Foto: Clara Toscano

Hoy caminaba por calles conocidas 

y me encontré otra vez contigo. 

Me pregunté a mi mismo si recordaba la vez que estábamos sentados juntos, y tú estabas llorando. 

Me dijiste: «quisiera que me dijeras que todo va a estar bien, me abrazaras y nos olvidaramos de todo ésto». 

Me levanté, te abracé, y te dije que todo iba a estar bien. 

Rompiste en llanto, porque no querías que te dijera eso yo. Querías que te dijera eso la persona que no había traicionado tu confianza. 

Me respondí: «sí, me acuerdo.» 

Seguí caminando, y me volví a acordar de ti. 

Me pregunté a mí mismo si recordaba la vez que estábamos juntos en ese restaurante. Yo tenía hambre, y tú también; pero no querías comer lo que había en el menú. Me sentí molesto. La verdad no fué un recuerdo grato, pero lo recordaba. 

Y me respondí a mí mismo: «sí, lo recuerdo.» 

Seguí caminando, y después me acordé de ti… 

Pero no fué gratuito. Ahí estaba el parque donde nos habíamos visto cuando era muy pequeño. 

Me pregunté a mí mismo si recordaba cuanta ilusión tenía de verte. 

Recordaba las cosas tontas que quería platicar contigo, como mi videojuego favorito. Y mientras recordaba, me dí cuenta que solo me escuchabas por compromiso, y que en realidad no te importaba mucho lo que te estaba diciendo. 

«Está bien» pensé, «no te culpo. ojalá me hubieras querido conocer…» 

Pero no lo hiciste. 

Aún así, me respondí: «sí, lo recuerdo.» 

Seguí caminando, y me encontré con la calle en la que pasábamos todo el día hace no tanto tiempo. 

Me pregunté nuevamente si recordaba la vez cuando íbamos caminando después de pasar todo el día juntos, y que rompí en llanto por acordarme de ella. No sabía lo que me estaba pasando. 

Tú estabas muy confundida, pero te dolió mucho verme así, y lloraste también. Sabías que estaba herido y esas heridas me perseguían… pero permaneciste ahí. Y me respondí nuevamente: «sí, sí me acuerdo.» 

Me acordé de ti, y de ti, y de ti, y de ti… 

Me pregunté si era inevitable vivir con el dolor de saber que ya no estabas conmigo, que si las heridas que me dejaste y las que me intentaste sanar, alguna vez iban a dejar de dolerme. 

Me respondí que no sabía, pero más que dolor, debería recordar cuánto te amé; que así como tú me lo dijiste, la vida es como un gas, que toma la forma del recipiente en la que la pongas, y que era mi decisión colocarla en un recipiente con forma de amor o de dolor. Me dije que tu vivías en mi, y que yo decidía si recordarte con encono o con dulzura, y seguí caminando. 

Entonces me pregunté por última vez si me acordaba de ti, y dije: «sí, sí me acuerdo».

Nos miré un rato, volví a vivir lo que fuimos, y cuando acabé, me miré a mí mismo. Sonreí, dije gracias, y seguí mi camino.

Por: Adrián Cerpa

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí