Dreams (Sex Love), Drømmer es la tercera parte de una trilogía realizada, prácticamente en un año, por el cineasta y escritor noruego Dag Johan Haugerud. Las dos primeras partes fueron Sex y Love, estrenadas respectivamente en el Berlinale 74 (la edición anterior) y en la 81 edición del Festival Internacional de cine de Venecia, llegó ahora al Festival de Sevilla.
La película se centra en la historia romántica de Johanne (Ella Øverbye), una muchacha de 17 años quien se enamora de una de sus maestras, la de francés: Johanna (Selome Emnetu), si… se llaman igual, nada más que en distintos idiomas.
Con una voz en off, que marcara el ritmo de la película y que por momentos llegara a abrumar, Johanne cuenta, con lujo de detalles, cómo conoció y se enamoró de su maestra, Johanna; y los momentos más representativos para ella de aquella relación desde su particular perspectiva.
De su experiencia romántica Johanne escribe un tipo de memoria que le muestra a su abuela, que parece ser a la persona a la que le tiene más confianza. Coincide con que la abuela es una poeta publicada —de las pocas que sobreviven— lo que también la acredita como una persona familiarizada con las letras, con las editoriales y con cierta sensibilidad literaria, pero esa no es la razón por la que Johanne recurre a su abuela, sino por la confianza. Claro que la abuela, al tener esa sensibilidad literaria, encuentra en las memorias de su nieta, más que una confesión que pudiese ser un drama, incluso una catástrofe, para otras familias o para otras abuelas, una posible novela.

A partir de este momento la historia se parte en dos vertientes, por un lado, la propia historia del romance unilateral entre Johanne y Johanna, del que se supone que la maestra nunca se entera; y, por el otro, la posibilidad de publicar esa memoria como un libro formal y lograr algo que para muchos sería un sueño, sobre todo si se logra a los 17 años.
Drømmer tiene una buena dosis de humor bastante bien escrito, diseñado y ejecutado. El director sabe llevar muy bien la historia, dándole su debido tiempo a cada etapa, sin adelantar más de lo necesario para que el espectador no pierda el hilo, ni el interés, pero sin dejar de dar pequeñas sorpresas narrativas y chispazos cómicos, de un humor muy fino.
Una parte importante de la historia es la confrontación, por llamarla de alguna manera, los diálogos, los debates, que surgen entre la madre y la abuela cuando al tratar el asunto de Johanne abarcan otros temas de interés general. Para mí, las conversaciones más interesantes y los mejores chistes se encuentran en el diálogo paralelo a la historia, entre estas dos mujeres.
También, me gusta mucho la manera en que se aborda el tema de la diversidad sexual. El enamoramiento de Joanne de 17 años, con Joanna, su maestra, tendría varias aristas o puntos de atención, como la diferencia de edad, el género, la situación estudiante-maestra, pero estoy convencido que la que más llamaría la atención en muchos lugares del mundo, sería el hecho de que se trátase de un enamoramiento homosexual.
En la película, dicha circunstancia se toma con mucha naturalidad, es decir, no tiene la menor importancia o trascendencia para ninguna de las involucradas, quizás para la madre de alguna manera, pero no negativa, al referir, con cierto orgullo, que dicha circunstancia constituye el despertar queer de su hija, sin que ello implique un problema o un conflicto de algún tipo.
Nadie se sorprende o le da una relevancia o connotación especial, mucho menos se escandaliza, al hecho de que Joanne se enamore de otra mujer. Es absolutamente igual, en la historia, que si se tratase de un enamoramiento heterosexual, y el director sabe reflejar tan extraordinariamente bien este ambiente de su película al espectador, que lo contagia. Y esa sensación de naturalidad sobre una situación que ha sido injustamente condenada durante tantos años y por tantas sociedades a la anormalidad, resulta realmente gratificante y esperanzadora.
Creo que esa naturalidad, es a la que deberíamos de aspirar todas las sociedades, y ver la diversidad sexual con toda naturalidad, sin discriminación ni discursos reivindicativos (claro, porque no habría necesidad de ellos), simplemente como algo de lo más normal que sucede.
Las actuaciones son muy buenas. Resulta curioso que existe una ausencia de personajes masculinos, relevantes o no, no los hay en toda la película. Sólo hacía al final aparecerán un par. Hay madre, pero no hay padre; hay abuela, pero no hay abuelo; hay novia, pero no hay novio, las enamoradas son mujeres; los hombres han sido expulsados de la historia y no se les extraña.

Otro punto para destacar es el íntimo vínculo que el director crea entre la cinematografía y la literatura con su película. Drømmer está llena de referencias literarias, no me refiero a citas o un repaso tipo homenaje de autores y obras literarias dentro de la película, sino a que, al final, si lo pensamos, el filme es un libro no publicado llevado a la pantalla y por eso la voz en off es la guía de la historia, el hilo conductor, la narración se convierte en un libro leído en voz alta, y el libro se convierte en una película.
Estamos frente a un libro que nació película o una película que quiso ser libro. Y los dos elementos artísticos son muy bien compaginados y llevados, obviamente el libro tendría que ser más exhaustivo, pero frente a la reducción requerida para llevarlo a la pantalla, parece que la esencia literaria no se pierde o no sufre mayores daños.
Un largometraje bien realizado, bien actuado, con un manejo de cámara y una fotografía que cumplen bien con su función, con muy buenas actuaciones y que tiene como mayor virtud la historia y el guion. Un guion bien estructurado, con mucho timing, dicen los gringos, con lo que quiero decir que el guion cuida los tiempos de la historia y sabe revelar en cada etapa lo necesario que tienen que revelar de la historia para que el espectador no se pierda, ni pierda la atención o lo que sería peor, el interés.
Una historia, además, que se extiende a otros puntos de interés general, que sabe hacer reír una y otra vez, que tiene objetivos claros y sabe desarrollar el camino a su consecución. Un guion sin vacíos ni lagunas, sin especulaciones, que conecta todos los puntos y todas las historias, que no deja cabos sueltos, que ata todas las líneas discursivas, bien estructurado y bien escrito, con grandes mensajes para reflexionar.
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