Qué satisfactoria sorpresa fue para todos los que vimos la premier de O ultimo azul en el Berlinale Palast. Encontrarnos, a las 9 de la mañana, con menos 12 grados, con este maravilloso largometraje; que, a pesar de no ser alemán, fue abundantemente aplaudido en el teatro rojo de Berlín. Así mismo, los comentarios positivos pululaban por los pasillos de la Sala de Prensa del Grand Hyatt poco después de terminada la proyección.

Lo que está pasando con el cine brasileño debería ser motivo de estudio para todos aquellos interesados en mejorar la industria cinematográfica de sus localidades, algo de lo que ya habíamos escrito aquí en la Vagabunda en alguna reflexión sobre el cine mexicano del año pasado. Es realmente impresionante y gratamente sorprendente ver cómo han logrado realizar tantas buenas películas en los últimos años. ¿A qué se debe esto?… Nadie me ha sabido dar una respuesta.

Con mucho merecimiento, O ultimo azul, traducida en inglés como The Blue Trail, ha ganado el Oso de Plata Gran Premio del Jurado, el segundo premio más relevante de uno de los festivales de cine independiente más importantes del mundo, el Festival Internacional de Cine de Berlín.

La historia se centra en Tereza (Denise Weinberg), una mujer independiente de 77 años con buenas facultades físicas y mentales, pero que, a pesar de ello, está siendo obligada, por una “innovadora” política gubernamental, a reubicarse en una distópica colonia para adultos mayores; uno como campo de concentración en algún distante lugar donde no estorben a las necesidades del capitalismo de máxima producción.

Sin embargo, Tereza se niega a aceptar esta autoritaria situación y trata de huir. Gabriel Mascaro plantea un escenario algo extremo en la que los adultos mayores no pueden hacer nada sin la autorización de sus tutores, que en este caso son los hijos de éstos. De tal forma que cuando Tereza quiere comprar un boleto de avión a cualquier parte, la persona de la agencia de viajes que la está atendiendo llama a la hija para pedir su autorización para hacer efectiva la compra del vuelo, quien la niega porque Tereza a, literalmente, huido con lo puesto de su casa.

Es así como Tereza iniciará un viaje clandestino hacía la liberación, en principio física, en la que se encontrará con diversos personajes llenos de misticismo y singularidad, que la llevarán no sólo a esa anhelada liberación física, sino también espiritual.

Días antes en Berlín habíamos visto otra historia de Ciencia Ficción: Mickey 17 del director coreano de Parásitos, Bong Joon Ho. Una película bastante mala, donde un grupo de humanos quiere conquistar un planeta de “cochinillas” (esos pequeños animalitos-insectos que se enroscan cuando sienten algún peligro) gigantes y peludas.

Los humanos adquieren la posibilidad de imprimirse en tercera dimisión y hacer copias de ellos mismos, aunque se ha impuesto la regla que solo se hará la copia de una persona cuando haya muerto para no tener duplicados. Luego resulta que las copias no son buenas, los recuerdos y formas de ser de las copias pueden variar, variando sus actitudes y sentimientos, su ética y pensamiento de la manera que más conviene a un argumento muy flojo.

Fotograma de la película

Una distopía que no se preocupa por darle coherencia a la trama ni un fundamento científico o filosófico, aunque sea inventado, pero con congruencia, que le de fuerza y sustentabilidad a la estructura narrativa. Una estructura narrativa que por esas razones se sostiene con alfileres, si es que se sostiene.

Como ya hemos manifestado, la película no es buena, pero como será distribuida por la Warner Bros no dudo que sea nominada a algún Oscar en el 2026. Lo único bueno del filme del surcoreano es la actuación de Robert Pattinson, quien sí logra establecer una diferencia histriónica o dramática entre Mickey 17 y Mickey 18, interpretados ambos por él mismo.

Hago alusión a este otro film, solo para ilustrar que hay formas de hacer cine de Ciencia Ficción distópico. Una es con mucho dinero que permite grandes producciones con muchos e impresionantes efectos especiales, aunque vacías de guion y contenido; y otras donde una gran creatividad y solvencia narrativa, a falta de los millones de dólares. Con excelentes historias que no necesitan vistosos efectos especiales para sostenerse e impactar en el espectador.

O Ultimo azul es un grito de esperanza que se lanza desde Brasil al mundo. Una película con una historia muy bien estructurada, perfectamente contada, con un guion maravilloso que le da toda la fuerza al despliegue artístico cinematográfico que lo acompaña (actuación, montaje, fotografía, música) para tener un producto modesto económicamente, pero magnánimo artísticamente, que no deja lugar a dudas, a nadie, de que quede en el mismo festival de Berlín, muy por encima de los millones de dólares de producción y las grandes distribuidoras de cine basura, representadas en esta ocasión por Mickey 17 y la Warner Bros.

Si algún “pero” hay que ponerle al guion es un pequeño desfase, de fondo ético filosófico, no estético, que hay hacia el final de la película, relativo a una cuantiosa apuesta con dinero ajeno que Tereza hace en un casino, que no tenía ninguna razón de ser o al menos no queda suficientemente clara y que hasta ahora no la he podido conectar con el sentido de la historia mucho más profundo que este desfase narrativo al que me refiero, del que no doy más detalles porque no quiero adelantar ninguna imagen.

Después de la historia y el guion, la segunda fuerza del largometraje de Mascaro es, sin duda, las actuaciones, no hay película buena sin buenas actuaciones y ésta no es la excepción. Denise Weinberg luce espléndida, y con el complemento de Miriam Socorrás (Roberta) hacen una formula histriónica perfecta que va a conectar con cualquier audiencia, incluida la gente joven.

El resto del reparto, compuesto por Rodrigo Santoro como Cadu, un místico marinero de agua dulce (lanchero) que acepta transportar a Tereza clandestinamente por el Amazonas en su intento de escape del capitalismo; y Adanilo como Ludemir; responden muy bien a los altos estándares establecidos por las dos actrices antes mencionadas.

El director también sabe cómo hacer que su cámara le saque jugo a los maravillosos paisajes amazónicos, además de que The Trail Blue cuenta con una fotografía con pequeños detalles que crean diferencia, como aquella contienda de peces de pelea que inundará la pantalla en todo su ancho y en todo su largo. Independientemente de que resulta un chispazo narrativo interesante (dejando de lado la apuesta cuantiosa e inmoral como innecesaria de la que ya hemos hablado, que acompaña este maravilloso episodio de la película y que de alguna manera lo arruina).

La importancia del mensaje político-social, razón de ser del arte, también encuentra una plataforma en el filme de Mascaro. No sólo respecto a lo que como sociedad estamos haciendo con los adultos mayores, que, en un sistema como el capitalista, en el que después de determinados años en los que ya no pueden rendir los promedios de producción que la Máquina exige, deben ser desechados por sangre nueva. En una sociedad ingrata que hace eco de esta exacción material y comercial y, sino contribuye, permite que esto suceda, sin cuestionarse si es correcto, sin llegar siquiera a la cuenta de que un día ellos estarán en la misma situación y serán tratados igual (claro, todos creen que el cuento de hadas del capitalismo les hará justicia al final del día y tendrán un destino diferente, la perniciosa ingenuidad del aspiracionista capaz de vender a su propia madre por continuar con el inexistente sueño americano que nunca llegará en 99 de cada 100 casos).

Sino que la película también nos habla, a lo mejor sin que sea la intención del realizador, de un sistema en el que te hacen creer que a los 40 años ya estás viejo para lograr tus sueños; que a los 65 te quiere fuera de la fábrica y sólo te mantiene porque se rehúsa a pagarte una pensión justa, a pesar de que dejaste la vida en las máquinas (o en un escritorio).

Desde esta perspectiva impuesta por el capitalismo, pensar en los sueños, en el sentido de la vida de personas de más de 70 años resulta absurdo, por lo menos ocioso, no porque así lo sea, sino porque así debe de ser, el capitalismo no soporta a la gente improductiva en términos comerciales. Los sueños se terminan pronto en un sistema en el que la felicidad se representa con signos de pesos y el sentido de la vida se encuentra en una jornada laboral de 12 horas, y nunca fuera de una oficina.

O Ultimo azul nos presenta a un par de mujeres que a los setenta y tantos años están por descubrir el sentido de la vida, más allá de la resignación de esperar la muerte lo menos enfermas posible en una silla en el pórtico de una casa alquilada de la que pronto serán desahuciadas, ya sea por el arrendador, ya sea por los propios hijos aspiracionistas.

No se pierdan O ultimo azul, que muy probablemente esté en cines en Europa muy pronto —una compañía vinculada a Mk2 compró los derechos de venta de la película— y con algo de suerte se pueda ver en alguna plataforma en la Abya Yala agotada la gira por festivales.

Berlinale 2025. Fuente de imagen: Sitio oficial del festival

Anécdota

En la rueda de prensa después de la proyección en Berlín, tuve la oportunidad de hacer un par de preguntas, originalmente las había pensado para el director, pero al ver que estaba el productor mexicano se me hizo feo no considerarlo, así que para darle un poco de juego, porque nadie que esté interesado en el cine realmente hace preguntas a los productores a pesar de que su presencia suele ser frecuente en las salas de prensa de los festivales, decidí ampliar la pregunta hacía el productor mexicano.

Fue una muy mala decisión por varias razones: primero porque pregunté en español (son contadas, una o dos, las ocasiones en que puedes preguntar en español en el Berlinale, y eso hay que aprovecharlo, no sólo porque mi inglés es bastante limitado, sino también para darle multiculturalidad al festival) y el productor mexicano me contestó en inglés, lo cual ahogó el grito de multiculturalidad que los brasileiros, por ejemplo, cuando les preguntaron en portugués sí supieron respetar. De hecho, los brasileños contestaron mi pregunta en portugués, el único alineado que contestó en inglés fue el mexicano, de pena ajena la verdad.

Y segundo, porque le dieron la palabra primero a este productor, quien no contestó lo que le pregunté, se fue por una respuesta tratando de enaltecer su trabajo como productor, que se resume a poner dinero, un elemento, que tristemente, si bien es necesario y fundamental en la industria cinematográfica, resulta de poco valor para los que estamos interesados en el arte, y lo que fue peor, que desvió o cercenó el sentido de la pregunta, de tal forma que cuando contestó el director, también contestó cosas alejadas a la pregunta que hice y la segunda ni siquiera la contestó, pero oyendo la respuesta de la primera pregunta, me quedé sin ganas de insistir.

La que salvo el día fue la productora brasileña, Rachel Daisy Ellis, una mujer inteligente con las ideas claras, que sí trató, un poco, de poner en el centro de su respuesta parte de la inquietud que había motivado mi pregunta y a la que debí haberme dirigido en lugar del mexicano, desde aquí le agradezco su respuesta.

Aquí les pongo más o menos lo que pregunté, la primera pregunta (la segunda no tiene sentido ponerla porque no fue respondida) y las tristes respuestas[1]:

Yo (en español): De unos años para acá se ha notado una sorpresa muy buena respecto del cine brasileño y hemos visto muy buenas películas como Manas, Retrato de Um certo Oriente, Baby, por ejemplo, y yo quisiera saber si existe alguna razón en cuanto a las políticas públicas del Estado brasileño o en cuanto a la formación de creadores que se pueda identificar; o es solamente una coincidencia lo que está pasando con el cine brasileño, que da mucho gusto que esté pasando obviamente. Y el anexo para el productor mexicano sería si él ve alguna diferencia entre lo que se está haciendo en Brasil y lo que se está haciendo en México.

Sandino productor mexicano (inglés): Las políticas de nuestros países son muy importantes y nuestra colaboración, junto con Raquel y Gabriel es por más de 15 años ya, es la tercera película que hacemos juntos y las 3 películas se hicieron porque conseguimos financiación y las políticas de nuestros países, por supuesto Brasil y México, pero también Uruguay, lo hicieron posible. Entonces, definitivamente, la razón por la que estamos aquí es porque algunas autoridades, y depende desafortunadamente del gobierno en turno, que nosotros hayamos podido hacer esta película.

O ultimo azul es el producto de la primera coproducción bilateral y última, financiada, entre Brasil y México… Entonces definitivamente las políticas de nuestros países y el financiamiento permiten coproducciones, son muy importantes para la vida del cine Latinoamericano, pero en general para el cine independiente, ahora más que nunca.

Gabriel (portugués): De hecho, es una película que tiene muchos corazones, es una coproducción y Raquel y Sandino hicieron que la película se hiciera realidad, gracias a la coproducción de Brasil y México, pero también Chile y Países Bajos participaron en la producción de esta película. Entonces esta película tiene diferentes corazones de diferentes países: México, Chile, Brasil y Países Bajos. Es una película que involucra diferentes talentos creativos de diferentes países y esto es gracias a los productores que han podido contar con mucha gente calificada y yo estoy muy agradecido con mis productores por darme la oportunidad de trabajar con tantos talentos de tantos países.

Rachel Daisy Ellis (portugués): Me gustaría participar en esta pregunta. Voy a hablar en portugués también. Me gustaría agregar algo. Cuando hablamos de la situación actual, es muy bueno para el cine brasileño, quiero decir, la realidad actual está fomentando las películas brasileñas y esta película ha estado en proceso durante casi 10 años desde sus inicios. Pasamos por cuatro años difíciles durante el gobierno de Bolsonaro en Brasil y casi abandonamos esta película, así que luchamos mucho, fueron procesos muy largos y después de haber pasado por este período difícil finalmente tuvimos acceso a financiación y aquellos que trabajan para la industria del cine en Brasil, sabemos que se necesita mucha energía, mucha fuerza, para poder filmar películas brasileñas y llevarlas a la pantalla grande, estamos pasando por un período muy alentador y se puede ver en la película que hay personas que son muy resilientes y que realmente persiguen sus sueños y creo que podríamos aplicar esto a las películas brasileñas a la industria cinematográfica en Brasil.

No deja de resultar deprimente, que una película cuyo principal valor, como ya hemos tratado de expresar, comparar y analizar, está en el proceso creativo, termine siendo enaltecida en la rueda de prensa por el financiamiento, no sólo por el productor mexicano, sino por el propio director. Mi pregunta iba encaminada a detectar ciertos factores comunes que hayan influido en el resplandeciente resurgimiento del cine brasileño, es claro o muy posible que las políticas públicas de administración y distribución del dinero público de fomento al cine influyan en la producción de mejor cine en Brasil y en todo el mundo, recursos públicos que muchas veces se encuentran secuestradas por ciertas élites o grupos selectos o que tienen prerrogativas distintas al arte; pero la pregunta merece una respuesta más profunda cuya importancia es vital para repetirla en lo posible en otros países con voluntad de mejorar su producción cinematográfica. 

Después de preguntar por aquí y por allá me queda la sensación que ni los propios realizadores brasileños saben lo que está pasando.


[1] Fuente original en https://www.youtube.com/watch?v=5eoZh38Zg-Q (minuto 40:54)

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