El escrito a continuación pertenece al libro BALCANICA, editorial Gíglico, 2009, del diplomático mexicano Carlos Alejandro, de quien, a manera póstuma, se honra su memoria y legado; en tantas personas, en México y en el mundo, dejó huella irremplazable e imborrable. Éramos felices y afortunados y nunca lo supimos. Ya en la eternidad se lo diremos…
“Al final, cuando todo se acaba, lo único que importa es lo que has hecho”. Alejandro Magno

Mamá Juanita en Yugoslavia
Recién llegado a Belgrado, alguien me preguntó si conocía “Mamá Juanita”. Confesé que no, no sabía quién era. Mi interlocutor me miró un tanto extrañado y con cierta pena inquirí de qué personaje se trataba.
Después de una breve explicación de mi interlocutor, llegué a la conclusión que “Mamá Juanita” es lo que los mexicanos conocemos como “Las Mañanitas”.
Pero nuevamente me preguntó si sabía quién era “Mamá Juanita”. Aún con más pena reconocí que no sabía quién era “Mamá Juanita”. Mi interlocutor me observó con mayor inquietud. “Pues se trata de una película mexicana que en la ex Yugoslavia se le conoce así, como “Mama Juanita”, me respondió.
Consecuentemente, acudí a mis amigos de la Cineteca de Belgrado, que está considerada la quinta en importancia en el mundo, pues almacena más de 80 mil películas desde que fue fundada en 1949 por el Mariscal Tito.
Su director es Radoslav Zelenovic y el director del museo es Dinko Tucakovic, muy reconocidos en el ambiente cinematográfico nacional e internacional.
Los dos son muy buenos amigos de México, pues además de conocer con amplitud nuestra cinematografía, año con año organizan con la Embajada de México en Belgrado ciclos de cine mexicano, famosos en todo el país y a los que acude un gran número de espectadores.

No me había equivocado: ambos conocían perfectamente lo que yo andaba buscando. Ambos se mostraron orgullosos de decir que la Cineteca de Belgrado es la única institución en el mundo en guardar una copia de esta película mexicana.
No lo dudaba, pues por razones que conocí después la película fue “enlatada” muchos años en nuestro país. Resulta que el gobierno del PRI la censuró por críticas que hace el director de la cinta, el “Indio” Fernández, sobre la traición y el asesinato de Emiliano Zapata. Una copia de la cita se quemó en el incendio que ocurrió hace varios años en la Cineteca Nacional. Pero parece que la cineteca de la UNAM conservaba otra copia.
Mis amigos de la Cineteca de Belgrado me obsequiaron un video casete de la película.
Como me imagino que son pocos los mexicanos que, como yo, no tienen la menor idea sobre qué trata la película de marras, les diré que tiene en realidad como título Un día de vida.
Como ya dije, la dirigió el más talentoso “Indio” Fernández; la fotografía no podría ser mejor bajo la dirección de Gabriel Figueroa y fue filmada en 1951. La actriz principal es Columba Domínguez, quien hace el papel de una periodista venida a México desde la isla de Cuba en los años de la Revolución Mexicana. Lleva en los créditos, además, a Roberto Cañedo, José Torbei y Nanche Arosamena, en el rol de Mamá Juanita.
La cinta es bastante dramática, pues trata de una madre, precisamente la famosa “Mamá Juanita”, quien pierde a sus cinco hijos combatiendo la Revolución Mexicana.
La historia se refiere al último de ellos, quien es un militar en activo en el Ejército Mexicano. Próximo a ser ejecutado en el paredón por criticar la participación del ejército en el asesinato del Caudillo del Sur, recibe un permiso de la autoridad del penal militar para pasar el último día de su vida al lado de su madre “Mamá Juanita”, quien celebrará su cumpleaños.

Es por ello que el hijo (Roberto Cañedo) le canta “Las Mañanitas” a su madre, Mamá Juanita, junto con todos los habitantes del pueblo y con su amigo de la infancia y compañero de armas, representado por Torbei. Después de la fiesta, el hijo regresa al penal militar, no sin antes resistir todas las presiones de familiares y amigos de que escape y salve su vida.
Los caminos de ambos amigos y militares se encuentran una vez más en el último momento de su vida, al ser precisamente el amigo el que ejecuta la orden de fusilamiento.
Columba, de repente, se ve inmersa en el drama que viven madre e hijo y, atormentada por el dolor que le causa la obstinación de Mamá Juanita de no querer retener a su hijo, trata de intervenir ante las autoridades militares para salvar la vida del hijo.
La cinta ha impactado durante varias décadas a los yugoslavos, quizá por la búsqueda de los mismos ideales; por el drama familiar que provoca la pérdida de un ser amado; por los sacrificios que hacen las familias en tiempos de guerra; por la valentía de los hombres que defienden una causa, por la construcción dolorosa de un país. Pero, sobre todo, por la similitud de hechos y circunstancias que han vivido muchas madres de Serbia como “Mamá Juanita”, al perder un hijo, un esposo, un hermano, un padre, en tantas batallas ocurridas en este país, en especial la Segunda Guerra Mundial, que dejó huellas profundas por las penurias, angustias, desolación y sufrimientos que les causó.
Simplemente el espectador yugoslavo no puede contener el llanto al ver la película, pues grandes y jóvenes les impacta, y les llega profundo en el alma, por la semejanza de hechos históricos entre yugoslavos y mexicanos. Por éstas y otras razones, puedo decir que somos bastantes parecidos en actitudes, sentimientos y comportamientos. No importa el presente, hay que mantener la memoria de un ser querido ausente.
El compositor serbio Slavko Perovic tuvo la idea de poner en serbio una letra distinta a la letra original de “Las Mañanitas” y la tituló “Mamá Juanita” para darle congruencia a la película.
La letra es bastante diferente a la de nuestras “Mañanitas”; llena de melancolía y tristeza se refiere a la última copa que toma alguien antes de morir; a las flores que le entregan a una persona el último día de su vida; a los recuerdos que asoman en la mente de alguien que sabe será el último día de su existencia.

No soy exagerado al decir que “Mamá Juanita” es una de las canciones más populares de la gente de Yugoslavia, que la consideran parte natural de su vida cultural. Es harto común que en un restaurante, en un bar entre copa y copa, en una boda, en alguna fiesta, “Mamá Juanita” sea entonada por la banda de músicos y cantada a todo pulmón por los presentes, sin excepción, con llanto e hipo incluidos, producidos por la emoción.
Más cuando se trae en el cuerpo una buena cantidad de “Rakia” (aguardiente destilado de frutas), que ayuda a acelerar la nostalgia y los sentimientos por un ausente, por un amor perdido, por una pasión que trasmina la piel.
Todo esto es “Mamá Juanita”, canción y película. Tampoco soy exagerado al decir que Un día de vida es una cinta de culto en este país. Se ha mantenido viva a través de los años y se le exhibe con bastante frecuencia en la Cineteca de la capital y en ciudades de provincia.
Es, tal vez, la película extranjera más famosa de todos los tiempos en la ex Yugoslavia, más Lo que el viento se llevó, que es la película más popular de la cinematografía mundial, junto con Casablanca.
Vivien Leigh no tiene nada que hacer frente a la fama de Columba Domínguez, considerada aquí la actriz extranjera más popular y también la más querida por el pueblo yugoslavo. En 1997, Columba visitó Belgrado.
Cuentan que Columba lloraba con frecuencia al ver tantas expresiones de cariño de la gente y de la fama que tenía -y tiene- en este país. Se le detenía en la calle para pedirle autógrafo o para tomarse la foto al lado de ella. Algo que impresionó a Columba fue la invitación que le hizo el príncipe Tomislav (único de la casa real serbia que vivía en esos años en la República Federal de Yugoslavia), a una cena en su honor en el Palacio de Oplanac, sede de la Cara Real, a unos 100 kilómetros de Belgrado.
No es exagerado, finalmente, lo que me han narrado respecto de esa cinta, de su historia, de su artista, de su música, porque yo lo he vivido en carne propia y es realmente impresionante ver el arrastre que tiene la canción “Mamá Juanita”.
A mi juicio, el mérito de esta historia que ahora relato y de muchas historias sobre los mexicanos en la ex Yugoslavia, se debe al talento, a la imaginación a la dedicación y al cariño que han puesto tantos mexicanos en la construcción de la imagen de nuestro país a lo largo de varios decenios.
Los mexicanos no tenemos idea de lo que hemos hecho, de nuestros logros y aciertos en el extranjero, sobre todo en este país, que alguna vez se llamó Yugoslavia.
Por lo pronto, deberíamos rescatar Un día de vida de la refrigeradora y disfrutar de una de las joyas de la cinematografía nacional. Así entenderíamos mejor lo que sienten los yugoslavos de nosotros, los mexicanos.
