Perseguido por un largo fastidio ante la vida y recién terminado su romance con la actriz americana Constance Dowling, Cesare Pavese ingiere doce sobres con barbitúricos en un hotel de Turín, después de haber recibido un premio por su novela El bello verano, callando así una de las voces más profundas en la poesía italiana del siglo veinte.
Los últimos versos que escribió Pavese son para la misma Constance; se despide de ella en el poema, pero también se despide de la vida; invita a la muerte a entrar a su cuarto, la llama, la reconoce, la ve finalmente a los ojos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
El 09 de septiembre de 1908, en una comuna llamada Santo Stefano Belbo, en la provincia de Cuneo, Italia, nace el poeta Cesare Pavese. Su padre, procurador de tribunal en una delegación de Turín, muere cuando Cesare tiene apenas seis años; su madre se encargará de educarlo y compensar, a su manera, la ausencia de la figura paterna. Su niñez, adolescencia y juventud, las pasará en una relativa calma, pero cargando ya una depresión y un desasosiego que no lo soltarán hasta el final de su vida. Cursa estudios en Turín, donde pronto traba amistad con jóvenes que tienen las mismas inquietudes que él; entre sus amigos más cercanos están Giulio Einaudi, con quién trabajará como editor hasta su muerte para la editorial que llevará el apellido de éste, Editorial Einaudi, fundada en el año de 1933, (editorial creada con el apoyo del mismo Pavese) y Leone Ginzburg, joven intelectual y más tarde figura imprescindible en la cultura italiana, encarcelado, torturado y asesinado en la prisión romana de Regina Coeli por el régimen nazi.
Cesare muestra un interés profundo por la literatura inglesa, al límite de realizar estudios en filología inglesa en la universidad de Turín. Su tesis será sobre el poeta americano Walt Whitman. Los siguientes años, Pavese trabajará haciendo crítica y traduciendo obras de Hemingway, Defoe, Dos Passos, Faulkner, Joyce, Dickens, entre otros. En 1935 es desterrado por presuntas actividades antifascistas; es en este exilio cuando publica su libro de poemas Lavorare Stanca y comienza a escribir su diario Il mestiere di vivere que continuará hasta el día de su muerte.
La soledad, el fracaso, el campo, el pueblo, la muerte, el comportamiento de los hombres, la idealización de la mujer, son algunas de las constantes en la poética y en la narrativa de Pavese; también experimentará con otros géneros, escribiendo novelas de corte más hermético y versos innovadores al tiempo en que fueron escritos.
¿Por qué un poeta decide quitarse la vida?, ¿no es precisamente, conocer la esencia de la misma, uno de los rasgos primeros del poeta? ¿Y si este don, el de tocar los planos más sensibles, el de entender el fondo de la vida, sea justamente lo que lo lleve a privarse de ella? ¿Quitarse la vida con propia mano es revelarse o rebelarse al mundo? Pueden ser las dos cosas. Un acto de rebeldía y un acto por revelación. Lo primero para el poeta, como canta Atahualpa, es ser hombre, y lo segundo poeta; y como hombre, se está expuesto a los azotes del mundo, a sus expresiones más vulgares y más sutiles. Como poeta, también. Si es que realmente puede separarse uno del otro. El escritor japonés Ryunosuke Akutagawa se suicidó ingiriendo veronal, la actriz mexicana Pina Pellicer también ingirió pastillas y el escritor Stefan Zweig se envenenó recostado en una cama junto a su esposa. Escogieron la muerte callada.
Dormir sus cuerpos, ganarle al dolor a base del provocado letargo, regalarse esos segundos entre la vigilia y el sueño para despedirse en un campo distinto a la realidad, un puente entre dormir y morir; quedar tendidos en el lecho, que la droga decida, sin dolor o buscando el mínimo posible; tragar saliva, contar las respiraciones con intentos por traer a la mente todos los recuerdos de una sola intención, para quedar finalmente con una imagen tan presente y simple como uno mismo; ir cerrando los ojos que ya son de la muerte, que desde los nuestros nos mira, nos calma, nos toca la frente y nos canta para tranquilizarnos, dormirnos y llevarnos.
E’ sempre la stessa cosa
il tempo è passato
un giorno arrivi
un giorno te ne andrai
Qualcuno è morto
tanto tempo fa
qualcuno che ci ha provato
ma non conosceva (le regole)
(Todo está igual,
el tiempo ha pasado-
un día llegaste,
un día morirás.
Alguien murió
hace mucho tiempo-
alguien que intentó,
pero no supo las reglas).
Cesare Pavese.