Fuente de imagen: SEMINCI

Llegar a Valladolid no es fácil ni barato, pero si lo haces para estar en la SEMINCI puedo asegurar, sin el mínimo temor a equivocarme, que valdrá la pena. Hasta donde sé para llegar a esta ciudad sin transporte propio hay que ir primero a Madrid. Yo salí de un bello pueblo andaluz que tiene la gran ventaja o inconveniente, según se vea, que está en el culo de España; un jueves muy temprano en el único camión que de lunes a viernes puede llevarte a Huelva por unos 8 euros. En Huelva tomé un autobús de 10.60 € a Sevilla donde tomaría otro autobús a Madrid por 38 €. Aunque pude tomarlo directamente desde Huelva, quería viajar de noche para ahorrar el hotel, así que pasar el día en Sevilla a la espera del autobús nocturno a Madrid me resultó más atractivo que en Huelva. Las dos ciudades tienen sus puntos de interés, pero tengo debilidad por Sevilla, a pesar de su ultracatolicismo que deviene ultraconservadurismo, que termina siendo una tendencia a la perniciosa posición política de las derechas.

Después de un fantástico día en Sevilla de bohemia y flamenco, a tal grado que casi me deja el autobús; amanecí en Madrid el mismo día que empezaba el festival de cine en Valladolid, ciudad a la que para llegar hay que tomar un tren o un autobús. Yo tuve que tomar el tren porque es más rápido y tenía el tiempo contado si es que quería entrar a la primera proyección a las 10:30 am. El tren Madrid – Valladolid es un robo en despoblado, sobre todo si te pones a pensar que por el mismo precio puedes pagar un avión de bajo costo a Marruecos o un tren de mejor calidad a Sevilla que se encuentra, por lo menos al doble de distancia. El tren me había costado 45 €, es más caro de lo que suele costar, pero lo más barato que lo he visto es en 25 €, sigue siendo un robo.

De tal forma que ya había gastado más de 100 €, más de 2000 pesos, en puro transporte precario, sin siquiera haber pisado Valladolid. Así inició la Seminci 2025 de la que tanto me habían hablado, la primera para mí, la 70 para Valladolid.

Valladolid. Foto: Eduardo Aragón

Si Sitges resultó esperanzador, la Seminci fue, para mí, inspiradora. Resultó ser un festival verdaderamente de cine independiente, como los mejores festivales de cine del mundo. Salvo alguna excepción, inevitable, protagonizada sobre todo por el cacicazgo que RTVE ejerce en España sobre la actividad cinematográfica con su cine que se mueve entre lo malo y pésimo, la mayoría de las películas seleccionadas resultaron ser independientes, novedosas, artísticas y arriesgadas. En términos generales: extraordinarias. Por Valladolid desfilaron maravillosas piezas cinematográficas en toda la extensión de la palabra, grandes personajes de la actualidad cinéfila mundial y multitudes humanas ávidas de cine. Si Sitges fue esperanzador, Seminci resultó inspirador.

La película inaugural fue Tres adioses de Isabel Coixet. Aunque me gustaría leer el libro (Tres cuencos de Michela Murgia) en el que se basó antes de pronunciarme, creo que me puedo precipitar a decir que la película me pareció bastante buena y no desmerece en absoluto, como película inaugural, el alto nivel cinematográfico desplegado en Valladolid. 

A partir de allí empezó un desfile de películas de las que la mayoría resultaron ser muy buenas o por lo menos buenas. Con una apuesta totalmente artística, salvo por las inserciones dentro de este programa predominantemente artístico de las producciones RTVE, que casi siempre son películas de regulares a malas con prerrogativas comerciales y pedagógicas (lease propagandísticas). 

Cada que veo el logo de RTVE, en un rol central, al inicio de las proyecciones, es como si me echaran un balde de agua fría, porque sé que es preludio de una película de regular a mala, salvo contadas excepciones. Sería interesante hacer un análisis, pero del 100% de producciones de RTVE, a ojo de buen cubero, me atrevo a decir que el 85% son filmes de regulares a malos, lo que pasa es que como se mete en casi todas las películas españolas resulta difícil que alguna buena no resulte.

Netflix estuvo totalmente ausente en Valladolid, lo que no puede ser menos que una fantástica noticia y señal de buen cine. Lo mismo podría decir, aunque con menos seguridad (porque, obviamente, no vi todo lo que se presentó en el festival) de Prime Video, Disney y todas las otras grandes productoras y distribuidoras de audiovisuales de este tipo que se consideran cinematográficos. 

La única perniciosa que tuvo presencia con una película, que yo haya sido testigo y recuerde, fue MUBI, con, creo, Below the clouds de Gianfranco Rosi, de la que no puedo decir mucho porque me dormí un tercio de la película; no tanto por el filme en sí que hasta me pareció interesante al menos otro tercio de los dos que vi, sino por mis niveles de cansancio (fue la penúltima película que vi de todo el festival) —aunque una buena película es como un café cargado, lleno de vitalidad que te resucita; de hecho, el sueño, o su ausencia, sería el mejor catador cinematográfico de no ser porque se rige por parámetros totalmente subjetivos—. 

Por otro lado, vale la pena aclarar en honor a la Justicia, que a MUBI lo que principalmente se le reprocha, más que su mal gusto por el cine en el que se involucra (que no lo tiene y de allí tan dolorosa su traición), es su apoyo (indirecto) al genocidio palestino.

Es difícil para mí, así a bote pronto despojado de toda reflexión lógica —soy una persona a la que le gustan los largos análisis meticulosos, que no le gustan las conclusiones espontáneas, que pueden resultar precipitadas— escoger las mejores y peores películas presentadas en la Seminci, pero me voy a aventurar a dar algunas impresiones tentativamente imprudentes:

Me gustó mucho, además de dos filmes que ya había visto en la BERLINALE, ambos incorporados a la Sección Oficial de la Seminci: O ultimo azul de Gabriel Mascaro (que, no obstante que me gustó mucho, volví a ver sin quererlo; ya que procuro no ver en festivales, y en general, películas que ya he visto) y Living de land de Huo Meng, de las que ya hemos escrito ampliamente aquí en la Vagabunda y que, de hecho, habían sido de mis favoritas para ganar premios en el festival alemán. Bueno además de esas dos, la primera que quiero mencionar, a pesar de que no fue parte de la Selección Oficial de la Seminci es Good Boy de Jan Komasa, una película incorporada en la sección Punto de Encuentro, que tiene un gran guion y una estética visual también a destacar. El desarrollo de la película resulta magnifico y por momentos uno quisiera que no acabara nunca, pero no hay argumento que cumpla ese deseo.

Foto: Eduardo Aragón

De igual forma, por lo que hace a las películas españolas, me gustó Subsuelo de Fernando Franco, inspirada en el libro del mismo nombre de Marcelo Luján, un “thriller” dramático interesante que estuvo a milímetros de convertirse en una película de terror y trascender. En este rubro, mención especial merece Cuando un río se convierte en mar, película de muy larga duración, muy bien llevada, con un guion y argumento destacables y excelentes actuaciones. 

De las ganadoras ex aequo, por esas bromas del destino, no pude ver The Mastermind de Kelly Reichardt. La que sí vi fue Magallanes, protagonizada por Gael García Bernal. No desmerece la opinión del jurado, se me hace una gran película, a pesar de su poca ortodoxa duración de 3 horas, pero no estoy seguro si yo hubiese votado por ésta como la mejor de todas. Hay varias películas de excelente calidad que se manejan en un mismo margen de calidad, con sus altos y sus bajos, de tal forma que es difícil determinar una en particular como “la mejor”. No me hubiera gustado estar en los zapatos del jurado de Valladolid —a diferencia de San Sebastián en donde Los Domingos de Alauda Ruiz de Azua era con bastante claridad la mejor de la Selección Oficial—. 

Dentro de este gran nivel de calidad artística, no quiero cerrar esta parte de lo mejor de la Seminci sin mencionar dos secuencias magnificas, de esas escenas que deben de pasar a los anales de la historia del cine, como de las mejor logradas.

La primera pertenece al largometraje Sound of falling de Mascha Schilinski, otra gran película de dos horas y media o más. Hacía el final de ésta, hay una escena maravillosa, un plano abierto que se mueve en contra del viento y que va captando a su paso, de manera magistral, una tremenda ventisca en el campo mientras unas campesinas trataban de hacer la pizca o la cosecha. Hacía el final de la secuencia, en un transe surrealista, se podrá ver a unas chicas levitando lentamente a causa del viento, pero también en su contra. El resultado es fantástico, sin ser el caso, esa sola escena vale las dos horas y media de película para los que prefieren duraciones más cortas.

La otra de las magníficas secuencias aludidas está en la ganadora Magallanes de Lav Diaz. También hacía el final de la película, igual en otro plano abierto, de fondo amplio, en esta ocasión con la cámara fija, como se desarrolla casi toda la extraordinaria pieza de Diaz, teniendo como telón de fondo, igualmente, al mal tiempo, en este caso otro viento potente, pero con amenaza de lluvia. Un cuadro natural que capta un mar tranquilo, pero con preludio de tormenta, armado y complementado con absoluta genialidad, más que escenográfica pictórica, con una bandera que no deja de ondear violentamente y una barca encallada en la arena. Nos permite ver como Magallanes, muy mal herido, camina, desde el fondo de la pantalla, como puede por la orilla del mar, entre cantidades de cuerpos sin vida caídos en el fragor de la batalla, una batalla absurda por dioses que no existen, ni de uno ni del otro lado, buscando a su leal sirviente (creo). El cuadro cinematográfico es fantástico, por esa sola secuencia la película merecía la espiga de oro.

Por último, dentro de lo que menos me gusto, voy a mencionar 3, aunque el número es un poco más amplio: Frontera de Judith Collel, una película propagandística de la hegemonía mundial que reivindica o trata de reivindicar al franquismo más recalcitrante con un guion, quizás por lo mismo, bastante flojo y poco sostenible. La segunda, y siguiendo con la propaganda hegemónica, es Dos fiscales del anticomunista Sergei Loznitsa, igualmente es un película, que aunque muy bien realizada, con un guion muy flojo y un argumento demasiado estrecho que si mucho le daba para un corto. 

En este rubro, por último, quiero mencionar a Forastera de Lucía Aleñar Iglesias, incluida en la sección denominada Punto de Encuentro, que ganó el premio FIPRESCI a la mejor ópera prima en el Festival Internacional de Cine de Toronto y en la Seminci el premio Pilar Miró a la mejor dirección de debut. A mí se me hizo una película con notables deficiencias en la actuación de manera general, pero principalmente de la joven protagonista. Así como un argumento y guion muy flojos, sin ninguna estética relevante ni en la imagen, ni en la música, ni en el sonido, una pieza insípida.     

Larga vida a la Semana Internacional de Cine de Valladolid.

Foto: Eduardo Aragón

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