Sinopsis

Tras una pérdida devastadora, Sofía, una arquitecta de 40 años, debe navegar a través de sus emociones mientras intenta mantenerse fiel a si misma. Luchando con su fertilidad y su identidad como mujer, tanto su vida personal como profesional empiezan a deteriorarse, obligándola a mirarse hacia dentro para encontrar la luz que la llevará adelante.

Ana de la Reguera, protagonista de «Doce Lunas» en FICG40. Foto: Lucía Ges

La crítica

Doce Lunas, ópera prima de la cineasta y guionista mexicana Victoria Franco, se presenta como una de las propuestas en la competencia oficial por el Premio Mezcal en la edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Franco, quien ya había dado muestras de una sensibilidad particular en sus cortometrajes Reconcilidados (2014) y Borde (2017), irrumpe ahora con una obra de largo aliento que confirma una visión comprometida con el retrato complejo de la subjetividad femenina.

El filme narra el derrumbe emocional de Sofía, una mujer de cuarenta años que, a pesar de haber alcanzado ciertos logros en el plano profesional y personal, se ve arrastrada hacia una profunda crisis existencial. Desde los primeros minutos, el espectador es sumergido en un paisaje interior plagado de fisuras, donde lo íntimo y lo estructural se entrelazan para dar forma a un relato sutil pero devastador. Sofía no solo se enfrenta a sus propios vacíos, sino también a las presiones, violencias y contradicciones de un entorno social que le exige sostener un ideal de éxito y plenitud inalcanzable.

Enrique Arreola, co-protagonista de «Doce Lunas», en FICG40. Foto: Lucía Ges

Lo que podría haber sido un simple drama introspectivo se convierte, gracias a la mirada sensible y rigurosa de Victoria, en un estudio audiovisual de la fragilidad contemporánea. El blanco y negro que domina la puesta en escena no solo funciona como una elección estética, sino también como una declaración de principios: sugiere una suspensión del tiempo, una abstracción emocional que acentúa la desolación interna de la protagonista. Cada encuadre está cuidadosamente compuesto para reflejar el estado anímico de Sofía: planos fijos, tomas contemplativas y momentos de ruptura visual generan un vaivén entre la quietud y el caos, entre la contención y el estallido.

La cámara sigue a Sofía con una cercanía incómoda pero necesaria, revelando sus gestos mínimos, sus silencios, sus colapsos. A través de este seguimiento casi documental, Franco consigue que el espectador no solo observe la caída de su personaje, sino que la experimente desde adentro. Este efecto de inmersión se ve potenciado por un diseño sonoro que dialoga con la narrativa de manera orgánica, utilizando la música y los silencios para subrayar el deterioro emocional, la sensación de encierro, de ahogo, de abandono.

Victoria Franco, directora de «Doce Lunas», en FICG40. Foto: Lucía Ges

Uno de los aciertos más notables de Doce Lunas es la forma en que articula distintas capas temáticas sin forzar discursos explícitos. La película pone en tensión temas como la infertilidad, el mandato de la felicidad, la imposición de la maternidad, la invisibilización en los espacios laborales dominados por hombres y la ansiedad del envejecimiento femenino. Todo ello se presenta con una elegancia narrativa que rehúye el panfleto para centrarse en lo humano, en lo cotidiano, en lo sutil.

La figura de Sofía opera como un prisma a través del cual se refractan diversas formas de violencia estructural, pero también se convierte en un espejo inquietante que confronta al espectador con sus propias nociones de éxito, realización y sentido vital. En su descenso, el personaje atraviesa distintos estratos sociales, vive situaciones de vulnerabilidad, se enfrenta a peligros y humillaciones que evidencian cómo el cuerpo y la identidad femenina siguen siendo territorios disputados, juzgados, violentados.

Doce Lunas tiene voz propia, una que emana de una perspectiva profundamente situada, mexicana, femenina y contemporánea a través de la significativa interpretación de una actriz como Ana de la Reguera y en conjunto con Enrique Arreola, ya que ambos actores, encarnan a sus personajes y no nos dejan dudas de las virtudes que abrazan su trayectoria.

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