La censura es una vieja enemiga del arte en general y el cine ha sido uno de sus principales objetivos junto a la literatura. En el caso del cine mexicano, La sombra del caudillo, padeció la censura tanto en su versión literaria como cinematográfica, aunque fue en el cine donde más duramente se le castigó con una censura militar que duró 30 años, lo que la convirtió en “la película maldita” del cine nacional.
Julio Bracho, director de la película, murió sin ver exhibida al público La sombra del caudillo (1960), la cual fue estrenada en el país hasta el 25 de octubre de 1990, en la sala “Gabriel Figueroa” de la ciudad de México, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Por si algo le faltara a la maldición de esta obra, la cinta exhibida fue de muy mala calidad, pues los rollos origínales habían sido destruidos.
Asimismo, la intervención que hacía el propio Martín Luis Guzmán –autor de la novela– al inicio de la película fue eliminada. Una doble censura. La historia de este film acentúa la sombra del poder y sus actos violentos, tanto en la historia que relata como en la historia misma de su censura, la cual ya se había dado sobre el texto literario pero fue sobre la cinta donde recayó todo el peso de la prohibición. He aquí un nuevo acto, arbitrario y violento, cometido por los viejos generales que alguna vez estuvieron implicados en la época que narra la obra. Esta censura es la comprobación de la tesis desarrollada en la obra, donde los crímenes se cometen impunemente por parte de quienes tienen el poder.
Julio Bracho: convertir literatura en cine
Se suele hablar de lo difícil que es igualar o superar una obra literaria al ser adaptada al medio cinematográfico. En el caso de La sombra del caudillo ocurre que en ambas creaciones el resultado es magistral en sus respectivos discursos. La fuerza de la novela de Martín Luis Guzmán –escrita en 1929 y considerada una de las mejores novelas sobre la Revolución mexicana– no es traicionada ni minimizada en la obra de Bracho, al contrario, se acentúan los claroscuros que en la obra literaria se desarrollan (para ver más: http://www.vagabunda.mx/una-de-las-mejores-novelas-politicas-latinoamericanas-la-sombra-del-caudillo/).
La historia es una versión ficcionada de la lucha por el poder que se dio tras la muerte de Venustiano Carranza. La trama aborda la lucha entre Ignacio Aguirre, una combinación de Adolfo de la Huerta y Francisco R. Serrano, e Hilario Jiménez, representación de Plutarco Elías Calles, donde la sombra del caudillo no es otra que la de Álvaro Obregón. Según Rafael Olea Franco, Martín Luis Guzmán ambienta su obra entre 1924 –por lo que se comprueba la alusión al periodo de gobierno de Álvaro Obregón– y la matanza de Huitzilac, en Morelos, el 3 de octubre de 1927.
Julio Bracho Pérez Gavilán (1909-1978), formaba parte de una familia de artistas de origen duranguense. En 1930 debuta como director escénico y no es hasta 1934 que entra en contacto con el cine. Una vez inaugurada su incursión en el mundo del denominado “séptimo arte”, comienza una carrera prolífica dentro del cine mexicano que lo lleva a consagrarse como uno de sus directores más relevantes.
Desde su infancia estuvo interesado por el arte y abandonó sus estudios de medicina, arquitectura, filosofía y letras para militar en el movimiento vasconcelista, en el que conoció a Adolfo López Mateos, futuro presidente de la República y que sería elemento clave para poder realizar la adaptación fílmica de La sombra del caudillo [i].
Siguiendo lo referido por Eduardo de la Vega, Julio Bracho debió conocer la obra de Guzmán desde los tempranos años de 1936, “en una edición clandestina de la editorial Ercilla, de Chile”, según las propias palabras de Guzmán. Desde ese momento el texto debió cautivar a Bracho, pues se interesó por llevar al cine la historia y a solicitarle los derechos a Guzmán, quien “se los dio de palabra”.
No sería hasta alrededor de 1959 cuando su deseo de realizar este film se cristalizó. Uno de los factores fue precisamente la llegada de Adolfo López Mateos a la presidencia en el año de 1958. Otros elementos influyeron, como el hecho de que Martín Luis Guzmán, a principios de 1958, recibió el Premio Nacional de Literatura, un año después el Premio Literario Manuel Ávila Camacho y fue nombrado presidente de la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, quedando así en una posición política estratégica y fuerte que ayudó a Bracho a acercarse a López Mateos y presentarle la propuesta de llevar la novela al cine, ante lo cual éste brindó el apoyo “moral y financiero” [ii].
Por medio del Banco Nacional Cinematográfico, Bracho pudo al fin financiar su cinta –originalmente le había propuesto la producción a Ismael Rodríguez que había aceptado el trato–. El dinero provenía del sindicato de trabajadores del cine. Así, el rodaje de La sombra del caudillo ocurrió a partir del 14 de febrero de 1960 y terminó el 18 de marzo del mismo año. Luego del proceso de post-producción, al fin fue exhibida en función privada en el XII Festival Cinematográfico Internacional de Karlovy Vary, en Checoslovaquia, y en ese mismo año fue sometida a una revisión por la Dirección General de Cinematografía, y aunque con algunos reparos, logró ser aceptada [iii].
La censura
Una vez aprobada, continúa De la Vega, es exhibida oficialmente en el mismo festival de Checoslovaquia y obtiene el Premio del Jurado. A partir de entonces se planteó que sería presentada a nivel nacional en el transcurso del mes de noviembre de 1960. Sin embargo, esto no fue posible porque el Consejo Supremo de la Legión de Honor Mexicana, integrado por varios generales, solicitaron a Gustavo Díaz Ordaz, Secretario de Gobernación, que la película fuera analizada por ellos para ratificar su aprobación, siendo el general Agustín Olachea Avilés uno de los más acérrimos enemigos del film, ya que en su momento fue opositor de la rebelión delahuertista.
Los generales no aprobaron la exhibición de la cinta.
Basaron su argumento en que “con esta película se ofende seriamente al Glorioso Ejército surgido de la Revolución, ya que los Generales que exhibe visten trajes (uniformes) muy mal cortados, aparecen como intrigantes, falsos, politiqueros, borrachos, juerguistas y asesinos, creemos que no debe autorizarse su exhibición, que sería tan deprimente para nuestro respetable instituto armado”[iv]. La verdadera razón de su oposición era que varios de los generales implicados en la matanza de Huitzilac, seguían con vida y veían comprometidos sus intereses. Esta consigna fue pues la que impuso treinta años de prohibición a la película. Ni siquiera el consentimiento del presidente López Mateos para su filmación tuvo peso para evadir la censura.
El argumento de los generales hizo que Julio Bracho muriera sin ver exhibida su obra al público. También provocó que el dinero con que se produjo la obra, y que se pensó como una inversión que rendiría frutos a los trabajadores del cine –pues recordemos que provenía de su sindicato– se perdiera. Finalmente, el dictamen de estos generales, impidió que la película generara reacciones en un tiempo de efervescencia social como fue la década de 1960. Treinta años después, ya ningún general implicado en los hechos reales, podía verse afectado. Cualquier parecido con la realidad que vivimos hoy, donde el ejército mantiene un fuero, no es coincidencia.
Bibliografía
De la Vega Alfaro, Eduardo, Literatura, cine y censura: El caso de La sombra del caudillo 1960, de Julio Bracho. Consultado directamente de archivo, enviado electrónicamente por el autor, pero que puede consultarse en: http://www.archivosdelafilmoteca.com/index.php/archivos/article/view/104.
Olea Franco, Rafael, “Para novelar nuestra historia”, en Escenarios XXI, Año 1, Núm. 5-6, Nov.-Dic., 2010, pp. 78-98.
Filmografía
Bracho, Julio. (1960). La sombra del caudillo. México: STPC de la RM.
Para ver película: