Se trata del observatorio astronómico inglés más famoso del mundo, más que por el alcance de sus instrumentos, debe su fama al hecho de que el meridiano sobre el que se encuentra ha sido elegido como origen de las coordenadas de longitud: el meridiano cero.

El Observatorio de Greenwich fue fundado el 4 de mayo de 1675 por Carlos II con el fin específico de mejorar las técnicas de navegación. Sobre todo se trataba de resolver el gran problema de determinar, mediante métodos astronómicos, la longitud geográfica de un barco en el mar. El Observatorio de Greenwich, por tanto, se encuentra ligado desde su origen a la llamada astronomía náutica y a la medida precisa de las coordenadas geográficas y del tiempo. John Flamsteed (1646-1719) fue el primer astrónomo a la cabeza del observatorio (el primer Astrónomo Real). Las observaciones acumuladas por él durante casi medio siglo acabarían publicándose póstumamente en 1725: un gran catálogo con las posiciones de 3.000 estrellas.

Costrucción

El Observatorio Real de Greenwich se edificó sobre los cimientos de una torre construida por Humphrey de Gloucester, hermano de Enrique V. Con ladrillos usados, fierro y madera de una portería demolida de la Torre de Londres, se empezó a dar forma a este legendario sitio, que se construyó para perfeccionar la ciencia de la navegación usando observaciones astronómicas para encontrar la longitud geográfica (la posición en la dirección Este-Oeste) de los barcos en el mar. Muchos hombres de ciencia hicieron de Greenwich uno de los observatorios más importantes del planeta.

Gibson, Thomas; John Flamsteed (1646-1719); Derby Museums Trust; http://www.artuk.org/artworks/john-flamsteed-16461719-60912

John Flamsteed, primer astrónomo real; Edmund Halley, quien entre otras cosas investigó sobre los cometas y adquirió fama mundial precisamente por uno de ellos, y James Bradley, quien hizo importantes descubrimientos que permitieron más tarde determinar la velocidad de la luz, son sólo algunos de ellos. En un principio, al observatorio se le dio el nombre del primer astrónomo real (Observatorio Flamsteed), pero con el tiempo empezó a conocerse por el nombre del parque en el que se ubica y, enriquecido continuamente con la participación de reconocidos astrónomos y con los mejores instrumentos de cada época, fue adquiriendo prestigio internacional. Muchas de las investigaciones que allí se realizaban iban encaminadas a usar la astronomía para ayudar a los navegantes a determinar la longitud geográfica de un barco en el mar.

El origen de la hora

A nivel global, todos los países se han puesto de acuerdo en el origen del tiempo exacto; es decir, por medio de un meridiano, que es una semicirfunferencia imaginaria, se da el inicio de la hora. Esto es lo que se llama el Meridiano de Greenwich: una circunferencia que une los polos a un antiguo observatorio astronómico en un suburbio de Londres. Entonces, se utiliza como meridiano de origen: es a partir de él que se miden las longitudes, en grados, y por ser el meridiano de referencia le corresponde a la longitud cero, y se le denomina también meridiano cero o primer meridiano. Un ejemplo: si en Londres son las 3 de la tarde, en España son las 4 pm, por sumarse los grados de la distancia entre ambos países, y así sucesivamente. Bueno, sin dar mayores detalles científicos de este acuerdo internacional sobre el horario.

Un problema de todos

Para no perderse en el mar, los navegantes necesitan conocer las coordenadas de latitud y longitud del lugar donde se encuentra su barco. Desde hace siglos, la latitud ha podido calcularse mediante la duración del día, la altitud del Sol o la posición de ciertas estrellas por encima del horizonte.

En 1492Cristóbal Colón siguió un camino recto para atravesar el Atlántico “navegando por el paralelo” (es decir, manteniendo la misma latitud todo el tiempo) y seguramente con este método habría llegado a las Indias si no se hubiera topado antes con lo que hoy conocemos como América. Pero si bien determinar la latitud es relativamente fácil, calcular la longitud no lo es. Para averiguar la longitud en el mar hay que saber qué hora es en el barco (lo cual se consigue observando la posición del Sol) y al mismo tiempo qué hora es en el puerto de base u otro lugar de longitud conocida. La diferencia de hora se puede convertir directamente en separación geográfica: dado que la Tierra tarda 24 horas en efectuar una revolución completa de 360 grados, una hora de diferencia entre dos lugares equivale a 15º de diferencia en longitud (360/24 = 15).

Pintura de Thomas Hosmer Shepherd (1824).

Incluso en la época de los relojes de péndulo, inventados en el siglo XVII, en un barco resultaba imposible saber qué hora era en otro lugar. En el puente de un barco en movimiento, los relojes se atrasaban, se adelantaban o se paraban. Con los cambios normales de temperatura que se producían al trasladarse de una región a otra, el aceite lubricante de los relojes se hacía algunas veces más fluido, otras más espeso y los elementos metálicos se dilataban o contraían, con consecuencias desastrosas para la medición del tiempo. Un ascenso o descenso de la presión barométrica, o las sutiles variaciones de la gravedad terrestre entre una latitud y otra, podían también contribuir a que un reloj se atrasara o se adelantara. Puesto que no existía un método práctico para determinar la longitud, los navegantes podían perderse en el mar aunque contaran con los mejores mapas y brújulas de que se disponía.

Desde Vasco de Gama hasta Vasco Núñez de Balboa, desde Fernando de Magallanes hasta Sir Francis Drake, hacerse a la mar era una aventura en la cual podía perderse la vida y cuyo éxito se atribuía a la buena suerte o a la gracia de Dios.Cuando aumentó el número de barcos que se hacían a la mar para conquistar o explorar nuevos territorios, librar guerras o transportar mercancías, se hizo cada vez más urgente contar con métodos precisos que ayudaran a la navegación. Hubo innumerables tragedias provocadas por errores en el cálculo de la longitud, entre ellas la pérdida de una flota británica compuesta por cinco barcos que regresaba victoriosa a Inglaterra desde Gibraltar, tras las batallas con las tropas francesas del Mediterráneo. Un error en el cálculo de su posición hizo que, en la noche del 22 de octubre de 1707, la flota se estrellara contra las Sorlingas, minúsculas islas ubicadas a unos 30 kilómetros del extremo sur occidental de Inglaterra. En el naufragio murieron 2 000 marinos y se perdieron cuatro de los cinco buques.

El meridiano principal

El prestigio del Observatorio Real de Greenwich se acentuó en 1884, año en el cual un grupo de 41 delegados de 25 naciones se reunió en Washington, D. C., para elegir el meridiano principal, es decir, el “cero” de la longitud geográfica. El grupo eligió el meridiano de Greenwich con 22 votos a favor, uno en contra y dos abstenciones. Las razones fueron varias, pero quizás las de mayor peso fueron la tradición e importancia de Greenwich en la resolución del problema de la longitud en el mar; el que los Estados Unidos hubieran escogido antes a Greenwich como base para su propio sistema de zonas, y que en ese momento 72% del comercio mundial dependiera de las cartas marítimas que ya usaban a Greenwich como primer meridiano. A este primer meridiano, o Meridiano Principal Universal, se le asigna la longitud 0 grados, 0 minutos, 0 segundos. El meridiano que pasa por el viejo Observatorio Real de Greenwich sirve como referencia para determinar las longitudes Este y Oeste y las zonas horarias.

Dado que el día tiene 24 horas, la Tierra se divide en 24 husos horarios, cada uno de los cuales abarca 15 grados de longitud (es decir, un 24º del ancho total). Cada nuevo día comienza cuando es medianoche a lo largo de la línea internacional de cambio de fecha (que se encuentra a 180° del meridiano de Greenwich); se entra en el día de mañana si se va al Oeste y en el de ayer si se viaja al Este. Por cierto, esta línea imaginaria no es recta; zigzaguea cuando atraviesa algunos países con el fin de que éstos vivan en la misma fecha. En el edificio del Observatorio Real de Greenwich hay una franja delineada sobre el piso de cemento, que señala la línea imaginaria que va de un polo a otro de la Tierra y marca el primer meridiano. Uno puede pararse sobre de esta línea y encontrarse al mismo tiempo en el Este y el Oeste.

Los últimos tiempos

En la década de 1950, debido a las malas condiciones de visibilidad, provocadas por las luces y humos de Londres, los instrumentos y las actividades que realizaba el observatorio fueron transferidos al Castillo de Herstmonceux, en el condado de Sussex, y años más tarde a la Universidad de Cambridge, también en Inglaterra. En 1960, el viejo edificio del observatorio y las edificaciones restantes quedaron a cargo del Museo Marítimo Nacional, y en 1998, al cerrarse el observatorio de Cambridge, el viejo Observatorio Real de Greenwich recuperó su nombre y su tradición, convertido museo. El Observatorio Real de Greenwich es desde 1997 patrimonio cultural de la humanidad por su importancia como testigo de innumerables avances de la física, la cartografía y la astronomía. Como museo, recuperó no sólo su esplendor, también muchos de sus instrumentos, que hoy son reliquias (incluidos los relojes de Harrison). Posee extensas galerías que guardan muchos de los secretos del tiempo, el espacio y de diversos fenómenos astronómicos; un planetario que permite disfrutar la belleza del cielo estelar y la Casa Flamsteed.

Ahí podemos encontrar una de las más completas colecciones de relojes de péndulo; miles de objetos relacionados con la navegación, la astronomía, la medición del tiempo; cartas, mapas, viejos telescopios, monedas, armas, además de arte marítimo con la colección de acuarelas y pinturas al óleo marinas más importante de Inglaterra.

 

Nota: este texto está basado en extracto obtenidos del sitio web EcuRed.

 

Bibliografía

«Observatorio de Greenwich» en EcuRed, s/f. Disponible en digital: https://www.ecured.cu/Greenwich#Greenwich.

Bachiller, R. (2009). «1670: La fundación de los observatorios de París y Greenwich» en El Mundo. Disponible en digital: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/18/ciencia/1237369385.html