¿Quiénes fueron esas mujeres que estuvieron involucradas en la lucha independentista mexicana?, ¿cómo actuaron?, ¿lo hicieron de manera voluntaria o les tocó responder a las circunstancias?, ¿a qué papel las relegaron y cómo se rebelaron ante ello?, ¿cómo las capturaron?, ¿de qué las acusaban? A todo eso se responde en A grito abierto. Las mujeres ante los desastres de la guerra insurgente en la Intendencia de Guadalajara, el libro con el que Norma A. Macias Moya nos habla de las mujeres poco o nada nombradas: las de la Independencia de México, remitiendo en concreto a casos correspondientes a la Intendencia de Guadalajara.
La distancia temporal pareciera que también echa tierra sobre ellas. Las adelitas están presentes en el imaginario a través de canciones, de fotografías, del cine, al menos tienen una representación colectiva fuerte, algo que no tienen aquellas mujeres que participaron de alguna manera en la lucha por la Independencia. Allí solo están un par de figuras clave, individuales, que parece ser la cuota mínima que dejaron pasar los libros de la historia oficial: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, y Mariana Rodríguez del Toro, Manuela Medina («La Capitana»)… Y ya está.
En ese conflicto fundacional de la nación mexicana moderna, las mujeres en colectivo no han logrado aparecer de manera preponderante y no porque no estuvieran presentes, sino porque la instrumentalización política del concepto de nación está cimentada en figuras simbólicas individuales y masculinas, así como en grupos masculinos armados delineados.
Los roles de género parecen más reacios a desdibujarse conforme retrocedemos en el tiempo, no solo porque en tales contextos históricos la invisibilidad femenina era mayor sino también porque la insistencia, la lupa actual sobre el pasado, no ha insistido lo suficiente en indagar, por tanto, el papel de las mujeres ha permeado a cuentagotas en dicha historia oficial. De allí, lo pertinente y necesario de un trabajo como el expuesto en A grito abierto. Su autora, no solo hace un exhaustivo trabajo de archivo para hurgar en esas huellas que han quedado, sino que traduce esa investigación en un análisis que hace las preguntas indicadas, esas que se requieren plantear desde una perspectiva crítica que como mujeres hemos ido haciendo a la historia como narración y como disciplina. Aquí comparto un extracto del capítulo 4, que comprueba lo dicho anteriormente y que invita a descargar el libro gratuitamente para seguirlo leyendo a través de esta liga: https://librosdigitales.colsan.edu.mx/detalles.php?str=139.

Extracto del capítulo 4: No tener más delito que ser mujer de un rebelde
El análisis de siete causas judiciales contra esposas de cabecillas insurgentes vislumbra cómo María Serafina Morfín, María Josefa Contreras, María Rita Zaragoza, Gertrudis del Carrillo, María Rosalía Arias, Juliana Cerda y Antonia Barrera vieron trastocadas sus vidas por el conflicto bélico.* Asimismo, sus testimonios muestran que las mujeres en las guerras no son un grupo homogéneo y su involucramiento no se reduce a qué hacen y qué les sucede, por lo que su experiencia da cuenta de las condiciones y los procesos en que se encontraban inmersas.
Los casos de María Serafina, María Josefa y María Rita, llevados por la Junta de Seguridad y Buen Orden entre los años de 1811-1813 (…) representaron un reto en tanto la complejidad de los testimonios que ahí quedaron expuestos. En las declaraciones se observan similitudes y diferencias sobre las estrategias que emplearon las tres mujeres al ser sometidas a los interrogatorios de los fiscales de la Junta. Por un lado, en los casos de María Serafina y María Josefa, ambas estaban casadas con dos de los insurgentes más temidos de la zona sur de la Intendencia de Guadalajara: José Calixto Cadenas y José Ignacio Sandoval. El primero dominó la villa de Colima, mientras el segundo se movió desde Tomatlán hasta Colima pasando por Autlán; ambos, coincidieron en la toma de algunos poblados sureños. Tanto Calixto como Sandoval, fueron conocidos y temidos por la virulencia y los saqueos que realizaban en los lugares que asaltaban. María Rita había estado casada con el insurgente Santiago Moreno quien, a decir de las autoridades, participó en la toma de Guadalajara y en la Batalla del Puente de Calderón donde murió; no obstante, fue aprehendida por ir en la tropa de Ignacio Sandoval. Las tres mujeres compartieron condena en la Casa de Recogidas.
A pesar de las condiciones a las que fueron sometidas, estas mujeres se enfrentaron tanto a sus esposos insurgentes como a las fuerzas realis- tas y a las autoridades de los tribunales, para buscar soluciones a partir de estrategias como los pactos de ruego o las peticiones para resolver tensiones generadas por la guerra. De las tres, María Serafina fue la única española; de María Josefa ni de María Rita hay registro de su etnia; en sus declaraciones quedaron asentadas las distintas experiencias que vivieron durante el conflicto bélico. Por un lado, después de acompañar por un tiempo a su esposo José Calixto por sus asaltos en el sur, María Serafina logró separarse de él y regresar a casa con sus padres. Sin embargo, fue detenida por las autoridades acusada de infidencia y del robo de unos baúles.
En el testimonio de María Serafina se registran tres vivencias: primera, el desconocimiento de los motivos de su marido para involucrar- se en la insurgencia, pues tenía poco tiempo de casada con él, así como de su paradero al momento de ser aprehendida; segunda, haber sido “trasladada violentamente de Zapotlán el Grande a esta ciudad [Guadalajara]”,* lo cual quedó asentado en el expediente, que las tropas de Pedro Celestino Negrete se encargaron de su detención y de su traslado a la capital novogalaica, y no se puso en duda lo declarado por ella, ya que las detenciones y traslados de infidentes en ocasiones se volvían un verdadero espectáculo; tercera, su desplazamiento hacia un espacio más seguro, la casa de sus padres:
“Como se prestaba tanto el saqueo que hacían las tropas por todos los lugares por donde transitaban, temerosa de estos, tomó su ropa de uso misma que llevó a la casa de sus padres en uno de los baúles”*.
El hecho de que ella fuera aprehendida en poder de los baúles robados habla de otro pasaje endémico en la guerra: el saqueo. En su declaración mencionó que esos baúles fueron el pago que recibió su esposo por participar en la Batalla del Puente de Calderón. Los baúles contenían: “ropa de uso, una onza y una cuarta de oro […] y en dos baúles papeles que eran de importancia”.* Que ella decidiera llevarse a casa de sus padres uno de esos baúles la hizo partícipe de ese robo y valió para que las autoridades no sólo la juzgaran por infidencia. Por otro lado, la declaración de María Josefa está plagada de pasajes en los que se narra la zozobra de andar con su marido y del paso desolador que iba dejando la guerra. Su caso es uno de los más completos y quizás el de mayor complejidad. Durante su juicio, Agustín Yáñez, su abogado defensor, citó a 17 testigos –14 hombres y tres mujeres–, 12 declararon ser españoles, tres españolas, un indio y del otro se desconoce su calidad.
Antes de ser entregada a las autoridades de la Junta de Seguridad por la tropa de Manuel del Río, María Josefa había sido sometida a la pena de la vergüenza pública, revelando una vez más la crueldad del conflicto bélico. Las huestes realistas aplicaban esta clase escarnios porque “de esta manera, las fuerzas castrenses iban imponiendo su ley marcial sobre los habitantes”.*
Uno de los motivos de Manuel del Río para aplicar una de las penas más severas a María Josefa fue por ser esposa de uno de los cabecillas más temidos de la región sur, Ignacio Sandoval, y por el rumor de que “la prisionera que se intitulaba Emperatriz, mujer del inocuo Sandoval y otras dos mujercillas que servían igualmente al desenfreno y libertinaje de este malvado”.* Los señalamientos del comportamiento sexual de las mujeres fueron un recurso frecuente con el fin de poner en duda la conducta de las acusadas. Las declaraciones realizadas tanto por del Río como por María Josefa confirman que una de esas mujeres fue María Rita.
La declaración de María Josefa es claro ejemplo del continuum de violencia que sufren las mujeres en las guerras. Ella y los testigos expresaron los malos tratos que recibió de su esposo, Ignacio Sandoval; una testigo declaró que “hasta en pedazos la llevaría a su mujer, por cuya causa se vio estuchada a marchar en su compañía para el pueblo de Autlán”.* Este episodio se relaciona con los mecanismos de control que, en este caso, se presenta desde dos ángulos: el primero y más primario es el de la sujeción de las esposas hacia su cónyuge –la exigencia de lealtad desde el vínculo matrimonial a la causa emprendida por Ignacio– pero también, con el instinto de supervivencia de ella. María Josefa declaró ver la detención arbitraria de varios hombres y mujeres y “la ejecución de varios rebeldes a quienes pasaron por las armas”.*
En repetidas ocasiones María Josefa negoció con su marido la liberación de hombres y mujeres raptadas por la tropa; ella intercedió ante él por la vida de más de 50 hombres, la mayoría vecinos de las zonas de asalto de Sandoval y un soldado granadero realista, “logrando por sus suplicas y ruegos, librarlos de las prisiones y los peligros de la muerte de que se vieron amagados”.* Todo esto –declararon los testigos– le valió a María Josefa varias golpizas y hasta un atentado contra su vida por parte de su esposo. La relación en esta pareja representa una visión clásica de la dualidad de la guerra: la feminidad es paz y la masculinidad, conflicto.
María Serafina, María Josefa y María Rita fueron condenadas a pa-sar años de reclusión en la Casa de Recogidas. A las tres se les otorgó el Real Indulto, tras ser liberadas siguieron estando bajo la vigilancia de las autoridades civiles probablemente hasta el fin del conflicto, por un temor a que ellas “reincidieran”. Sin duda, la vida de María Serafina, María Josefa y María Rita (la única que declaró tener tres hijos pequeños) daría un vuelco al convertirse en viudas, la supervivencia y la vul-nerabilidad de la vida cotidiana fueron el nuevo reto de estas mujeres.
Nota al pie
*Información contenida en varios expedientes localizados en el Archivo de la Real Audiencia de la Nueva Galicia.