Son vacaciones de verano, Rogelio de ocho años pasa los días calurosos en el pueblo de su niñera Eduarda (Teresa Sánchez), en lo profundo de la selva de Yucatán, pero un pensamiento invade su mente: ¿qué pasa cuando morimos? En sus sueños, Rogelio ve a un hombre viejo que va dejando un rastro de muerte al pasar: elMonstruo de Xibalba. Esta película llega a cines el 4 de diciembre.
Monstruo de Xibalba, ópera prima de Manuela Irene, es un relato sobre la infancia que aborda temas profundos como la pérdida y la muerte. La película evoca esta etapa temprana de la vida no como un tiempo idílico, sino como un despertar a un mundo complejo en el que el niño se debe conciliar con hechos tan fuertes como la falta de amor o la certeza de la muerte. Naturalmente los niños preguntan ¿para qué estamos? ¿Por qué existe el universo?, los adultos no tenemos respuesta. Reflexiona la directora.
La película cuenta con el rol protagónico del pequeño Rogelio Ojeda, actor natural, sobre quien recae la historia y que interpreta a un niño con mucha curiosidad y valentía que se da a la tarea de investigar eso que ocupa su mente, ¿qué pasa cuando mueres? Comienza una aventura junto a dos personajes que se convierten en su pandilla, Juanito (Gibrán Alonzo) y Lucio ( Leonel Pat Yeh), los tres se adentran en la selva yucateca para rapear en maya y espiar al monstruo.

Xibalba es el nombre de la mitología maya para el inframundo. Acorde al Popol Vuh, la entrada al mundo de los muertos está en cuevas, cenotes y en las profundidades del mar. Cuando Rogelio aprende esto, comienza a desarrollar teorías propias. Monstruo de Xibalba es una película entrañable que explora la infancia y el complejo proceso de crecer y enfrentarse a lo único definitivo en la vida: la muerte. La película será distribuida por Mandarina Cine, gracias al apoyo de EFICINE, y podrá verse en diversas salas del país.
Manuela Irene Espitia nace en la Ciudad de México en 1986, Manuela estudió cine en CENTRO y obtuvo una maestría en guionismo en la London Film School. Su proyecto Monstruo de Xibalba ganó la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 2010. Manuela dirigió el premiado cortometraje Sol del llano (2020) y su proyecto cinematográfico Monstruo de Xibalba fue respaldado por FOCINE, EFICINE y Visions Sud Est para su producción y fue filmado en Yucatán en 2021.

La entrevista
¿Cómo surgió la necesidad de escribir tu primer largometraje?
Manuela Irene: No fue algo repentino. Ya había trabajado en varias producciones, así que tenía una idea bastante clara de los recursos que se requieren, la cantidad de personas involucradas, el esfuerzo colectivo. Por eso quería hacer una película profunda, significativa. En ocasiones anteriores, me había inspirado en experiencias personales, porque creo que lo que nos marca tiene una complejidad hermosa. Esta vez me agarré del gran miedo de mi infancia: la muerte.
¿Cómo fue trabajar con Rogelio, el niño protagonista?
Manuela Irene: Rogelio es un actor natural, y su papel es muy simbólico. Trabajar con infancias siempre es un reto, pero él fue un regalo. Es un niño súper talentoso. Lo encontramos casi por azar: yo ya había abierto el casting en Mérida y, en los últimos días, recibí un correo todo en minúsculas que decía “¿todavía se puede o ya no?”. Era Rogelio. Lo curioso es que se llama igual que el personaje que escribí en 2010. Desde que lo vi actuar, supe que era él. Le hacía preguntas como “¿qué crees que pasa cuando te mueres?” y me respondió: “el fin de los créditos”. Tenía un existencialismo, una inteligencia y una madurez que rayaban en el humor adulto. Su lenguaje corporal era increíble, y tenía algo muy cómico. Era innegable que él era el personaje.
¿Hubo desafíos técnicos o personales durante el rodaje?
Manuela Irene: Muchos. Rogelio tuvo que aprender a andar en bici y tomar clases de natación para sentirse seguro en el agua. No iba mucho a cenotes, y además estábamos en pandemia, así que había pasado mucho tiempo en casa. Fue una transformación para él como persona y como niño, igual que para el personaje. Yo no tenía asistente de dirección, así que corría las tomas: “corre sonido, corre cámara”, y él entraba en escena sin importar lo que estuviera haciendo. También añadía detalles al final de las secuencias, como rascarse la nariz o mirar su reloj, como si entendiera el ritmo narrativo de forma natural. Fue un proceso muy bonito.

¿Cómo visualizaste el miedo y el misterio en la película?
Manuela Irene: Todo eso se lo debo a Yucatán. Sus pueblos, sus calles iluminadas con una luz anaranjada muy suave, donde parece que hay misterio en cada esquina. La gente habla de criaturas, hay una mezcla de creencias, la selva, el imaginario maya… Cuando mi papá se mudó allá y empecé a recorrerlo, supe que era el lugar ideal. Incluso hicimos un tráiler muy precario, pero que capturaba la esencia conceptual de la película. Lo hicimos con el fotógrafo y mi hermana, que es matemática, y ella metió una pieza de Silvestre Revueltas. Eso ayudó a potenciar la sensación de misterio y lo desconocido.
¿Qué esperas que sienta el público al ver tu película?
Manuela Irene: Lo más hermoso del cine es que resuena de distintas formas en cada espectador, según quiénes somos, nuestras experiencias, el momento de vida. Esa diversidad infinita me parece preciosa. No espero nada específico, pero ojalá la disfruten. En festivales he visto que genera muchas sensaciones. Espero que puedan caminar junto a Rogelio por la selva maya y vivir ese viaje. Si eso detona una reflexión, bienvenida sea.

¿Cómo ha sido el proceso de distribución?
Manuela Irene: Afortunadamente, Mandarina Cine está distribuyendo la película. De no ser así, sería muy complicado para mí. La distribución es una especialización que entiendo poco. Es difícil encontrar espacios para el cine mexicano autoral, porque no es una peli de corte comercial. Aunque es divertida, ágil, dura 76 minutos y tiene elementos muy disfrutables, no viene empaquetada con etiquetas comerciales. Eso complica encontrarle espacio. Pero lo que puedo hacer es intentar hacer buenas películas y generar público para ellas. Muchos cineastas mexicanos hablamos de esto: el principal problema no es hacer las películas, sino distribuirlas. Hay que generar públicos más cinéfilos.
¿Qué significa para ti la experiencia colectiva de ir al cine?
Manuela Irene: Ir al cine es compartir una experiencia con una sala llena de desconocidos, pero todos siguiendo el viaje de un protagonista y sintiendo lo mismo al mismo tiempo. Es muy bello. Es algo que no debe dejar de pasar. Hay que fomentarlo. Ojalá se abran más espacios al cine mexicano y que el público cada vez más lo busque.


























