Imagen: Kampus Production

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Pero, para que el mundo social quede conformado a gusto y conveniencia de los poderosos y sea admitido por la mayoría de subordinados, es necesario que estos obtengan alguna compensación.

El hombre social está programado para hacer dos cosas, la primera, es pensar mal de los demás y buscar el mal en la conducta ajena, salvo en sus círculos familiares o sociales, pues, si otros son los malos, entonces, él es el bueno. Y la segunda, causar el mal a los que considera malos, sin advertir que, de esa  forma, él se ha convertido en lo que persigue. El hombre miserable es un ser tan pequeño que necesita asumir la defensa de los valores colectivos para obtener de esa forma un reconocimiento ajeno que sabe que él no se puede conceder.

Ese hombre pequeño solo puede sentirse superior destruyendo a los demás. Su capacidad no es la de crear, es la de destruir. Establecido esto, se encuentra libre para ejercer ese curioso derecho que él mismo y su círculo social se permiten, el de ejercer el mal. Ser bueno es una condición necesaria para tener el privilegio de hacer el mal, aunque el malo no tenga derecho a ello. Entonces ¿Cómo se distinguen el malo y el bueno?   

Como hemos dicho, los valores los establecen los poderosos. El poderoso tiene la capacidad de hacer el mal sin ser condenado, dado que solo puede condenar quien tiene poder. Por ello, el mayor mal no es el de los malos, ya que los malos están sujetos a la ley y sus delitos son perseguidos,  por lo que el auténtico peligro es el mal que causan los buenos porque los buenos son los poderosos de la sociedad y a ellos no se les puede perseguir.

Imagen: Vera Arsic

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La valoración de los actos humanos está sujeta a la interpretación de quien los analiza porque hasta el bien y el mal son conceptos sociales y no un imperativo categórico. Las ideas abstractas solo se contemplan como teorías, pero, en la práctica, en la sociedad, triunfa la fuerza. La interpretación de la conducta del hombre está condicionada por lo que se conoce como sesgo de confirmación (aceptar teorías que confirmen tus creencias). En el mundo social, el hombre no respeta ni la moral ni la ética ni la ley; la ley se esquiva o se vence, siempre puede haber políticos, abogados y fiscales corruptos o jueces prevaricadores a quienes se tiene por leales a la comunidad.

En la sociedad, el poderoso impone su parecer. El poderoso con un título, también. Socialmente, ejercen un derecho, humanamente, el mal. Los subordinados disfrutan de las ventajas de la sociedad en tanto que han admitido el poder  establecido. Pero queda otro mundo, dentro de esa organización, oculto a la vista, pero no a la comprensión,.

Los pacientes de los hospitales del experimento de Rosenhan ya no formaban parte de las instituciones sociales ni como subordinados, estaban apartados de ellas, entraron a formar parte de una sociedad inferior en la que no se les reconocen los derechos generales. Así se explica, por ejemplo,  que, aunque la constitución USA reconocía que todos los hombres eran iguales, durante mucho tiempo, los negros no disfrutaron de esos derechos. Quienes ven la hipocresía que sostiene las instituciones no creen en el valor absoluto de la sociedad ni de las personas que las dirigen. Es decir, libres de valoraciones sociales, ven al ser humano, no al ser social.

Imagen: RODNAE Productions

Por ese desprecio al paria es por lo que hasta los respetabilísimos galenos se han permitido hacer experimentos con los más desfavorecidos. Sofia Alcausa Hidalgo nos cuenta uno de esos casos, “El Estudio monstruo” de  Wendell Johnson, un experimento que, además de carecer de ética total, no ofreció ningún resultado interesante. Lo único que consiguió fue que los niños desarrollaran trastornos de personalidad, ansiedad y habla retraída y no la tartamudez que tanto pretendía Johnson [1]. El caso también le comenta Health Ranger en su artículo, Experimentos médicos en seres humanos, [2].

Ejemplos de mala praxis en experimentos de medicina son abundantes, y tan graves como por los que, con frecuencia, se acusa y se desprecia la ciencia de la Alemania nazi, estableciendo, una vez más, que otros son los malos para parecer que ellos son los buenos. En ese mundo, los miembros de la sociedad inferior no gozan, ni siquiera hoy en día, de los derechos sociales, como el derecho a tener un juicio justo o a una defensa justa. La existencia de derechos sigue siendo una declaración hipócrita de buenos ciudadanos que quieren dar la imagen de haber creado una sociedad perfecta, pero la realidad es que la comunidad ha sido creada para beneficio de una parte de los ciudadanos a costa de la otra parte.

Notas:

1.- Sofia Alcausa Hidalgo, El experimento monstruo,

https://lamenteesmaravillosa.com/el-experimento-monstruo/

2.- Health Ranger, Experimentos médicos en seres humanos,https://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/ciencia_industryweapons178.htm

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