Gran parte de la obra de Martín Luis Guzmán está inscrita bajo la rúbrica de “novela de la Revolución”. Entre sus textos más reconocidos encontramos El águila y la serpiente (1928), La sombra del caudillo (1929), Memorias de Pancho Villa (1951). Las tres creaciones lo han hecho célebre dentro de la literatura mexicana e hispanoamericana, pero es sin duda La sombra del caudillo el texto que mayor trascendencia ha tenido, tanto por la implicaciones sociales y políticas que la obra desarrolla como el impacto en la realidad de ambas esferas. Asimismo, la creación artística que constituye la novela es magistral.
Considerada una de las novelas políticas hispanoamericanas que mejor han ambientado estéticamente el entorno social que abordan.
Pese a que algunas corrientes de la crítica literaria consideran que una obra debe ser analizada sólo en sí misma sin inmiscuir la vida del autor, desde el punto de vista histórico esto sería omitir aspectos importantes para comprender una obra literaria, sobre todo si la historia que narra tiene de trasfondo una realidad histórica en parte experimentada por el mismo creador, como es el caso del chihuahuense Martín Luis Guzmán (1887-1976).
En septiembre de 1913 –después que Victoriano Huerta asesinó al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez y se adueñó del poder– Martín Luis Guzmán se incorpora a la Revolución. Conoce a los principales caudillos y vive en el grupo de jóvenes militares y civiles que han hecho antes lo mismo que él. Tiene 25 años. Sus inclinaciones políticas lo llevaron, dos años antes, a la Convención del Partido Liberal Progresista, y sus aficiones literarias al Ateneo de la Juventud.[i]
Ya desde los catorce años había fundado un periódico, lo que nos habla del temprano interés de Guzmán por lo que más tarde sería su modo de vida: el periodismo y a la vez la literatura.
Al poco tiempo forma parte del estado mayor del general Ramón F. Iturbe, y durante unas semanas, del general Obregón. Cumple una comisión de Carranza en Chihuahua. Se incorpora a la División del Norte, bajo las órdenes directas de Francisco Villa. Éste lo destaca en la capital como enviado de la División del Norte. Asiste a la entrada de tropas constitucionalistas. Es encerrado en la Penitenciaría y sale, un mes después, por orden de la Convención Militar de Aguascalientes. Sirve como consejero del general José Isabel Robles, secretario de Guerra y Marina, nombrado por la Convención. Desempeña al mismo tiempo los cargos de secretario de la Universidad Nacional y de director de la Biblioteca Nacional.[ii]
Con esto concluye la primera etapa de sus experiencias revolucionarias. A partir de entonces su estancia oscilará, primero en España, luego en Estado Unidos, para regresar nuevamente a España y escribir ahí, a modo de novela de entregas, La sombra del caudillo.
Esta es una presentación sucinta del autor que nos hace comprender un poco mejor lo relacionado que estaba con el suceder revolucionario y, que al internarnos en el texto, también nos da luces sobre la crítica tajante que hace al régimen que se adueñó de la política nacional tras la Revolución.
Tenemos que tal régimen surge tras la muerte de Madero, hecho que desataría otra lucha contra Victoriano Huerta, donde Carranza obtuvo finalmente el poder. Después, “cuando el gobierno de Carranza fue derrotado en 1929 por la revolución armada dirigida por los hombres que expresaron sus puntos de vista en el Plan de Agua Prieta, un grupo del estado de Sonora subió al poder en México. Sus jefes llegaron a ser conocidos como el Triángulo sonorense: De la Huerta, Obregón y Calles”.[iii]
En el arribo de este grupo al poder es donde se centra la obra de Guzmán, pues la trama aborda la lucha entre Ignacio Aguirre, una combinación ficcionada de Adolfo de la Huerta y Francisco R. Serrano, e Hilario Jiménez, representación de Plutarco Elías Calles, donde la sombra del caudillo no es otra que la de Álvaro Obregón.
Según argumenta Rafael Olea Franco, Martín Luis Guzmán ambienta su obra entre 1924 –por lo que se comprueba la alusión al periodo de gobierno de Álvaro Obregón– y la matanza de Huitzilac, en Morelos, el 3 de octubre de 1927. Este lapso le da posibilidad para recrear artísticamente su obra con mayor libertad.
Ahora, recordemos que la novela fue en principio publicada a manera de entregas en España y fue en el diario El Universal donde se publicaban en México. Sucede que en estas entregas de El Universal la trama se aproximó cada vez más a la matanza de Huitzilac, por lo que sin previo aviso se interrumpió la publicación de las entregas de Guzmán. Así, “El plan de Toluca” (20 de octubre de 1929), que terminaba con la prisión de Aguirre y sus seguidores, fue la última entrega que puedo ser leída en territorio mexicano; mientras al mes siguiente ya podía ser conseguido en Madrid el texto de Guzmán en formato de libro.[i]
Una vez que Calles tuvo noticia de la publicación de este libro se puso frenético e intentó impedir que la obra circulara en el país. Genaro Estrada intervino para que esto no sucediera, pues le hizo ver a Calles el error que sería dar esa orden, primero porque iba en contra de las libertades constitucionales y segundo porque así la obra obtendría mayor difusión.[ii] Lo anterior lo refiere Rafael Olea a través de Emmanuel Carballo.
Y es que el texto de Guzmán apuntaba a una realidad peligrosa y misteriosamente irónica, pues Obregón, modelo de la novela, había sido asesinado en julio de 1928, mientras esperaba acceder a un segundo período presidencial no consecutivo. Su asesinato a manos de José de León Toral, miembro de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, fue resultado de los conflictos entre la Iglesia y el Estado, lo que más tarde daría paso a otra lucha armada: la guerra cristera.
“Calles terminó su mandato como presidente en 1928, pero desde ese año ejerció un férreo maximato, usando mandatarios títeres, hasta que el presidente Lázaro Cárdenas lo expulsó del país en forma definitiva en abril de 1936”.[iii] Es posible comprender la razón por la que Calles se enfureció con la obra de Guzmán e intentó frenar su circulación en México, pues ponía el dedo justo en la llaga.
Este es el telón de fondo que alienta La sombra del caudillo. El retrato crudo que realiza Guzmán del periodo posrevolucionario retrata los hechos que estaban sucediendo en la época, donde la disputa por el poder era tan encarnizada como lo fue en el campo de batalla. Sólo que en la contienda política las muertes eran selectivas, determinadas por aquel que se concebía como el soberano, quien podía determinar sobre la vida o muerte de aquellos que intentaban frustrar sus objetivos de seguir al mando. Las alianzas políticas, las lealtades exitosas o frustradas, las maquinaciones, las acciones viles, los asesinatos, la nula convicción política de actuar verdaderamente en pro del país y no del interés personal, es plasmada en La sombra del caudillo, donde esa sombra se extiende, sale del texto y llena nuestra imaginación hasta llegar alcanzar nuestro presente político.
Sabemos que la violencia e impunidad habitan el mundo y tienen domicilio antiguo en México. Si la novela de Guzmán pudo a regañadientes circular en el país denunciándolo, fue muy distinta la realidad de la obra cinematográfica de Julio Bracho inspirada en la novela. La película de Bracho del mismo nombre, tuvo una censura de 30 años. Leer más en: http://www.vagabunda.mx/la-pelicula-mexicana-que-estuvo-censurada-por-30-anos/
Sin embargo, aunque se trate de manipular, tergiversar o silenciar el pasado siempre hay ecos que acusan. La literatura, el cine y demás expresiones artísticas o informativas regresan a él para demandar por el recuerdo, con la esperanza de que el presente atienda y así el futuro pueda lograr ser más justo. La sombra del caudillo, tanto en su construcción literaria como cinematográfica, es una muestra de ese acto de demanda por parte de Martín Luis Guzmán, primero, y de Julio Bracho después; ambos hacen uso de la literatura y el cine como llamados a la Memoria Colectiva de este país.
Notas al pie
1 Antonio Castro Leal, Prólogo a Martín Luis Guzmán, La sombra del caudillo, México, Porrúa, 1977, p. VII.
3 John W. F. Dulles, Ayer en México. Una crónica de la Revolución (1919-1936), México, FCE, 1977, P. 7.
4 Rafael Olea Franco, “Para novelar nuestra historia”, en Escenarios XXI, Año 1, Núm. 5-6, Nov.-Dic., 2010, pp. 86-87.
Bibliografía
Dulles, John W. F., Ayer en México. Una crónica de la Revolución (1919-1936), México, FCE, 1977.
Guzmán, Martín Luis, La sombra del caudillo, México, Editorial Porrúa, 2001.
Olea Franco, Rafael, “Para novelar nuestra historia”, en Escenarios XXI, Año 1, Núm. 5-6, Nov.-Dic., 2010, pp. 78-98.