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– El historial del siguiente paciente es interesante. He seguido el caso durante años. Es una enferma de 29 años. Padece un trastorno esquizo-afectivo agudo. Tiene los síntomas corrientes: depresión, ansiedad, reacciones violentas y manía persecutoria. La estructura de sus delirios es realmente única: Cree que una máquina llamada Terminator, de aspecto humano, por supuesto, fue enviada a través del tiempo para matarla.
– Es muy original…
– Asimismo, cree que el padre de su hijo era un soldado enviado para protegerla.
– ¡No…! (Risas).
– Él también es del futuro, del año 2029, si no recuerdo mal. ¡Ah! ya hemos llegado. [1]
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Este diagnóstico clínico está sacado de una película de ciencia ficción por lo que los hechos que relata la paciente están muy lejos de la realidad, sin embargo, el desarrollo de la situación refleja perfectamente el comportamiento de la gente con poder. Lo que se ha producido es un error de diagnóstico debido a que el responsable de hacerle ha tenido más en cuenta sus creencias que los hechos que denuncia su paciente-víctima. ¿Será siempre así? Seguramente no, pero no sabemos en qué porcentaje pueda ocurrir, porque, ocurrir, ocurre.
El experimento de Davis Rosenhan demostró que esa es la conducta normal del ser humano que se encuentra insertado convenientemente en la sociedad cuando se enfrenta a alguien que cuestiona sus creencias sobre cómo es el mundo real. Como es de sobra conocido, Rosenhan envió a una docena de voluntarios a diferentes hospitales, alegando problemas mentales, con el fin de conocer la exactitud de los diagnósticos psiquiátricos. Sobre este experimento, hay un artículo de Edith Sánchez [2] con conclusiones muy interesantes:
«Tanto antes como ahora, el diagnóstico psiquiátrico o psicológico tiene una carga subjetiva.
Ya Ronald David Laing, pionero de la antipsiquiatría pensaba que el diagnóstico psiquiátrico no era fiable.
Cada psiquiatra ve lo que quiere ver, de manera sesgada. Lo mismo pasa con todo el personal que atiende a los pacientes.
Todo lo que hacían los pacientes del experimento era interpretado como anormal por el personal del hospital.
Todos los falsos pacientes salieron con un diagnóstico que decía esquizofrenia en remisión. Es decir, que eran enfermos mentales que, de momento, no presentaban síntomas.
Solo un grupo de pacientes del psiquiátrico pensaba que se estaba investigando al hospital«.
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Entonces, vemos que hay gente que reconoce la realidad. ¿Debemos pensar que los locos saben más que los cuerdos? Posiblemente, aunque no por locos sino porque, como otras muchas personas, conocen la naturaleza humana por experiencia personal, por haber sufrido al hombre, cosa que no enseñan los libros y desconocen los sapientes. Por otra parte, como defendemos en este texto, muchos son calificados de locos porque denuncian hechos contrarios a las creencias de las personas que tienen la capacidad social de “catalogarles”.
El hombre normal, que de normal no tiene nada (salvo por lo de habitual), entiende la situación que reflejan la película citada y el experimento de Rosenhan, pero solo lo aceptan en abstracto, piensan que, si fueran testigos de una de esas situaciones, serían capaces de identificarlas y de ponerlas remedio, pero lo cierto es que, cuando se les comenta la existencia de un caso real, tienden a buscar una explicación racional, es decir, social. Por ejemplo, nadie quiere creer que los hechos descubiertos por Rosenhan sobre las conclusiones de unos titulados puedan volver a repetirse, lo racionalizan diciendo que eso es cosa del pasado, un pasado que piensan ha sido superado, porque piensan que la sociedad es perfecta y que no admitiría un error tan grande. Lo que parece que ignoran los hombres normales es que el hombre es la misma cosa desde hace miles de años y su conducta seguirá siendo la misma que ha mostrado en el pasado.
La característica de los titulados, incluidos los titulados incompetentes, es que tienen poder. Con ese poder hacen valer su opinión. Recientemente, un sabio con poder ha reconocido públicamente haber actuado de esa forma: Anthony Fauci, epidemiólogo jefe de la Casa Blanca, reconoce que se inventó la imposición del distanciamiento social [3]
La interpretación que hacen de los hechos es una interpretación social. La educación recibida les obliga a realizar una interpretación de la conducta humana a través de “su ciencia” y de las costumbres sociales, es decir, del poder de su cargo. Los titulados quedan obligados a razonar de acuerdo con unas normas, de forma que dejan de recurrir a la comprensión y a la intuición, porque les han enseñado a desconfiar de ellas, y ven el mundo a través de sus prejuicios y conveniencias. El hombre normal opondrá, a este argumento, que los titulados hacen correctos diagnósticos, pero dígannos, teniendo en cuenta que el experimento de Rosenhan es innegable, ¿En qué porcentaje aciertan, en un 90%, en un 50% o en un 10%? ¿Cómo podemos saberlo, si son ellos mismos quienes valoran sus conclusiones? Las conclusiones de esos titulados no son falsables, científicamente, carecen de rigor. ¿Será cierto que, primero, se inventó la psiquiatría, como poder social, y, luego, la enfermedad mental?
Notas:
1.- Conversación de una secuencia de la película Terminator 2: El Juicio Final, de James Cameron, 1991.
2.- Edith Sánchez: https://lamenteesmaravillosa.com/
El impactante experimento de Rosenhan y las dudas sobre la psiquiatría
3.- La Gaceta, 11 de enero de 2024: https://gaceta.es/estados-unidos/anthony-fauci-epidemiologo-jefe-de-la-casa-blanca-reconoce-que-se-invento-la-imposicion-del-distanciamiento-social-20240111-1324/