Foto: Carlos Miguel Glz. Huerta

Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján presentaron su nuevo libro Arqueología mexicana, sus orígenes y proyecciones (El Colegio Nacional, 2024). El volumen reúne siete textos, de los cuáles cuatro de López Luján y siete de Matos Moctezuma. En estos artículos, los especialistas hacen un recorrido histórico de esta disciplina, desde el siglo XVII hasta el siglo XIX.

Durante la presentación editorial, que se realizó en FIL Guadalajara 2024, los colegiados analizaron el quehacer de quienes podrían ser considerados como los iniciadores de la arqueología mexicana: Carlos de Sigüenza y Góngora, Lorenzo Boturini, José Antonio Alzate, Antonio de León y Gama y Guillermo Dupaix.

El libro inicia con un capítulo escrito por Matos Moctezuma, donde el arqueólogo analiza el aporte arqueológico de Sigüenza y Góngora y Lorenzo Boturini, quienes, en un principio, aunque parecieron tener vidas muy similares, terminaron con destinos profundamente opuestos.

Matos Moctezuma expuso que Sigüenza y Góngora fue sacerdote, matemático, astrónomo, catedrático de la Real y Pontificia Universidad y amigo de sor Juan Inés de la Cruz. Cuando el virrey Paredes, Conde de la Laguna, llegó a la Nueva España, Sigüenza y Góngora diseñó un arco triunfal inspirado en motivos precolombinos. “Colocó a los 11 tlatoanis y, para completar el número 12, incluyó a Huxilopoztli”.

Sin embargo, el quehacer arqueológico de Sigüenza y Góngora más significativo fue que “intentó excavar en Teotihuacan, y la referencia de que estuvo ahí nos la da Boturini”. En cuanto a Lorenzo Boturini, Matos Moctezuma explicó que llegó a la Nueva España tras naufragar en Veracruz. Su aporte arqueológico radica en haber sido un coleccionista de piezas precolombinas las registró meticulosamente.

De regreso a Europa, su barco fue atacado por piratas y, al llegar a España, lo encarcelaron porque su viaje a la Nueva España lo hizo sin el permiso de la Corona. En la cárcel escribió La idea de una nueva historia general de la América septentrional (1746), un volumen en que Boturini ofreció una descripción detallada de las más de 300 piezas que recopiló durante su viaje a América.

Matos Moctezuma también habló sobre José Antonio Alzate y Antonio de León y Gama, destacando cómo su trabajo contribuyó al descubrimiento de la Piedra del Sol. Este hallazgo ocurrió tras los trabajos que ordenó el segundo conde de Revillagigedo en el actual Zócalo de la Ciudad de México. Las autoridades virreinales ordenaron que la pieza fuera colocada en la torre poniente de la Catedral Metropolitana, para demostrar a los detractores de España que la civilización mesoamericana “no eran pueblos bárbaros”.

Con respecto al hallazgo de la Coatlicue, Matos Moctezuma señaló que la escultura fue colocada en uno de los patios de la Real y Pontificia Universidad, donde iban los indígenas a rendirle reverencia. Para evitar estos actos de idolatría, la iglesia ordenó sepultarla de nuevo. Dos siglos años después, el arqueólogo mexicano gestionó la colocación de placas conmemorativas en los lugares donde se encontraron estas piezas.

Leonardo López Luján, por su parte, resaltó la importancia de las primeras publicaciones sobre arqueología que se imprimieron en la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVIII, que ya analizaban los descubrimientos antiguos.

“Estas publicaciones, que fueron unas hojas volantes, no trataron de la arqueología mesoamericana ni de las grandes civilizaciones de nuestro pasado remoto, como los olmecas, los zapotecas, los mayas; sino que se referían a las excavaciones que en ese momento se estaban llevando a cabo en el sur de Italia”, explicó López Luján.

De acuerdo con el también director del Proyecto Templo Mayor, también llegaron a la Nueva España libros “en formato elefante” donde se registraron los descubrimientos de Herculano y Pompeya; estas obras fueron la inspiración y el aprecio por rescatar las antigüedades.

En este sentido, “Antonio de León y gama, anticuario y astrónomo, habló sobre Herculano y Pompeya, y sugirió que se debían hacer excavaciones similares a las del sur de Italia en la Ciudad de México, principalmente en nuestro actual Zócalo”. Otro personaje necesario en el desarrollo de la arqueología en México fue  Guillermo Dupaix, capitán de dragones que estuvo al frente de la Real Expedición Anticuaria de 1805, que encargó Carlos IV.

López Luján detalló que Dupaix recorrió muchos lugares de México, como Veracruz, Xochicalco y la Ciudad de México, y registró de forma gráfica todos sus hallazgos. Aunque no tenía una educación formal en artes plásticas, pudo capturar con gran detalle las piezas que ahora están disponibles en el Museo Nacional de Antropología e Historia.

El libro de 307 páginas está ilustrado con imágenes históricas y análisis gráficos detallados de piezas fundamentales. De acuerdo con los autores, este volumen es un “testimonio tanto del pasado arqueológico, como de desafíos y logros en su preservación.

Fuente de información: Boletín de prensa de El Colegio Nacional

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