El primer día del único febrero de este año, el Anexo Independencia puso a enfriar las caguamas para un evento sin precedentes: Kenarban presentaba su disco y para ello se engalanaba con un espectáculo digno de llamarse así. Pasadas las 21:00hrs Bootleg movió el escenario, la noche abrió con una banda de punk rock que promete y cumple. Hay vientos que anuncian la tormenta, pero los vientos de Bootleg anuncian una sola cosa: Guadalajara también sabe ser feliz, también sabe brincar, también sabe morir todas las noches que no dejan de ser una sola, o por lo menos eso entendemos entre 1984 y la Luz Interior. Pero estábamos hablando solo del preámbulo.

Las peores tormentas son las que no se anuncian, las que nadie ve venir, eso es Barranegra, una banda Tenochca que sin ninguna pretensión llegó a robarnos la paz como Coyotes en el desierto, en este pedazo desolador y hermoso del valle de Atemajac. Vaya cortesía y buen gusto fue escuchar su imperdible versión de Tren al Sur (Todos los que ya ocupamos hacernos una revisión de próstata lo agradecimos de sobremanera, como remanso de una paz que nunca vamos a dejar ir).

Y ya, cuando el día inevitablemente languidecía, llegaron los consentidos, los que nos congregaron esa noche. Kenarban entraba al ruedo para cortar orejas y rabo después de unos forcados de lujo. Los vatos no se guardaron anda y tocaron “Pepsiman”, que en mi muy humilde opinión no se trata de una canción, se trata de una generación, es la narración de algo que nunca va a terminar de morir. Kenarban lo supo desde el principio: “…el tiempo nos hará entender, no hay nada por perder” eso solo se lo puede permitir una banda que nació con el alma vieja y el corazón muy grande.

Uno no pide mucho de los espectáculos, solo corazón, verdades y algo de alcohol. Lo que recibimos esa noche fue mucho amor, que se sentía y emanaba sobre, bajo y a través del escenario. Esperemos que este sea un día que se repita muchas veces, enhorabuena para Kenarban, enhorabuena a la movida tapatía.


