La historia convencional, como nos la han enseñado durante nuestra formación educativa básica, es aquella que enfatiza el recuento de los grandes acontecimientos, la construcción de narrativas sobre las acciones de personajes excepcionales. A esa historia le podemos llamar la historia de los vencedores, la historia hegemónica. ¿Cómo podemos construir otro tipo de historia?

Desde mi primer artículo, mis lectores pudieron notar que una de las motivaciones de tener esta columna consiste, justamente, en construir otra historia. Cuando uno habla del Ska mexicano los referentes saltan inmediatamente: Panteón Rococó, Inspector, Sekta Core. Incluso cuando hablamos de la escena del occidente del país nos encontraríamos con un combo de bandas canónicas. Hoy nos encontramos ante un gran dilema, ¿cómo vamos a construir una historia fuera de lo referencial? ¿Cómo vamos a construir la historia de los invisibles? Hoy haremos un intento por contar la otra historia, vamos a hablar del Santo Tekila.

Santo Tekila fue fundada en el año 2002, eso quiere decir que se encuentra entre un nebuloso traspaso generacional, para esa época ya existían los Inadaptados, la Oveja Negra y No Tiene La Vaca, Los Gargas aún se llamaban Los Gargajos, muchos de nosotros, los que somos parte de la generación siguiente, comenzábamos a entrar al juego y otros aún eran unos infantes que capturaban pokemones en su gameboy advance. Nacieron en una época difícil de documentar y, por ende, mucho de lo que hicieron queda solamente en la memoria de los que estuvimos ahí.

Hablar de Luis Skandalo (el Gordo) y de Renato Contreras (el Fuji) es hablar de dos grandes personajes de la escena Ska de Jalisco, específicamente en el área de Zapopan. Y debo decir que la historia no los ha colocado en el lugar que merecen. Mi llegada al Santo Tekila se los contaré en el libro, sólo les adelantaré que fue una anécdota muy bonita. Yo tenía quince años e iban a pedir permiso a mi madre para que me dejara tocar con ellos.

El Santo Tekila era una banda convencional de ska-punk. El Gordo y el Fuji eran grandes entusiastas del género cuando conseguir música era muy difícil. Era una banda anacrónica, lo que se intentaba hacer se encontraba en el limbo que existe entre el primer disco de Kortatu y el primer disco de Ska-P. La historia ha sido tan injusta con el Santo Tekila que los documentos que quedan de la banda realmente son muy pocos, un par de videos en el Youtube y un puñado de canciones que Elian de la Biblioteca Auditiva del Ska Jalisciense pudo rescatar de la computadora del Chivo Ramone. Pasar el disco de celular en celular ha sido la única forma de seguir escuchando “Estado”, “Bar”, “Vicio”, “Torero loco” y “Señor Autoridad”.

Tocar con ellos era un caos, en su afán de imitar a PulPul, Luis Skandalo tenía una voz aguda, se le dificultaba muchísimo tocar la guitarra y cantar al mismo tiempo; por su parte, Fuji tiene una particular forma de tocar la batería, hace semanas le bauticé como la máquina del destiempo; en esos años yo era un mocoso que imitaba a Iñigo Muguruza tanto en ejecución como en performance; la seriedad musical la ponía un sujeto que tocaba la guitarra y al que le decían “El Gallego”. Pero nuestro desastre musical no era impedimento alguno para tocar en cualquier lugar; los patios, cocheras, patios de secundarias y fiestas de cumpleaños de los oriundos de La Consti fueron testigos del Santo Tekila.

En su momento dije que Los Gargas eran una banda formativa, dado que muchos habíamos pasado por ahí para posteriormente consolidar nuestros proyectos musicales; el Santo Tekila puede estar en el mismo tenor, aunque la lista puede ser menos rimbombante, por aquí han pasado más de una decena de músicos que hoy tienen proyectos consolidados o incluso personajes que se hoy se dedican a la promotoría musical: Sirius y Panchito del Skalon 21, Jacko de 13 Cerdos, Juan de La Minerva, Beto de Los Standars, Frank Trompetillas, Maggie, Chemo y, por supuesto, un servidor.

Luis Skandalo fue un hombre al que aprecié muchísimo, entre nosotros había una relación casi filial. Él era como el tío que yo quería tener, yo era como el sobrino que él no tenía y con el que podía hablar de música o darle consejos de vida. Cuando dejé Santo Tekila para hacer una banda con mis amigos de la preparatoria no se enojó, contrario a eso, seguimos tocando juntos muchas veces, tanto con Son Sound Orkesta como con No Hay Fianza, los seguía invitando a donde podía. Lo veía seguido porque sus padres viven en la G.V.S.A, un barrio adelante del mío, su madre y mi madre se conocían desde la primaria. Conocí a su hijo; después se casó y fui a su boda en los límites de Jalisco y Michoacán. Le mando un fuerte abrazo a su esposa y a su hijo, ojalá lean esto. Un día lo vi más delgado, me contó su proceso de vivir siendo diabético. Detesté al cuerpo de seguridad que le detuvo y privó de su libertad un par de meses cuando en un operativo le culparon de ser un revendedor de medicamentos solamente por comprar la insulina que el Estado no le suministraba de manera adecuada. Un día fui a visitarlo al Hospital de los Ayala y nos reímos mucho, prometí volverle a ver, quedó en promesa; aunque su pie le comenzaba a dar problemas, él regresó a su casa. Un día, durante la pandemia, me levanté a dar clases y alguien me marcó para decirme que Luis había fallecido, no cancelé la clase, intenté ser un profesional, durante dos horas me contuve de no llorar, al terminar la sesión de Zoom, me desplomé. No fui a su velorio, pero supe que pese a la pandemia fue un evento pletórico. Un par de semanas después mi hija me acompañó a darle el pésame a su familia, ese día Viktoria me vio llorar por primera vez. Reposa en poder, carnal. Como lo hago en la dedicatoria del libro, gracias por haberme invitado a tocar en el Santo Tekila, gracias a eso mucho de esto puede ser escrito.

El otro pilar del Santo Tekila es Renato Contreras. Él ha estado aquí desde la prehistoria, se le puede ver en los conciertos, tomando cerveza dentro o fuera del recinto, y caminando por los barrios, es un colega muy respetado y querido por la escena. Pocos personajes tan apreciados como el tió. Él ha sido testigo de estas tres décadas de ska-punk en Guadalajara y ha sido participe en la creación de otras dos bandas de las que hablaremos en su momento, No Somos Santos –la cual surge tras la separación del Santo Tekila– y la Orkesta Etilika –una de las últimas grandes bandas de la ciudad-. Hace algunos años, Fuji sufrió un accidente cardiovascular, lo que limitó su movilidad, dificultando la posibilidad de tocar un instrumento. Contra todo pronóstico médico, él sigue tocando los tambores. A su modo, la máquina del destiempo sigue dando lata. El Santo Tekila volvió y no fue en forma de fichas. Un puñado de músicos que hemos acompañado a Renato Contreras en más de 20 años de carrera nos hemos juntado para versionar algunas canciones de esa primera época del Santo Tekila. Esta vez van el Jacko y el Tío en la guitarra, Rito en el bajo, Chemo en la trompeta y yo en la voz y los coros. Volver a los escenarios ha sido una dinámica nostálgica, ensayar, planear, componer. No lo hemos hablado seriamente, no sabemos si será solamente una fecha o si habrá más, dado que muchas personas y promotores se han comunicado conmigo para ver la posibilidad de una fecha, sin embargo, esto ya no depende de las ganas, si no propiamente del estado físico y de salud de Fuji. Vayan al ChemoFest, serán testigos del regreso, y posiblemente despedida final, de una banda que hizo una leyenda invisible, pero leyenda al final: el Santo Tekila.

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