Los judíos, el mundo y el dinero es una obra extensa, detallada, y en momentos técnica por su enlistado de nombres y acontecimientos, en la que encontramos un minucioso recorrido por la historia del pueblo judío. Su autor es Jacques Attali, de quien hablaremos más adelante, pues en esta ocasión es importante tomar en cuenta la biografía del autor, por lo que representa su origen en la perspectiva que muestra sobre el tema.
El libro está dividido en cinco grandes apartados temporales, que llevan un singular título: Génesis (-2000/+70), Éxodo (70/1096), Levítico (1096/1789), Números (1789/1945) y Deuteronomio (1945-). Es obvia la relación de estos nombres y la esencia de la religión del libro, el judaísmo, de la que derivarán las otras dos, y que a la postre se volverán irreconciliables. En cada uno de estos bloques, el autor hará una síntesis histórica de lo ocurrido con el pueblo judío, tomando como eje los nombres clave, esa macrohistoria que solo nombrará a las masas para hablar de su pobreza y su desplazamiento por los siglos de los siglos.
El poder económico de aquellos judíos que sí se nombrarán, que siempre serán hombres, en concordancia con la cosmovisión religiosa del judaísmo, siempre se explicará como la evolución histórica de la opción a la que fueron orillados por todos los gobernantes de las distintas épocas y geografías. Así, el que fueran recaudadores de impuestos, y más tarde prestamistas, tendrá su origen en ser apátridas, en estar circunscritos a leyes que les imponen las tareas que nadie quiere hacer, y que los judíos sabrán realizar a la perfección hasta convertirlos en los primeros banqueros de la historia moderna. Se explica muy bien esto, y es bastante ilustrativo observarlo a lo largo de los siglos, lo que se echa de menos es la otra parte, es decir, cómo actúan realmente estos recaudares y prestamistas en relación con su alrededor, no solo bajo la premisa que señala su autor de que los judíos atienden lo dicho en el Talmud. Hay una sola ocasión en que el autor señala el lado oscuro de los judíos, es cuando brevemente habla de la mafia estadounidense de principios del siglo XX, ¿fueron acaso los únicos?
Attali parece ser imparcial en los inicios del texto, conforme va avanzando, encontraremos una perspectiva abiertamente a favor de la mirada judía, que no es algo reprobable, solo que para quienes buscan una propuesta más neutral mejor harán en tomar esto en cuenta desde el inicio. Hay que señalar, que justo en la última parte, cuando aborda la creación del actual Estado de Israel vuelve a percibirse una reflexión más crítica de su parte.
También, investigando acerca de Jacques Attalli, encontramos aún más razones para comprender su perspectiva: el autor proviene de una familia franco-judía que pasó años en Argel, lugar donde nace el autor, aunque solo vivirá allí en su infancia, pues sus padres se mudaron pronto a Francia. Encontramos incluso que Attali se vuelve consejero del presidente francés François Mitterrand, un caso más de vinculación entre la élite judía y los dirigentes políticos, algo que tanto señala a lo largo de su obra. Otro elemento a considerar es que su nombre se vio involucrado en el caso del Angolagate, también denominado caso de tráfico de armas a Angola o el caso Miterrand-Pasqua. Se trata de un escándalo político internacional sobre la venta secreta y envío de armas desde Europa central al Gobierno de Angola por parte del Gobierno de Francia en los años 1990. Considero que estos elementos son relevantes y vuelven a poner el dedo sobre la llaga: ¿cómo actúan realmente las élites judías en su injerencia política y en su relación con su entorno mediato o lejano?
La historia y presente del pueblo judío, además de su religión en sí, son realmente significativas, han modelado milenios del imaginario civilizatorio, es necesario tratar de comprenderlas por su relevancia en la historia mundial, sin embargo, es una de las historias que requieren pinzas para leerla, comprenderla y, en su caso, exponerla. Abordarla con pensamiento crítico implica alejarse de antisemitismos, pues sabemos lo que generó el nazismo y los actos criminales que formaron parte de sus políticas de Estado, lo que diezmó abrumadoramente a la población judía europea. Sin embargo, también hay que mantenerse a raya de la propaganda que se hizo tras la Segunda Guerra Mundial, donde los judíos se convirtieron, diríamos se autoproclamaron, los “dueños” del Holocausto, del más válido de todos, incluso dirían que, del único real, lo que ya sabemos en qué ha derivado respecto de Israel y el pueblo Palestino, por poner solo el ejemplo más visible de sus acciones.
Colofón
El pasado está presente en nuestro código genético. Y no lo digo en sentido metafórico. En cada individuo hay rastros genéticos que son producto de contextos y procesos históricos. De manera que desechar el pasado porque simplemente “ya fue” es desestimar lo que tiene de presente, no solo en la forma actual de la evolución de esos procesos a nivel macrosocial, sino en los códigos individuales que forman el presente de toda colectividad. Por ello, leer historia, adentrarse en ella, es tan relevante y esclarecedor como hacerlo con la sociología o geopolítica actuales. Y también, esto mismo, impacta en el futuro, tanto de los individuos como de los grupos sociales. No es casualidad que los más acertados futurólogos, sean historiadores. Justo, pregúntenle a Jacques Attali. También pueden rastrear esta idea de la fuerza del pasado en el presente en la obra de pensadores judíos como lo fueron Walter Benjamin, o los filósofos de la Escuela de Frankfurt.