1
La fe en la razón conduce a la idiotez. En derecho, si no se han presentado oportunamente las pruebas necesarias en un pleito, el pleito se pierde porque, gracias a un proceso establecido racionalmente, los hechos o los documentos útiles para conocer la verdad ya no pueden ser aportados para ser valorados. La verdad y la sociedad resultan, absurdamente, víctimas de la razón.
Más difícil de explicar a los poderosos es que su mayor problema resulta ser que no quieren conocer y lo que desean es confirmar lo que saben. Pero resulta que, más que saber, están cargados de creencias y perjuicios, causa de su condición.
Cuando se reunía la iglesia en concilios para resolver cuestiones teológicas, los intervinientes no podían saber cómo era realmente Dios. Lo que hacían era exponer cómo, a su modo de entender, debía ser su Dios, es decir, crearon a Dios a su imagen y semejanza.
2
Hemos conocido a muchos necios que, cuando se les expone el caso de una conducta incomprensible por parte de alguna vaca sagrada de una comunidad, dan una explicación que nada tiene que ver con los hechos presentados, pero que deja en buen lugar a esa persona y desautorizan la interpretación que se les ha hecho. No conciben que una persona respetable sea injusta, ignorante o incoherente; el injusto, ignorante o incoherente debe ser quien le critica. Nos dicen cómo, a su entender, deben ser las cosas de este mundo perfecto, es decir, cómo, a su modo de pensar, deben ser las personas de las que se les habla, y no conciben que sean de otra forma ni por excepción en casos aislados. Pretenden que, en el orden establecido, ciertas personas queden por debajo de otras y entienden que hay una ley no escrita por la que a las primeras no les está permitido cuestionar los actos de las segundas. La idiocia es fruto de la razón y de la fe en ella.
La madre de Arthur Fleck, el Joker, en la película de Todd Phillips, seguía escribiendo al señor Wayne para que reconociera a su hijo a pesar de los numerosos desaires del todopoderoso señor. Como buena idiota creyente en la justicia social, pensaba que un señor tan importante no podía ser injusto, y las creencias en la bondad del hombre social no la permitían reconocer la verdad.
3
Cuando a alguien con poder que defiende una creencia se le cuestiona su criterio se vuelve energúmeno, no porque acabe poseído por un espíritu maligno sino porque se manifiesta el demonio que ya llevaba dentro, que no quiere ni oír hablar de la verdad, por lo que no te deja exponer tus razones. El necio se vuelve malnacido. En esos casos, el poderoso sabe que hay un respeto social hacia un cargo y es el primero que no quiere que se desacredite a nadie con poder.
No hay muchas películas que hagan referencia a este hecho, no se desconfía del juez, del policía, del médico, del abogado, del político…, porque así lo ha decidido la comunidad y ordena respetarlos. Se desconfía, claro, cuando se sabe que son delincuentes, pero no se desconfía cuando interpretan los hechos de forma conveniente a la ideología, intereses o o creencias sociales. Ese tipo de corrupción no se considera delictiva, está amparada por el orden establecido y por la corruptela generalizada.
Esa conducta no ha sido advertida ni por los sabios analistas de la conducta humana ya que ellos mismos están condicionados por las creencias de la sociedad en la que viven, por lo que no comprenden la aberración que supone ese proceder. A estos hombres les ocurre como a los peces que habitan el océano, que no son conscientes de que viven en agua salada. Es el pez de agua dulce el que muere en ese medio.
4
En la miniserie de TV Creedme (Unbelievable, serie de TV, de Susannah Grant, Michael Dinner y Lisa Cholodenko, de Netflix, de 2019), basada en hechos reales, una adolescente adoptada dos veces, Marie Adler, presenta una denuncia por violación. Como, según su primera madre adoptiva, le gusta llamar la atención y no se comporta como la sociedad espera que lo haga una víctima, sospecha que se ha inventado la agresión y así se lo dice a la policía, que, con esa valiosa información, presiona a la hija para que reconozca que presentó una falsa denuncia. Como la chica ve que, cuanto más defiende la verdad, mayor violencia emplea la policía para que confiese –y como ya ha sufrido situaciones semejantes en las que ha comprobado que de nada sirve tener razón porque la fuerza acaba por imponerse– confiesa a gusto de la policía y se retracta de su denuncia por violación. Para colmo, se la acusa y se la condena por un delito de falsa denuncia, cosa inusual cuando no se ha denunciado a una persona concreta, lo que hace suponer que el fiscal buscaba darla un escarmiento, de forma que se cumple la máxima social por la que el bueno tiene derecho a causar el mal. Si las buenas personas hubieran actuado sin tanta buena fe y sin tantas creencias e interpretaciones acordes con el concepto establecido de cómo es la comunidad, se hubiera impuesto la verdad. Pero el caso es que, desde el punto de vista social, era la verdad la que había triunfado.
5
El caso entra dentro de lo que se conoce como profecía autocumplida, que es una predicción que es la causa de que se haga realidad ya que los que la defienden hacen lo posible porque se cumpla. Un necio, por buena voluntad que tenga –que nunca la tiene–, puede causar mucho daño a un inocente. Y así es cómo actúan los poderosos (y así es cómo interroga la policía), ejerciendo su fuerza sobre los demás, creyendo en sus propias interpretaciones sin tener capacidad de comprender los hechos. Al final, en el caso real, se descubrió la verdad porcasualidad porque el agresor cometió otros delitos en otros lugares en los que otros policía, tuvieron la suerte de conocer los hechos y, dejando a un lado sus prejuicios, se vinculó al acusado con la agresión a Marie por haber utilizado el mismo modus operandi en todos esos casos.
Descubrir la verdad fue la causa de que se hiciera una serie con final feliz, pero habría que preguntarse, en cuántos casos, la interpretación errónea de los hechos, o su deliberada manipulación, habrá llevado a la condena de un inocente que no ha podido demostrar la verdad. En el caso de condenados a la pena de muerte en los USA, se calcula que ese “error” es del 3%. Y más aún, deberíamos preguntarnos con cuántas consideraciones erróneas vivimos tan a gusto en nuestra amable sociedad.