A medio concierto Chiosan habla y pregunta al público: “hace 21 años, ¿quién tenía 10 años?”
De los centenares de almas tristes que nos dimos cita en el C3, la noche del 6 de septiembre del presente, solo uno 4 despistados levantaron la mano. La pregunta es indigesta (para una generación que malvive de riopam), pero esclarecedora por sí misma: 2003 (y nuestra juventud) está más lejos de lo que nos imaginamos, de lo que quisiéramos.
Austin TV visitó la ciudad de los socavones en López Mateos, las manchas de humedad que parecen divinidades y las cruces “orgánicas” en su centro histórico, para celebrar juntos el vigésimo primer aniversario de su popular material discográfico intitulado “La Última noche del Mundo”.
En una ciudad como Guadalajara es más seguro que alguien se sepa los diálogos de Volver al Futuro II que la obra de Ray Bradbury que inspiró el título de esta magna obra post rockera, igual nada de eso importa cuando todos nos prendimos al unísono ante “Ella no me conoce”. Austin TV siempre ha hecho gala de su divergencia, de su forma de entenderse como distintos, pero nunca ajenos. Brincaron al escenario vestidos con uniformes escolares de suéter azul cielo y camisas blancas, todos con máscaras del emblemático conejo. Austin, esa noche, no nos planteó un viaje al pasado, nos propuso una reinterpretación de ese material y advirtieron al público que se valía sentir:
“Si tienen ganas de gritar, griten. Que no les de pena… que no les de pena sentir”.
La frase es poderosa si la dejamos correr dentro de nosotros, como uno. El pudor individual se iba diluyendo con cada guitarrazo de Nazari y Acky, el bajo duro de Rata, la precisión escandalosa de Xna Yer y la libertad en los teclados de Chiosan.
Este concierto más que una “segunda vuelta al disco”, fue una invitación para sacudirse el pudor a sentir ,que nos tiene atrapados desde hace más allá de 21 años. Austin TV nos preparó la mesa para hacerlo, aunque sea por poco más de dos magnificas horas donde no solo se tocó íntegro el disco ya referido, sino algunas de sus piezas populares y otras solo conocidas por los más recalcitrantes grupees de la banda.
Al final del recital y cuando las luces se prendieron, la banda se dio unos minutos para saludar y agradecer a los asistentes reacios a irse sin una foto con ellos. Gesto que los vuelve amables… cercanos a un público que, con su composición redonda como banda, han sabido consolidar. Que vengan muchos aniversarios más para una banda que no queremos que se acabe nunca.