Así como cada “memoria enamorada guarda sus magdalenas” , cada espejo guarda el reflejo y augurio de un destino, y en cada autor encontramos (porque seguir sus rastros y perversiones, se nos escapa) constantes o las hacemos con nuestras proyecciones
Cuan creadora es la intervención del hombre y
cuán grande su responsabilidad. Si la realidad
no adquiere el rostro que queremos, es culpa
nuestra… La realidad no es más que la quimera
sometida a nuestro deseo y a nuestro sufrimiento
Niko Kazantzakis, Carta al Greco
Este trabajo se desarrollará en forma de triángulo invertido. Dos puntos opuestos (mera esquematización) confluirán sobre uno central, que abarcará a ambos. Estos dos puntos superiores son la obras: Pensamiento y religión en el México antiguo, de Laurette Séjourné y Sociología de la religión, de Max Weber. Ambos desembocarán sobre Naufragios, de Cabeza de Vaca, esperando no naufragar en el intento por triangulizar dos investigaciones, una, sobre la funcionalidad de la religión (la de Weber) y la otra: el significado y valoración de la religión del México antiguo (la de Séjourné); haciéndolas converger en la crónica de Cabeza de Vaca, donde me centraré en los aspectos que involucran la religiosidad de esté nuevo mundo y su sistema de pensamiento, relatada desde la visión cargada de viejo mundo de nuestro cronista.
Comenzaré con Weber, quien presenta a las religiones (según cada una y sus maneras) como sistemas sociales, que traducen esta sistematización en simbolismos, metáforas, alusiones, conceptos, credos. Es decir, transforman un discurso social-económico–organizativo, en un discurso místico, religioso y divino. Dice Weber: «La religión nunca determina de un modo exclusivo una ética económica. Seguramente, una ética económica tiene una gran autonomía respecto de las actitudes de hombre ante el mundo, condicionadas por elementos religiosos u otros elementos internos. Determinados factores geográficos, históricos y económicos condicionan bastante esa economía. El condicionamiento religioso del estilo de vida también es uno, aunque sólo uno de los factores condicionantes de la ética económica».
Desde este planteamiento, la religión trasladada a sistema social, presenta las mismas características que hacen se mueva y funcione -ya sea bien o mal- una sociedad, y esto se da a partir de una estratificación de clases. Por lo tanto, la estratificación está presente dentro de las religiones, sea basada en un carácter meramente económico, de calidad o poder. Weber señala: «la índole de los valores sagrados buscados ha estado muy influenciada por el carácter de la situación de intereses y por el correspondiente estilo de vida de las clases dirigentes y, en consecuencia, por la propia estratificación social. Pero también es cierto lo contrario; siempre que ha habido una racionalización metódica de la conducción de todo el estilo de vida, ésta ha estado profundamente determinada por los valores últimos hacia los que se ha encaminado dicha racionalización. De este modo, esos valores y posiciones devinieron religiosamente determinados. (…) De aquí se deriva que toda religiosidad intensiva muestra una tendencia hacia una cierta estratificación por status, según las diversidades en las calificaciones carismáticas».

Acerca de estos dos aspectos, Sejourné se opone al primero pero concuerda en el último. Para ella la religión del pueblo mexicano antiguo -pero que se puede hacer extensiva a toda religión-, representa una forma de elevar la calidad humana, no refiriéndose a un plano sentimental o inmediato, sino a la esencia motora del hombre. Dicha elevación le es proporcionada por medio de un complejo ideológico-religioso: «el principio de unicidad en la religión –principio que tiene muy poco que ver con la calidad y el número de los dioses- significa que el hombre ha descubierto un centro en sí mismo y que concibe el universo a partir de ese centro. Es decir, que la esencia de todo sistema religioso reside en la revelación de un alma individual estrechamente ligada al alma cósmica: se trata en una palabra, de la divinización del hombre».
En cuanto a la estratificación de orden religioso, Séjourné presenta un cuadro de la división en el pueblo azteca para sus muertos, que concuerda con esta idea de Weber, sobre un status religioso: «Pareciera que todos los hombres no alcanzaban tal nacimiento glorioso –luego de morir-. Pasajes de Sahún afirman que solamente príncipes y altos dignatarios se convertían en espíritus o en astros, lo que indica que la Iniciación que determinaba el destino del alma no era accesible para todos».
La estratificación mostrada aquí, es hecha a nivel del “otro mundo”, vida después de la muerte, cosa que es aún más significativa, ya que habla de las dos estratificaciones posibles dentro de un sistema religioso. Por un lado, la gradación terrena, que es el papel que cada individuo juega mientras vive y está sujeto a dicho culto, y la otra, se trata de la trascendente, de la eterna, que sin embargo está totalmente sujeta a la gradación que se tiene desde tierra. Nada cambia, en la escala religiosa-social en que nace y se desarrolla un hombre, es la que tendrá al morir y renacer de nuevo.
Estos son los dos puntos que quería tratar de forma separada para compararlos, por parecerme la base conceptual en ambos autores, ahora comenzaré a entretejerlos y vaciarlos sobre Naufragios.
Cabeza de Vaca trae consigo toda la carga religiosa del cristianismo, su referencia a Dios es una constante, encomendándose, rogándole, suplicando perdón. A modo de ejemplo: “Al cabo de estos cuatro días nos tomó una tormenta, que hizo perderla otra barca, y por gran misericordia que Dios tuvo de nosotros no nos hundimos del todo, según el tiempo hacía” . Este tipo de alusiones se encuentran por doquier en su crónica, reflejando su adherencia a algo extraterreno que les protegiese de esos parajes extraños.
El siguiente punto es la cuestión del pecado y sus implicaciones en la religión, que Cabeza de Vaca enuncia de está manera: «Plugo a Nuestro Señor que, buscando los tizones del fuego que allí habíamos hecho, hallamos lumbre, con que hicimos grandes fuegos; y ansí, estuvimos pidiendo a Nuestro Señor misericordia y perdón de nuestros pecados, derramando muchas lágrimas, habiendo cada uno lástima, no sólo de sí, mas de todos los otros, que en el mismo estado vían».
Sufrimiento – Pecado. Está asociación tan enraizada en el pensamiento religioso de las tres religiones del libro. El sufrimiento como la consecuencia irrefutable del pecado. La necesidad de perdón de los mismos, de un ser, aquí el Dios Nuestro Señor de la cita anterior, que los dispensará y aliviará de dichos sufrimiento-pecados.
¿Qué dice Weber al respecto?: «surgieron organizaciones religiosas colectivas ocupadas en el «sufrimiento» individual por sí mismo y en su «salvación». Desde luego que ha sido la masa de los necesitados de salvación la destinataria de la anunciación y de la promesa de la religión. Esta masa y sus intereses devinieron el centro de la organización profesional para la «cura del espíritu», la cual, en la práctica, sólo surgió con ello. El servicio específico prestado por brujos y sacerdotes se convirtió en la determinación de los factores a que debe atribuirse el sufrimiento, esto es, la confesión de «pecados». Originariamente estos pecados fueron ofensas contra prescripciones rituales. El brujo y el sacerdote también aconsejaban respecto del comportamiento apropiado para suprimir el sufrimiento. Esto hacía posible que los intereses materiales e ideales de brujos y sacerdotes sirvieran efectivamente y de manera creciente a motivos específicamente plebeyos. Hubo un avance en esta misma orientación con el desarrollo de la religiosidad de un «redentor» bajo el dominio de infortunios característicos y recurrentes. Esta religiosidad se basó en el mito de un «salvador» y, en consecuencia, presupuso, hasta cierto punto, una concepción racional del mundo. Nuevamente el sufrimiento se volvió el tema más relevante. A menudo el punto originario de esta religiosidad estuvo dado en la primitiva mitología de la naturaleza. Los espíritus por los que se regía el ciclo de las estaciones y de las cosechas y el curso de los cuerpos celestes se transformaron en sustentadores favorecidos de los mitos del dios que padecía, moría y resucitaba para los hombres desdichados. El dios resucitado aseguraba la recuperación de la felicidad en este mundo o la garantía de beatitud en el otro».
Aquí están los puntos importantes. Los indios con su pensamiento religioso primitivo, según la perspectiva de Cabeza de Vaca, y que representa el pensamiento cristiano de la época. Ambos trabajan sobre los mismos patrones de los que habla Weber. Ambos necesitan de un Dios, de un algo extraterreno que los proteja y los salve: paralelismo.
En la siguiente cita Cabeza de Vaca, habla de estas dos posturas sobre la divinidad: «Melchior Díaz dijo a la lengua que de nuestra parte les hablase a aquellos indios, y les dijese cómo venía de parte de Dios que está en el cielo, y que habíamos andado por el mundo muchos años, diciendo a toda la gente que habíamos hallado que creyesen en Dios y lo sirviesen, porque era señor de todas cuantas cosas había en el mundo, y que él daba galardón y pagaba a los buenos, y pena perpetua de fuego a los malos; y que cuando los buenos morían los llevaba al cielo, donde nunca nadie moría, ni tenían hambre, ni frío, ni sed, ni otra necesidad ninguna, sino la mayor gloria que se podía pensar; y que los que no le querían creer ni obedecer sus mandamientos, los echaba debajo la tierra en compañía de los demonios y en gran fuego, el cual nunca se había de acabar, sino atormentarlos para siempre; y que allende de esto, si ellos quisiesen ser cristianos y servir a Dios de la manera que les mandásemos, que los cristianos tendrían por hermanos y los tratarían muy bien, y nosotros les mandaríamos que no les hiciesen ningún enojo ni los sacasen de sus tierras, sino que fuesen grandes amigos suyos; mas que si esto no quisiesen hacer, los cristianos los tratarian muy mal, y se los llevarían por esclavos a otras tierras. A esto respondieron a la lengua que ellos serían muy buenos cristianos, y servirían a Dios; y preguntados en qué adoraban y sacrificaban, y a quién pedían el agua para sus maizales y la salud para ellos, respondieron que a un hombre que estaba en el cielo. Preguntamosles cómo se llamaba, y dijeron que Aguar, y que creían que él había criado todo el mundo y las cosas de él. Tornémosles a preguntar cómo sabían esto, y respondieron que sus padres y abuelos se lo habían dicho, que de muchos tiempos tenían noticia de esto, y sabían que el agua y todas las buenas cosas las envíaba Aquél. Nosotros les dijimos que Aquel que ellos decían nosotros lo llamábamos Dios, y que ansi lo llamasen ellos, y lo sirviesen y adorasen como mandábamos, y ellos se hallarían muy bien de ello».
Aquí encontramos concisamente las dos perspectivas en juego. Un principio divino y creador; extraterreno y eterno. Todas las características que lo humano no tiene, por ello se trata de un ser superior, por ello puede ser su salvador, quien les extraiga de una realidad que no pueden abarcar y a la que tampoco pueden escapar por sí mismos, sucumben pues y lo único que les queda, a ambos —es decir, a todas las religiones e individuos que creen en ellas— es entregarse a la custodia y misericordia de ese ser atemporal y divino.
Este hilo conductor lo podemos unir a Séjourné y el mundo antiguo mexicano: «El contenido espiritual del mito de Quetzalcoatl salta a la vista: su angustia del pecado, su ardiente necesidad de purificación, así como la hoguera que lo convierte en luz, constituyen los rasgos de una doctrina religiosa singularmente emparentada con aquellas que la Humanidad, bajo lenguajes simbólicos diversos, han conocido en todas partes».
El redentor: Quetzalcoatl. La piedra angular para el pensamiento del mundo mexica, y que viene a funcionar de la misma manera que el dios de los cristianos, que el Aguar de los indios que conoce Cabeza de Vaca, y en realidad, de todo ser supremo que haga vivir a cualquier religión por medio de este trabajo de “salvador”.
Podría seguir enumerando citas y aspectos, no carentes de importancia en Naufragios, que reafirmen o ejemplifiquen lo que teóricamente plantea Weber o la investigación realizada de Séjourné, pero creo que con lo señalado hasta aquí me basta para dar las conclusiones siguientes.
La intención de hacer la triangulación presentada (espero haber conseguido dicho esquema) es porque, como sabemos, en Weber existe una objetividad cruda para acercarse a la investigación de la religión y lograr el propósito de una visión limpia y concreta sobre lo que se busca: Weber hace una verdadera sociología a partir de algo tan ligado a los hombres y las sociedades y que se presenta siempre como algo a lo que no se le puede quitar su carácter íntimo y sagrado, él lo hace posible.
Séjorné realiza su investigación buscando debajo de las piedras, sumergiéndose en cada mito azteca para trasladarlo a su significación esencial y traducirlo al lenguaje filosófico actual, que finalmente, emerge y quiere comunicar lo mismo que el antiguo. Ella no le quita el carácter intimista a dicho pensamiento religioso, pero lo hace sin sentimentalismos ni inclinación ideológica, así que la objetividad en su análisis también está presente. Séjourné me devolvió algo que como mexicana debería ser mío desde siempre, pero que tantas veces el sistema educativo elimina: la identificación con ese pasado antecesor y que me conforma, y que hasta leer “Visión de los vencidos” y esta obra, recuperé fielmente.
Naufragios fue la elección para trabajar porque quería ver cómo se nadaba sobre sus aguas y, personalmente, me sentí bien en ellas, fueron cálidas y se dejaron interpretar por mí. Aunque debo confesar, que idealmente Visión de los vencidos compaginaba mejor.
La religión es pues una creación del ser humano para sí mismo, para esos huecos que no logra ni llenar ni explicarse. Múltiples son los matices que se le dan a este acto, o cualquier acto que conlleve algo de religioso, porque al referirme a religión o religioso, hablo de todo lo que tiene un valor simbólico y trascendental para el humano porque deste mismo se lo ha otorgado, ya se trate de aquel humano de las religiones primitivas o del que estaba presente en las que surgieron y prevalecen hasta ahora. Si dicho valor es real, como lo considera Séjourné, o si se trata de un mero esquema derivado del comportamiento individual sobre la escena social, como lo expresa Weber; no es aquí lo importante, lo importante para mí, es la forma en que se manifiesta dicho valor y cómo es percibido por cada ser y encapsulado por cada religión. Porque al igual que en la literatura, lo crucial para comprender el pensamiento humano, está más en el cómo que en el qué.
Bibliografía
- Cabeza de Vaca Núñez Alvar, “Naufragios” (pertenece a una edición digital, por lo que no cuento con los demás datos bibliográficos)
- Kazantzakis Niko, “Carta al Greco”, Lumen.
- León Portilla Miguel, “Visión de los vencidos”, UNAM, México DF, 2004, 236 pp.
- Séjourné Laurette, “Pensamiento y religión del México antiguo”, FCE, México DF, 1984, 220 pp.
- Weber Max, “Sociología de la Religión” (pertenece a una edición digital, por lo que no cuento con los demás datos bibliográficos).