La primera vez que conocí el zoológico tenía 5 años, me emocionaba pensar que iba a conocer grandes animales a solo unos metros de distancia y que sería la experiencia como en los documentales de National Geographic; poder verlos correr, brincar, cazar en su punto más sublime y conocer también cómo era su hábitat y clima nato.
Triste ilusión de mi parte ver que nada era lo que mi mente imaginaba. Esto hizo cuestionarme: ¿Por qué los animales que se quedan en un solo lugar se comportan distinto de los que viven en su entorno de origen? Fue hasta en mi edad adulta y al adentrarme en el mundo documental que pude entender un panorama distinto: todo ser vivo que experimenta la migración de su entorno a otro ajeno, manifiesta síntomas que podrían ser el resultado de protesta e inconformidad ante su situación actual; los investigadores lo denominaron: zoocosis.
El cautiverio es una forma de vida admitida actualmente en animales, siempre y cuando, sea con fines “educativos” para nuestra sociedad, es decir, para conocer el mundo animal en tu misma ciudad. Pero lo que existe de fondo ante esta acción, es causar confusión en su misma naturaleza. Al adaptarlos a nuestro entorno, los animales manifiestan trastornos físicos y psicológicos; esto genera zoocosis, la patología que se mencionó arriba. Los especialistas y organizaciones como la PETA señalan que cerca del 80% de las especies en cautiverio lo padecen.
Cuando vas a un zoológico, no es normal observar a los animales andando en círculos, morder y/o golpear los barrotes / cristales, que pasen todo el día dormidos o, todo lo contrario, que estén hiperactivos brincando de un lado a otro pidiendo de comer. Estos son algunos de los varios síntomas que detectaron los especialistas.
Es valioso comunicar cómo se encuentran “los que se quedan”, pues conocer su realidad cotidiana, diversifica la perspectiva que se tiene al ir a un zoológico y, sobre todo, dar herramientas visuales al proceso de investigación, para aportar la mejoría de su ambiente actual.
Tanto el texto como las fotografías: Silvia Ibarra Ramos.