Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.

Hay conciertos que se sienten como una ráfaga: llegan, estremecen y se van. Lo de Sofía Strainer en el Foro Landó fue distinto. Fue una noche que se deslizó suave, como un susurro que se queda flotando aun cuando las luces ya se apagaron. Sofía se plantó en el escenario con esa mezcla de calma y certeza que solo tienen quienes saben exactamente qué historias vienen a contar. Entre acordes envolventes y una voz que acaricia y araña a la vez, cada canción se sintió como abrir una carta escrita para todos y para nadie.

Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.

El público la escuchó con respeto, sosteniendo cada verso como si temieran que se escapara. Hubo silencio cuando debía haber silencio, y coro cuando la emoción rebasó la timidez. Sofía navegó entre lo íntimo y lo visceral: un instante estaba sola con su guitarra, y al siguiente transformaba el foro en un mar de voces.

Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.

No hubo artificios, no hizo falta. Bastaron la sinceridad de su entrega, su mirada cómplice con quienes estaban abajo, y esas letras que hablan de heridas cotidianas, de amores que dejan huellas y de la vida cuando se escribe en primera persona. Cuando sonó la última nota, nadie quería moverse. Es que un concierto así no termina cuando se apaga el sonido: se queda. Se vuelve eco. Se vuelve recuerdo. Y Toluca, esa noche, se fue a dormir con un nuevo secreto tatuado en la memoria: Sofía Strainer no se escucha, se siente.

Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.
Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.
Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.
Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.
Sofía Strainer. Foto: Enrique Huerfano.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí