Sumeria era una cultura situada en lo que hoy es la mitad sur de Irak, entre los ríos Tigris y Éufrates. Considerada como una de las primeras civilizaciones. Como todas las culturas, dio forma a su cosmovisión a través de relatos y un panteón de deidades que regían su mundo. Aquí nos ocuparemos de Inanna, Reina del Cielo y de la Tierra, Diosa del Amor.

Dentro de la mitología mesopotámica puede hacerse una división entre las divinidades sumerias y las semitas. Primero existieron los dioses sumerios que más tarde fueron adaptados por los acadios, babilonios, asirios, arameos y caldeos (todos ellos pueblos semitas).

Entre otras deidades de mayor importancia estaban el Nanna, Dios de la Luna; su hijo Utu, el Dios del Sol; y su hija Inanna, la Diosa de la Mañana y de la Estrella del Atardecer, conocida por los semitas como Ishtar. Durante el período de existencia de Uruk, que cubre el final de la era de cobre y el principio de la era de Bronce (4000-3100 a.c) Inanna fue la deidad femenina más prominente.[i] Regía el amor sexual y la fertilidad, aunque también se han encontrado referencias que la postulan como diosa de la guerra. Es una precursora de Afrodita.

En esta tablilla cuneiforme de terracota está escrito el mito de “Inanna prefiere al labrador.» Fuente: CC by SA

Aquí transcribimos un fragmento de los relatos e himnos de Inanna, recogidos por Diane Wolkstein y Samuel Noah, traducidos por Elsa Cross, los cuales llegan a tener hasta cuatro mil años de antigüedad. En uno de ellos, se relata el cortejo que hacen a Inanna el agricultor Enki y el pastor Dumuzi, con quien finalmente se casa. Allí se describe lo que se ha calificado como el que quizá es el primer poema amoroso y erótico del que se tiene registro en la historia[ii]. Es muy probable que fuera un acompañamiento en los ritos de fertilidad.

En los himnos de Inanna, nos dice Elsa Cross, encontramos una mujer-diosa valiente, preponderante, poderosa, dueña de su sexualidad. Es interesante observar que estos atributos se irán desdibujando de las deidades femeninas hasta prácticamente desaparecer. De allí que sea significativo que el primer poema erótico que se conserva, nos entrega una divinidad femenina en plenitud, sin los tabúes que se le adjudicaron al sexo y al sexo femenino en sí, con el correr de los siglos.

Les dejamos un fragmento de El cortejo de Inanna y Dumuzi, que comienza con el relato de la boda.

Inanna, por mandato de su madre,

se bañó y ungió con aceite perfumado.

Cubrió su cuerpo con el blanco ropaje real.

Aprestó su dote.

Arregló en su garanta sus preciosas cuentas de lapislázuli.

Tomó en la mano su sello.

 

Dumuzi esperaba ansioso.

Inanna le abrió la puerta.

Dentro de la casa ella brilló ante él

como la luz de la luna.

 

Dumuzi la miro gozosamente.

Apretó el cuello contra el de ella.

La besó.

 

Inanna habló:

“Lo que te diga,

que el cantor lo teja en la canción.

Lo que te diga,

que fluya del oído a la boca,

que pase del viejo al joven.

 

Mi vulva, el cuerno,

La Barca del Cielo,

está llena de ansiedad como la joven luna.

Mi tierra sin labrar está barbechada.

 

En cuanto a mí, Inanna,

¿quién va a arar mi vulva?

¿Quién va a arar mi campo elevado?

¿Quién va a arar mi tierra húmeda?

 

En cuanto a mí, mujer joven,

¿quién va a arar mi vulva?

¿Quién va a estacionar al buey allí?

¿Quién va a arar mi vulva?”

 

Dumuzi respondió:

“Gran Señora, el rey va arar tu vulva,

yo, Dumuzi el Rey, voy a arar tu vulva”.

 

Inanna:

“Entonces ara mi vulva, hombre de mi corazón,

ara mi vulva”.

 

(…)

 

Inanna habló:

“Me bañé para el toro salvaje,

me bañé para el pastor Dumuzi,

perfumé mis costados con ungüento,

impregné mi boca con ámbar de dulce aroma,

pinté mis ojos con kohl.

 

Él delineó mis ijares con sus hermosas manos,

el pastor Dumuzi llenó mi regazo de crema y leche,

él palmeó mi vello púbico,

él regó mi vientre.

Él dejó sus manos en mi vulva sagrada,

él suavizó con crema mi barca negra,

él avivó con leche mi barca angosta,

él me acarició en la cama.

 

Ahora voy a acariciar a mi alto sacerdote en la cama,

voy a acariciar al fiel pastor Dumuzi,

voy a acariciar sus ijares, su pastoreo en la tierra,

voy a decretar un dulce destino para él”.[iii]

 

 

Notas al pie y bibliografía

[i] El Santuario del Alba. Disponible en digital: https://santuariodelalba.wordpress.com/2017/03/01/inanna-reina-de-los-cielos/

[ii] Cross, E., (s/f). “El descenso de Inanna. Una prefiguración de los misterios”. Revista de la Universidad de México, p. 24.

[iii] Wolkstein, D.; Noah, S. (2010). Inanna. Reina del Cielo y de la Tierra. México: Conaculta.