A 80 años de la Expropiación Petrolera realizada en 1938 por Lázaro Cárdenas, el presente parece formar parte de una singular máquina del tiempo que nos instala de regreso en la apertura a la iniciativa privada que aprobó el actual gobierno de Enrique Peña Nieto. No es gratuito que cada año esta conmemoración deje de ser anunciada con bombo y platillo en las escuelas o en los medios de comunicación. Justo por ello es preciso volver sobre los pasos. Para ello haremos acopio del texto de Adolfo GillyEl cardenismo, una utopía mexicana, quien recrea los sucesos de aquel 18 de marzo de 1938.

La reunión de gabinete que tuvo Lázaro Cárdenas para anunciar la Expropiación ocurrió un viernes a las 20:00 horas.

Eduardo Suárez, el secretario de Hacienda, refirió en sus memorias su participación en esa reunión, en ellas nos cuenta que «el señor Presidente me citó para que me presentase en su domicilio particular en Los Pinos. Esperé un poco en la antesala y vi salir al señor licenciado Lombardo Toledano, secretario de la Confederación de Trabajadores de México, y a los líderes del Sindicato Petrolero. Enseguida el señor Presidente me invitó a que lo acompañara en su automóvil a que diéramos algunas vueltas por el Bosque de Chapultepec, para ponerme al tanto de lo que había determinado que debía hacerse y para que nos reuniésemos posteriormente con los miembros del gabinete presidencial, a quienes tenía reunidos en el Palacio Nacional.»

“Llegamos a Palacio, y en el salón de Consejo de la Presidencia de la República el señor general Cárdenas me dio la palabra para exponer lo que habíamos hablado en nuestro paseo por el Bosque de Chapultepec. Todos los ministros aprobaron la resolución tomada, y el decreto de expropiación fue firmado ahí mismo por el señor Presidente y refrendado por el señor don Efraín Buenrostro, secretario de Economía Nacional, y por mí, en mi carácter de secretario de Hacienda.”

El viernes 18 de marzo Cárdenas anotó en sus Apuntes estas pocas líneas:

“En el acuerdo colectivo celebrado hoy a las 20 horas comuniqué al Gabinete que se aplicará la ley de expropiación a los bienes de las compañías petroleras por su actitud rebelde, habiendo sido aprobada la decisión del Ejecutivo Federal.»

“A las 22 horas di a conocer por radio a toda la Nación el paso dado por el Gobierno en defensa de su soberanía, reintegrando a su dominio la riqueza petrolera que el capital imperialista ha venido aprovechando para mantener al país dentro de una situación humillante.”

Cárdenas no registra discusión alguna en esa reunión: simplemente, poco antes de leer el manifiesto redactado por Múgica, “comunicó” al gabinete que sería aplicada la ley de expropiación y su decisión fue aprobada.

Era viernes en la noche. El Presidente mexicano había ganado un fin de semana de ventaja. En sus cálculos entraba la sorpresa, y por lo tanto una respuesta más lenta que lo necesario de la otra parte. El anuncio, en efecto, tomó desprevenidos a los corresponsales extranjeros, a las embajadas y a los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Betty Kirk, corresponsal de The Christian Science Monitor, lo refería pocos años después:

“La noche de las expropiaciones agarró durmiendo a los corresponsales extranjeros. Habíamos vivido semanas de intenso trabajo informando, hecho por hecho, el gran juego del Capital Extranjero versus México. Habíamos cubierto las huelgas, las manifestaciones obreras, las decisiones de la Suprema Corte, el desafío y las amenazas de las compañías, la audacia coherente del Presidente. Pero a las seis de la tarde del 18 de marzo de 1938, pensamos que el juego estaba concluido cuando las compañías sacaron un último viraje y aceptaron pagar los 26 millones de pesos de aumento decretados por los tribunales. Esto era una aplastante victoria para el gobierno, que registramos en nuestros despachos, y luego, distendidos, nos fuimos a jugar.»

A Estados Unidos lo «agarraron dormido» 

Mientras esto sucedía en México, en Estados Unidos, Josephus Daniels, el embajador de Estados Unidos, dice que se enteró de la expropiación a través de los corresponsales extranjeros:

Estaba yo sentado en mi estudio en la embajada en la tarde del 18 de marzo de 1938, cuando representantes de la prensa estadounidense y mexicana llegaron a la embajada y pidieron verme. Estaban excitados y sorprendidos, y yo también quedé sorprendido cuando me dijeron que esa misma tarde, momentos antes, el Presidente Cárdenas había anunciado por radio un decreto expropiando las propiedades de las compañías petroleras estadounidenses y británicas en la República, acusándolas de “conspiración” contra México.

A las siete de la mañana del sábado 19 de marzo de 1938, llegaba un escueto telegrama del Departamento de Estado a Daniels. Preguntaba si las compañías tenían plazo para apelar y pedía que en la información sucesiva se tomara en cuenta “la posibilidad de actividades alemanas, italianas o japonesas, tales como negociaciones para comprar petróleo”.

En esa primerísima reacción, tal como lo habían previsto diez días antes Cárdenas y Múgica, la preocupación del Departamento de Estado en Washington era ubicar las consecuencias de la medida mexicana dentro de la situación internacional. Hilando más fino el significado de esa reacción, es posible imaginar que la mentalidad de los funcionarios de Estados Unidos se resistía a aceptar la posibilidad de que el gobierno de un país como México se hubiera lanzado solo a la aventura expropiatoria sin tener previas seguridades de alguna otra gran potencia. De uno u otro modo, la pregunta era lógica.

Ese sábado 19 de marzo Josephus Daniels envió sucesivos telegramas al Departamento de Estado informando sobre los antecedentes y el desarrollo de la situación. El domingo 20 de marzo a las 13 horas, en respuesta a las preguntas de Washington del día anterior, telegrafió:

“En mi opinión, la medida en que el Presidente y el gobierno se han comprometido al hacer esta expropiación prácticamente elimina la probabilidad de un arreglo en el futuro cercano. Las compañías sienten que la única posibilidad de arreglo sería si la expropiación de sus propiedades por el gobierno condujera a una quiebra económica tan seria que el Poder Ejecutivo de este gobierno cambiara de manos. Esto último no parece probable.”

El domingo 20 de marzo Josephus Daniels dio una conferencia de prensa. Los periodistas volaron desde Estados Unidos para engrosar las filas de los corresponsales permanentes y se le pidió al embajador Daniels que diera una entrevista a la prensa. Esos periodistas, en efecto, esperaban del embajador una declaración de enérgica condena a la expropiación. No la hubo. Al día siguiente, The New York Times tituló la información de su corresponsal Frank Klukhohn:

“Embajador dice que México agarró a Estados Unidos dormido –Daniels declara que el Departamento de Estado no sabía de las expropiaciones– Un rayo en cielo sereno”.

El embajador Josephus Daniels afirmó que a Estados Unidos lo había agarrado “completamente dormido” el plan del gobierno mexicano para expropiar las compañías petroleras extranjeras. Preguntado si era correcta la impresión mexicana de que Washington había aceptado de antemano la expropiación, el señor Daniels respondió: “Ni el Presidente Roosevelt ni el secretario de Estado Cordell Hull ni yo sabíamos sobre la expropiación. La impresión general aquí era que habría una incautación (receivership ) por parte del gobierno. La expropiación fue un rayo en cielo sereno”.

Mientras tanto, por instrucciones del gobierno los trabajadores y el sindicato estaban tomando las instalaciones a su cargo en todos los campos y oficinas petroleras. Pese a algunos primeros informes alarmistas y a ciertas inevitables fricciones, la operación se desarrolló con calma y diligencia. “Los estadounidenses y extranjeros en general han encomiado mucho el trato que recibieron de los trabajadores en relación con su partida y el retiro de sus efec­tos personales”, informó uno de los funcionarios de la Huasteca Petroleum al cónsul de Estados Unidos en Tampico.

Lo interesante de la recreación que realiza Adolfo Gilly es que nos lleva a imaginar parte de lo que se vivió ese viernes en Palacio Nacional y la reacción que hubo en Estados Unidos unas horas después. Tal recreación retoma los discursos oficiales de dichas naciones, indagar tras bambalinas de forma crítica en tal historia oficial -tanto en la mexicana como en la estadounidense- es lo que nos corresponde como lectores y como ciudadanos.

 

 

 

Fuente

Este texto está basado en fragmentos tomados del blog La cosa en el artículo «México: Aquel 18 de marzo ds 1938, cuando se expropió el petróleo«, escrito por Adolfo Gilly, quien retoma su propia obra sobre la Expropiación Petrolera.