Christian Omar Palma Gutiérrez, mejor conocido como "QBA". Fotografía de Africa Eleazar.

¿Qué será verdad? Yo no sé qué será cierto, prefiero no suponer.

Aún no logro conciliar el sueño desde que me enteré del supuesto destino de los estudiantes de cine desaparecidos en Jalisco, quedando al descubierto que uno de los detenidos, presuntamente culpable de colaborar en la disolución en ácido de sus cuerpos, era Christian Omar Palma Gutiérrez, mejor conocido en la escena del rap mexicano como «QBA».

Christian es un joven con el cual realicé algunos videoclips en intercambio por aparecer en un documental sobre músicos que estoy haciendo. El trato fue apoyarlo con vídeos para YouTube y él me abriría las puertas para documentar su vida. Durante este tiempo la empatía que tuve hacia su situación me llevó a apoyarlo un poco más allá de la ética documentalista, mostrándole cómo manejar de mejor manera su carrera, sus redes sociales y sus negociaciones con organizadores de conciertos, ya que en ese momento su carrera parecía despegar y lo buscaban de distintos lugares de la república para presentar su show.

Aquellos días, fui más allá de mi labor cinematográfica para apoyarlo, porque Christian, ese joven rapero que en 2014 era tan popular en las redes y en la calle le pedían foto, no tenía idea que hubiera gente ganando dinero con sus videos, tampoco sabía de computadoras, redes sociales o de subir videos a YouTube.

Al final, la cámara entró muy poco a documentar su vida personal, quedando solamente en visitas a su entorno, grabaciones en video de sus sesiones en el estudio y algunos apoyos generales de su vida en el barrio. También realicé diversas entrevistas; entrevisté a su mejor amigo el “Cebo” (quien meses después murió baleado), a su madre, a uno de sus primos quien se jugó la vida a su lado varias veces en las riñas del barrio, entre otros personajes de su entorno. Por supuesto también entrevisté a Christian, estas distintas charlas capturadas en audio me ayudaron a ver claro el panorama y a entender el entorno en el cual se desenvolvía “QBA”. Aquello era un paisaje desolado plagado de drogas, armas, falta de oportunidades, violencia, desigualdad, envidias y pobreza.

A seis meses de estar trabajando en la investigación y preproducción decidí posponer las grabaciones del documental, porque cada vez me parecía más peligroso ir a Santa Cecilia y andar con el equipo en la mochila caminando. Se volvió común que me preguntaran ¿de qué barrio eres?, soportar revisiones de rutina por parte de la policía, amenazas de integrantes de barrios contrarios, el espesor de estas situaciones sumado a las historias de terror que a diario escuchaba como si fuera cualquier chisme de domingo: ¿te enteraste que encobijaron a zutanito, que picaron a fulanito, que levantaron a Juan o que arrestaron a Pedro? Estas conversaciones eran tan comunes a cada visita que mi ánimo fue decayendo, y al no ver avances decidí no seguir arriesgando la vida por conseguir una historia que cada día veía más difícil consolidar.

Esta semana la historia de Christian cambió, no solo sus fans «conocen» de “QBA”, ahora está en boca de todo el mundo. La Fiscalía, en una rueda de prensa, mostró en sus investigaciones que uno de los detenidos llamado Omar “N” , al cual yo conocí como “QBA”, declaró ser miembro del cartel de Jalisco Nueva Generación y junto a otras 6 personas (de los cuales uno murió el 2 de abril) ha sido presuntamente partícipe del asesinato de los tres estudiantes, siendo “QBA” quien ayudó en la disolución en ácido de los cuerpos de los estudiantes de cine.

La Fiscalía arrojó una investigación no finalizada, sustentada principalmente en declaratorias y en evidencia científica no mostrada, en este punto espero que no solo a mí sino a cualquiera le llegue la duda, porque según Amnistía Internacional, en México no hay cuerpo de seguridad que no haya empleado la tortura, y no sólo en referencia a las víctimas, sino también con los presuntos implicados que son obligados a dar los testimonios más convenientes.

La historia de lucha de un joven por cumplir un sueño dentro de la música rodeado de un entorno complicado, se está convirtiendo en un verdadero cuento de horror, la realidad superó cualquier ficción, es increíble, va más allá de lo que cualquier ser humano podría imaginarse.

Desde el martes he leído casi todas las noticias que hay en internet, los comentarios de la gente molesta de distintos lugares del país y del mundo, incluso en comentarios de los videos “QBA” leí insultos en ruso, italiano e inglés. Distintas notas de los diversos medios nacionales e internacionales, como The New york Times hablan de “QBA”, y me da lástima leer cada nota llena de sensacionalismo, de información mediocre, muchos de ellos llegando a la falsedad y casi todos los medios, tanto locales como extranjeros, recurriendo al amarillismo.

Desconozco, al igual que todos, la verdad detrás de los hechos que presentó la Fiscalía, pero mi naturaleza artística y humana, me obliga a dar una opinión, a arrojar al viento la poca pero certera información que tengo sobre Christian, con la intención de humanizar la imagen que gran parte de la sociedad ha generado hacia él debido a las acusaciones y su estatus de rapero pandillero.

Antes de continuar, debo aclarar que me duele y me cala hasta el tuétano la muerte de mis colegas cineastas, que tanto me recuerdan a mis días de universitario, cuando junto a mis amigos entramos a tantos lugares prestados a hacer la tarea sin preguntarnos si podríamos estar en peligro, si volveríamos o no a casa.

No puedo defender la inocencia de Christian pero culpable del delito o no, también es humano, también es joven (apenas 24 años), también es artista, también tiene sueños (me contó cada uno), tiene hermanos, una mamá , un papá y al igual que Javier Salomón, Jesús y Marco, Christian Omar es también una víctima más del sistema.

¿Qué puedo contar? Lo que viví, lo que fue visible a mis ojos en ese tiempo que pasé con él.

Christian tenía 20 años en aquel tiempo, ahora tiene 24, edad casi similar a la de los estudiantes de cine, creció en Santa Cecilia, nombrada como “la colonia de la furia” por la revista Proceso en el 2012, es uno de los barrios más peligrosos de Guadalajara. En aquellos días, “QBA” quería terminar su disco MALAVIDA y tenía el sueño de obtener ingresos de su carrera musical haciendo rap, deseaba conocer México a través de la tarima, comprarse unos Nike que no fueran clones, unas botas Timberland para su hijo, subirse por primera vez a un avión y lograr sacar de la pobreza a su familia para no volver a ver llorar a su madre porque no consiguió dinero para comer. Christianme presentó en ese tiempo a sus dos hijos quienes eran un pequeño de 3 años y una niña más grande a quien adoptó.

Su lírica violenta no provenía de sus acciones, como ahora los medios nos quieren hacer creer. Mientras grababa su primer disco de manera profesional, llamado MALA VIDA, más de una vez en charlas me explicó sus canciones, él inventaba historias de ficción basándose en problemas ajenos y propios, como la decepción de no poder ser futbolista porque sus padres no tenían dinero para pagar sus entrenamientos. Esto pueden escucharlo en la canción llamada como su disco «Mala vida». También tenía líricas donde se mostraba arrepentido de dejar que la vida pesara tanto y volverse adicto a las drogas y a la calle, como lo cuenta en el track «Uno más».

Christian escribía bastante, tenía un cuaderno viejo y desgastado donde también estaban temas de amor como «En ti vi», «Dame una oportunidad» o «No Valoraste». A Omar le gustaba hacer canciones románticas, le gustaba tanto que en algún momento le interesó mezclar el rap con el pop y llevó sus canciones a un casting con el productor ganador del Grammy, Loris Ceroni, quien visitó Guadalajara en busca de nuevos talentos. Como era de esperarse, tras ese encuentro no sucedió nada. En mi opinión, él decidió dejar aquello porque esas canciones no creaban un lazo con su público como lo hacían sus líricas callejeras, siendo estas mismas letras que los medios han realzado porque perfilan con el tipo de personaje que ellos quieren mostrar.

Christian, a pesar de su fama no recibía dinero alguno de la música en esos tiempos, aunque sus primeros productores de vídeo y audio si se beneficiaban económicamente de su talento. Él tenía que tatuar con una maquina hechiza a todo el que se lo pedía para tener un ingreso, y aunque los trazos de esa máquina eran de lo menos finos, Él dibujaba bastante bien, razón por la cual muchos lo buscaban para que les decorara la piel. Lo vi ser chambelán en los quince años de una jovencita de su barrio y dar un show después del vals, vendió playeras con su foto en el tianguis. En las calles era común que desconocidos le pidieran fotos, él nunca se negaba a nadie, aunque a veces sus fans daban miedo con los gritos que emitían al verlo. “Hay que ser humilde, que nunca se nos olvide de dónde venimos”, me respondía al preguntarle sobre su paciencia para atender a cada persona.

“QBA”retrató en sus canciones muchas cosas, pero sobre todo historias con las cuales otros jóvenes en las mismas condiciones que él se identifican. Escribió «Pasan los años», un tema dedicado al Tacón, un miembro del Infernus 13, barrio al cual pertenecía, quien se reunía en la esquina de su casa justo frente al mural que rezaba el mismo nombre. Su pandilla en su mayoría estaba conformada por vecinos y familiares de él. Christian escribía desde la miseria que rodeaba su casa y a su colonia, era un juglar del barrio, retrataba lo que vivía, lo que veía y todo lo que la calle le hacía sentir.

En la secundaria, Christian tenía que huir de sus contrarios los Pobreros, y es que en Santa Chila, como se le dice de cariño a la colonia, existe una pandilla distinta en cada manzana y no puedes transitar libremente si perteneces a alguna, también si no eres parte de ninguna, mejor dicho; no puedes transitar nunca sin precaución porque pueden tumbarte, acuchillarte, molestarse porque vistes una prenda del color contrario. Es por eso que es mejor siempre andarse con cuidado en aquel paraíso para la delincuencia donde las armas, drogas, marihuana, cristal, clonazepan, cocaína, toncho y otras más se consiguen por todos lados como si de vender fruta picada o tacos se tratara.

La reciente investigación de la Fiscalía, su supuesta declaración y la suma de prejuicios sociales, no le permitieron al “negrito”, al “malafachas”, al “cubano”, como se refieren sus amigos a “QBA”, el beneficio de la duda, ante una sociedad que frente a la oleada de amarillismo de la prensa, al escuchar sus líricas, ver sus videos, su aspecto físico: moreno, flaco, todo tatuado, de peinado raro, se queda indefenso ante la opinión de una sociedad llena de prejuicios, racismo y clasismo que da por hecho que él ha sido el autor del crimen, convirtiéndolo sin rechistar en una magnifica distracción mediática y la válvula perfecta de desahogo para quienes tenían la cabeza sobre el escritorio, lista para ser cortada por sus superiores. Fue así que la condición de “QBA”, el rapero, el ahora presunto sicario, el que en sus letras incita a la delincuencia , se convirtió en el chivo expiatorio perfecto para desentenderse de una historia de terror que todos conocemos.

De los delitos, las acusaciones, las declaraciones de Christian, no sé qué sea cierto, ni que sea mentira, si tiene algo que ver con el narco o no, nadie puede saberlo, la verdad solo la conocen el mismo Christian, la Fiscalía y el narcotráfico.

Escribo esto, no con el afán de defender la inocencia de nadie, sería tonto de mi parte porque la verdadera “verdad”, la desconocemos todos. Los delitos y las malas decisiones tienen consecuencias, se pagan, también tarde o temprano, oficial o extraoficialmente, la verdad y la mierda siempre salen a flote en este país.

El rap malandro de Jalisco ha crecido los últimos años, hay más exponentes, y son cada vez más famosos y reconocidos por otros sectores de la sociedad, no es coincidencia que la mayoría de estos artistas, y sobre todo los más reconocidos de la escena nacional sean originarios de las colonias de Jalisco que según las cifras que dan las autoridades son focos rojos de asaltos, levantones, asesinatos, robos y ventas de droga.

A quien lee esto, le invito a ver más allá de los estereotipos estéticos y vea que esa música no es como muchos lo consideran, “una apología del delito”. Suena más bien a un grito desesperado de nuestros jóvenes que buscan soñar dentro de un desierto de asfalto donde las oportunidades que tienen a la mano son las pandillas, las drogas, la delincuencia o el narcotráfico.

Me es imposible colocarme ante una postura entre el sí o no de la inocencia de Christian, y aunque no puedo defenderlo, ni abogar por él, mi ética, mi criterio, mi humanidad, no me permiten dejarlo morir mediáticamente, así, como así. Porque su historia se ganó un respeto en mí y hay una gratitud que debemos tener ante cualquier ser humano que nos permita entrar a documentar sus vidas.

Creo que Christian se merece el beneficio de la duda por nuestra parte, y de ser verdad las acusaciones y su declaración, con gran pena, tengo que decir, que también a Él, como a nuestros colegas estudiantes, le hemos falladoy el Estado les ha fallado, porque nuestros gobernantes no han puesto atención a esos lugares, a pesar que desde hace más de 10 años es bien sabido por las autoridades que Santa Cecilia se ha mantenido en el top de las colonias más violentas, ya no sé si de Jalisco o de México, pero creo que es motivo suficiente para cuestionar el por qué no se ha desarrollado un plan o estrategias efectivas para mejorar el entorno de quienes viven ahí rodeados de pobreza, muerte, delincuencia, narcotráfico, las pandillas, las drogas, las armas y los grupos delictivos.

Todo esto hace que este tipo de colonias se vuelvan el mejor lugar para el caldo de cultivo de la violencia. Esas colonias son granjas de sicarios donde los carteles pueden conseguir reclutas, los jóvenes ahí nacen perfilados para ser parte del narcotráfico y la delincuencia , porque tres mil pesos a la semana en la miseria se vuelven un tesoro por el cual vale la pena privar de la libertad a otros jóvenes, jugarse la propia vida, a su familia, la libertad, sus sueños, todo para tener la solvencia económica que les de la esperanza de seguir adelante en un lugar, donde no se vive, se sobrevive.

No dejemos de buscar la verdad, porque el Estado, nunca nos la dará, ya lo vimos con los 43, y porque ahora no son 3, somos todos y todas, de cualquier colonia, de cualquier escolaridad con cualquier sueño y cualquier color de piel.

 

 

 

NOTA: El título de este texto lo ha incorporado Vagabunda.mx, con autorización del autor Africa Eleazar.

3 COMENTARIOS

  1. El rap es una porquería. Cuando deja de ser arte. Por eso en parte odio que me digan rapero. Yo soy tyrone a. k. a canserbero. Apasionado el chamo. Que hace poesía a los sinceros.

    Es culpable, quiso ser tan «real» que aceptó lo que hizo.

  2. Cuanta tontería escribes, ahora resulta era un poeta, un artista, yo también crecí en barrio y siempre hay opciones, a mi no me puedes venir a decir que es una víctima del sistema, o que delinquido por falta de oportunidades, yo también pase hambre y nunca la calme con drogas. Por supuesto que es culpable, por supuesto que trabajaba para el CJNG, cuando quieras hablamos de Ayotzinapa, lee el libro la verdadera noche de Iguala, pero aquí esta más que claro que fue el crimen organizado. La delincuencia no tiene freno en nuestro país y el gobierno es incompetente para frenarlo, pero tampoco salgas con mamadas.

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