Antes de entrar al análisis propiamente de la película del brasileño Marcelo Gomes, merecedora del máximo galardón que otorga el Festival de Huelva de Cine Iberoamericano —aunque yo no se lo hubiese dado por lo que explicaré a lo largo del presente texto—, quisiera hablar del Líbano, porque Retrato de um certo Oriente es una película de memoria, según lo dicho por sus propios realizadores, que versa sobre el país de los cedros, y para no ser cómplice del terrible error que se comete en la película de tener memoria selectiva, una estrategia propagandística milenaria (no sé sí este sea el caso), es mejor poner las cosas en su lugar desde el principio, sobre todo cuando lo que se busca es hacer memoria. Además de que los antecedentes que se puedan plasmar en el presente prolegómeno nos servirán para analizar de mejor manera el largometraje, que es la función social de la crítica de arte, dicho sea de paso.
Para hablar del Líbano, necesariamente, tenemos que hablar de su historia, y la historia del Líbano es una maraña de esencias buenas y perversiones que dan como resultado situaciones trágicas muy complejas, que se vuelven incomprensibles si no se va a las raíces del asunto.
Sobre la base de la coincidencia de una rica variedad de culturas y religiones y una posición geográfica estratégica, se fue construyendo, producto de la intervención imperialista de las potencias extranjeras, un conflicto perenne imposible de resolver en el Líbano.
Principalmente, por esta razón, la historia libanesa es una historia de violencia e inestabilidad. Líbano ha estado sometido, directa e indirectamente, a la autoridad e injerencia de varias potencias mundiales. Primero el imperio Otomano, hasta el final de la primera Guerra Mundial cuando los franceses aparecen en la escena “formalmente”, porque ya desde mucho antes incidían “informalmente” en este país. A partir de la segunda mitad del siglo XX son los estadounidenses los que liderean el intervencionismo.
“…Con el pretexto de proteger a las comunidades cristianas, las cinco grandes potencias (Francia, Gran Bretaña, Rusia, Prusia y Austria) van a imponer al Imperio en 1841 —a raíz de un conflicto grave entre las dos confesiones libanesas— una solución a la cuestión del Líbano. La zona fue dividida en <los distritos: uno druso y otro maronita, denominados Caimacamatos, por el nombre de la institución que las regía, dirigidos por indígenas. El druso comprendía los distritos de Líbano central y meridional y el maronita los del norte, sirviendo de límite entre ambos la carretera de Beirut a Damasco. Cada una de las dos provincias contaba con una minoría de la otra confesión en su seno y se seguía subdividiendo en los feudos tradicionales bajo la autoridad del Mokata’yi, Emir, Muqaddem o Cheij.”[1]
La diversidad cultural y religiosa del Líbano fue utilizada aviesamente por estas grandes potencias imperialistas para facilitar y justificar su presencia e intervención en la zona, mediante la construcción de un entramado muy complejo de falsos intereses, mezclados con los ocultos y verdaderos intereses creados que cada una de estas potencias tiene en la zona, en su imperecedera ambición de expandir su dominio de explotación, control y miseria. Debido a ello, se originaron grandes y violentos conflictos entre las dos comunidades (cristianos y musulmanes) artificialmente constituidas y confrontadas con intenciones separatistas.
“Pero las tensiones intercomunitarias continuaron. De los sucesivos enfrentamientos violentos entre ambas comunidades (1841, 1845 y 1860) el último fue el más grave. El número de víctimas en Líbano y Siria —a donde se extendió— parece que ascendió a 20.000. Francia, haciendo valer el mandato de la convención de las cinco potencias reunidas el 3 de agosto de 1860 intervino, enviando tropas que desembarcaron el 16 de agosto. El intento de los países europeos de conseguir un régimen administrativo para el Líbano controlado por ellos concluyó en el Reglamento orgánico del 9 de junio de 1861, sustituido más tarde por el del 6 de septiembre de 1864. La soberanía del Mutassarrifat de Monte Líbano seguiría ejerciéndola el Imperio Otomano, pero colocada bajo control de las cinco potencias, cuyos embajadores firmarían el estatuto con Alí Pacha en representación de Turquía…”[2]
La presencia importante, en cuanto a número, y milenaria de los maronitas, y otras comunidades cristianas minoritarias, fue palanca y puente para la introducción de la influencia y propaganda occidental en el Líbano y la construcción del mencionado entramado insidioso.
El principal punto de interés del imperialismo capitalista en el Líbano, más que las riquezas naturales, es la posición geoestratégica que lo caracteriza. La maldición de esa zona que no sólo ha afectado al Líbano, sino que también afecta a sus vecinos: Siria, Irak y Palestina. Si lo analizan sin complejos, podrán ver que todos estos países han sido arrasados por el pulpo imperial. Siria, semidestruida, hasta hace unos días todavía ofrecía cierta resistencia, pero acaba de caer.
Revisando la región quedan Jordania e Israel, el primero terminó doblegándose a los intereses imperiales muy temprano y eso le ha permitido cierta estabilidad —la clásica disyuntiva filosófica de vivir de rodillas o morir de pie—; y el segundo, el segundo no es más que una creación artificial del propio imperio construida para destruir.
La creación del Estado de Israel en Palestina en 1948 es una pieza fundamental de este rompecabezas de perversión y genocidio, etnocidio; que está fuera de la comprensión del 99% de la población mundial (el rompecabezas de perversión); debido en parte a la desidia, apatía; y en parte, al control y manipulación de la información. Es por eso por lo que el arte, el verdadero arte, el arte independiente, el cine, el verdadero cine creado en las mazmorras de la tecnología, debería de ser ese instrumento de ilustración, a veces, en los mejores casos, iluminación, y comunicación humana que no ha sido o que dejó de serlo hace mucho tiempo.
Los ingleses y los franceses se repartieron Medio Oriente al finalizar la primera Guerra Mundial, desarticulando al derrotado Imperio Otomano. Salíamos de una dominación para entrar en otra, bajo el infame pretexto de una protección que nadie pidió. Fuera los turcos, vienen los franceses y vienen los ingleses. Para los sometidos, lo que hubo solo fue un cambio de dueño. Francia se quedó con el Líbano y Gran Bretaña con Siria. Hoy, 100 años después, ambas están destruidas, en un proceso lento y cruel que no termina, porque los pueblos dignos se resisten a vivir de rodillas y no han hecho más que resistirse a esa dominación.
Líbano alcanzó, supuestamente, su independencia hasta 1943, y eso a medias, porque realmente nunca dejó de ser intervenida y sometida a los deseos de occidente, a través de diversos métodos y estrategias, de los franceses primero y después los gringos, más claramente a partir de 1953. Por otro lado, aunque es parte de la misma disputa, el Líbano jamás ha dejado de recibir incursiones violentas y periódicas de los israelitas.
La construcción de la nueva Nación libanesa, a partir de ese año de 1943, de sus instituciones políticas más importantes y de su propia Constitución, no fue más que una copia sin modificaciones relevantes de las instituciones y Constitución impuesta por Francia bajo su colonización legalizada por la Sociedad de Naciones; respetando incluso el peor de los rasgos de este régimen: la distribución confesional del poder político.
El más relevante y principal factor de inestabilidad es esta perniciosa distribución confesional del poder político. Aunque si bien es cierto está distribución y segmentación del poder en el Líbano viene desde el imperio Otomano, que por presiones de los propios franceses e ingleses se implementó. La mera verdad es que el régimen conflictivo y separatista que se mantuvo intacto hasta 1989, y que conserva todos sus rasgos, con cambios menores, hasta nuestros días, fue diseñado por los franceses desde la constitución de 1926 y antes.
“El vértice del Estado lo ha ocupado siempre un presidente de la comunidad cristiana, en concreto de la religión maronita. La Presidencia del Gobierno por un sunita y la Presidencia del Parlamento por un chiíta. Aún cuando, desde hace décadas, los porcentajes demográficos han variado con relación al conjunto de la población, esta distribución del poder se ha mantenido intacta, siendo ello uno de los grandes focos de inestabilidad no resueltos.”[3]
El parlamento también tiene una distribución confesional. Desde su creación en 1932, los diputados se distribuían bajo un raro sistema que garantizaba que de los 55 diputados siempre hubiese una mayoría cristiana, dividiéndolos en 5 grupos de 11, donde 6 plazas estaban destinadas a los cristianos y las otras 5 para los musulmanes. De tal forma que el Parlamento tenía, invariablemente, 30 diputados cristianos y 25 musulmanes. Esto cambió progresivamente en cuanto al número de diputados, no en cuanto a las proporciones ni la distribución confesional.
Las mínimas reformas sustanciales se dieron hasta 1989, al término de la guerra civil, con la firma del tratado de paz, a base de sangre y muerte, porque los franceses no han querido soltar prenda. Aun así, el sistema confesional y de dominio cristiano se mantiene hasta nuestros días.
“El sistema parlamentario libanés funciona a través del principio de distribución confesional, por el cual cada grupo religioso tiene asignado un número fijo de diputados. Desde la creación del Parlamento en 1932 durante el mandato francés hasta el estallido de la guerra civil en 1972 existió una relación de 6:5 entre cristianos y musulmanes, si bien tras la firma de la paz de 1989 en la ciudad saudí de Taif se estableció el actual sistema paritario, que otorga el mismo número de asientos a las confesiones cristianas e islámicas. Igualmente se señaló que la Presidencia del Parlamento correspondería a un ciudadano musulmán chií, mientras que el número de escaños aumentó de 99 a 128, de los cuales 43 son Católicos (33.6 %) , 27 son Sunitas (21%) , 27 son Chiitas (21%) , 20 son Ortodoxos ( 15.6 %), 8 son Drusos (6.2%) , 2 son Alawitas (1.5%) y uno Evangélico (0.8%).” Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Parlamento_del_Líbano
Y aquí viene el otro gran problema del Líbano: el cacicazgo. El país se encuentra bajo el control y dominio semi-feudal de unas cuantas familias, cuyos apellidos invariablemente ocupan los puestos más relevantes del poder político.
La guerra fría tiene, especialmente, como objeto del deseo, de ambas partes, al Líbano, que se tiene que mover entre ambos intereses como el mejor de los toreros para tratar de salir lo mejor librado posible, ahora no se trata sólo de arrodillarse, sino ante quien lo vas a hacer. Hasta que las presiones terminan por hacer ceder al gobierno libanés en turno y decantarse por EE. UU. Lo que nadie calculó, o pocos lo hicieron, es que el movimiento nacido en Egipto, conocido como nasserismo, el panarabismo, y quizás, quizás, alguna labor de doble cara de los franceses (diplomacia le llaman a veces), hiciese que el pueblo libanés, todas las facciones, no solo los musulmanes, se resistiese a la intervención formal y legalizada gringa y se movilizará de tal forma que las revueltas se incrementaron. El gobierno se arrodilló, no contaba con el pueblo no lo seguiría.
Luego vinieron, pero como una extensión y consecuencia de la misma problemática insertada, no como algo nuevo, las dos guerras civiles, la primera en 1958 y la segunda de 1975 hasta 1989.
Otro factor de desestabilidad en el Líbano es la intervención de Siria, que siempre ha querido, sino una anexión, si la estrecha colaboración, incluso unión formal, político-económica de las dos naciones, más que con miras imperialistas, con la intención de lograr la supervivencia conjunta y no competitiva de ambas naciones azotadas por el mismo mal. Cabe mencionar aquí, que los franceses en el año 1920 crearon un decreto por el que algunas poblaciones de Siria pasan a ser del Líbano, así, sin más, ora sí que como se dice coloquialmente, por decreto.
Como ya se ha mencionado, el genocidio palestino y la diáspora que genera es otra de las causas que han originado la perpetua inestabilidad en el país, pero eso no debe de verse como una causa distinta al imperialismo e injerencia extranjera que rige el destino de los libaneses, porque todas son ramas de un mismo árbol. La invasión sionista hizo que enormes cantidades de palestinos tuvieran que huir al sur del Líbano, con lo que se inició otro punto de enfrentamientos en esa zona del país.
“La primera avalancha de refugiados en 1948 y la segunda entre 1967 y 1971 complicaron la convivencia intercomunitaria y además colocaron al país en el centro de las disputas y de la guerra israelo-palestina. El Líbano se vio sacudido de forma violenta a lo largo de todos esos años. Las escaramuzas y los choques armados en el sur, entre fedayines y el ejército israelí, fueron una constante desde la Guerra de los Seis Días en adelante, hasta el estallido de la guerra de 1975. Esta guerra tuvo múltiples fases y se tejieron y destejieron alianzas militares continuamente a lo largo de los quince años que duró la misma. La intervención masiva de israelíes y sirios desde 1976 convirtió al Líbano en un escenario encarnizado de todos los conflictos de Oriente Medio. Además de ellos, intervinieron los iraníes, los iraquíes y las potencias occidentales con el trasfondo de la Guerra Fría que siempre estuvo presente.”[4]
Las guerras civiles no solucionaron nada, o muy poco. Los problemas milenarios y medulares del país continúan existiendo:
“La distribución del poder es ligeramente reformada, sin poner en entredicho la preeminencia cristiana dentro de los aparatos del Estado, cuando abiertamente en el país la mayoría confesional es la musulmana. La presencia siria e israelí siguió siendo muy importante hasta el inicio de la década de 2000. Los israelíes terminan retirándose ese año gracias al acoso a que estaban sometidos por parte de la guerrilla de Hezbolá, y los sirios se van después del asesinato de Hariri en 2005. Sin embargo, los problemas intercomunitarios, la crisis económica y la reconstrucción inacabada de los desastres materiales de la larga guerra aún están presentes, y siguen siendo fuente de conflicto e inestabilidad. La presidencia de Emile Lahoud ha tenido que afrontar el nuevo escenario abierto en Oriente Medio tras el 11 de septiembre de 2001. Y la violencia reaparece de forma intermitente, haciendo prematura la posibilidad de hablar de un país totalmente pacificado…”[5]
El sistema político confesional separatista, la pobreza y la estructura feudal también perviven en este país. Ni hablar del intervencionismo extranjero, con EE. UU. ahora a la cabeza y Francia defendiendo lo que le queda. La actual guerra, que más que guerra es una matanza de israelitas sionistas financiados por EEUU sobre estos pueblos, es muestra irrefutable de esta circunstancia que sólo el que no la quiere ver no la veré, porque independientemente del complejo entramado sociopolítico que caracteriza al Líbano, hay cosas, como la injerencia extranjera en la zona, que son más claras que el agua.
Retrato de um certo Oriente habla de la historia de una pareja de hermanos libaneses, jóvenes, de la facción cristiana, a lo mejor maronitas, muy probablemente de clase media alta: Emir (Zakaria Al Kaakour) y Emilie (Wafa’a Celine Halawi), que, entre las revueltas del país, deciden huir con rumbo a Brasil. Emir dice que huye porque no quiere morir en la guerra, probablemente la guerra civil que se avecina, y prácticamente obliga a Emilie a acompañarlo en su aventura migratoria.
La película está basada en un libro que se llama Relato de um certo Oriente de Milton Hatoum; pero se trata de una adaptación muy libre, así que no vale mucho la pena remontarnos al libro. Sólo decir que el libro trata de la historia de toda una familia libanesa que emigra al Brasil (tres o cuatro generaciones), es narrada por una mujer de la que nunca se sabe su nombre, que pertenece a la tercera generación de migrantes de aquella familia. Una de las historias conexas es la de esta pareja de hermanos que, creó, son los abuelos de la narradora del libro.
Situada temporalmente en la década de los 40, por allí leí que en 1949. Como sea, como las características esenciales de la problemática del Líbano se han mantenido a lo largo de su historia (distribución confesional del poder político, semi-feudalismo y, principalmente, la injerencia extranjera que ha permitido y alimentado los otros factores), no es muy relevante precisar exactamente el año. Lo que sí se puede determinar es que se trata de la época en la que los franceses seguían siendo el principal motor de la injerencia extranjera y de la violencia en el país. La injerencia gringa llegaría a partir de los años 50.
Los hermanos, para llegar a Brasil, se trasladan en barco, un viaje intercontinental, muy largo, en el que Emilie conoce a Omar (Charbel Kamel), quien, para su desgracia, nunca mejor dicho, es musulmán; y se enamora de él. A partir de allí se forma un triángulo amoroso de irremediable cuadratura, como la mayoría de los triángulos amorosos.
Cuando Emir descubre el idilio se encoleriza en grado extremo, al punto de que trata, sin éxito, de matar a Omar. A su hermana le reprocha lo que él entiende como una traición “Esta gente mató a nuestros padres” dice Emir tratando de hacerle ver a Emilie la rivalidad histórica extrema existente entre las dos comunidades religiosos a la que cada uno de los enamorados pertenece.
Para no ser seguir haciendo revelaciones, salvo alguna suelta que sea necesaria para el análisis, sólo diré que al final el amor triunfa, aunque con costos demasiado altos, que no se deberían de pagar en ningún caso.
La película es en blanco y negro. La actriz del papel protagónico: Wafa’a Celine Halawi, dijo, en la rueda de prensa que se realizó al día siguiente de su proyección en el Festival de Huelva, que eso fue una sorpresa para todo el elenco, que mientras filmaban no sabían que iba a ser en blanco y negro.
Lo pienso y me pregunto si, incluso, el propio Marcelo Gomes no lo sabía y fue una decisión que se tomó de último momento en el proceso de montaje. Había pensado que, a lo mejor, el director había escogido el blanco y negro por esta cuestión de la memoria. En la novela, a diferencia de la película, los episodios que retoma el largometraje no son vividos en ese momento, sino que se trata de recuerdos narrados, relatados (Relato de um certo Oriente) y, quizás, para dar esa impresión o ese toque de remembranza (Retrato de um certo Oriente) se había escogido la opción del blanco y negro en el filme.
Ya que tocamos este punto de la memoria, como decía el principio, aunque la película sí es un instrumento que nos permite, si queremos, hacernos conscientes de los problemas del Líbano, esto se hace de manera parcial y eso al final puede resultar pernicioso, porque es muy fácil de tergiversar.
Marcelo Gomes plasma de manera clara el conflicto entre las comunidades religiosas en el Líbano, pero de una forma romántica, los Romeo y Julieta árabes. Además, y principalmente, no muestra las causas, el origen del problema que se aborda con la película, el origen del conflicto entre las comunidades religiosas en el Líbano como si esto hubiese sido espontaneo. Y si no se abordan las causas, realmente no estamos haciendo memoria, es más bien propaganda.
La principal finalidad de hacer memoria, de la memoria histórica, es conocer las causas y los orígenes de los eventos que han lastimado a los pueblos, por lo tanto, no se puede hacer memoria sin remitirse a las causas primeras de los eventos de los que se quiere tomar consciencia, porque entonces podemos confundirnos, podemos construir una conciencia falsa o tergiversada. Todo está conectado, no podemos desligar el presente del pasado ni el pasado del origen, porque si somos selectivos estamos manipulando.
Quien vea una película como esta sin los suficientes antecedentes históricos y/o sin el ánimo de investigar en lo personal más sobre el tema, se puede quedar con la idea de que los problemas en el Líbano son espontáneos u ocasionados únicamente por los libaneses y su diversidad, que más bien en ese caso sería fanatismo, cuando no es así, de ninguna manera es así. Si no se conoce la causa externa, si no se identifica al verdadero y principal enemigo, vamos a tomar una consciencia falsa de las cosas, lo que resulta muy conveniente para que los verdaderos culpables de las tragedias en el mundo sigan operando impunemente y los problemas se perpetúen, como sucede en Medio Oriente.
En Retrato de um certo Oriente, la cosa va más allá y eso me hace desconfiar de la legitimas intenciones de Marcelo Gomes: En la película no sólo no se responsabiliza en lo más mínimo a los franceses que son los grandes culpables de lo que pasa en el Líbano en ese entonces —ahora junto con los gringos—, sino que, incluso, se crea un personaje, que a lo mejor tiene cierto origen en la novela, pero no es igual —lo que demuestra que hay una intención allí—. Se trata de un fotógrafo, he leído más de un comentario en los que se dice que es italiano, no sé de dónde sacan eso, a mí me parece francés (me remito estrictamente a la película), en la novela es alemán, como sea un europeo blanco occidental. Marcelo Gomes tiene el descaro o cinismo, de mostrar a este fotógrafo francés, como una voz conciliadora, el fotógrafo occidental parece ser la única persona sensata que trata de hacer entrar en razón a Emir para que apruebe, perdone o por lo menos acepte o tolere el inminente matrimonio de Emilie con Omar. Si lo analizan un poco a la luz de los hechos históricos, resulta infame.
Entonces, el director no sólo no hace la mínima, la más mínima y pequeña alusión al intervencionismo extranjero en el Líbano, sino que, además, resulta que el único con la capacidad emocional e intelectual de analizar las cosas de manera más humana y alejada de pasiones, odios y rencores, es el fotógrafo francés, caray incluso si esto es accidental resulta por lo menos indignante. Cuando la realidad es que, si nos fuéramos a la vida real, el francés sería el que puso a pelear a los dos hombres.
Hay muchos ejemplos de lugares en el mundo donde, sin un sistema separatista, insidioso y conflictivo como el ideado por los franceses en el Líbano, conviven pacíficamente comunidades de diversas religiones y creencias, incluso, y a lo mejor sobre todo, en el mundo árabe, donde es muy normal que judíos, musulmanes y cristianos sean hasta vecinos.
Otro ejemplo de las omisiones históricas de la película: Sí ésta está situada en el año 1949, ese es el año en el que empieza la diáspora palestina, eso fue lo que pudo haber provocado la desesperación de Emir, porque la emigración masiva de palestinos a Siria movió las proporciones de cristianos y musulmanes en Líbano y eso generó inestabilidades, esas inestabilidades aumentaron los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, pero para entender bien todo y antes de responsabilizar a los palestinos debemos preguntarnos: ¿Por qué fue que se dio el éxodo palestino al Líbano desde 1949? Fue porque los ingleses, y la hegemonía imperial, crearon el Estado de Israel en 1948 y los israelitas sionistas empezaron a atacar a los palestinos sacándolos de sus tierras y de sus casas.
Estéticamente la película luce bastante, en parte por la elección del blanco y negro, pero le atribuyo mayor mérito a la fotografía que logra sacar lo mejor de cada toma y secuencia. Con ese ojo en cualquier color la película hubiese quedado bien. Me queda la duda de sí las partes filmadas en la Amazonía, que no son muchas, la mayor parte del largometraje transcurre en un barco, hubiesen quedado mejor a color.
Las actuaciones son también muy buenas, tampoco hay queja de la ambientación que facilita llevarnos a aquellos años de mediados del XX. El guion es bastante bueno, es decir en cuanto a los diálogos en concreto y el aspecto meramente literario, olvidándonos, desde luego, de su cariz propagandístico. En donde, por cierto, justificarse diciendo que la novela estaba planteada de la misma forma, no tendría validez, porque la película se sale en muchas ocasiones de lo planteado por la novela, una adaptación absolutamente libre, libertad en la que cabía, reparar las omisiones de memoria histórica graves, en su caso, del autor de la novela.
En conclusión, estéticamente Retrato de um certo Oriente de Marcelo Gomes es, sin ninguna duda, una de las mejores películas de las seleccionadas en el Festival de Huelva para competencia, y si nos limitáramos a ese aspecto, no hubiese tenido la mínima objeción de que se llevará el máximo galardón al que se puede aspirar en este festival. Pero, si miramos la cuestión ética, en lo particular, por lo aquí explicado, yo la hubiese descartado como candidata al premio. Aunque claro, y pensándolo mejor, lo que ha ganado es un Colón de Oro, a lo mejor es el premio más ad hoc que puede encontrar.
Anécdota:
Aunque no estuvo el director en la rueda de prensa de Huelva, no perdí la oportunidad de preguntarle a Wafa’a Celine Halawi, massea, qué opinaba de que no se hubiesen incluido en la película alusiones al intervencionismo extranjero en el Líbano. Por cierto, ella es una chica que vive en Líbano y que el día de la proyección en el Gran Teatro de Huelva, aprovechó el tiempo de la presentación para dar un sentido discurso en favor del alto al fuego en el Líbano, que en esos días estaba siendo bombardeado por Israel.
Esto fue lo que le pregunté y lo que contestó, hay que decir que Wafa´a, hizo un gran esfuerzo por comunicarse en español, cosa que se agradece enormemente, por lo que, a lo mejor, aunque habla muy bien español, al no ser la lengua con la que se siente más cómoda hablando, se vio limitada para decir más cosas:
Yo: Felicidades por tu actuación y por la película yo quería hacerte dos preguntas, la primera es en cuanto al rodaje: ¿La comunidad indígena a la que llegaron es una comunidad real? Y si tienes alguna anécdota, alguna cosa que te haya llamado la atención para compartirnos. Y la segunda: Es una película de memoria ¿sí? y a mí me llama la atención que no se haga mención de la injerencia extranjera en el Líbano ¿tú qué piensas al respecto se debió haber hecho eso o tenemos que tener la memoria así?
Wafa´a: Sí, la familia de indígenas con quién filmamos son indígenas de verdad. El personaje de Anastasia y sus padres son indígenas y este encuentro estaba muy fuerte para mí porque el encuentro con la Amazonia también es algo mágico y cuando estábamos filmando la primera escena tuvimos que parar porque los insectos… [tenía] picaduras de insectos en todas las piernas y no podía continuar y Anastasia, Rosa, me dice que: sabes, cuando entras en la Amazonia tienes que pedir permiso y protección; yo pensé que sí, claro que sí, pero con el rodaje… y todo… Y entonces hicimos como una ceremonia con los padres de Rosa y después nada se acercó a mí… nada… Esto es mágico creo sí… y la segunda pregunta si puedes repetir por favor.
Yo: Que es una película de memoria la que están presentando y creo que eso es muy valioso. Yo sé que tú no escribiste ni la novela ni adaptaste el guion, pero quería saber, porque me parece que hay una omisión importante en cuanto a la injerencia extranjera que ha tenido el Líbano a lo largo de su historia reciente después de la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días, como parte de este proceso creativo, si crees que está bien encuadrarlo de esta forma o sí a ti te hubiera gustado que se ampliarán más las referencias históricas, respecto al rompimiento del tejido social en Líbano.
Wafa´a: Bueno, la película es en los años 40 y Marcelo quería que las cosas están un poco como en… no muy precisas históricamente, pero que aluden a situaciones que acontecieron y que acontecen de nuevo y de nuevo y de nuevo y para mí es lo más importante porque es una ficción que habla de una realidad… no es, no es muy importante si es históricamente 100% justo o si presenta las cosas de manera muy como un documentario, la esencia de lo que cuenta esta película creo que es lo más fuerte y creo que lo hace de manera muy humana y muy universal también, porque es verdad que habla del Líbano de lo que acontece en el Líbano pero también habla de lo que está pasando en la Amazonia con los indígenas y esta cosa de tierra; es una cosa que vemos en todo el mundo y que cada vez esperamos que… o que tenemos un poco más conciencia ahora… no, no vamos a repetir. Si una película nos hace pensar en todas estas cosas creo que cumple su función.
TRAILER
[1] López García, Bernabé y Fernández Suzor, Cecilia. Líbano: Una Federación de comunidades. Apuntes para la historia política libanesa. /en/ Revista de estudios políticos (Nueva era). Número 37 enero-febrero 1984. Pág 240. Visible en: https://www.cepc.gob.es/sites/default/files/2021-12/16134repne037244.pdf
[2] Idem… p. 241
[3] Garí Hayek, Domingo. Historia Contemporánea del Líbano. Confesionalismo y política (1840-2005). Ediciones Idea. 258 pp. Pág. 10.
[4] Idem… 11.
[5] Idem…13.