NOTA: Al final, incluimos un pequeño comentario, comparativo, sobre Emilia Pérez de Jacques Audiard, que también pasó con éxito en el Festival de Sevilla; la indiscutible gran ganadora europea (que eso no quiere decir que sea la mejor, simplemente es la que cumple con las demandas de la industria cinematográfica hollywoodense para el cine europeo).

¡La chica de la aguja! Si la lógica gobierna, que casi no sucede cuando se trata de traducir títulos de películas, ese deberá ser el título en español del tercer largometraje del director sueco-polaco Magnus von Horn, realizador de Sweat, aquella película que muestra lo difícil que es triunfar en el mundo moderno y en las redes sociales.

The girl of the needle fue seleccionada para competir por la Palma de Oro, en el que quizás fue el más prestigioso (que no mejor) festival de cine europeo, y con ello deberíamos de decir del mundo, Cannes. En este insuperable marco se estrenó mundialmente el largometraje de von Horn el 15 de mayo, día del maestro, del presente año. Aunque, para sorpresa de muchos, no ganó, ni Emilia Pérez, que también pasó por allí. Ganó una comedia gringa que, honestamente, no estoy seguro de querer ver, mi dosis de entretenimiento quedó satisfecha, y muy bien, con Emilia Pérez y And their children after them.

A partir de ahí, el recorrido de La muchacha de la aguja ha sido una cosecha de éxitos, premios y reconocimientos: Ganó todo, todo, en el Festival de Cine Gdynia. Ganó mejor dirección, mejor actriz, mejor fotografía y mejor dirección artística en el Festival de Sevilla de Cine Europeo, 4 de los 8 premios en disputa, lo que no se entiende es porque no ganó el Gran Premio del Jurado. Por si fuera poco, en los premios europeos celebrados el pasado 7 de diciembre ganó diseño de producción europea y partitura original europea y estuvo nominada para otros 3. Está nominada a los Globos de Oro y no he confirmado el dato, pero seguramente está o estará nominada a los Oscares, que, como no me cansaré de manifestar, no sé hasta donde eso es bueno, aunque en los tiempos que corren…

La película está basada, muy libremente, en la historia real de una asesina serial danesa: Dagmar Overbay, de la que no diré mucho más, porque de hacerlo tendría que dar información extra que les puede perjudicar para una mejor apreciación del filme. Lo que si se puede decir es que no sigue la historia de este personaje directamente, sino la de una de sus víctimas, ficticia: Karoline (Vic Carmen Sonne).

Karoline es una chica joven, proletaria, trabaja en una fábrica de uniformes, ingenua, abandonada a su suerte por la Ley, Dios y el Hombre. A Karoline se le fue su pareja, Peter (Besir Zeciri), a la guerra (estamos hablando de la Primera Guerra Mundial). Después de varios meses hay una fuerte sospecha de que ha muerto, pero no hay cuerpo mi información alguna, así que solo puede declararse desaparecido.

Karoline es una mujer que se siente abandonada (lo está), desprotegida, al borde del abismo y la desesperación, y no es para menos, el sistema la ha puesto en un lugar muy desfavorable y sin esperanza de mejorar lo más mínimo, mucho menos oportunidad de salir de la miserable situación en la que se encuentra.

Festival de Sevilla, 2024. Foto: Eduardo Aragón

En esas condiciones encuentra consuelo y cierta esperanza de protección o solidaridad (según como cada uno lo quiera ver) en el dueño de la fábrica donde trabaja, con el “patrón”: Jorgen (Joachim Fjelstrup), quien parece tener sentimientos honestos hacía ella —si es que los capitalistas pueden permitirse tener sentimientos honestos—, y empiezan un pequeño idilio.

Tras el fugaz romance, Karoline queda embarazada de Jorgen. Ante dicha circunstancia, Jorgen le promete matrimonio, pero cuando van con la matriarca para que dé su bendición a la unión, ésta se opone. Jorgen, desde luego, se somete al látigo del dinero, a las cadenas de la ambición. Él sin el capital, y el capital es de la matriarca, es nada, y Jorgen no quiere ser nada, y mucho menos, menos que nada como lo es Karoline.

Un poco antes de que Jorgen terminase con las esperanzas nupciales de Karoline, pero después de embarazarla, había reaparecido Peter, completamente desgraciado, madreado, desfigurado, destruido física y moralmente, al grado de que usaba una máscara para ocultar las huellas de una guerra que no sirvió más que para que los franceses se apropiaran del Líbano y los ingleses de Siria tras la desarticulación del imperio Otomano. Cae un imperio y se instaura otro, el verdadero ciclo de la humanidad, un poco el materialismo histórico de Marx, pero concebido de tal manera que el capitalismo nunca caería, solo cambiaría de administradores eternamente.

Karoline, en primera instancia, había recibido a Peter en la pocilga donde pervivía, un lugar lúgubre, más tétrico que el propio Peter, pero con el tiempo (no mucho), por miedo a que éste, con su mera presencia, le arruinase sus planes matrimoniales con Jorgen, decide correrlo. Karoline tenía dos hombres y un camino, como la telenovela de Emilio Larrosa y la canción de Bronco: dos mujeres, un camino, es el destino que ahora tiene para mí… la vida, son dos penas que me matan, que desde el fondo de mi alma brotan…  pero al revés, y consideró que no podía quedarse con los dos, además de que a uno lo veía como una carga y al otro como una esperanza de supervivencia y no se podía arriesgar a perder esa esperanza.

Fotograma de la película

Entonces, cuando Jorgen la rechaza, se queda sin uno y sin el otro, vuelve a quedar completamente sola y desamparada; sólo que ahora, además, embarazada. Embarazada de una criatura destinada a una vida de miseria.

Por lo que, en estas condiciones, Karoline decide practicarse, ella misma, un aborto en condiciones que uno se puede imaginar leyendo el título del largometraje, pero sin acercarse realmente a la situación. Es entonces cuando conoce a Dagmar (Trine Dyrholm), en unos baños públicos donde intenta, fallidamente, abortar; y aunque no lo crean, aquí es donde, apenas, empieza lo más denso y tenebroso de esta historia de horror, oscura y densa, que los llevará también por un recorrido de una Copenhague obrera, pobre y sucia. Ósea que no encontrarán consuelo por ninguna parte, aunque al final se trata de una película estilizada, es decir, no cruda, quedarse tranquilas audiencias hipersensibles.

La película es en blanco y negro lo cual parece ser la decisión más acertada porque le da a la pieza cinematográfica ese toque lóbrego indispensable para meter al espectador en el ambiente que se necesita para la correcta inmersión en la historia. La fotografía es excelente; sombría y tétrica, lo que la vuelve maravillosa al momento de conjuntar todos los aspectos artísticos del filme y apreciar en su integridad el resultado final.

Las actuaciones, tanto de Vic Carmen Sonne como de Trine Dyrholm son extraordinarias, la escenografía y la ambientación, así como el vestuario no pudieron ser mejores y potencializan el excelente trabajo de fotografía, ósea que el diseño artístico es fenomenal. La aportación de cada uno de estos factores hace de La muchacha de la aguja una obra más que destacable y desde luego merecedora de todos los premios que ha obtenido.

El guion también está muy bien trabajado, sin incoherencias ni excesos, sin forzar situaciones ni justificaciones sacadas de la manga y poco creíbles. Una historia cuya perfección la hace lucir sencilla, pero la verdad es que los guionistas saben hilar un montón de situaciones de tal forma que parezca una solo historia simple de una muchacha con una aguja. Todo ello sin perder, o sin poner en riesgo, la atención de la audiencia, que se mantendrá en suspenso todo el tiempo; y que cuando parezca que la película se pierde en sí misma, es solo para llevarnos a los momentos más importantes narrativamente hablando.

Por ahí hay un detalle que no puedo dejar pasar por alto, necesitaría ver la película otra vez para ver si existe alguna justificación dentro de la propia película, consiste en que Dinamarca se mantuvo neutral en la primera guerra mundial, lo que complica la justificación de que Peter se haya ido a la guerra. Esto lo supe hasta después de ver el largometraje, entonces la verdad es que no sé cómo es que se justifica, si es que se justifica dentro de la propia historia, a pesar de ello me parece importante mencionarlo. Les dejo la tarea a ustedes que seguramente muy pronto podrán ver la obra en MUBI, ya que ha comprado los derechos para la Abya Yala. Filmin hizo lo propio para España y tardará menos en exhibirla.

El filme está situado temporalmente, más o menos, en 1920, una época en la que ni siquiera se podía pensar la posibilidad del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y proporcionarles condiciones seguras para la interrupción del embarazo, ni imaginarlo. La obra de van Horn, como el mismo lo dice, es una buena oportunidad para que sigamos reflexionando respecto de ello, 100 años después cuando, no obstante que las mujeres han logrado conquistar muchos derechos, todavía existe mucha resistencia e incomprensión, y a lo mejor más debates, respecto de este asunto.

La película también habla de pobreza, de la pobreza del proletariado, ¿de quién más podría ser? Ese proletariado que vive en condiciones infrahumanas, de miseria. Obreros que además son obligados a ir a guerras que no son suyas, a defender patrimonios usurpados, y que encima de ello, cuando regresan, los que regresan, en las condiciones en las que regresan, se encuentran con situaciones menesterosas, peores de las que dejaron cuando fueron obligados a marchar a la muerte, independientemente de si sus mandantes ganaron o perdieron la guerra.

También el dilema ético, y no lo digo por la cuestión del aborto. Encontramos a una Karoline que en su desesperación tiene que tomar decisiones importantes y trascedentes una y otra vez, pero cada una de las decisiones que toma, las toma a partir de sus circunstancias menesterosas, estas circunstancias que vuelven más difícil elegir lo correcto frente a lo incorrecto, donde es muy fácil confundir o dejarse confundir por lo que es, lo que debería de ser y lo que nos gustaría que fuera.

A cada paso se ve tentada, en su afán de sobrevivir con cierta dignidad, a hundirse más y más en una fosa de maldad interminable, una mala decisión la lleva a otra y ésta a otra más oscura y más profunda en un pozo sin final; que es lo que al capitalismo le encanta que hagamos, para así decir con más fuerza: quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. La idea es que todos nos pudramos en la misma inmundicia no sólo material, también moral.

Festival de Sevilla, 2024. Foto: Eduardo Aragón

Al final es una película discretamente esperanzadora, como el cuento de hadas oscuro que von Horn quiso hacer y que le salió muy bien, en el que la muchacha inocente que se enfrenta a la maldad, a la bruja, después de muchos titubeos y errores, logra encontrar un camino, si no de luz, por lo menos de dignidad, una dignidad que no se encuentra buscando solamente mantenerse a salvo (como las audiencias hipersensibles), sino en la forma en como vivimos o morimos, sin miedo a lo último.

“Basically, it’s the story of a woman who struggles with love – how to love and be a loving person – when it’s easier to flirt with the devil. How can we find the strength when it’s often easier to let go of a moral path and say: ‘F — – it all!”[1]

«Básicamente, es la historia de una mujer que lucha con el amor – cómo amar y ser una persona amorosa – cuando es más fácil coquetear con el diablo. ¿Cómo podemos encontrar la fuerza cuando a menudo es más fácil dejar ir un camino moral y decir: ‘F — – ¡todo!’”[2]

Muchos directores, cuando se plantean hacer películas de terror, ese sentimiento que cada vez es más difícil de generar en el espectador porque el público encuentra peores cosas en la vida real, y por eso ahora pocas cosas nos asustan más que la realidad; donde los Dráculas, los Frankensteins o las brujas, ya no funcionan, la mayoría de las veces recurren a exponer situaciones demasiado explicitas de violencia y deformaciones, o de alguna otra miseria humana. Por eso tiene mucho mérito el trabajo de von Horn, que, aunque es cierto que si muestra a un Peter desfigurado de forma impactante, no recurre en exceso, ni mucho menos, a estas herramientas para lograr transmitir al público ese sentimiento de zozobra que tiene que estar adosado a la película para que ésta cumpla con la labor artística con la que se ideó.

Al parecer Marcus von Horn dijo en alguna entrevista que él había decidido, en esta ocasión, hacer una película de género porque así sentía que podía poner esta historia oscura a una distancia segura de la audiencia (“to place this dark story at a safe distance from the audience,”) y hacerla entretenida y atractiva[3]. Como si fuese una estrategia para alcanzar a las audiencias hipersensibles, consciente que quizás de otra forma no llegara a ellas.

Situación que no deja de llamarme la atención porque, aunque, desde mi punto de vista, ésta no es una película preponderantemente comercial, sino que por el contrario ha podido mantener un equilibrio con el elemento artístico extraordinario, pone de manifiesto el hecho de que algunos directores tendrán que ceder en sus formas creativas, en sus estilos, para poner a las audiencia a una distancia segura de una historia difícil de digerir y evitar que la película terminé en un cajón. Lo cual se puede ver como un recurso, un recurso muy triste, porque estamos consolidando la perspectiva de que el público tiene que sentirse seguro, cómodo, entretenido, en perjuicio del arte.

Dicho lo anterior y a la luz de este análisis, me gustaría hacer unos pequeños apuntes sobre la pieza de Jacques Audiard, que ha triunfado en los premios europeos por encima de todas las demás películas, incluida La muchacha de la aguja. Algo difícil de entender, y no es que Emilia Pérez sea una mala película, por favor, que no se me malinterprete, pero hay un trecho muy grande entre una buena película y ser la mejor película del año o una de las más reconocidas, cosa que sin duda este largometraje (Emilia Pérez) no es y, por los mismo, queda un sabor amargo de injusticia en el ambiente.

Emilia Pérez es una película, esencialmente comercial, la forzada presencia de Selena Gómez no es más que la confirmación de ello, en ese sentido, en principio no se debería ni siquiera comparar con todo el arte desplegado por von Horn, yo diría, incluso, que son las antípodas.

Festival de Sevilla, 2024. Foto: Eduardo Aragón

Una película artística de terror (una historia oscura en negro estilizado) frente a un musical de entretenimiento (también una historia densa, pero en colores pastel hiper estilizados), pero no es sólo eso. La comparación entre estos dos largometrajes será muy útil porque, entre otras cosas, nos permite evidenciar como lo comercial, dentro el mismo proceso creativo de un filme, siempre desplazará a lo artístico, de poco en poco hasta llegar a Emilia Pérez. Hay musicales artísticos, este no es el caso, eso no quiere decir, que sea malo o que no sea estético (lo bonito no siempre es arte, menos cuando es extraordinariamente artificial), simplemente tiene otras intenciones y otros objetivos que logra con creces, pero en detrimento del arte.

La principal debilidad de Emilia Pérez, y por lo que definitivamente no merece el reconocimiento que se le ha dado, es el castin (casting) de Jacques Audiard. Me parece que la elección de Karla Sofía Gascón es buena y ella responde con creces a la oportunidad que le dan, su actuación es bastante buena, no tendría mayor comentario.

El problema está en las otras dos actrices: Zoe Saldaña y Selena Gómez, mucho más notorio en la segunda que en la primera. La actuación e intervención artística de Zoe Saldaña es muy buena, casi convincente, pero al igual que lo que pasa en el caso de Selena Gómez, de una manera más notoria, porque encima su actuación no es tan buena, los perfiles de estas actrices no eran los idóneos para desempeñar los papeles que les fueron asignados, a pesar de que las actuaciones son buenas y regulares, respectivamente, no llenan las características que el personaje requiere para darle credibilidad a la historia y allí la película pierde el impulso narrativo y con eso lo pierde todo.

Y dirán que son detalles, y estaría de acuerdo, pero si estamos hablando de la mejor película del 2024, los detalles cuentan, y cuentan mucho cuando encuentras bastante calidad en otras producciones. Sólo comparemos las actuaciones de Emilia Pérez, en particular a las que me he referido, con las de La chica de la aguja, supongamos, que no es así pero supongamos, que todas las actuaciones son igual de buenas o mantienen una media similar, la falta de perfil de Zoe Saldaña y Selena Gómez rompen la armonía artística del conjunto, quiebran la estructura narrativa, descompensan la inmersión en la historia por lo que pierden calidad frente a las actuaciones de Vic Carmen Sonne y Trine Dyrholm, que logran todo lo contrario, son artísticas y armonizan con el resto del arte desplegado, impulsan la estructura narrativa y nos meten en la historia, conectan con el espectador.

Si a eso le agregamos la fabulosa interpretación de Trine Dyrholm, frente a la regular actuación de Selene Gómez, Emilia Pérez, en su valoración integral como obra cinematográfica queda muy por debajo de The girl of the needle.

Ahora, dejando la integridad del conjunto y yéndonos punto por punto: La fotografía, el vestuario, el propio guion, —que yo creo que de lo mejor de Emilia Pérez quizás es su guion y algunos de los cortes musicales, desde luego—, la música, etc.; yo no veo que haya un rubro en el que Emilia Pérez, insisto sin decir que sea una mala película, esté por encima de La muchacha de la aguja.

Las dos películas nos muestran que hay formas y formas de contar cuentos de hadas, y esto es una cuestión de gustos, lo sé, pero para mí el estilo narrativo y el arte desplegado por La muchacha de la aguja, no tiene si quiera puntos de comparación con Emilia Pérez. He dicho… aunque ustedes tendrán la última palabra y la podrán desahogar pronto porque tengo entendido que Emilia Pérez se estrena próximamente en Netflix México (no podría ser de otra forma, las mismas plataformas son un indicio del producto que vamos a ver).

El triunfo casi abrumador de Emilia Pérez de Jacques Audiard, en los premios europeos de cine es un vaticinio sobre hacía donde va el cine en el continente que vio nacer al cinematógrafo. El último reducto de resistencia del arte en el cine ha caído, algo que se veía venir desde hace algunos años que, con este éxito en los festivales, queda formalizado. Y cuando digo el último reducto, no me refiero a la “industria”, al gremio, sino a la audiencia europea.

Fotograma de la película

La conquista cultural de Europa se ha consumado, porque no es sólo al sector creativo y de producción a los que se ha dominado, eso ya sucedió hace un tiempo, estamos hablando que ahora, los hechos comentados conjugados con lo que Marcus von Horn decía de poner una historia oscura a una “distancia segura” de la audiencia para que la puedan ver, significa también que las audiencias europeas se han decantado por el entretenimiento y las historias superficiales por encima de cualquier otra cosa, incluido el arte, que es aquel que nos puede llevar a los sentimientos más elevados del espíritu, que no necesariamente son agradables o “seguros”.

No quiero terminar sin dejar de decir algo que potencializa todo lo dicho respecto de las preferencias europeas: ni siquiera creo que La muchacha de la aguja sea la mejor película europea del 2024. La comparación surge, porque son las dos películas más reconocidas a punto de terminar el año y porque el contraste ilustra los puntos que quería dejar de manifiesto.

TRAILER


[1] Aparentemente son palabras de Marcus von Horn, las he tomado de: Pham, Annika (18 January 2024). «The Match Factory Snaps Up ‘Sweat’ Director Magnus von Horn’s First Genre Pic, ‘The Girl With the Needle’ (EXCLUSIVE)»VarietyArchived from the original on 1 March 2024. Retrieved 11 April 2024.

[2] La mala traducción es mía.

[3] Ibidem.

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