La película A Different Man, de Aaron Schimberg, tuvo su estreno mundial durante el Festival Internacional de Cine de Berlín. En el apartado actoral, ganó el Oso de Plata a la mejor interpretación protagonista, a cargo del actor rumano estadounidense Sebastian Stan. El reconocido como ‘Soldado de invierno’ en el universo Marvel, se llevó el premio por su trabajo en esta cinta.
Sinopsis: El ambicioso actor neoyorquino Edward se somete a un procedimiento quirúrgico radical para transformar drásticamente su apariencia. Como resultado, muchas cosas cambian en su vida y, sin embargo, todo sigue inquietantemente igual. Aunque haya cambiado exteriormente y pueda comenzar una nueva vida, sigue siendo quien es y no quien quiere ser. Luego se pierde el papel de su vida y el nuevo rostro de sus sueños se convierte en una pesadilla. Un hombre diferente es un thriller oscuro pero ingenioso que profundiza en la turbia esfera entre la autopercepción y cómo nos perciben los demás.
Siempre ha sido un misterio para mí, la cuestión de la belleza física: saber si realmente existen unos parámetros universales e innatos de la belleza, de tal forma que desde que nacemos podemos percibir lo bello de lo que no lo es; o si estos parámetros se van construyendo a lo largo de nuestras vidas.
Aunque, en principio, trato de no estar de acuerdo con cualquier característica humana que implique una esencia, algo innato en nosotros —pretendo ser un existencialista, a veces más por conveniencia (aspiración) que por convencimiento (certeza)—, en el caso de la estética todavía no encuentro como justificar que casi el 96% de la gente encuentran bella físicamente a una persona de facciones finas, simétricas y armónicas, blanca, rubia y de ojos azules —por poner quizás el más difundido estereotipo de una persona bella, sin que sea el único—. Y por el contrario, los indígenas o los negros o los asiáticos pueden resultar en lo general, es decir, proporcionalmente frente a las masas, “feos” o no bellos, o “diferentes”.
¿Es acaso que ya nacemos con una noción clara de lo bello, homogénea, perceptible universal (por todos) e innatamente? ¿O podremos acreditarle cierta construcción de la belleza a la propaganda capitalista —¿Barbie y Kent como estereotipos de lo bello, no por innatismo o connaturalidad sino por impulso—?
La cuestión estética no se determina únicamente respecto a las apariencias humanas, sino que se extiende a las cosas, los paisajes y a los animales, pero entre las cosas, los paisajes y los animales, me parece que no encontramos parámetros tan claros para universalizar la determinación de lo bello. Habrá a quien le guste un tipo de playas en particular o los bosques o algunas flores, hay a quienes les gustan los perros grandes y quien prefieren los perros chicos, chatos o narigones, pelones o lanudos. Aunque podemos encontrar un paisaje lo suficientemente bello como para gustarle a un 96% de la gente, no suele ser tan común.
Y del arte ni hablar, el arte es el más democrático de los objetos de la estética, creo, quizás porque para apreciar la belleza en el arte no estamos tan adoctrinados masivamente como para apreciar la belleza humana. Por el contrario, la educación encaminada a la apreciación estética del arte es un privilegio, una cuestión de élites; este vacío epistemológico, propio del capitalismo, da rienda suelta a los gustos de las masas que no han recibido los parámetros básicos para determinar lo que es bello de lo que no, en la apreciación del arte —sin que con ello quiera decir que el arte feo, no bello o diferente, no sea digno de apreciación o análisis, simplemente me refiero al establecimiento de parámetros para el establecimiento de lo bello en el arte—.
En este sentido, tampoco hay que olvidar aquella frase que sirve de consuelo y aliento a los que entendemos como feos o “diferentes” —diferente según los términos de Aaron Schimberg: A Different Man—: “la belleza está en el interior”, y es verdad, pero en este caso me gustaría enfocarme al aspecto meramente físico, porque la belleza interior, la mayoría de las veces, queda supeditada a la exterior. El primer filtro de interés o atracción entre las personas que no se conocen es el físico y muchas veces no pasamos a un segundo filtro, la belleza interior.
Si nos adentramos un poco más al caso de la belleza humana física, está el punto de las deformidades, casi a todo el mundo nos causa un impacto negativo la primera impresión que nos da ver una persona con alguna deformidad, con la piel machacada, quemada, o los labios chuecos, con cicatrices o chichones en el rostro. ¿Esto también es normal? Es decir, ¿Existe una normalidad de la forma humana? Y si existe está normalidad ¿cómo la construimos o ya nacemos con una imagen de la normalidad humana y de recién nacidos podemos espantarnos por una persona que después aprenderemos que no tiene las proporciones estandarizadas para ser “normal”? Es posible que sí, al ser casi todos los seres humanos de determinada forma, textura y dimensiones, quizás, es más fácil determinar “lo normal” de lo distinto, de lo diferente.
ADVERTENCIA. A partir de aquí, vienen varias revelaciones de la película.
El director de A Different Man: Aaron Schimberg, aborda este tema en su película y lo lleva a un extremo que todavía no sé cómo tomar. La verdad es que a pesar de que he dejado pasar unos días para asentar la ideas, repensarlas y formarme un criterio adecuado y racional sobre esta película, todavía no estoy seguro del todo de qué pensar de ella.
Empiezo por lo fácil: juzgando lo estético, técnico y artístico, A Different Man es una película bien hecha, con buenas actuaciones; la inserciones musicales parecen pertinentes y en algunas ocasiones más que eso; hay un buen guion, por momentos ingenioso, gracioso y onírico, que la verdad no sé si eso abona o va en detrimento de la película, porque al final uno no sabe si existe un planteamiento serio o filosófico, o sólo estamos frente a un sarcasmo/sátira un poco superficial de la tendencia humana a rechazar lo que es diferente.
La película está bien hecha técnicamente, pero argumentativamente no estoy seguro del todo: Edward (Sebastian Stan), un hombre con neurofibromatosis, que vive en condiciones poco favorables, conoce a una guapa chica que de manera muy natural —natural al interior de la película, pero sin mostrar razones claras hacía el exterior, hacía la audiencia, de esa naturalidad que normaliza la diferencia, lo que está muy bien, pero no sé explica por qué la chica ve tan normal a un hombre seriamente deformado y por lo tanto no sabemos cómo tomarlo— empieza a tomar interés por él, incluso de forma romántica. Paralelamente Edward decide hacer un tratamiento experimental para combatir su deformidad, al tiempo que se involucra más con esta chica, Ingrid (Renate Reinsve), al grado de que por momentos sus frustraciones aumentan.
El tratamiento experimental funciona y Edward se cura totalmente y da por terminada su anterior vida. Paradójicamente debajo de las deformidades de Edward se encontraba un hombre estéticamente atractivo, el Kent de Barbie estaba allí más allá de la neurofibromatosis de Edward, quien decide fingir el suicidio del anterior Edward. De repente, vemos al nuevo Edward, en unas condiciones de vida distintas, en una mejor casa y con muchos amigos, entendemos que el éxito ha llegado por fin a su vida, Edward es realmente Kent, sólo le falta su Barbie.
Un día, accidentalmente, Edward se encuentra a Ingrid, la sigue hasta un pequeño teatro y se da cuenta que ella está tratando de llevar al teatro la vida del anterior Edward y las experiencias que vivió con él cuando fueron vecinos.
El nuevo Edward quiere aplicar para el papel que representa al viejo Edward en la obra de teatro de Ingrid, pero hay un problema, ya no está deforme. A pesar de ello y con la utilización de una máscara, logra convencer a Ingrid de hacerlo. Ellos se empiezan a relacionar emocionalmente también, ahora Edward al no estar deforme tiene más confianza en sí mismo, como para seducirla y lo logra. Al parecer Kent había encontrado a su Barbie.
Es aquí donde aparece Oswald (Adam Pearson, quien en la vida real padece neurofibromatosis) a quien también le interesa el papel del viejo Edward en la obra de Ingrid —y también le interesa ésta—, y que aparentemente cumpliría mejor con el rol por mantener la condición física más adecuada para la obra de teatro, al menos en términos estéticos.
Oswald, a pesar de su deformidad, es alguien muy seguro de sí mismo, que tiene pequeños éxitos en su vida cotidiana, es, digamos, popular y exitoso en términos estadounidenses estudiantiles. Oswald aparentemente se resigna a no tener el papel, pero realmente no lo hace y se involucra en las vidas de Edward e Ingrid, hasta que le quita el papel y, además, a la chica, a nuestro Kent renacido.
Edward se siente completamente frustrado, desplazado, más frustrado incluso de cuando era deforme y hace una serie de tonterías que lo llevan a una vida miserable. Por el contrario, la vida de Oswald brilla después de conseguir éxito tras éxito.
Al parecer existe un problema de identidad en Edward, de tal forma que no puede pretender con éxito ser quien ya no es, quién era, pero que por diversas circunstancias ahora quisiera ser y es desplazado por quien si sigue siendo como Edward era físicamente, pero que no era precisamente él emocionalmente. Es decir, si nos vamos a términos puramente intelectuales y emocionales, no hay nadie mejor para interpretar a Edward viejo que el mismo Edward nuevo, pero físicamente Edward ya no es como era y la cuestión física, la apariencia es tan potente para los demás que hace que sea desplazado por alguien más, incluso cuando se trata de interpretar su propio papel. La estética por encima de todo. Por otro lado, Edward tampoco puede ser el nuevo Edward y olvidarse del viejo Edward, quizás por Ingrid, quizás por un conflicto de identidad, quizás porque no encuentra su lugar en el mundo.
Todo esto nos lleva a que exista cierta añoranza y normalización de la fealdad, de lo diferente, de lo que hoy cualquiera puede entender como fealdad, ya sea que lo hayamos construido socialmente o sea una cuestión natural. Aaron Schimberg pone en manos del diferente (Oswald) todo el éxito, de tal forma que el diferente se normaliza y el normalizado (Edward) se vuelve diferente, feo, no sólo en términos estéticos sino éticos también. ¿Quién es el hombre diferente (different man) realmente? Ya no sabemos y quizás ese era el objetivo.
¿Qué es lo que deberíamos de entender de todo este planteamiento? ¿Qué la vida es una cuestión de actitud, de adaptación, por un lado, por el lado del individuo y de apertura, tolerancia e inclusión por el otro lado, por el lado del colectivo? ¿O sólo estamos frente a la descripción de la desgracia humana desde un tratamiento sarcástico, caricaturizado y ficcionado de la misma?
Hay que recordar que el actor que hace de Oswald tiene en la vida real neurofibromatosis. Eso es un punto que no podemos dejar pasar, porque Oswald de la película, quizás sea el Adam Pearson de la vida real, y entonces la obra de teatro no es obra de teatro, sino una película (A Different Man), y esto no es una ficción sino una descripción lo más apegada posible a la vida real, a la vida de Pearson, quien ha logrado trascender a pesar de su condición diferente.
Alrededor de la película juegan una serie de elementos que no nos permiten o nos sugieren no tomar en serio el argumento, empezando porque hay una serie de escenas oníricas, cuyo significado no he logrado desentrañar, de una humedad en el departamento del viejo Edward que se vuelve en un hoyo negro en el que se sumerge más y más conforme su frustración crece; no existe una justificación o explicación realista de la primera atracción de Ingrid por Edward. Pero lo que deja un sentimiento especialmente desconcertante respecto de como interpretar la película, es que el personaje de Oswald muchas veces se encuentra sobre representado, cayendo en exageraciones innecesarias que le quitan sentido a la película.
¿O será acaso que el director quiere mostrar una realidad distinta, un deber ser y tratar de romper con todos estos prejuicios originados a partir de nuestra concepción de lo bello, de lo normal, independientemente de que nuestra concepción de lo bello, de lo normal, nos venga de nacimiento o la hayamos construido a través de convenciones sociales basadas en la propaganda capitalista de Barbie y Kent? Un mundo en el que una persona deforme sea tratado con normalidad y no lo tratemos de forma diferente yendo a uno de estos 2 extremos: sentir miedo o desprecio y marginarlo o sobre valorarlo y tenerle más consideración que a una persona “normal”. En cualquiera de los dos casos estamos tratando de forma diferente a una persona con estas características físicas, sólo por estas características físicas.
Rueda de prensa durante la Berlinale 2024
A Different Man se presentó con éxito en la 74 edición del Berlinale. En la rueda de prensa, posterior a la presentación de la película, pasó algo muy curioso, y fue que la mayoría de los compañeros presentes habían hecho una interpretación distinta de la película, lo cual me dio un poco de alivio, ya que no era el único que no sabía qué pensar de la película, con la ventaja de que quizás era el único consciente de mi incertidumbre. El director Aaron Schimberg, tampoco dio muchas luces hacia dónde deberíamos de dirigir nuestro análisis ontológico de la película, me da la impresión de que él mismo tampoco sabe a ciencia cierta a dónde quería llevar al espectador al final de todo.
En defensa del cuetero. Jaque mate
Uno de los pocos puntos claros que se expresaron en la rueda de prensa es que Aaron Schimberg, en sus trabajos anteriores, había sido criticado por usar personas maquilladas en lugar de personas reales que representen una circunstancia particular, como una deformidad, pero que también había sido criticado por usar personas con deformidades porque algunos consideraban que los estaba explotando o que estaba explotando su situación. Es decir, que le había ido como al cuetero (cohetero), que lo critican porque el cuete (cohete) truena, pero si el cuete no truena también será criticado. Entonces, para esta película quiso utilizar las dos opciones (personas maquilladas (Sebastian) y personas deformes realmente (Adam)) para ver cómo se construía la crítica de a los que no nos parece nada y los criticamos todo, jaque mate.
En defensa del existencialismo o lo que es lo mismo la propaganda de lo feo
Adam Pearson también dijo algo muy interesante, dijo que el punto es llegar a la normalización, a través de mostrar tantas veces estas caras deformes, de tal manera que se vuelvan parte de nuestro imaginario de personas, que se normalicen, la propaganda de lo diferente, más allá de la propaganda de lo bello, de los Kents y de las Barbies.
Aaron Schimberg: El director vive en Nueva York, Estados Unidos. Su segundo largometraje, Chained for Life , en el que el actor Adam Pearson también interpreta un personaje central, fue bien recibido por la crítica. Un hombre diferente es su tercera película.
Filmografía: 2013 Go Down Death 2018 Encadenados de por vida 2023 Un hombre diferente.