Carteles del festival 2025. Fuente: MundoCine

Siempre da, a todos los que asistimos al Festival de Sevilla de Cine Europeo, un poco de nostalgia su finalización. Muchas personas, de distintos lados del mundo, nos reunimos cada año en este evento con el pretexto del cine, pero lo que Sevilla hace es más valioso que eso. El SeFF, con sus aciertos y sus errores, construye una comunidad cinematográfica más que cualquier otro festival y eso es lo que lo hace tan entrañable.

Aunque es un festival relativamente joven, me ha llamado la atención, en esta edición en particular, que el evento anual está teniendo sus efectos dentro de las sevillanas. Cada año me encuentro con un público más crítico y conocedor del cine. Este año me ha llamado la atención que las audiencias sevillanas le ponen un valor a su aplauso. Por lo regular, en otros festivales de cine, existe un grueso del público que aplaude después de la función, merezca o no la obra que acaba de presenciar este universal reconocimiento. En Sevilla no pasa así, en Sevilla si al personal no le gustó una película se guarda el aplauso para una mejor ocasión, lo cual lejos de ser descortés a mí me parece fantástico porque el creativo tiene un pulso honesto y sincero de lo que su obra produjo en el espectador y el sevillano a su vez le da un valor a su aplauso.

Esto conlleva un riesgo, que es que la masa, el Gran Público ávido de cine de entretenimiento termine por censurar el cine de arte, pero creo que es un riesgo que hay que asumir. Además de que paralelamente los festivales realizan acciones paralelas para educar a ese Gran Público (tan peligroso) como coloquios, charlas, jornadas pedagógicas (llamadas “masterclass”); asimismo, ese Gran Público se equilibra en la sala con la presencia de expertos, que suelen tener presencia en los festivales, que al final seguirán aplaudiendo, más allá de cualquier cosa, cuando el arte sale a relucir. Y por último, para combatir este mal de las preferencias hegemónicas, se encuentra también la labor del crítico que podrá, una vez finalizada la jornada cinematográfica, hacer un análisis generoso de la obra y quizás, introducir en el espectador prístino nuevos elementos de valoración del cine.   

En cuanto a la esencia del festival, que es la programación, el SeFF sigue apostando, contra viento y marea, por el cine independiente, a pesar del influjo voraz que el cine comercial y de entretenimiento quiere hacer en todos los festivales. Como buen festival español el Festival de Sevilla no se puede librar del pernicioso cacicazgo, como todo cacicazgo, de RTVE y otras televisoras, y tienen que programar películas de medianas a malas, sellos distintivo de estas casas productoras, como en alguna otra ocasión he comentado. 

Así mismo, pude identificar la presencia secundaria (no como en San Sebastián), a nivel de colaboración, de Netflix —ya sabemos que cuando vemos Netflix es preludio de mal cine, salvo contadas excepciones que solo sirven para confirmar la regla— en un par de piezas, una de ellas es la animación A magnificent life de Sylvain Chomet, un largometraje que resulta bueno en términos generales, por su realización, pero sobre todo por el interesante tema que aborda que es la vida de Marcel Pagnol.

Fuente de imagen: Festival de Sevilla

Salvo esas excepciones (las de la hegemonía cinematográfica), la programación de Sevilla sigue siendo valiente y leal al arte. Hubo apuestas fuertes, que muchas veces no terminan de calar del todo bien en el gran público sevillano, sobre todo el más veterano, pero que son apuesta a futuro imprescindibles, a la resistencia y a la permanencia del cine de autor en el imaginario de una gruesa diversidad generacional que acude al festival. Entre dichas apuestas voy a mencionar algunas que como me gustaría que tengan la oportunidad de disfrutarlas, como muchos lo hicimos gracias al SeFF.

La primera que quisiera mencionar es Anatomía de los caballos de Daniel Vidal Toche, una película que, aunque es de producción múltiple con participación mayoritaria de España y, en menor medida, de Francia, por lo que considero entró en el festival especializado en cine europeo, es esencialmente latinoamericana. Y de allí deriva la apuesta que el SeFF hizo por esta película, que si no se tiene un contexto latinoamericano no occidentalizado, el largometraje puede resultar tedioso e incluso poco comprensible. La película es atemporal lo que descoloca al grueso del espectador europeo, no sólo lo descoloca en el tiempo en el que suceden los hechos, sino de manera general en la transición argumentativa. Muchas personas no supieron como reaccionar a esa atemporalidad y me resultó curioso descubrir que esa atemporalidad más bien circulante o redonda (como el eterno retorno de Nietzsche) la tradujeron, por unanimidad, en dos líneas temporales paralelas que a lo mejor en ese imaginario nunca se cruzan. 

Así mismo, toca muchos puntos cuyo contexto se encuentra más en las culturas indoamericanas que en la occidentalizada cosmovisión dominante que deviene de la racionalidad europea de la ilustración tótem sagrado del conocimiento occidental. Por si eso fuera poco, hay planos largos, secuencias oníricas, alusiones historiográficas y sociales de poco conocimiento general por provenir de las versiones de los vencidos históricos, por ser parte de la resistencia indígena milenaria en América. En fin, una serie de características en las que las audiencias europeas y en general occidentalizadas, es decir también latinoamericanas colonizadas, tendrán que poner mucho de su parte para poder entrar en el filme, pero una vez que entren, la experiencia será satisfactoria. No obstante lo anterior, este largometraje ganó dos premios en el SeFF.

Otra apuesta importante fue Mother de Teona Strugar Mitevska, la cual con el paso del tiempo, conforme fue madurando su visionado en mi cabeza, se fue convirtiendo en mi favorita. La película no tiene, en apariencia, sin ser mala en lo general, algo que la haga sobresalir sobre otra películas realizadas este año, ¡Es más! Ni siquiera dentro de las expuestas en el festival, que reduce considerablemente el número de elementos a analizar. Mother es una película que toma como pretexto argumental la vida de la Madre Teresa de Calcuta, pero que habla de todo o de mucho (celibato, aborto, culpa) menos de la vida de esta mujer santa. Hay en ella una tercia (de tres como en el póker), por lo menos, de detalles cinematográficos magníficos por los que merece ser vista y por los que se gana mi preferencia. 

La propia We believe you de Charlotte Devillers y Arnaud Dufeys, que fue la gran ganadora (sorprendentemente), es una apuesta interesante. Creo que la película no da para ganar tantos premios, sobre todo el premio a mejor guion cuando, desde mi punto de vista, sus principales defectos se encuentran allí en un argumento que aunque cerrado y coherente, resulta extraordinariamente frágil, mañoso y poco solvente. Pero la pieza en lo general es buena (no para ganar tantos premios, insisto), una película que toca temas importantes y sensibles, que se sale de la ortodoxia cinematográfica y que eso siempre requiere a hacer una apuesta importante por el arte.

Eso por lo que hace a la Sección Oficial, fuera de esta, como casi siempre sucede, hay grandes películas muchas veces mejores que las de la sección principal. En este sentido, siguiendo con las apuestas por el cine independiente en otras secciones puedo mencionar A balcony in Limoges de Jerome Reybaud; y la magnifica Cosmo de Germinal Roaux.

A mi la que más me gustó fue, como ya dije, Mother, Anatomía de los caballos, y las dos mencionadas en el último párrafo. Así como otra más convencionales como Dossier 137 de Dominik Moll; la ya vista en Berlín Dreams (Sex love) de Dag Johan Haugerud; Last Shift de Petra Volpe; e, Ish de Imran Perretta. Esto sin entrar a la sección dedicada a los European Film Academy, donde hay varias que destacan pero que yo lo veo más bien como un recuento del año europeo cinematográfico que el festival pone generosamente a disposición de las sevillanas.

Lo que menos me gustó fue, tomando en consideración que hay cosas que trato de evitar, lease, las grandes producciones de RTVE o Atresmedia y cosas parecidas, que afortunadamente en Sevilla no ocupan un lugar protagónico y son fáciles de evitar: Enzo de Laurent Cantet, aunque no se me hace mala técnicamente hablando, la menciono aquí porque no resuelve ninguno de los conflictos en los que sustenta su argumento y, principalmente, porque se me hace una película clasista que termina romantizando peligrosa y, quizás, infamemente la pobreza. 

De otras secciones no oficiales: Silent Storms de Dania Reymond-Boughenou, una película con una mirada totalmente colonial y occidental de un problema grave en Algeria que los mismo franceses ocasionaron y que ahora se le hace fácil juzgar como si no tuvieran nada que ver; además de que visualmente no funciona, mal manejo de la luz y del color; Before/After de Manoel Dupont, una película sin argumento, que no va a ningún lado, que no resuelve nada, que ni siquiera como documental podría ser valorada; y, Writing Life – Annie Ernaux through the eyes of High school students de Claire Simon, otro de esos documentales, que ahora abundan, que no aportan nada, ni cinematográficamente, ni documentalmente y que nos hacen preguntarnos cuándo estamos en presencia de un documental cinematográfico realmente. Ahora pareciera que agarrar una cámara y salir a grabar cosas, lo que sea, es potencialmente un documental, no es el caso de esta pieza, pero quedo muy cerca de haberlo sido, con todo y la reconocida carrera de su autora y el interesante tema que aborda tan mal documentalmente hablando.     

Más allá del alma de los festivales que es su programación y a manera de colofón quisiera mencionar una característica muy generosa e importante del SeFF que lo hace tan especial y único, que es su compromiso con la creación no sólo de audiencias educadas, sino de la construcción de una comunidad cinematográfica internacional desde Andalucía, la histórica puerta cultural de toda Europa. 

El festival de Sevilla organiza varios eventos durante toda su celebración en los que el público en general, acreditados de todo tipo y creadores, pueden convivir y hablar de cine sin diferencias de estatus, ni privilegios o prerrogativas, es decir, en planos de verdadera igualdad, lo que desde luego fomenta la construcción de una comunidad real e ideal. Así, tenemos una serie de cafés que se dan todas las tardes y que consisten en organizar una charla con muchos de los creadores que presentan sus películas en el festival y el público en general, poniendo como pretexto el tradicional café o sobremesa que enriquece tanto la vida social y comunitaria en España. 

Así mismo, al final de muchas proyecciones hay coloquios con directores, actores y productores. Para los acreditados hay generosos cócteles al mediodía, lo que se ha convertido en un espacio de encuentro entre lo que llaman la industria, el talento creativo, estudiantes, la prensa y los propios organizadores del festival, es un momento de convivencia magnifico que todos los que asistimos esperamos con emoción porque nos permite estrechar relaciones de amistad con más gente involucrada de una u otra manera en el medio cinematográfico y lo que ha permitido que en Sevilla se empiece a construir más que un festival de cine un gran y verdadera familia cinematográfica, una característica que ningún otro festival tiene o que la reserva con clasismo y elitismo sólo para sus grandes invitados y donde todos los demás quedamos fuera.

Larga vida al democrático y valiente Festival de Sevilla de cine europeo.

Fuente de imagen: Festival de Sevilla

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