Tuviste más de un siglo para comprobar que la Tierra se recuperará en un millón de años, que somos nosotros los que desaparecemos. Tú, quien nos advertiste:
la poesía fue
el paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
y me instalé con mi montaña rusa. Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por boca y narices.
Nos ha dejado uno más; las constelaciones van perdiendo sus puntos luminosos, nos van dejando en esta gris orfandad. Se están apagando las voces que rigieron la literatura del siglo pasado, también la música. Siempre ha sido difícil que nazcan verdaderos poetas o antipoetas, Nicanor. Y al final de tu siglo habrás notado que encima ahora hay tantas redes que los peces están quedando atrapados.
Tú tan previsor nos preparaste las palabras sobre las que te vas:
EPITAFIO
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca del ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo de tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!