Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París -y no me corro-

tal vez un jueves, como es hoy de otoño.

Este viernes inician en París, Francia, la autoproclamada ciudad de la luz, los juegos de la XXXIII Olimpiada. Todo debe de estar listo ya para llevar a cabo este magno evento deportivo, hipócrita, en un poco igualable marco como lo es el París histórico y cultural, del arte, la cultura y la luz. Sin que sea el único París, sí el más conocido gracias a la propaganda capitalista.

La ciudad del amor, de la moda, de la Torre Eiffel; la ciudad de la luz, de la bohemia, del Montmatre, del barrio Latino, del Montparnasse, de una de las avenidas más conocidas del mundo como lo es Campos Elíseos, la ciudad de la alta cocina, de la repostería de ditirambo, del Café de Flore o del Bateaux Lavoir. El París de Picasso, de Rivera, de Toledo, de Paz, de Buñuel, de Capote, de Walter Benjamin, de Sartre y Simone de Beauvoir, uff, imposible mencionar a todos los que dejaron un pedazo de su corazón en París.

Pero como también deberíamos de saber, Francia tiene su lado oscuro producto de su imperialismo sátrapa, encarnizado, genocida y abyecto. El país de la Liberté, Égalité, Fraternité también es el país de la Hypocrisie, uno de los países más racistas y miserables del mundo. La Francia del clan Le Pen que vota masivamente a la extrema derecha, que amplía sus controles migratorios. La Francia de Argelia, de Malí, de Marruecos, de la Francafrique[1], de Indochina o de Tahití la isla más grande de la “Polinesia francesa” donde se llevará a cabo la competencia de surf olímpico, habrase visto tanto descaro.

La París del amor es también la París del racismo y del genocidio, aunque los franceses traten de cubrir sus trapitos sucios entre ellos, bajo el crisol de su intelectualismo rancio y la proclamación de los derechos humanos del hombre blanco, y su doble moral. La verdad es incontenible y tarde o temprano sale a la luz. La Ville lumière (la ciudad de la luz) también ha tenido sus días oscuros o quizás sería más conveniente describirlos como rojos, rouge, pero no rouge por el Moulin, si no por la sangre que corrió por esas mismas calles que hoy se disfrazan de pacificas con un color blanco que les aborrece, al celebrarse los Juegos Olímpicos.

El 17 de octubre de 1961 en París se llevó a cabo una sanguinaria, imperialista y xenófoba matanza de argelinos en la ciudad de la luz; luz roja, pero no de neón, no de amor, no de baile, no del Kumbala. Sino la ciudad de la luz roja de rojo sangre, sangre de inocentes perseguidos, explotados, asesinados, torturados, desaparecidos, por su color de piel, por sus creencias, por sus deseos de libertad, de Liberté y Égalité.

Bajo la operación policial denominada Ratonnade, que en español se traduce como “caza de ratas”. Los franceses pensaron que salían a cazar ratas ese 17 de octubre que fueron asesinados entre 200 y 300 argelinos, detenidos entre 11,000 y 14,000, que fueron recluidos en el Palacio de Deportes o en el Estadio Pierre-de-Coubertin. —Coubertin quien, por cierto, fue un parisino aristócrata, racista, imperialista, misógino, impulsor del olimpismo, primer presidente del Comité Olímpico Internacional que no tuvo empacho en declarar que “la raza blanca es en esencia superior, a la que las otras deben lealtad”—.

En aquellos años de principios de la década de los sesenta, los argelinos encabezados por el Frente de Liberación Nacional (FLN) estaban a punto de terminar con la colonización francesa, al menos en su parte formal, y proclamar por fin la independencia de Argelia.

En París vivían y viven muchos “franceses musulmanes” de origen argelino o con ascendencia argelina. Dado el ambiente independentista y la xenofobia francesa de aquellos días, el gobierno de la ciudad del amor decidió imponerle a estos franco-argelinos un toque de queda que iniciaba el 5 de octubre de 1961. Se le atribuye toda la culpa, de todo lo que se relatará, particularmente al jefe de policía en aquel entonces Maurice Papon, pero es claro que por la magnitud de todos los eventos que se llevaron a cabo durante y después de la masacre hubo mucho más autoridades, de mucho mayor “importancia”, involucradas.

Según esta disposición de toque de queda los argelinos no podrían salir de sus casas de 8:30 pm a 5:30 am, con lo que las autoridades francesas pretendían obstaculizar la organización de los militantes del FLN en París.

Ante la inconformidad por esta medida arbitraria y racista, el FLN convocó a una manifestación pacífica, en la que, precisamente para evitar cualquier tipo de represión, se pidió a los asistentes que no llevasen ningún tipo de arma. Así mismo, se pidió la presencia de observadores externos, como fue el caso de Henri y Clara Benoits, trabajadores sindicalizados de la Renault, con estrechos lazos con trabajadores sindicalizados argelinos, cuyo testimonio o al menos una parte puede encontrarse en su autobiografía L’Algérie au cœur (Argelia en nuestro corazón).

La manifestación tenía dos objetivos, principalmente, el primero era expresar la inconformidad con el toque de queda impuesto únicamente a los “argelinos musulmanes franceses” y, el segundo, demostrar que la población argelina inmigrante apoyaba la independencia de Argelia encabezada por el FLN.

Es así como el 17 de octubre de 1961 alrededor de 30,000 argelinos dejaron los suburbios parisinos para ir a manifestarse en la parte “bonita” de París. Los manifestantes son cazados en las calles, algunos son asesinados a balazos, otros golpeados hasta la muerte, algunos malheridos son arrojados y ahogados en el río Sena.

Según el relato de los Benoits[2] la manifestación fue convocada para las 19:00 horas de aquel día en la plaza Ópera. La policía francesa empezó a detener a personas bajo el único criterio de sus rasgos físicos, si parecía argelino era detenido, un rasero completamente racista, no cabe duda. A los detenidos los iban llevando a vehículos de la policía que aguardaban a las entradas del metro, pero la afluencia fue tal que la policía francesa se vio rebasada en esa estrategia racista, no había suficientes macanas para darles a todos.

Los argelinos empezaron a llegar en grandes cantidades de todas partes, por lo que se logró formar una concentración en el bulevar des Capucines. Aproximadamente a las 8 de la noche, los manifestantes se dirigieron a Richelieu-Drouot. La movilización ocupó la calle a lo largo de 200 a 300 metros.

Por detrás de los manifestantes, donde la calle estaba despejada, se dejó ver “una masa negra de autobuses de la policía”. Inmediatamente empezaron los disparos, que no se sabía precisamente de dónde venían y con ello vino la confusión, tumultos desordenados, gritos, la gente no sabía para donde correr.

La policía empezó a detener a los manifestantes, que fueron llevados primero a las comisarías cercanas en autobuses, al bajarlos eran golpeados salvajemente sin ninguna causa o motivo, las ratas eran otras y estaban rabiosas.

Hay algunas versiones que señalan los secretos del Sena: “Un total de 110 cadáveres fueron arrastrados a las orillas del río Sena durante las semanas siguientes. Algunos fueron asesinados y luego tirados al río, mientras que otros que resultaron heridos, fueron arrojados a las frías aguas y abandonados para que se ahogaran.”[3]

Dicen que los cuerpos eran apilados entre muertos y malheridos, que algunos preferían no ir al baño de donde se encontraban secuestrados por temor a ser asesinados en el camino.

En París se trata de ocultar la verdad, al otro día la autoridad sale a decir o más bien a reconocer 3 muertos, 2 argelinos y uno francés. De igual forma, la prensa francesa da versiones distorsionadas, minimizando el horror de los acontecimientos.

Durante años el gobierno francés se aferró y de alguna manera se sigue aferrando a su verdad histórica. Cualquier acto comunicacional dirigido a exponer la verdad de lo sucedido fue censurado. Verbigracia:

Sólo unos meses más tarde en el mismo 1961, Paulette Péju publicó un pequeño libro titulado: Ratonnades à Paris bajo el sello de la editorial Maspero, en el que se relataba lo sucedido con fotografías de Elie Kagan, pero al poco tiempo fue retirado de la venta (la policía confiscó los ejemplares) y censurado. Fue solo hasta el siguiente siglo, en el año 2000, que Ratonnades à Paris pudo conseguirse en las librerías.

Demonstrators, arrested during a march by between 20,000 and 30,000 pro-Front de Liberation Nationale (FLN) Algerians, are seen in a bus on October 17, 1961 in Paris. French police, under orders from the head of the Parisian police, Maurice Papon, attacked the illegal but peaceful demonstration. After 37 years of denial, the French government acknowledged 40 deaths in 1998, although there are estimates of over 200. More than ten thousand Algerians were subsequently arrested and detained in various pre-planned locations (the Palais des Sports, the Parc des Expositions, the Stade Coubertin, the Centre d’Identification at Vincennes) for nearly four days. Des Algériens arrêtés lors de la manifestation pacifique, organisée à Paris le 17 octobre 1961 pendant la guerre d’Algérie par la Fédération de France du FLN (Front de Libération nationale) pour protester contre le couvre-feu imposé aux Français musulmans par le préfet de police Maurice Papon, sont emmenés par la police à bord de cars et d’autobus en direction des centres de tri, à Vincennes, au Palais des Sports ou au stade de Coubertin. Les quelque vingt mille manifestants – hommes, femmes et enfants – qui demandaient également la fin des hostilités et l’indépendance, furent victimes d’une répression violente qui fit de nombreux morts. (Photo by – / UPI / AFP) / France ONLY

Jacques Panigel realizó la película Octobre à Paris, que reconstruía los hechos basándose en las mismas fotografías de Elie Kagan combinadas con testimonios de argelinos presentes en la manifestación. También fue censurada y retirada en su primera proyección en octubre de 1962.

Es hasta la década de 1990, cuando gracias a la tenacidad del periodista Jean-Luc Einaudi, se empiezan a abrir algunos de los archivos que no fueron destruidos por el gobierno francés para inquirir más sobre los hechos y hacer una investigación más profunda. Producto de ese escudriñamiento surge, en 1991, el libro La Bataille de Paris: 17 octobre 1961.

Más de 30 año después, el 20 de mayo de 1998, el mismo Jean-Luc Einaudi escribe para Le Monde un artículo en el que insiste en la culpabilidad de Maurice Papon, quien en un grado máximo de desfachatez y desvergüenza decide demandar a Einaudi, casi un año más tarde, en febrero de 1999. Para su defensa Henri y Clara Benoits —mencionados anteriormente como observadores externos designados por el FLN— redactaron su testimonio respecto de todo lo que presenciaron aquel 17 de octubre durante el desarrollo de la manifestación entre la plaza Ópera y el cine Le Rex, cerca de la estación de metro BonneNouvelle.

Maurice Papon tuvo que dimitir de su cargo hasta 1967 y por una fechoría distinta: la desaparición de Mehdi Ben Barka, un político marroquí de izquierda, en la que participaron elementos de la policía francesa. Sin embargo, continuó impune y fue nombrado director de Sud Aviation, compañía que fabricó el Concorde. Después también fue diputado gaullista en la Asamblea Nacional, ministro de presupuesto y alcalde.

Hasta 1998 el protegido De Gaulle, Maurice Papon fue condenado por crímenes de lesa humanidad, pero no por la masacre de argelinos sino que por otros crímenes, principalmente el cometido contra ciudadanos judíos, por colaborar con los nazis para su deportación a Alemania, en el régimen de Vichy. Lo sentenciaron a la burlesca condena de 10 años, de los que solo cumplió 3, murió tranquilo, casi que en su casa, a los 92 años por insuficiencia cardiaca. 

Existe documentación idónea y confiable que acredita que el vanagloriado Charles De Gaulle tuvo conocimiento muy pronto de la masacre del 17 de octubre —cuestión absolutamente lógica—, sin embargo, no sólo no hizo nada al respecto, sino que protegió a Papon hasta el último de sus días.

Este es el otro lado de Francia, el otro lado de París, el menos conocido, el de los argelinos ahogados del Sena, el de los desplazados de África, el del imperialismo y el saqueo. La Francia de los racistas, de los sinvergüenzas. La Francia impune llena de historias de terror que la mayoría de la gente no conoce y cuando oyen hablar de aquel país lo primero que les viene a la mente son los filósofos ilustrados o la declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, vaya fiasco.

Francia tiene la cuarta reserva de oro más grande del mundo, a pesar de que en Francia no hay oro, como dijera Cantinflas: “¿Cómo la ve desde ahí, joven?”. La Francia opulenta es a costa de sangre y despojo, a costa de África, a costa de, como dijera el Eduardo Galeano, los Nadies, los nadies que valen menos que la bala que los mata.

Mientras tanto en Francia se juegan unos Olímpicos, Libia y Mali son un desastre, un caos de violencia perenne, y sólo por poner un par de ejemplos de las secuelas del imperialismo francés, pero los daños son inconmensurables y sin embargo se pueden ocultar en las profundidades del Sena.

Aunque François Hollande reconoció en 2012 lo sucedido (mero formalismo pues está más que acreditado), a la fecha no hay una disculpa pública ni medidas de reparación. Hasta la fecha el Estado francés no ha reconocido a cuantas personas mató, desapareció, torturó y lesionó aquellos días del otoño de 1961. La única explicación que veo de ello es que las más altas esferas del poder político francés estuvieron involucradas en los hechos, Papon sólo fue el rottweiller (con el perdón de los perritos por la comparación) al que le quitaron el bozal.

Liberté, Égalité, Fraternité, Hypocrisie

Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París -y no me corro-

tal vez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso

estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,

con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban

todos sin que él les haga nada;

le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos

los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos…

César Vallejo.


[1] Neologismo utilizado peyorativamente para designar la relación neocolonialista entre Francia y sus antiguas colonias en África.

[2] A sesenta años de la masacre de París. Jacobins. Disponible en: https://jacobinlat.com/2021/10/17/a-sesenta-anos-de-la-masacre-de-paris/

[3] «Cómo se encubrió una masacre de argelinos en París hace 60 años»BBC News. 17 de octubre de 2021. Disponible en Internet.