio”. Por tal motivo, hay que ir por partes y en esta ocasión vamos a tratar de hacer un breve recuento de lo que sucede, en presente, en el Congo.
En el centro de continente africano se encuentra un territorio con una extraordinaria riqueza natural que hoy se conoce como la República “Democrática” del Congo (RDC) —La historia obliga a incluir las comillas en el nombre oficial—. Desde hace muchas décadas, siglos (XIX, XX y XXI), el Congo ha sido ultrajado despiadadamente por el hombre blanco, porque no ha sido sólo el expolio. No sólo la tierra y sus riquezas naturales han sido saqueadas a placer, sino que, no conformes el enriquecimiento indebido, sus habitantes originales han sido explotados, esclavizados, mancillados, mutilados, torturados, humillados y, los que han tenido más suerte, asesinados.
El primero en explotar estas tierras fue el rey Leopoldo II de Bélgica. Una parte del saqueo lo hizo él directamente, cosa que es medianamente conocida porque se han escrito sendos informes, novelas y poemas al respecto, —aunque como ya no es costumbre humana leer, es posible que sea para muchos primera noticia—. Lo que es menos conocido —incluso para los informados—, o en donde no se ha querido profundizar, es en que la otra parte de la explotación del Congo, la que de hecho continúa con más fuerza a la fecha, se lleva a cabo por compañías privadas (concesionarias), representantes vividas del capitalismo, a las que casi nunca se les finca responsabilidad ni siquiera moral.
En la época de Leopoldo estas compañías recibieron grandes extensiones de tierra que explotaron exclusivamente (en forma de monopolio) a cambio de que éstas invirtieran en infraestructura. Un ejemplo de estas compañías es la Compagnie du Congo pour le Commerce et l’Industrie, la que, en la última década del siglo XIX, construyó el tren que recorrería el tramo entre Leopoldville y Matadi (cerca de la desembocadura del río Congo). La construcción de esta red ferroviaria era de suma importancia porque permitía la salida de las materias primas y mercancías robadas del Congo hacía la costa africana para lograr su traslado a Europa vía marítima.
Pero, ¿cómo fue que el sátrapa se apoderó del Congo? ¿Cómo en un país tan pequeño cabe tanta maldad?:
Cuando los europeos llegaron a África lo primero que ocuparon fueron las costas, porque era lo más fácil de ocupar, no había que arriesgarse a incursionar en los inhóspitos territorios de esas tierras misteriosas. Conforme se fueron adaptando y agarrando confianza, fueron organizado exploraciones hacía el interior.
Hasta 1841 los blancos se conformaban con rondar las costas africanas para materializar el tráfico de negros para venderlos como esclavos. Pero es en ese año cuando un “predicador” y “explorador”, el escocés, David Livingston viaja a Ciudad del Cabo para predicar el cristianismo. Allí, este hombre de fe empieza a incursionar al interior del continente con éxito, siendo el primer europeo en ver el río Zambeze. Al ver el río se imagina lo maravilloso que sería (para los blancos) que existiese un río que comunicara el interior del infranqueable territorio africano con la costa para facilitar el comercio y, por supuesto, la evangelización de los paganos la parte más importante de la misión civilizadora.
Livingstone en algún momento se pierde y se deja de saber de él por mucho tiempo. Entonces, otro explorador y periodista británico llamado Henry M. Stanley, recorre África y en particular el río Congo en busca de Livingstone. Lo cual era más difícil que encontrar una aguja en un pajar, pero lo encuentra, no recuerdo si vivo o apunto de morir, pero lo encuentra, con lo que demuestra sus habilidades como explorador. A partir de esa experiencia recorre nuevamente el río y encuentra que pasando los rápidos del río ubicados en el bajo Congo, éste volvía a ser navegable, lo cual permitiría transportar lo robado hasta el mar y de allí a Europa co cualquier otro lugar fuera de África. Sólo había que construir un tren desde la parte no navegable del río hasta el mar.
Stanley, regresa a Europa a vender su idea o proyecto. En el Reino Unido no le hacen caso. Pero el rey Leopoldo si se interesa. El problema del sátrapa es que en Bélgica nadie le hizo segunda, ni su pueblo ni gobierno vieron futuro en tener una colonia en África y sí problemas. Así que el rey de los belgas inicia la abyecta empresa por cuenta propia:
En septiembre de 1876 organizó la Conferencia Geográfica de Bruselas a la que invita a las potencias colonialistas junto a científicos y exploradores para exponer su intención de incursionar en África Central. Les miente, para no poner en estado de alerta a las otras potencias —que aunque ya se estaban sirviendo con la cuchara grande ya sabemos que no tiene llenadera— y dice que lo haría únicamente con fines filantrópicos, para combatir el comercio de esclavos y, por supuesto, no puede faltar, para llevar la civilización a esas tierras.
Para la obtención de los recursos financieros necesarios constituyó, en Bruselas, en noviembre de 1878, el Comité d’Études du Haut-Congo, que se convirtió en la Association Internationale du Congo. Su mayor accionista era él y en sus estatutos, ademas del cuento civilizatorio, ahora sí, se sinceraba y dejaba ver sus intenciones colonizadoras y comerciales.
Para lograr sus objetivos, el sátrapa contrató a Stanley quien, en consecuencia, llegó al Congo en el verano de 1879. Su objetivo era establecer bases estratégicas en el territorio congoleño y firmar todos los tratados posibles, con los jefes de la tribus nativas, que les concedieran la posibilidad de establecerse en sus territorios. Este proceso le llevo a Stanley, aproximadamente, 5 años, al termino del mismo, lo que se obtendría como resultado fue el Estado Libre del Congo.
Más o menos al mismo tiempo, en 1875, el francés Pierre Savorgnan de Brazza, explorando el río Ogoué, descubrió otra ruta fluvial que llegaba al Congo, alterna a lo ya despojado por Stanley. Después de un proceso parecido al de el inglés, sienta las bases para establecer lo que sería el Congo francés, la otra desgracia, menos conocida, pero igual de infame, del pueblo congoleño. En ese momento inicia una competencia entre Leopoldo y sus mercenarios y los franceses para ver quien logra ocupar la mayor parte del Congo, a través de la firma de tratados y ocupación efectiva.
En esas tierras se empezó explotando marfil y caucho principalmente. La explotación, muy lejos de cualquier cuestión filantrópica o “civilizatoria”, se convirtió en la más cruenta de las barbaries. Una pesadilla de la que el pueblo congoleño, a la fecha, no puede despertar, la larga noche blanca de África. Las compañías encargadas del saqueo obligaron a los nativos a trabajar en las peores condiciones que uno se pueda imaginar. Con horarios extenuantes y sin retribución alguna:
“Unas figuras negras gemían, inclinadas, tendidas o sentadas bajo los árboles, apoyadas sobre los troncos, pegadas a la tierra, parcialmente visibles, parcialmente ocultas por la luz mortecina, en todas las actitudes de dolor, abandono y desesperación que es posible imaginar. Explotó otro barreno en a roca, y a continuación sentí un ligero temblor de tierra bajo los pies. El trabajo continuaba. ¡El trabajo!
Morían lentamente… eso estaba claro. No eran enemigos, no eran criminales, no eran nada terrenal, solo sombras negras de enfermedad y agotamiento, que yacían confusamente en aquella frondosa penumbra. Traídos de todos los lugares del interior, al amparo de legalidades contractuales, perdidos en aquel ambiente extraño, alimentados con una comida que no les resultaba familiar, enfermaban, se volvían inútiles, y entonces obtenían permiso para arrastrarse y descansar allí” (Conrad, 1902).
Para asegurarse de que los hombres del pueblo se sometieran a las tortuosas condiciones de trabajo, los blancos retenían a sus familias como rehenes. Así, en el caso de que alguno se fugara o simplemente no se presentara a trabajar, se castigaba a las mujeres e hijos del infeliz prófugo y en algunos casos eran asesinadas.
Las compañías expoliadoras ofrecían incentivos a quienes lograran aumentar la productividad (máxima productividad a menor costo, principio básico del capitalismo). Esta aliciente tenía como efecto inmediato que el sadismo con el que se les exigía a los nativos esclavizados se incrementara y sistematizara. A las personas que se consideraba que no cumplían con los niveles de rendimiento requeridos, se les imponían diversos castigos que iban desde los azotes hasta las torturas, pasando por las mutilaciones y a veces hasta la decapitación para reforzar el régimen de terror al que estaban sometidos —el exceso en el castigo era consciente y premeditado y perseguía el fin de acabar con cualquier indicio de resistencia de los esclavos—.
Hubo entre 5 y 15 millones de muertos, según la fuente que se consulte. A pesar de ello, fuera del Congo nadie sabía nada de los que estaba sucediendo, no sólo se ocultaba la información si no que se mentía para seguir sosteniendo la infame justificación civilizatoria.
«Una enorme cantidad de esas tonterías corría en los periódicos y en las conversaciones de aquella época, y la excelente mujer se había visto arrastrada por la corriente. Hablaba de ‘liberar a millones de ignorantes de su horrible destino’, hasta que, palabra, me hizo sentir verdaderamente incómodo. Traté de insinuar que lo que a la compañía le interesaba era su propio beneficio” (Conrad, 1902).
Fue solo hasta que algunos exploradores no blancos, que por diversas razones visitaron el Congo, que se pudo saber algo de la verdad de lo que allí estaba sucediendo:
“El historiador, político y pastor protestante estadounidense George W. Williams denunció las atrocidades cometidas en el Congo. De raza negra, Williams, autor de The History of the Negro Race in America 1619-1880 (1882), visitó el Congo en 1890. Fue autor de una carta a Leopoldo II que está considerada por muchos historiadores del derecho como la primera denuncia de crímenes contra la humanidad. En ella, Williams criticaba los abusos contra la población africana y solicitaba una comisión de investigación. Recogió información sobre los engaños y la entrega de ginebra a los jefes nativos para animarles a firmar tratados por los que cedían su soberanía. Afirmaba que en todo el territorio había únicamente tres cobertizos, en pésimas condiciones, para atender a los africanos que trabajaban para el gobierno colonial… No se había realizado ningún esfuerzo educativo ni se había hecho nada por el desarrollo industrial del territorio. Además, los oficiales al mando eran, en muchas ocasiones, del propio ejército belga… Pero lo peor de todo eran las atrocidades a las que se sometía a la población: “El Gobierno de Vuestra Majestad les ha embargado la tierra, quemado los poblados, robado sus propiedades, esclavizado a sus mujeres, niños, y cometido otros crímenes, demasiado numerosos para mencionarlos en detalle. Es natural que en todas partes retrocedan horrorizados ante el ‘amparo y la acogida’ que el Gobierno de vuestra Majestad les brinda con tanta avidez” (Williams, 1890).” (Ceamanos, 2020)
Denuncias aisladas como la de Williams, no tuvieron el impacto y los efectos que se hubieran deseado. En parte, porque Leopoldo trataba de minimizarlas y contrarrestarlas con falsas versiones de la labor “civilizatoria” belga. Fue solamente hasta que el periodista británico Edmund D. Morel, con mucha intuición, se empezó a dar cuenta de lo que acontecía en esas tierras lejanas, gracias a su trabajo en una compañía naviera donde se percató de cómo llegaban los barcos procedentes del Congo cargados con valiosas mercancías y regresaban solamente con armas; empezó a investigar a fondo y, una vez obtenida información más completa, inició una campaña de difusión intensa para que el mundo se enterara del infierno que los diablos belgas habían improvisado en África, parte de la larga noche blanca de la que el continente no puede despertar.
Morel fue el autor del libro The black Man´s Burden, una de las más conocidas de las varias respuestas que hubo —por su infamia inconmensurable— al poema: The White Man´s Burden (1899), del tan célebre como racista escritor Rudyard Kipling, sí el autor del Libro de la Selva —que cosas ponemos en manos de nuestros hijos—.
Otra respuesta celebre del poema supremacista es la de clérigo y editor afroamericano HT Johnson, publicada en abril del mismo 1899:
“Acumular más carga sobre el hombre negro.
“Está más cerca de tu puerta;
¿Por qué prestar atención a la sangrante Cuba,
¿O la oscura costa de Hawaii?
¡Salud, vuestros valientes ejércitos!
Que amenazan a la gente débil
Que luchan con palos y flechas
y aguanta el humo de tu rifle.
Acumular más carga sobre el hombre negro
Su lamento con risa ahogada
Has sellado el problema del Hombre Rojo,
Y tomará el Marrón,
En vano buscáis acabar con ello,
Con balas, sangre o muerte.
Mucho mejor defenderlo
Con el santo aliento del honor.”
Cuando la noticia iba tomando vuelo, el gobierno británico solicitó a su cónsul en el Estado Libre del Congo, el célebre Roger Casement investigara si las terribles historias que se contaban del Congo eran ciertas. Casement lo hizo y redactó un detallado informe al respecto y dio al gobierno británico los elementos para que este pudiese protestar oficialmente.
Comentario aparte, la vida de Casement fue muy interesante, después de estar en el Congo y de alguna parada en Sudamérica (Putumayo), regresó a Irlanda a contribuir y liderar la lucha de su país por la libertad. Por tales hechos fue condenado a muerte por los ingleses y ejecutado, a pesar de las varias peticiones de clemencia. Inspirado en la vida de Casement, el peruano Mario Vargas Llosa escribió El sueño del Celta. Pero quizás el texto que más se conoce mundialmente es el de Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, quién también fue testigo directo del escenario dantesco del Congo. Para terminar con el paréntesis literario mencionar a Mark Twain quien escribió King Leopold´s Soliloquy en 1905, así como Arthur Conan Doyle, creador del personaje de Sherlock Holmes, que hizo The Crime of the Congo en 1909. Hay muchas otras referencias, pero no es la intención del presente texto abundar en ello, dejémoslo como pretexto para retomar el tema en el futuro.
Por todas las denuncias y obras literarias que se escribieron sobre el martirio en el Congo, estos hechos son bastante conocidos, pero no tanto como debería de ser en concordancia con la magnitud de la tragedia. 15 millones de muertos y contando, sí, quiero recalcarlo: y contando, se dicen fácil, pero es una cifra enorme, sólo por dimensionar los hechos que aquí se cuenta, me gustaría poner un ejemplo: El holocausto judio, hecho que, afortunadamente, sí es suficientemente conocido, en el que según diversas fuentes hubo 6 millones de muertos.
No obstante, todavía hay mucha gente que desconoce el genocidio congoleño y no es culpa del tropel, es culpa del control de contenidos informativos que sobre los pueblos ejerce el poder hegemónico y su propaganda, no sólo a través de los medios de comunicación, sino que también de los libros de historia. Si, así como se lee: la historia oficial se ha reducido a mera propaganda. Otro de los motivos de esta invisibilización es porque nunca hubo justicia y es claro que la hegemonía no tienen planeado que haya justicia en el Congo próximamente. Memoria y justicia son dos palabras inseparables, sin memoria nunca habrá justicia y sin justicia es difícil que los hechos se mantengan en el imaginario social global ya que la falta de justicia conlleva una intención de ocultamiento… Y esta intención de ocultamiento se da porque se quiere seguir cometiendo actos similares o incluso los mismos.
“Llegará el día en que la historia hablará. Pero no será la historia que se enseñe en Bruselas, París, Washington ni las Naciones Unidas.
Será la historia que se enseñará en los países que han logrado liberarse del colonialismo y sus marionetas.
África escribirá su propia historia y, tanto en el norte como en el sur, será una historia de gloria y dignidad.” (Lumumba, Carta a su esposa)
Más oculto está todavía, y de eso estoy seguro que ninguno de ustedes sabía al respecto, es que también los mustios franceses, que andan por la vida presumiendo hipócritamente su revolución burguesa y su Libertad, Igualdad Fraternidad, realizaron idénticas prácticas terroristas en la parte del Congo que les tocó administrar y en el resto de sus colonias africanas. Porque como les había dicho Braza, el que descubrió la ruta fluvial alterna a la de Stanley, logró posicionarse y apropiarse de una parte al norte del Congo.
Los franceses de la época se creían el cuento civilizatorio —como hasta la fecha muchos europeos se encuentran convencidos que hicieron un bien en su labor colonizadora tanto en África como en la Abya Yala. Más que ignorancia (que la hay, obviamente) la ausencia de memoria y justicia se los permite—. Pero el escándalo de lo sucedido en la parte belga del Congo y un caso muy particular los hizo empezar a dudar:
“En el verano de 1903, dos administradores coloniales, George Toqué y Fernand Gaud, habían ejecutado a un prisionero de manera muy cruel: hicieron estallar un cartucho de dinamita en el recto de la víctima. Esta ejecución, justificada por sus autores por la necesidad de realizar un castigo ejemplar, terminó por conocerse en la metrópoli. El escándalo estalló en febrero de 1905, cuando la prensa se hizo eco de la noticia. En agosto de ese mismo año se inició un proceso judicial contra Gaud y Toqué. Fueron condenados a cinco años de prisión,… Francia envío una comisión de investigación bajo la dirección de Pierre Savorgnan de Brazza con el fin de conocer de primera mano la situación en las colonias centroafricanas francesas. Se quería demostrar que la conducta francesa era irreprochable. Esta comisión recorrió los territorios franceses y sus integrantes fueron testigos de que, también allí, la población africana sufría vejaciones y trabajos forzados, y las familias eran tomadas como rehenes para asegurar el trabajo de los hombres. Todo ello con el silencio cómplice de las autoridades coloniales. Uno de los crímenes que la comisión documentó fue el secuestro, en las proximidades de Bangui, de un grupo de 58 mujeres, 10 niños con el objetivo de obligar a los hombres a recolectar caucho para la Compagnie des caoutchoues y así pagar el impuesto al que estaban obligados. Retenidos como rehenes durante cinco semanas, sobrevivieron 13 mujeres y 8 niños. El resto falleció de hambre…” (Ceamanos 2020).
Con toda la información recabada por está comisión se redactó un informe que el gobierno francés de la libertad, igualdad y fraternidad prefirió guardar en un cajón y no dar a conocer. Varios años después, más de medio siglo, en 1965 la historiadora francesa Catherine Coquery-Vidrovitch localizó una copia de este informe al que únicamente le hizo un prefacio para publicarlo recientemente como Le rapport Brazza. Mission d’enquête du Congo : rapport et documents (1905-1907) (2014).
Con el escándalo encima y la presión internacional, en 1908, el Parlamento belga tomó el control del territorio. Pero si pensaban que el rey Leopoldo fue siquiera sometido a la Justicia, ya no digamos castigado, siento decirles que no fue así. Lejos de eso, recibió una jugosa indemnización por sus crímenes, que diga por “sus tierras” (parece humor negro —propongo que en adelante digamos humor blanco—, parece humor blanco, pero es anécdota). Y si pensaban que después de conocerse tan viles hechos el pueblo del Congo fue liberado, pues tampoco. Bélgica asumió la administración del territorio, con la bendición de la entonces Sociedad de Naciones. Posteriormente, al finalizar la segunda guerra mundial le otorgarían también los mandatos de Ruanda y Burundi, donde los blancos armaron otro desmadre por todos conocido. Si Ruanda, aquel país en el que los europeos echaron a pelear a los hutus contra tutsis.
Con la administración belga las cosas cambiaron en la medida que se atravesaron las guerras mundiales, el marfil se empezó a agotar y hubo una reducción en el precio del caucho, pero los congoleños no dejaron de estar sometidos y aterrorizados, quizás incluso perfeccionaron algunas técnicas.
Frente el nuevo panorama, los belgas, siempre tan ingeniosos, pasaron a la minería, establecieron amplias explotaciones mineras en Katanga. La primera mina que los belgas explotaron en el Congo, en 1911, fue Étoile. También fue la primera mina industrial en la que se utilizaron mineros artesanales para la extracción de minerales. La minería artesanal es endémicamente un trabajo forzado en el que quien la ejerce arriesga su integridad física y vida. Tengo entendido que actualmente se encuentra formalmente prohibida, aunque es una mera formalidad porque su práctica abunda al día de hoy en el Congo.
Antes de que los congoleños lograran su independencia, los belgas hicieron todo lo posible por mantener el control de Katanga, una región del Congo muy rica en minerales valiosísimos para la industria y la tecnología. Incluso, tras la independencia, orquestaron un plan para lograr la secesión de la provincia y para el asesinato del primer ministro el gran Patrice Lumumba.
En 1960 el Congo logra su independencia y es elegido como primer ministro Lumumba, quien tenía una visión anticolonialista, pretendía liberar a su pueblo, por fin, del expolio de las grandes potencias que nunca ha cesado. Quería que la explotación de la riqueza natural del Congo fuera para sus habitantes como, en todo caso, debió haber sido siempre. Digo “en todo caso” porque desde la cosmovisión tribal africana, la ideología capitalista de la destrucción de la naturaleza hasta su agotamiento no estaba contemplada, con lo que dudo que los africanos hubiesen querido hacer la explotación de recursos naturales que hicieron los blancos como la hicieron los blancos, incluso aunque hubiese sido en beneficio propio.
El día de la independencia, en un acto celebrado en Leopoldville (jaja, perdón no puede evitar reír, quizás es de nervios, la risa. Leopoldville, Stanleyville, Brazzaville, Rhodesia, el narcisismo blanco en su máxima expresión), el rey Bauldino de Bélgica dijo, sin ninguna vergüenza: “La independencia del Congo representa la culminación de la obra concebida por el genio del rey Leopoldo II, emprendida por él con tenaz valor y continuada con perseverancia por Bélgica.” Afirmo que era el fin de la misión civilizatoria (jaja, como dicen los gringos: sorry… again). “Ahora les toca a ustedes, caballeros, demostrar que teníamos razón al confiar en ustedes…”
Como era lógico Lumumba se prendió y dio un discurso (en francés) que no estaba programado, en el cual dijo:
“Aunque esta independencia del Congo está siendo proclamada hoy en acuerdo con Bélgica, un país amistoso, con el que estamos en igualdad de términos, ningún congolés olvidará que la independencia se ganó en lucha, una lucha perseverante e inspirada que ocurrió en el día a día, una lucha, en la qué no nos intimidamos por la privación o el sufrimiento y no escatimamos fuerza o sangre…
Hemos experimentado trabajo forzoso a cambio de una paga que no nos permitía satisfacer nuestra hambre, vestirnos, tener alojamiento decente o criar a nuestros hijos como seres amados.
Mañana, tarde y noche éramos sometidos a burlas, insultos y golpes porque éramos “Negros”…
Hemos visto nuestras tierras confiscadas en nombre de leyes aparentemente justas, que daban reconocimiento sólo al derecho de la fuerza.
No hemos olvidado que la ley nunca fue la misma para el blanco y para el negro, que era indulgente para unos, y cruel e inhumana para los otros.
Hemos experimentado sufrimientos atroces, hemos sido perseguidos por convicciones políticas y creencias religiosas, y exiliados de nuestra tierra natal: nuestra suerte fue peor que la muerte misma.
No hemos olvidado que en las ciudades las mansiones eran para los blancos y las chozas en ruinas para los negros; que un negro no era admitido en los cines, restaurantes y tiendas reservadas para los «europeos»; que un negro viajaba en el compartimento, bajo los pies de los blancos en sus cabinas de lujo…”
El discurso no gustó en occidente, los blancos con su característica doble moral tacharon el discurso confrontativo, hubo quien llegó a decir que Lumumba había sido ingrato. Los focos de alarma se pendieron y “…rápidamente Bélgica, las Naciones Unidas, Estados Unidos y los intereses neocoloniales que representaban rechazaron la visión de Lumumba, se confabularon para asesinarle y apuntalaron en su lugar a un violento dictador Joseph Mobutu. Durante treinta y dos años Mobutu apoyó la agenda occidental…” (Kara, 2023)
Once días después de la independencia, el ejército belga apoyó a Moise Tshombe, un político katangués independentista para que declarara la separación de Katanga de la República del Congo. El plan era que Katanga, donde está la mayor parte de la riqueza en minerales del Congo, el 70 por ciento, se independizara del nuevo Congo, para que Bélgica pudiese seguir teniendo el control económico de la región. La operación fue financiada por la Unión Minera del Alto Katanga (en francés: Union Minière du Haut Katanga, UMHK) que explotaba los recursos mineros de Katanga desde 1908. El ejército belga expulsó al congolés de Katanga.
Lumumba buscó la intervención de Naciones Unidas, quien lo hizo, pero no sacó a los belgas de Katanga porque dijo que no podía. En ese escenario, buscó la ayuda de la Unión Soviética, con lo que EEUU decidió tomar medidas más drásticas.
“El 18 de agosto de 1960 el presidente Dwight Eisenhower se reunió con su consejo de seguridad nacional para discutir la situación en el Congo y anunció que Estados Unidos tenía que <<deshacerse de ese tipo>>. La CIA urdió un complot para asesinar a Lumumba utilizando pasta de dientes con veneno de cobra; en lugar de esto decidieron seguir el plan de reclutar al amigo de Lumumba y jefe del Ejército, Joseph Mobutu, para derrocarle.” (Kara, 2023)
Un mes después Mobutu, apoyado y financiado por EEUU, Bélgica y Naciones Unidas se apoderó del recién inaugurado gobierno independiente del Congo y puso a Lumumba bajo arresto domiciliario. Lumumba logró huir y sus simpatizantes avanzaban paralelamente, desde su aprehensión, hacía la recuperación del país, ocupando la mitad del mismo. Pero luego Lumumba fue detenido nuevamente gracias a los servicios de inteligencia de EEUU y Bélgica.
“Fue trasladado en avión a Élisabethville el 16 de enero de 1961, conducido a una mansión aislada y torturado por seis belgas y seis katangueses, entre los que estaban Moise Tshombe y su segundo al mando, Godefroid Munongo. En un irónico giro de la historia, Munongo era nieto del rey Msiri. En 1891, unos mercenarios belgas enviados por Leopoldo habían asesinado a Msiri para hacerse con el control de Katanga y exactamente setenta años después el nieto de Msiri se unía a los belgas para asesinar a Lumumba y devolver Katanga a los belgas. Tras torturar a Lumumba durante horas, Tshombe y los belgas lo mataron a tiros. Descuartizaron el cuerpo y arrojaron las partes a unos barriles de acido sulfúrico. El craneo, los huesos y los dientes se trituraron y los esparcieron en el trayecto de vuelta, excepto un único diente que se llevó de recuerdo el inspector belga de la policía katanguesa.” (Kara, 2023).
La “independencia” del Congo duró un mes, 11 días en mediana paz. Al final, de una o de otra forma, siempre ha estado sujeto a la injerencia de algún país extranjero. “No ha habido ni un solo traspaso del poder pacífico en el Congo desde 1960, cuando Patrice Lumumba fue elegido primer ministro de la nación, hasta 2019, cuando Félix Tshisekedi ganó las elecciones. Entretanto el país ha sido objeto de un golpe violento tras otro, primero con Joseph Mobutu que gobernó el Congo de 1965 a 1997, seguido del reinado de Laurent Désiré Kabila, de 1997 a 2001, y de su hijo Joseph Kabila, de 2001 a 2019…” (Kara, 2023)
El Congo, por alguna broma del destino, ha resultado ser rico en muchos minerales necesarios para la industria y la tecnología. Es, no sé si la única, o al menos la más importante fuente de cobalto en el mundo, indispensable para las baterías recargables de dispositivos electrónicos como celulares, computadoras portátiles, video juegos, vehículos (de esos que la propaganda dice que son ecológicos) etc. En 2021 se extrajeron de la República “Democrática” del Congo 111,750 toneladas de cobalto que representa el 72 por ciento de reserva mundial.
“Nadie sabía al principio que en el Congo se encontrarían los mayores suministros de casi todos los recursos que el mundo deseaba en la época de nuevos inventos o desarrollos industriales: marfil para teclas de piano, crucifijos, dentaduras postizas y tallas (década de 1880), el caucho para los neumáticos de coches y bicicletas (década de 1890), el aceite de palma para el jabón (a partir de 1900), el cobre, el estaño, el zinc, la plata y el níquel para la industrialización (a partir de 1910), los diamantes y el oro como símbolo de opulencia (desde siempre), el uranio para las bombas nucleares (1945), el tantalio y el wolframio para los microprocesadores (después del 2000) y el cobalto para las baterías recargables (a partir del 2012)…” (Kara, 2023).
La cadena del suministro mundial de cobalto es un sistema intencionalmente complejo, en el que la relación o la conexión entre el eslabón más bajo de la cadena (el minero artesanal) y el más alto (Apple, por ejemplo) se pierde; y, de hecho, es muy difícil probar la relación entre ellos. Aunque después de un trabajo minucioso de investigación como el que hizo el escritor y activista estadounidense Siddharth Kara (varias veces citado a lo largo del presente texto) es posible determinar con certeza que este existe, “están conectados a través de un complicado conjunto de relaciones formales e informales. El nexo de estos vínculos reside en una economía sumergida en la parte más baja de la industria minera, que fluye a su vez a de forma inevitable hace la cadena de suministro formal.”.

Algunas de la empresas que se encuentran en los eslabones más altos o finales de la cadena de suministro del cobalto y que son las que reciben las mayores ganancias económicas son Apple, Samsung, Google, Microsoft, Dell, LTC, Huawei, Tesla, Ford, General Motors, BMW y Daimler-Chrysler. Para disimular, estas empresas no compran el cobalto directamente del Congo, o compran la batería recargable ya hecha o lo compran de refinerías de cobalto con sede en China, Japón, Corea del Sur, Finlandia y Bélgica. Esta falta de vinculación directa les permite decir, a todas estas empresas, o manejar el discurso hipócrita de estar en contra de la explotación humana en el Congo. “El flujo de minerales y dinero se ve aún más enturbiado por una red de conexiones poco transparentes entre las empresas mineras extranjeras y los dirigentes políticos congoleños, algunos de los cuales sean enriquecido de forma escandalosa subastando las concesiones mineras…” (Kara, 2023)
La cadena de suministro de cobalto empieza con el minero artesanal congoleño que trabaja en condiciones terribles en minas a campo abierto o subterráneas. Sin las condiciones mínimas de seguridad. Participan hombres, mujeres y niños. Los accidentes son frecuentes y una vez que suceden las víctimas quedan incapacitadas de por vida, por la gravedad de las lesiones, o muertas. Encima, cuando suceden nadie se hace responsable de su atención, porque supuestamente lo hacen de forma independiente a las empresas mineras, son emprendedores.
Dada su inhumanidad y peligrosidad de la minería artesanal se supone que está prohibida, pero la magia del capitalismo permite que se siga practicando. Al capitalismo le conviene que la minería artesanal persista porque es mucho más exhaustiva y eficaz que la minería industrial, amplia los niveles de extracción y tiene más posibilidades de encontrar cobalto en el territorio explotado. Por eso, a pesar de estar prohibida, sobre todo en el caso de menores de edad, el capitalismo hace su magia para invisibilizar a los mineros artesanales.
El minero, tiene dos opciones: en principio, solo puede vender a 1) un intermediario, por cuestiones de prohibición y técnicas (ya que cargar con el cobalto extraído hasta el punto de venta es casi imposible sin un transporte); pero si se las ingenia también puede 2) vender directamente en el puesto de venta. De cualquier forma no ganará mucho más de uno o dos dólares.
En ningún puesto de venta se controla la procedencia o las condiciones en las que se extrajo la mena (la piedra que contiene, cobalto, uranio y cobre) que compran. Todo esto es informal. La mayoría de los puestos de ventas son chinos. El puesto de venta puede, a su vez, vender a una mina industrial, que finge que ese cobalto lo extrajo en su mina, para ocultar la existencia de los mineros artesanales; o directamente en la planta transformadora/concentradora.
“Las explotaciones mineras industriales de la RDC suelen estructurarse como empresas conjuntas entre la empresa minera estatal, Gécamines (Générale des Carrières et des Mines), y una empresa minera extranjera. En mi último recuento sobre el terreno, en noviembre de 2021, conté diecinueve grandes complejos mineros industriales de cobre-cobalto en funcionamiento en las provincias de Alto Katanga y Lualaba, quince de las cuales eran propiedad o estaban financiadas por empresas mineras chinas. La mayoría de los emplazamientos mineros de propiedad china que visité estaban protegidos por una fuerza militar llamada FARDC (Forces Armées de la Republique Démocratique du Congo) o por la Guardia Republicana de Élite.”(Kara, 2023)
La planta y/o la mina industrial mandan todo a la refinería industrial. La refinería industrial hace su trabajo y vende su resultado al fabricante de baterías recargables quien lo enajena a las empresas tecnológicas que las utilizan en sus dispositivos. Así, es posible que un iPhone de 1500 dólares la unidad pueda funcionar correctamente todo el día sin que te tengas que preocupar por cargar la batería.
El segmento formal de la cadena de suministro comienza en las minas industriales. Aunque hay culpables en todos los eslabones de la cadena de suministro de cobalto, esta no existiría si no fuera por la enorme demanda de cobalto de la empresas multimillonarias que están en la cúspide. Desde esa parte es desde donde se pueden encontrar las soluciones más efectivas al expolio.
Los salarios para los mineros artesanales del Congo van entre uno y dos dólares al día, si es que reúnen las cantidades de mena requeridos. Más de tres cuartas partes de la población del Congo viven por debajo del umbral de pobreza. Ocupan el lugar 175 de 189 del indice de desarrollo humano de Naciones Unidas. Mientras que los beneficios trimestrales del expolio de cobalto son multimillonarios en la parte superior de la cadena.
La larga noche blanca de espesa niebla del Congo no tiene para cuando terminar… Desgraciadamente, ahora lo sabes… Sin dignidad no hay libertad, sin justicia no hay dignidad
Palestina Libre… y el Congo también.
Mi querida esposa,
Te escribo estas palabras sin saber si algún día llegarán a ti o si estaré vivo cuando las leas.
A lo largo de mi lucha por la independencia de nuestro país, nunca he dudado de la victoria de nuestra sagrada causa, a la que yo y mis compañeros hemos dedicado toda nuestra vida.
Pero lo único que queríamos para nuestro país es el derecho a una vida digna, a la dignidad sin pretensiones, a la independencia sin restricciones.
Éste nunca fue el deseo de los colonialistas belgas y sus aliados occidentales, que recibieron apoyo, directo o indirecto, abierto u oculto, de algunos altos funcionarios de las Naciones Unidas, el organismo en el que pusimos todas nuestras esperanzas cuando recurrimos a él en busca de ayuda.
Sedujeron a algunos de nuestros compatriotas, compraron a otros e hicieron todo lo posible para distorsionar la verdad y manchar nuestra independencia.
Lo que sí puedo decir es esto: vivo o muerto, libre o en la cárcel, no es una cuestión personal mía.
Lo principal es el Congo, nuestro pueblo desdichado, cuya independencia está siendo pisoteada.
Por eso nos han encerrado en prisión y nos mantienen alejados del pueblo. Pero mi fe permanece indestructible.
Sé y siento en lo más profundo de mi corazón que tarde o temprano mi pueblo se librará de sus enemigos internos y externos, que se levantará uno solo para decir no al colonialismo, al colonialismo descarado y moribundo, para conquistar su dignidad en una tierra limpia.
No estamos solos. África, Asia, los pueblos libres y los pueblos que luchan por su libertad en todos los rincones del mundo siempre estarán del lado de los millones de congoleños que no cejarán en la lucha mientras haya un solo colonialista o mercenario colonialista en nuestro país.
A mis hijos, a quienes dejo y a quienes quizá no volveré a ver, quiero decirles que el futuro del Congo es espléndido y que espero de ellos, como de todo congoleño, el cumplimiento de la sagrada tarea de restablecer nuestra independencia y nuestra soberanía.
Sin dignidad no hay libertad, sin justicia no hay dignidad y sin independencia no hay hombres libres.
La crueldad, los insultos y la tortura nunca podrán obligarme a pedir clemencia, porque prefiero morir con la cabeza alta, con una fe indestructible y una creencia profunda en el destino de nuestra patria, que vivir en la humildad y renunciar a los principios que para mí son sagrados.
Llegará el día en que la historia hablará. Pero no será la historia que se enseñe en Bruselas, París, Washington ni las Naciones Unidas.
Será la historia que se enseñará en los países que han logrado liberarse del colonialismo y sus marionetas.
África escribirá su propia historia y, tanto en el norte como en el sur, será una historia de gloria y dignidad.
No lloren por mí. Sé que mi atormentado país podrá defender su libertad y su independencia.
¡Viva el Congo!
¡Viva África!
prisión de Thysville
Patrice LUMUMBA
Para la realización de este artículo me he basado fundamentalmente en dos libros que recomiendo ampliamente:
– Ceamanos, Roberto. El reparto de África. De la Conferencia de Berlín a los conflictos actuales. Catarata. España. Primera edición en la Colección Relecturas, 2020.
– Kara, Siddharth. Cobalto rojo. El Congo se desangra para que tú te conectes. Traducción Patricia Teixidor, Capitan Swing. España. 2023.