La distancia entre Madrid y Toledo es corta, alrededor de una hora, así que como lo hicimos al visitar Segovia, partimos muy temprano desde la capital española hacia Toledo y nos dedicamos a disfrutar de esta ciudad durante todo un día. Desde ya vale decir que si puedes alojarte en ella y hacer todo más pausado, es lo ideal.
Lo primero que encontramos al caminar rumbo a la puerta antigua que enmarca esa ciudad fortificada, fue chocolate caliente. Los locales donde venden churros y chocolate están distribuidos estratégicamente para que los caminantes se carguen de energía antes de la travesía. Nosotros visitamos España mientras todavía era invierno, así que el chocolate nos sentó perfecto, además de proveernos de suficientes fuerzas para recorrer esas pequeñas calles laberínticas que nos aguardaban.
Puedes trazar una ruta previa, esquemática, o dejar que sean la vista e intuición las que te guíen por los callejones. Esta última opción fue la que seguimos nosotros. Una vez que cruzamos la Puerta de Bisagra dejamos que la que alguna vez fue una Ciudad Imperial nos marcara la ruta.
El casco antiguo de Toledo, declarado Patrimonio Mundial, no da tregua al viajero con todo lo que tiene para admirar, pues en un pequeño espacio puede ofrecerte un multiculturalismo de larga data. Musulmanes, cristianos y judíos convivieron por años entre sus callejuelas y dejaron su huella en esa mezcla en su arquitectura: una catedral gótica, una mezquita del siglo X y dos sinagogas se congregan en pocos metros, lo que permite comprobar la convivencia de dichas comunidades en un solo lugar y que hoy es un lujo para el visitante.
Toledo entra en los anales oficiales de la Historia en el año 192 a.C., al ser conquistada por las legiones romanas. La civilización romana la denominó como Toletum. Es bajo el dominio romano que se construyeron muchas edificaciones de las que aún quedan restos de algunas y se pueden visitar: templos, teatros, anfiteatros, circos, murallas y un acueducto. Una de ellas es el Circo Romano de Toledo en la zona de la Vega Baja. Con la desaparición de la Hispania romana, la ciudad fue ocupada por pueblos germánicos.
A propósito de esta parte del periodo, existen una decena de lugares que aguardan vestigios romanos. Nosotros visitamos las thermas romanas de Toledo, «un espacio subterráneo ubicado en la Plaza Amador de los Ríos troceado como un gran puzle subterráneo y que se desarrolla en una extensión de unos 2300 metros cuadrados bajo la mencionada plaza (incluyendo la oficina del Consorcio en las Termas Romanas) y las diferentes viviendas ubicadas en la zona, bajo el Oratorio de San Felipe Neri y se extiende hasta dependencias subterráneas bajo la delegación de Hacienda ubicada junto a la Iglesia de los Jesuitas. Una extensión muy significativa que nos permite hacernos una idea de la monumentalidad de estas termas de las que sólo conservamos accesible una pequeña parte» (Alonso, 2020). Podrás encontrar varias opciones más como las ruinas del Circo de Toledo o las Cuevas de Hércules.
Los visigodos conviertieron a Toledo en su capital, extendiendo su reino a toda la Península. Es cuando inicia la presencia del cristianismo en la ciudad, pues la conversión de su rey Recaredo, en el año 587, y la celebración en ella de los concilios visigóticos iniciaron la vinculación de la ciudad con el cristianismo, que culminaría siglos después con su designación como sede primada de España.
A principios del siglo VIII, aprecen los árabes en escena y la ciudad pasa a denominarse Toleitola. La mezquita del Cristo de la Luz, anteriormente mezquita de Bab al Mardum (en árabe, مسجد باب المردوم), tiene más de mil años de antigüedad y es un buen punto para iniciar con los referentes del mundo árabe. Es uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura hispano-musulmana y múdejar de España. En la fachada suroeste fue descubierta, en 1889, una inscripción que data la construcción de la mezquita y dice: «En el nombre de Alá, hizo levantar esta mezquita Ahmad ibn Hadidi, de su peculio, solicitando la recompensa ultraterrena de Alá por ella. Y se terminó con el auxilio de Alá, bajo la dirección de Musà ibn Alí, arquitecto, y de Sa´ada, conluyéndose en Muharram del año trescientos noventa (diciembre de 999)». Inscripción única en el Islam de occidente y en el arte oriental, por haber sido elaborada exclusivamente con fragmentos de ladrillos ordinarios.
A partir de la incursión musulmana, comenzó a surgir la relación y tolerancia entre las culturas judía, musulmana y cristiana. Lo que no significa que todo fueran miel sobre hojuelas, existieron disputas y tensiones, que, no obstante, puderon sortearse a lo largo de siglos.
Como ya hemos dicho, tal relación multicultural se deja ver tras caminar por las callejuelas toledanas. Así nos pasó a nosotros, que pasamos del mundo musulmán al del antiguo Barrio Judío. Allí podrás visitar la sinagoga de Santa María la Blanca -la más longeva de la ciudad- y la sinagoga del Tránsito, que acoge el Museo Sefardí.
Muy cerca del Barrio Judío, encontrarás el Museo de El Greco. Lo que nos lleva a la Toledo en su máximo esplendor, la del siglo XVI, llena del multiculturalismo secular que hizo de Toledo una gran ciudad medieval, cuna del humanismo hispano. Doménikos Theotokópulos, mejor conocido como El Greco, llegó a Toledo en 1577, justo en medio de ese apogeo. Fue tal su amor por la ciudad que se quedó a vivir en ella, en la casa alquilada al Marqués de Villena. Allí produciría lo mejor de su obra, que podemos encontrar en el Convento de Santo Domingo el Antiguo, en la Catedral de Toledo, en la Parroquia de Santo Tomé, donde se encuentra su pintura más conocida, considerada su obra maestra: El entierro del Conde de Orgaz, que fue encargado por esta parroquia y allí se encuentra en la actualidad. Y por supuesto, en el Museo del Greco, que es el único lugar dedicado a la figura del pintor en toda España. El Museo es una parada que no debe faltar en tu estacia por Toledo.
Estar en su plaza central es algo que seguro disfrutarás, allí encontrarás La Primada o Catedral de Toledo, una joya del gótico español y que también cuenta con un museo.
De todas formas, no hay que perderse otros templos como la Iglesia de los Jesuitas o de San Idelfonso, de gran tamaño y construida entre los siglos XVII y XVIII en un magnífico barroco. No muy lejos, también os recomendamos visitar la Iglesia de Santo Tomé, la cual cuenta con un cuadro de El Greco en su interior.
Y, por supuesto, está el Alcázar de Toledo o Real Alcázar de Toledo, fortificación de carácter civil y militar, ubicada en una de las partes más altas de la ciudad. Se trata de una gran edificación de forma cuadrangular de 60 metros de lado, enmarcada con cuatro grandes torres de 60 metros de altura, cada una coronada por el típico chapitel madrileño de pizarra.
Su privilegiada situación ha hecho de él un lugar de gran valor estratégico y así lo intuyeron los diversos pueblos que se asentaron en él. Su nombre se debe a uno de esos dominadores: los árabes, que fueron los que lo llamaron «Al Qasar» القصر, que significa «fortaleza».
Con esto es más que suficiente para que el día apenas te alcance. Por ello, reiteramos nuestro concejo de alojarse al menos una noche en la ciudad para disfruta todo con más tranquilidad, paseando entre sus callejuelas, miradores y lugares típicos para disfrutar la comida local.
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