Fuente de imagen Infobae

Reseña de Una especie de fe. 10 poetas norteamericanas del siglo XX. Semblanzas y traducciones. Bs. As., Ed. Bajo la Luna, 2020. Edición bilingüe. 256 pp. ISBN: 9789874785701

Leo por tercera vez (por pura fascinación) este libro en una versión que no es la originaria, que a su vez leí tres o cuatro veces. Es pura dinamita. Todo en él es político. Un friso de voces que tanto desde sus semblanzas, entre amordazadas y liberadas como el genio de la lámpara maravillosa producen un efecto letal, un efecto naturalmente previsto por Negroni desde su perspicaz deliberación.

     ¿Cuál es la criatura de Negroni? ¿En qué consiste esta criatura de Negroni, cosida como patchwork por biografías y por cuerpos (textuales)? Es evidentemente que en esta creación de Negroni deja en libertad a un producto de su ciencia y de su arte. Y del de sus integrantes, todas talentosas.

     Caben varias preguntas que me apuro a formular. ¿Por qué poetas (y no narradoras o dramaturgas)? Se alegará que Negroni es poeta, que su sistema de lecturas está de modo inextricable culturalmente marcado por su oficio, por sus intereses, por su formación. Resultará entonces natural que una poeta lea poetas (no necesariamente mujeres) y también que sea la materia a la que por inclinación o por estudio seguramente más horas les haya consagrado ¿Por qué poetas norteamericanas (y no argentinas, o brasileñas, o francesas?). Se me ocurren muchas cosas a la vez y procuraré enunciarlas en un cierto orden. Negroni guarda con la tradición anglosajona de EE.UU. una relación de mucho conocimiento y de enorme intensidad crítica. Habla de ellas con un saber que evidentemente se lo confiere la frecuentación asidua, la investigación y la inspiración. El conocimiento a fondo del idioma nativo en el que escribieron es otro punto de cruce o también otra razón más para comprender su propuesta. También es la lengua del imperio. Una lengua oficial de la cual ella se apropia y en una operación de traducción la manipula. Se trata de un territorio común, tanto geográfico como sociocultural en su caso. Recordemos que Negroni se expatrió a EE.UU., más concretamente a NY, donde formó una familia, crió a sus hijos, se doctoró en Columbia University con una tesis sobre Alejandra Pizarnik, enseñó literatura latinoamericana en el prestigioso Sara Lawrence College (una institución educativa tradicional en NY), residió durante muchos años si bien es cierto que hubo retornos a Argentina de los cuales dio contramarcha hasta la radicación definitiva en Buenos Aires en los últimos años. Claro que esto de radicación en Buenos Aires es un decir relativo. Está pasando ahora un año en Alemania, en un viaje de aprendizaje, y también viaja mucho a los EE.UU. porque sus hijos residen en NY.

      Pero también compilar, traducir y anotar o escribir una antología de poetas norteamericanas por parte de una argentina no puede ser mera casualidad o capricho. No se trata solamente de conocer el idioma y de conocer sus obras para luego volcar una parte representativa pero breve de sus corpus al español. En verdad me sorprende el hecho de que Negroni sienta tan cerca a productoras culturales tan distantes en el globo (si bien ella habita o habitó largos años en el mismo cuadrante del globo). Tal vez no las sienta estéticamente distantes. Pero del árbol del conocimiento estas damas han mordido. Y la represalia es universalmente conocida. Y es feroz. En este punto de revisión de biografía y poéticas me parece a mí que Negroni se encuentra a gusto con sus colegas norteamericanas.

      ¿Cómo leer Una especie de fe? Me inclino a creer que como la arena de conflictos, complejos, miedos, fracasos, ventajas, solidaridades, antepasadas que sin necesariamente serlo para otros Negroni en forma total interpreta como parte de su antología selecta de poesía irreverente.

     De la poeta H.D., en cuya semblanza subraya el “prestigio”, me gustaría detenerme porque precisamente esta poeta escribió Elena en Egipto, un poemario que toma o retoma cantos que provienen de la poesía épica de Homero. Que ponga su ojo en la mira de Elena también es una opción por un tipo de economía de la representación que ella es capaz de crear, de enfrentar, pero también de una invención poética que según Negroni se vincula a la competencia con las obras épicas otras del varón. Parece H.D. una precursora que le servirá a Negroni para sus propios proyectos por subvertir el canon cuando escriba su novela El sueño de Úrsula, una “saga” islandesa, una “novela” protagonizada por personajes femeninos, ganadora del Segundo Premio del Premio Planeta Argentina. El modelo surte efecto y Negroni logra escribir ya no a solas una desafiante épica femenina.

      Hay en este libro introductorio de la lírica de poetas norteamericanas, un relato de sus vidas, no solo en términos de lo que informan sus biografías como meros hechos o sucesos, sino que Negroni sabe cómo y de qué modo han sido consideradas sus colegas por la academia o por sus contemporáneos. ¿Cómo presentarlas ahora, en 2020 sin que algo anacrónico suene en esa música bendita?

      Se atreve a frases excesivas, como la de definir a Adrienne Rich, como “La Generalísima de la poesía lesbiana”, expresión atenuada por la aclaración de “hay quienes la llaman (no sin malicia)”. Es y no es Negroni quien le adjudica este rango.

      Negroni tiene clarísimo el tipo de negociación que las poetas tienen que realizar (no solo con instituciones literarias) para poder seguir escribiendo. Para tener existencia pública. Y, es más, para poder seguir con vida. No por casualidad narra varios casos de suicidios. Y también en el caso de biografías  extravagantes, no deja de señalar el costo (alto) que se paga por la libertad de ser quien se desea ser.

      Si bien son poetas muy distintas por muchos motivos (no solo por cómo y qué escriben), Negroni diera la impresión de querer recortar este corpus que se amplifica hacia todas sus poéticas, con el afán de encontrarse en una genealogía, como ella misma afirma.

      No en todas ellas se detecta el afán rabioso de la revuelta feminista. O por otras razones radicales de tomar partido no necesariamente en sus poemas, por causas que exigen de las personas un cierto compromiso con su tiempo histórico. Me refiero a la fechada en torno de la década de los 60´s por Vietnam, la causa negra, los derechos de las minorías sexuales, entre otros nudos que crispan la moral social estadounidense.

      La edición es bilingüe, y para los que sabemos inglés resulta atractivo también ser testigos del modo como Negroni manipula la sustancia poética de sus colegas en ejercicios traductológicos que también dicen mucho de ella misma, de su modo de componer. Con qué libertad o con qué moderación se apropia de estos monumentos que aspira a que por por fin el mundo conozca. Son traducciones que la definen, así como también la define la selección de corpus que ha realizado para esta edición del total de sus obras completas o reunidas.

      Curiosamente forma parte de este volumen una poeta Premio Nobel 2020: Louis Glück. Negroni la adscribe a un movimiento de poetas mujeres que no radicalizan la protesta social ni la de género. Y tal vez esa sea la clave por la que ahora esta autora queda inmortalizada bajo el permiso de plumas importantes de formar parte de un canon al que viene a aportar sus creaciones líricas, no tanto combativas. Pero honda, profundamente, ¿no es todo poema un dispositivo de subversión del lenguaje instrumental, del pensamiento doxológico, un atentado contra el lenguaje cristalizado? Contar entre sus corpus a una Premio Nobel cambia un poco las cosas en una antología, pero al mismo tiempo confirma las propuestas de Negroni. Es tal vez el colmo de lo que una poeta puede anhelar, aún no habiendo corrido riesgos por su afán reivindicativo.

      Hay biografías desopilantes, otras trágicas, otras extrañísimas, otras inusuales, otras dramáticas… Pero la marca del exceso las señala a todas como figuras que evidentemente deben para poder crear hacer un esfuerzo que Negroni se apura a cotejar con el de la hipotética Judith, hermana de William Shakespeare, por supuesto carente de todos los privilegios y atributos de su hermano, y por supuesto perdedora en el reparto de las conquistas en un Londres imaginario y no tanto. La invocación a Virginia Woolf como Gran Madre Textual es también todo un indicio de en qué lugar de la contienda se ubica Negroni: el de la lucidez. Y también Woolf fue una figura que padeció hasta el cierre trágico de su vida una enfermedad que la ubicó en un lugar en el mundo capaz de ver y vivir experiencias desventajosas que, paradójicamente, concentraron un trabajo constante y de extraordinaria calidad.

      Pero que Negroni como apertura de su antología narre la parábola de las virtudes de Shakespeare y su hermana, que haya invocado a Virginia Woolf en las primeras páginas, ya da el  puntapié inicial para poner en evidencia de cuál es su programa. Acenturá las dotes de estas exitosas Judiths, para demostrar sin embargo que el talento y su ejercicio tiene un costo alto. La muerte no suele ser el menos frecuente. Pero que a ella le sea posible escribir y dar a conocer un libro como este, la sitúa en el territorio de la esperanza.

     A estas horas en que María Negroni duerme, ¿cuáles serán sus sueños y sus pesadillas?

¿Qué sentirá cada vez que se sienta a escribir? ¿un movimiento nervioso en su pulso producto de las resistencias de una mujer que afronta de pronto cientos y cientos de años de silencios, mentiras, violencias, censuras, miedos, angustia, conflictos, incertidumbre, temblores? ¿Son tan solo las mujeres las que sufren este impacto de emociones tan convencionales o hay acaso otro tipo de personas que también atraviesa por esa experiencia transida de parálisis y emociones encontradas? El papel, la pantalla, son el espacio en donde ensayar solo allí una libertad subjetiva denegada en el orden de lo real. Pero aún así: ¿el papel, la pantalla, disimulan la prohibición y la persecución que se ve en su blanco? ¿el silencio o el blanco no ponen condiciones?

     La antología se abre con Marianne Moore y se cierra con un capítulo consagrado a tres poetas, Lorine Niedecker, Rosamarie Waldrop y Susan Howe, con menos espacio para ellas que para el resto (recordemos que el resto de las poetas tiene una entrada individual en el concierto del libro).

      La fe puede ser religiosa o simplemente se puede tener fe porque se tiene esperanza en alguien o en algo. Y que sea “una especie”, puede ser el indicio de que no es una fe del todo. Es una idea que persigue, que persiste, eso sí, las condiciones de posibilidad. Creo que la acepción en este caso no es ni cuestión de mística ni de doctrinas. Se trata más bien de la esperanza que acaricia la poeta que ha dado vida a este libro, de poder seguir escribiendo y creando sin pedir permiso. Sin temores. Sin la necesidad de temer morir en el intento, como algunas de sus colegas cuyos casos vimos. Preparar este libro es una forma de seguir con vida.

     Negroni sabe que está en desventaja. Una palabra que conocen todas las mujeres. Dando a conocer una selección de la producción creativa de sus colegas del Norte encuentra el modo de sentirse menos sola. Y de permitirse ser y sentir lo que todas ellas son o han vivido, gracias a la magia encantadora de la poesía. Muchas de ellas escriben también el género ensayo, destacadándose Adrienne Rich en dosis de una enorme armonía, por más disidentes que sean sus palabras volcadas en argumentos o hipótesis.

     La relación que mantiene Negroni con cada una de estas poetas también puede leerse en cada apartado. Por fuera de tantas extravagancias, como la de Anne Sexton, que hace el amor con su psicoanalista en una sesión de terapia, estas experiencias exóticas, o el viaje de Elizabeth Bishop a Brasil hasta instalarse durante veinte años, marcan contrastes y afinidades que también definen quién es Negroni como autora y quién es como mujer.

      Negroni reedita en esta antología su pre-texto, la La pasión del exilio. 10 poetas norteamericanas del siglo XX (Bs. As., Bajo la luna, 2003). Y reedita las semblanzas reescritas aparecidas varias de ellas en Ciudad gótica. Ensayos sobre arte y poesía. Nueva York, 1985-1994 (1994, Bajo la luna, reed. 2007).

      La contratapa del libro, que es una cita de uno de los pre-textos sintomáticamente dice: “He sido en extremo arbitraria. Mis disquisiciones son autorretratos. En cada una de las poetas elegidas creí ver dilemas compartidos, insubordinaciones y miedos conocidos y, a partir de ese postulado, insuficiente y seguramente erróneo, no vacilé en proponer teorías y explicaciones que acaso yo sola necesite. Rescato, sin embargo, esos textos, por lo que tienen de celebración: en ellos elijo una genealogía”.

     Es importante entonces tener en cuenta que este es un libro y una selección de corpus que Negroni realiza para sí misma, como una ansiosa primera lectora. Sus teorías y explicaciones es entonces importante saber que le han servido en primer lugar solo a ella. Pero al punto de que haya sido el punto de partida para poner su cabeza en movimiento Al punto de complejizar su poesía y sus puntos de vista ¿Había un vacío de teorías en su poética, de explicaciones? Este libro es la posibilidad de un encuentro feliz, por productivo, de una poeta en la orfandad que de pronto descubre todo un continente de alianzas y se siente amparada. De ahí en adelante otras personas (sobre todo otras mujeres, si bien no exclusivamente) encontraron en ella un espejo ordenado, nos da qué pensar. Negroni es una internacionalista (una cosmopolita, quiero decir). Negroni es una mujer que afronta con aflicción el oficio de escribir en el sentido de que sabe que enunciar siendo una mujer no será todo lo impetuoso que sea necesario sencillamente porque venimos de un mundo y de una historia no solo literaria en la que su voz por más aguda, sutil y perfecta que esté calibrada, chocará con el huracán que le oponen miles de años de una voz tonal masculina (la poesía es tan solo uno de sus dominios, y tal vez uno no tan peligroso, sí para ella, que es poeta). Probablemente la misma que ha organizado el modo de escribir, codificado su alfabeto, diagramado su gramática y hecho circular universalmente los bienes simbólicos desde los albores de la Humanidad.

     Negroni resiste los embates del capitalismo patriarcal. Se mueve grácilmente por territorios minados porque con un esfuerzo ímprobo ha incorporado saberes y tiempo libre, ganado sus guineas con becas y salarios y edificado su cuarto propio. Un cuarto propio interior y otro de cemento.

      Un dato que me parece importante consignar, es la idea (expresada por Negroni) de que estos textos tienen algo de “celebratorio” por lo que permiten ver de una genealogía. Cantan. Entonan, entonces, la felicidad de un encuentro. Se entona un himno que también se permite por momentos un tono fúnebre.

     En la batalla por el poder de decir, Negroni ha dejado en claro que dará su contienda. En medio de esa expectativa, la tensión crece, la vocación se afirma y se confirma. María Negroni se calza su armadura y arremete.

Artículo anteriorThe Lemon Twigs llegan a Guadalajara: Un viaje retro el 23 de mayo en C3 Stage
Artículo siguiente‘Surfistas del Sistema’, una noche vibrante la que ofrecieron los argentinos en el Foro Landó
Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó los libros Verse (relatos, 2000, Prólogo de Angélica Gorodischer) y Cantares (poesía erótica, 2005), Obra crítica de Gustavo Vulcano (investigación, 2005). En carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (colección de narradores argentinos contemporáneos, 2015). En 2017 edita su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras, que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía, una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela en formato digital. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio), también en formato digital. En 2024 da a conocer su poemario ¿Será posible encontrar una voz?, publicado en Venezuela en formato virtual. Se vio beneficiado con tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP. Numerosos trabajos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas o bien en formato libro. Le han sido otorgados premios y distinciones nacionales e internacionales. Es colaborador habitual de revistas de México, Venezuela, EE.UU. y Argentina.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí