Dysphoria Mundi, de Paul B. Preciado, obra monumental, exhaustiva, profunda, novedosa, que instala una forma de ver nuestro presente con una inmediatez que pocas veces se ha visto en ensayos filosóficos que dan cuenta de una época.  Los grandes ensayos de esta naturaleza, de esta envergadura, miran desde una gran altura o lejanía épocas pasadas, quizás llegando al presente de quien escribe, pero como quien llega. El tema queda atrás. Se embarcan más bien en nuevas visiones de lo ya conocido, analizado y desmenuzado con la intención de iluminar el presente reinterpretando.

Quizá este libro se pueda comparar con la irrupción de Fukuyama y su paper de 1989 que desató el concepto de posmodernismo, del mundo unipolar y del fin de la historia, nada menos, con la caída del muro. Occidente acusó el golpe y posmodernismo fue incluida en el mundo de las palabras con cierta inmediatez, causó un gran impacto. Después el concepto se amplió y creció interpretado por un sinnúmero de autores.

Preciado escribe Dysphoria Mundi como un diario del confinamiento por el covid, abarca desde fin de 2019 hasta 2021. Encuentra en el covid una encrucijada filosófica que pone sobre el tapete todo, desde la democracia, pasando por la animalidad en nuestro tiempo, el piso firme que nos sostiene, la verdad, el automóvil, los sentidos, la vigilancia, la identidad, la diferencia sexual y a sí mismo. Esa estructura externa en grandes partes numeradas hasta el seis y por dentro en apartados subtitulados va desplegándose al ritmo de su capricho, de la pertinencia en su día a día, como cualquier diario, en el que está incluido su propio personaje (the narrator). Este diario, sin embargo, se hace esperar. La advertencia está en las primeras páginas: libro deforme, fragmentado, ensayo, artículo.

Procede, primero, a presentarse como un loco asumido, esto es, se declara loco a  sí mismo ante autoridad competente, para que autoricen la continuación de su tratamiento con testosterona y llegar a ser lo más cabalmente posible un varón. Sólo así podrá ser lo que quiere. Su historia es conocida: nace mujer, se llama Isabel, y su infancia, en los años de salida del franquismo está signada por la represión, la ideología católica, el aislamiento. Se encasilla como lesbiana y lee a las autoras del segundo feminismo. Encuentra entonces comprensión en ellas, estudia arte, filosofía. Atraviesa todas las salas de consulta, obtiene las firmas y los sellados y le diagnostican disforia de género, mal no nomenclado pero que va haciéndose un lugar en la biblia de enfermedades.

Paul B. Preciado. Foto: El Confidencial.

La evolución de la medicina psíquica hace que con los fármacos y el psicoanálisis los diagnósticos evolucionen de lo que se llamaba neurosis y psicosis a los llamados trastornos, que pueden adjetivarse según el área que el paciente vea afectada (obsesión-compulsión, ansiedad, hiperactividad, bipolaridad y tantos) y se habla también de disforias, siendo la de género la que más ha dado que hablar: que se nace con un cuerpo que no encaja, que se está atrapade en él y así.

Preciado añade a este concepto de inadaptación a la “normalidad” el atributo mundi (disforia frente al mundo). Desglosa el concepto cuerpo y el concepto alma. El alma está entremezclada hoy, como proceso que es, con instituciones y algoritmos, viajando hacia satélites, rozando la ubicuidad. El cuerpo no es anatómico y propiedad privada del individuo (derivación del paradigma petrosexorracial) sino lo que llama somateca. El envase de una serie de valores, o mejor dogmas, que lo determinan. El alma nace y es esculpida como un bonsai. Y es reducida a una identidad. Gran cantidad de cuerpos no tuvieron alma, fueron carne de trabajo y úteros para reproducir la fuerza de trabajo. Cuerpos colonizados, esclavizados y racializados. Y discapacitados, niños y homosexuales también quedan afuera.

Considerándose a sí mismo como un desgarro, una grieta, un agujero epistémico, ha decidido desplazar el ahogamiento hegemónico y como sujeto mutante resignificar el concepto de disforia como una inadecuación política y estética al régimen normativo de la diferencia.

La disforia mundi es la resistencia de los cuerpos vivos a ser subalternizados dentro de un régimen de conocimiento y poder petrosexorracial (basado en las energías malsanas, el patriarcado y el color).

La disforia se define como una depresión mezclada con irritabilidad, miedo y ansiedad, insomnio y dolor generalizado.

La histeria y la melancolía cayeron en desuso por propia resistencia de los pacientes, la transexualidad se atribuyó a formas de opresión y de dominación. Estos cambios obedecen a la reforma neoliberal del sistema de salud en el mundo anglosajón. Después Reagan y Thatcher recortaron los fondos y la farmacopea desarrolló remedios químicos para reemplazar el diálogo y la palabra. La psiquiatría se dirige a la neuropsicología y a la farmacología. El mundo psi se recluye en las clases medias y urbanas, blancas. La disforia no es una enfermedad individual, es un desfase, una brecha, una falla entre dos regímenes epistemológicos: el viejo régimen petrosexorracial heredado de la modernidad occidental y uno nuevo, balbuceante que se forja a través de la crítica y la resistencia y la desobediencia política.

He aquí la tesis de Preciado. La disforia mundi es una condición somatopolítica general, que señala la potencia de los cuerpos vivos del planeta de extraerse de la genealogía capitalista, patriarcal y colonial, a través de prácticas de inadecuación, de disidencia y de desidentificación.

Es necesario pensar la transición planetaria desde un nuevo orden político-visual.

Llegamos al tema covid. Lo compara, en impacto y tragicidad con el SIDA. El condón es la mascarilla, se repite el control fármaco-pornográfico sobre el cuerpo y las relaciones sociales. Esta coyuntura sucede a una serie de movimientos, de fracturas sociales como el Me too, Ni una menos, Black lives matters, la progresiva autonomía de los discapacitados, la instalación del género no binario, los derechos trans a la identidad, la ecología política.

Y en ese presente disfórico el lenguaje también busca deshacer la presunción femenina o masculina, hay un desorden del lenguaje, no termina de acomodarnos seguir usándolo como siempre.

De ahí el libro, mezcla de diario, teoría, momentos, rituales, himnos, cartas, plegarias.

En un proceso de transición, su contenido deviene filosofía documental. Cita largamente a quienes empezaron a desmantelar la infraestructura somatopolítica del capitalismo.

Decía Deleuze que pensar es siempre comenzar a pensar y que no hay nada más complejo que encontrar las condiciones que posibilitan la emergencia del pensamiento. La construcción de esas condiciones comenzó, en mi caso, con el sentimiento de formar parte del lumpen sexopolítico de la historia, poniendo en marcha un proceso intencional de mutación de género, con mi deseo de fabricar un lugar fuera del sistema binario masculinidad/feminidad, heterosexualidad/homosexualidad y con la transformación cotidiana de esa experiencia (que tradicionalmente se nos ha enseñado a no pensar) en escritura. Pero pronto me di cuenta de que esa mutación aparentemente personal no era sino el eco de otra mutación política y epistemológica más profunda (pág 19).

Podemos mencionar momentos clave de la historia, la caída del Imperio Romano y el advenimiento del Cristianismo, el descubrimiento de América, y otros, pero la pandemia fue universal y simultánea. Todos lo vimos mientras lo sufríamos.

Y como momento simbólico en el que se visualiza con impacto el presente, elige el incendio de la catedral de Notre-Dame. La imagen de ruina que ofreció, le dictó la fantasía de que sirviera de refugio a los descartados del capitalismo, como nuestro hogar.

Hasta aquí el capítulo 1.

Para leer la segunda entrega ir a: Preciado is out of joint. Notas sobre ‘Dysphoria mundi’. Parte 2: Nuestra Señora de las Ruinas 

Para leer la tercera entrega ir a: Puntualicemos: ¿Qué es lo que está fuera de quicio? Notas sobre ‘Dysphoria mundi’. Parte 3

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