Flow, la película animada del director letón Gints Zilbalodis fue estrenada en el Festival de Cine de Cannes (Un Certain Regard) y ha tenido un exitoso recorrido por distintos festivales internacionales de animación y cine. En el Festival de Sevilla de Cine Europeo ganó el Gran Premio del Jurado, así como el premio al Mejor Montaje.

El largometraje de 84 minutos tiene como personaje principal a un solitario gato negro que se ve sorprendido por una inundación enorme que anega violentamente todo el valle visible en el que paseaba tranquilamente.

Flow es el nombre de este gato negro, es un gato joven, inexperto, independiente, solitario, un tanto temeroso, pero inteligente, pequeño y sin maldad en el corazón.

Debido a la inundación, y sin quererlo, Flow termina en una pequeña lancha (bote) de pescadores con otros animales: un capibara, un lémur, un perro (luego se unirían más perros) y un secretario, que por defender al gato, el líder de su parvada (bandada), le ha roto un ala perdiendo la capacidad de volar, por lo que no le queda más remedio que navegar sin rumbo con los otros compañeros improvisados.

Gints Zilbalodis (director) en el Festival de Sevilla 2024. Foto: Eduardo Aragón

La accidental comunidad tendrá que librar diversos obstáculos para mantenerse con vida y secos. Con el tiempo irán aprendiendo a resolver sus problemas en equipo, las circunstancias los hacen olvidarse de la abyecta doctrina de la competencia y la tergiversada lucha por la existencia con las que nos enseñaron se tenía que vivir para sobrevivir.

Nunca se sabe que causó la inundación, si se trata de un Tsunami o del fin del mundo, pero dicha información no es necesaria para el correcto desenvolvimiento de la historia, aunque siempre se echa de menos. Los animales, de cualquier forma, tendrán que buscar la supervivencia y encontrar las causas no los ayudará a hacerlo de mejor manera, pero para el espectador siempre será más satisfactorio el saber el porqué de las cosas.

La película es muda, sin diálogos, los animales se interpretan entre ellos por sus movimientos, el lenguaje corporal y el instinto más desarrollado propio de estos seres, nuestros compañeros de planeta. Nuestros vecinos a los que tanto daño hemos hecho, al grado de que no sea difícil imaginar que la inundación es resultado del cambio climático que ya todos sabemos que está acelerando el fin de nuestra era, donde los animales no racionales, vaya paradoja, son sólo otras víctimas de los animales que se supone fuimos dotados con el don de la posibilidad del raciocinio y una moral más desarrollada. Con lo que se demuestra que vivimos en el error, al final los seres más básicos somos los humanos. Creo que, por eso mismo, tampoco salen humanos en el largometraje, no tenía sentido arruinar la historia con seres poco deseables.

La animación deja la impresión de que estamos en un videojuego. Varios de los jóvenes espectadores que se quedaron a la charla llevada a cabo al final de la proyección, organizada con el director de la película, por el Festival de Sevilla en los cines conocidos como Nervión —por la zona en la que se encuentran, aunque realmente se llaman Mk2— así se lo expresaron. Esto se debe a la utilización de cinemática de video juegos para la realización del filme.

Otro punto técnico para destacar es la utilización del software de código abierto para animación 3D conocido como Blender, lo que abre un mundo de posibilidades para jóvenes creadores pobres (sin financiamiento) que quieran explorar el mundo de la animación.

Desde mi punto de vista, lo más interesante de la historia es que pone de relieve la aparente confrontación entre dos grandes teorías sobre la evolución de las especies, la más conocida, ya que sirvió de base y sustento a la “ética” capitalista: la darwiniana supervivencia del más fuerte; y la del anarquista Kropotkin del apoyo mutuo.

Festival de Sevilla 2024. Foto: Eduardo Aragón

Darwin desarrollo la teoría, que de una u otra forma todos conocemos, que articula los conceptos de la competencia, la selección natural, la supervivencia del más fuerte y la lucha por la existencia, elementos que fueron tomados por la propaganda capitalista para justificar la ausencia de ética en el comportamiento del individuo en las sociedades humanas y toda clase de acciones viles; como signo y herramienta a la vez de adaptación o “evolución” de unos humanos (los más fuertes) para progresar, manteniendo a otros humanos (los más débiles) sometidos. Es decir, como base justificadora de la desigualdad y la explotación y en algunos casos el exterminio.

Kropotkin, aunque acepta la circunstancia de la competencia como parte de la vida y ambiente en el que tienen que sobrevivir las especies, rechaza que la solución sea la sobrevivencia del más fuerte, la explotación de unos para la supervivencia de otros; y apela al apoyo mutuo, con base en el desarrollo de códigos éticos convencionales que den orden y armonía a esta solidaridad. Kropotkin demuestra científicamente que la solidaridad y el apoyo mutuo son estrategias de supervivencia que diversas especies utilizan de forma natural para enfrentar diversas situaciones que ponen en riesgo su vida o la simple posibilidad de progreso.

Yo iría más allá que el propio Kropotkin y pondría en duda, incluso, la necesidad de competir. La necesidad de competencia surge o deriva del análisis de su tiempo (primer tercio del siglo XIX) de Thomas Malthus que básicamente dice que la población crece más rápido que los recursos para su pervivencia, y que por lo tanto los que sobrevivirán serán los que puedan alcanzar más fácilmente estos insumos vitales, esto devino en la competencia y de allí pasamos a la selección natural y a la sobrevivencia del más fuerte, que ni siquiera debería ser el más fuerte en términos darwinianos, sino el más apto, y el desastre que hoy llamamos convivencia.

La teoría darwiniana, tergiversada por la propaganda capitalista, nos enseñó que el progreso depende de la eliminación de la competencia, consagrándola como una ley universal de convivencia, es decir, única y aplicable en todo tiempo y espacio; y así lo hemos asumido, sobre todo en el mundo occidental cuyo pensamiento domina el mundo, pero esta forma de ver la evolución y el progreso corresponde, si acaso, a un momento de la evolución humana en el que ya no nos encontramos, y que incluso, a lo mejor, nunca estuvimos.

Festival de Sevilla 2024. Foto: Eduardo Aragón

A mí me parece que el gran desastre capitalista que tiene como base la sobreproducción y el consumo, paradójicamente, sentó la posibilidad o las bases para dejar de competir por los recursos vitales, ya que existen suficientes para que todos vivamos limitadamente, pero en paz y armonía.

Claro que el problema es que no todos, y menos los que tienen, los supuestamente más fuertes —que más bien son los moralmente más débiles— están dispuestos a que todos vivamos limitadamente, pero en paz. En concreto, creo que en la tierra sino hay alimentos, agua y territorio para todos, sí que lo hay para un 90% de la población, y en esos términos ya no es necesario seguirnos matando para sobrevivir. Si hoy en día nos desgraciamos unos a otros en todos los sentidos y en todas las escalas es por una inmensa ignorancia en la que nos mantiene el sistema y en un abyecto egoísmo que caracteriza a los “más fuertes” y a los aspiracionistas.

Al final, no es difícil concluir que Darwin nos perjudicó más de lo que pudo habernos beneficiado al desarrollar su teoría evolutiva. Puedo aceptar que existan mentes desactualizadas que vean la anterior afirmación como una osadía, pero lo que me parece tan difícil de creer es que El origen de las especies siga dictando normas de vida, de socialización e incluso de política, dos siglos después de su desactualización con la evolución del mundo. Esto se explica porque sin la vigencia de la teoría de la supervivencia del más fuerte como ley universal de evolución y progreso, el capitalismo y la desigualdad perderían toda razón de ser.

Independientemente de la encarnizada lucha por una supuesta supervivencia a la que nos expuso el capitalismo, hay que estar conscientes que en gran medida el deterioro del medio ambiente y el aceleramiento del fin del mundo como lo conocemos, también es en gran parte gracias a las formas de producción, distribución, consumo y acumulación capitalistas, que es otro de los temas que toca Flow, lo que la convierte, sin querer (incluso por sus creadores), en una película anticapitalista y es lo que le da una gran valía.

 Flow es un gato solitario pero autónomo, no necesita de nada, ni de nadie, no es el más fuerte, pero si es apto, bastante apto para la supervivencia. Cuando se enfrenta a la inundación apocalíptica la vida lo pone con el que la propaganda nos has dicho que es super enemigo: un perro, un perro juguetón, y con otras especies. Al principio, cada uno de los personajes trata de conservar ese individualismo humano que creen los ayudará a sobrevivir, poco a poco el espacio limitado del bote y las circunstancias irán haciendo que todos necesiten de todos y descubrirán que más allá de la competencia, la colaboración y la cooperación, los llevará a mejores resultados.

En Flow, aunque no muy claramente, pero pareciera que Kropotkin les gana la partida a los propagandistas de Darwin y una de las moralejas nos permite ver que también cooperando se puede no sólo sobrevivir sino incluso vivir, en toda la expresión positiva de la palabra.

Festival de Sevilla 2024. Foto: Eduardo Aragón

Flow es una película correcta, bien hecha. La historia está bien desarrollada, aunque queda la impresión que con un principio más generoso narrativamente hablando hubiese quedado mejor. También hay una secuencia surrealista que me parece que sobra. Hay más de un mensaje positivo que puede invitar al espectador atento, culto y proactivo a hacer reflexiones respecto de la manera en que vivimos los humanos en este sistema artificial.

A mí la animación, es decir, la imagen o la estética de la imagen se me hizo un poco extraña, no sé si eso es bueno o malo, sólo visualmente extraña, pero no tengo los conocimientos necesarios para poder esbozar una crítica sostenible, ni siquiera para describir mi percepción, así que solo dejo el comentario.

Flow competirá para el Oscar y seguramente en algún momento del 2025 la podrán ver en la gran pantalla y no lo duden, hay que verla, una película muy bonita, pero sobre todo, anticapitalista, para iniciar el año con el pie derecho.

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