Valeria Badano: ensayista, filóloga, escritora
Sabias, santas, rebeldes, la nueva novela de Paula Winkler, propone la apertura como modus operandi de su hechura y, entonces, plantea, promueve y provoca la anulación de una única voz, de una sola historia, de la certeza de la verdad como un absoluto y de la escritura como un don vedado a casi todos, la escritura como un designio divino que habla de un poder ajeno al humano, que sería un simple “escriba” de una voz todopoderosa.
Sabias, santas, rebeldes es una novela donde las voces son varias: las jóvenes y curiosas, las viejas y conocedoras, las apasionadas, las recatadas, las atrapadas, las religiosas, las rebeldes, las enamoradas. Las del pasado, las del presente. Las que hablan. Las que otorgan. En esta nueva novela de Winkler crece la historia, se hace bella, extraña y compleja. Más que contar una historia, historias, la propuesta de Winkler es sumergirse en las profundidades del hecho creador: indagar, probar, ir y venir como en el oleaje
Winkler nos instala en una geografía ajena, distante, una Europa que desconocemos en esta parte occidental y cristiana del mundo: los vikingos, habitantes de esa parte de Europa, son un nudo actancial importante.
En esta nueva novela, además de la investigación rigurosa de la Europa medieval (S. XIV), de la santa Brígida de Suecia, co-patrona de Europa y patrona de las viudas, Winkler se abisma en el ser femenino, el del cuerpo, el del deseo, el de la ficción, el del poder, el de los miedos y el de las “tachaduras” (al estilo barthesiano). Tachar y escribir, reescribir. Volver a escribir, seguir escribiendo, siempre. La novela de Winkler es un “rulo”, se forma en esa imagen: abre, se abre y se envuelve, apretada para mostrar otros huecos.
Y más allá de la historia de la santa escandinava, se cruzan las hermanas: la monja, muerta en un atentado de la actualidad, y la escritora, desobediente, rebelde y solitaria. Ni la monja ni Inés, la filósofa, se apegan al modelo femenino de la buena mujer, la madre, la humilde y obediente, la viva. En la historia de Winkler no hay hermana buena y hermana mala como en los cuentos tradicionales. Hay mujeres que son hermanas pero viven una vida diferente a lo rotulado. Lo plantea al comienzo de la novela la voz de Inés: “… De momento releo, escribo y corrijo…”
La nueva novela de Paula Winkler se asienta, se arraiga y se despliega en las formas de decir de las mujeres. La discursividad de Sabias, santas, rebeldes es la que pone de manifiesto las voces femeninas. Texto resquebrajado, plural, que ata y desata y en el que pueden convivir sororamente Santa Brígida, Vallen y Milea, Catalina, Inés y Diótima. Santas y beguinas, y a partir de ellas también el tiempo se hace otro. No hay un límite fijo entre el pasado y el presente, como tampoco hay un límite entre el narrar y el vivir. La narración se plantea en el presente de quien dice: un yo que se sabe sujeto del discurso y se pone a navegar en él. La novela de Winkler es la historia de la santa, es la historia de la escritora, es la historia de la monja pero, sobre todo, es la historia de cómo escribir historias. Y cómo esas historias que tienen un componente histórico pueden hacerse un plural y, así, enriquecerse. Pero, sobre todo, la apuesta de Winkler, parte, se desarrolla y, creo que llega a un exquisito cierre, cuando en esta novela se mezclan armónicamente las historias y los tiempos y los personajes y los espacios para subrayar el quehacer del hecho poético. Sabias, santas y rebeldes es así una usina del trabajo escritural y esto se celebra.