Siempre he apreciado cuando las bandas se organizan y hacen sus propios eventos. Soy firme creyente de la autogestión y de la creación de espacios construidos bajo los lazos de la solidaridad entre bandas. ¡Así se hace una escena! Por eso, cuando me invitaron al San Martín Rock Fest no dudé un solo momento en ir. Me sorprendió de sobremanera su dinámica y las formas cómo hacen las cosas.
Aunque yo ya sabía de este festival, una anécdota me unió más a él y a sus organizadores, cuando me encontraba haciendo el trabajo de campo del libro “Moriré bailando ska”, un día me encontraba compartiendo contenidos en redes sociales cuando dos contactos me comenzaron a hablar de un festival de música alternativa que ellos organizaban, lo hacían en el poblado de San Martín de Hidalgo a 64 kilómetros de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Esto es el underground del underground.

Llegó el día. Francisco y Eliseo, vocalista y bajista de Icky Faces respectivamente, habían sido insistentes sobre mi asistencia al evento. Iríamos el comandante Renato Contreras (baterista de Santo Tekila), Neska, mi comadre Lorena y mi ahijado Killian. Iríamos en modo familia punk. Nos esperaba una hora y media de camino rumbo al San Martín Rock Fest.

Del cartel solamente conocíamos a la Orkesta Etilika y a los Icky Faces. Las demás eran bandas nuevas para nosotros y escuchar a la gran mayoría de ellas nos daba una idea de lo difícil que es mantener un grupo de rock a la mitad de la nada. Siempre nos estamos quejando que la periferia nos limita en nuestra forma de socializar; sin embargo, estar a casi dos horas del epicentro cultural del Estado de Jalisco los pone en otro nivel.
El festival se realiza en un foro que es conocido como el teatro del pueblo, emula a una concha acústica, unas gradas bastante inclinadas y sí me preguntan fue un lugar bastante acogedor. Aunado a eso, se nota que se esforzaron en llevar el mejor sonido posible, hacen lo que pueden con lo que tienen a la mano.
La organización y la logística fue muy buena, todas las bandas tocaron el tiempo asignado y el festival no sufrió ningún tipo de retraso, en un momento miré preocupados a los organizadores y ellos me dijeron que el festival tenía que terminar sí o sí a las 12 de la noche. Como en el cuento de Cenicienta, la magia se acaba a la medianoche.
Hace un par de meses en una entrevista Pako me dijo lo siguiente:
San Martín Hidalgo tiene una concha acústica, eso les llama la atención a todas las bandas de Guadalajara, esta es una réplica de la concha acústica de la que está en Guadalajara, solo que obviamente en proporciones más pequeñas, las bandas de GDL dicen “no mames, una concha acústica”, yo no conozco otro municipio que tenga una, (…) esa es otra particularidad del San Martin Rock Fest: las gradas, la concha acústica.
Cuando llegamos había un centenar de personas. Muchos de ellos eran músicos que tocarían, pero la gran mayoría era público que apoyaba a su banda local favorita. En una mesa se recababan las croquetas y los apoyos hacia una asociación civil que lucha por los derechos de los perros callejeros. En otra mesa se postraban las golosinas, las chucherías y las cervezas que eran consumidas por las y los asistentes al San Martín Rock Fest.
Por cuestiones de horario no pudimos ver ni a Aztlán, ni a Efecto Joule. Llegamos cuando estaba tocando Tenemos Un Problema, brindaron un ameno set con lo mejor del pop-punk en español: de Panda a Tólidos. Después siguió Impostores y aunque eran una banda convencional de rock dieron muchos de los mejores highlights de la noche cuando tocaron versiones de la Maldita Vecindad y Molotov.
Nos acercamos al punto estelar de la noche, la presentación de Icky Faces. Quedé sorprendido, quedé admirado de la sinceridad de la banda, se han hecho lejos de Guadalajara y pueden sonar como una banda común. Tocaron versiones de Eskorbuto, Gatillazo, 2 Minutos y The Ramones. Tocaron un par de canciones en las que enfatizaban el orgullo de haber nacido en San Martín de Hidalgo y en una de ellas se dice algo que me voló la cabeza: “punk ranchero”. Reflexioné sobre lo difícil que es sobrevivir en un lugar donde prácticamente no hay escena, estar solo a la mitad de la nada.
Continuó la Orkesta Etilika, estos manes se ponen más duros cuanto más tocan. Han armado un show de casi una hora con su repertorio. No cabe duda que fueron los que más prendieron del evento y más cuando este es el género favorito de los asiduos al festival. Un día más de oficina para la Orkesta y un excelente concierto para las y los habitantes de San Martín Hidalgo.
Acabando la Orkesta siguió Last Fallen, oriundos de Tala y musicalmente la banda que mejor tocó, era una especie de hardcore, estaba bien ejecutado, se oía una banda sólida y pusieron a bailar pogo a unos cuantos. Sin embargo, ya estábamos cansados y nos esperaba una hora y media de camino de regreso al barrio de Atemajac.
Nos fuimos escuchando a La Polla Records y hablando que habíamos tenido una experiencia memorable, habíamos tenido un buen día: habíamos ido a un festival a la mitad de la nada a escuchar a una banda que toca punk ranchero.