Sandra MIhanovich junto a su madre, Mónica Cahen D' Anvers. Imagen obtenida de La Nación

     No es la primera vez que firmo un monólogo imaginario. El 4 de agosto de 2020 publiqué en el blog “El hormiguero lector”, consagrado a la literatura infantil y juvenil, un monólogo imaginario del fallecido escritor para niños, oriundo del Chaco, Gustavo Roldán que titulé “Habla Gustavo Roldán: un monólogo imaginario”. También escribí toda una serie de encuentros imaginarios con escritores, escritoras, músicos o músicas. Uno que de inmediato viene a mí es el que escribí sobre Gustavo Cerati, quien andaba de gira por La Plata con sus shows y que por ese  motivo me lo encontré en mi ciudad.  Y otro con María Elena Walsh. Todos fueron publicados en revistas de EE.UU., México, Venezuela y dos de ellos en Argentina. De modo que el presente trabajo debe ser leído en el marco más inclusivo y con continuidad de un escritor que reflexiona de modo permanente sobre el orden de la ficción y su relación con el orden de lo referencial.      

     Para realizar este monólogo imaginario de Sandra Mihanovich acudí a distintas fuentes. Desde ver muchas entrevistas en Youtube o de leerlas, ver sus shows grabados, testimonios de músicos y músicas que la conocieron o fueron personas que se cruzaron con ella de modo significativo, vi un mediometraje sobre su vida y su trayectoria,  escuché sus álbumes, vi también en Youtube entrevistas a su madre, Mónica Cahen D’Anvers. En síntesis: me sumergí en el universo de Sandra Mihanovich.  

     En algunas partes de este monólogo digo con distintas palabras o incluso las originales, algo que ella pronunció antes en las citadas entrevistas. En este sentido el monólogo puede ser leído como un puzzle o bien como un patchwork, construido a partir de fragmentos sobre todo escuchados y vistos que antes permanecían atomizados. La escritura llega por fin para reunir y componer su partitura.

Adrián Ferrero, La Plata, 9 de febrero de 2023

Ustedes se preguntarán cómo empezar un monólogo que narra en primera persona más o menos libremente mi vida.  O lo que más vívidamente atesoro de ella. Un monólogo que recorrerá mi trayectoria como persona y como artista (¿acaso no van de la mano ambas cosas en mi caso?). Avanzaré y retrocederé en el tiempo sin ninguna clase de formalidad o de convención.

     Empezaría sí quizás con la casa de mi abuelo materno. Allí había un sótano que llegó a ser mítico por el tipo de intérpretes y cantautores, todas celebridades, que venían del extranjero para sus shows y en ese sótano mostraban su arte. Hubo figuras como Ella Fitzgerald, un ícono de la música jazz. También Maurice Chevalier supo cantar en ese espacio. Debuté entonces cierto día por ¿cómo diríamos? una invitación a la que el mismo espacio convocaba. Se trataba de algo completamente espontáneo y natural. Compuse a lo largo de mi vida algunas pocas canciones, si bien, como es sabido, soy por sobre todo intérprete.

     Siento que en cada gran paso que daba mi vida, me encontraba con las personas y las condiciones adecuadas para hacerlo. Eso fue lo que me permitió ser quien soy y hacer lo que hice. Es una bendición que a una artista le sucedan cosas como estas. Por el modo en que se conjugan hasta formar una figura.

    Mi debut oficial como intérprete fue en el pub “La ciudad”, el 20 de mayo de 1976. Porque así suelen ser los comienzos. Una empieza a hacer algo que primero ha visto y vivido en su propia familia. Por ese entonces, cantaba en inglés, una lengua que  conozco, en la que tengo preparación, que me permitió interpretar a los grandes compositores de jazz y blues. Pienso en jazz y pienso en Cole Porter, en Irving Berlin, George Gershwin. O en las voces de Sarah Vaughan, en Billie Holliday y a quien mencioné: Ella Fitzgerald. Hay muchas personas negras que han incursionado en el territorio del jazz. Es un género que se lleva en las venas. Prácticamente está inscripto en mi  ADN. Porque uno lleva consigo el jazz incluso antes de saber cantarlo. Se lo ha escuchado. Se lo ha vivido. Forma parte de mis experiencias más tempranas. Las familiares y luego las vocacionales, en mi vertiente profesional.

     Canté en pubs durante largos años. Conocí allí a personas que serían fundamentales en mi vida. Horacio Fontova, Marilina Ross, Celeste Carballo, el negro Rubén Rada, entre otros. Con algunos de ellos compartí escenarios. Muchas de las canciones por ellos compuestas formarían parte de mi repertorio.

     Recupero el día 2 de octubre de 1982, el  Teatro de Obras, en Buenos Aires. Hubo que agregar una segunda función porque las entradas para la primera se agotaron varios días antes. Era un espacio que habían transitado solamente varones. Y yo era la primera mujer en llenarlo y en agregar todavía una nueva función. Unas 10.000 personas asistieron al espectáculo.

     Respecto de mi educación formal, diría que tuve un primer acercamiento a la música desde el punto de vista de los estudios formales en la Pontificia Universidad Católica. Participé del coro de cámara. Pero no estaba allí mi destino. En 1976 ingresé al Conservatorio Nacional de Arte Dramático.

     Ya se insinuaban en mi carrera dos vertientes importantes: por un lado, un repertorio que había comenzado a incorporar canciones en español, Y por el otro, la actuación en cine, teatro y TV como actriz. Teatro sigo haciendo hasta por estos días, durante los cuales se estrenó primero y prosiguió también en cartel la obra “Brujas”. Si bien había un elenco más o menos estable, hubo reemplazos periódicamente por distintos motivos. En una oportunidad en que una de las intérpretes tuvo una indisposición yo, que estaba entre el público, subí al escenario y la reemplacé.

      La vida ha sido generosa conmigo. He hecho lo que me ha gustado. He cambiado cuando he sentido que le quería dar a mi trayectoria un giro y se producía un hallazgo maravilloso. Siento, siempre lo digo, que todo lo que hice a lo largo de mi trayectoria tuvo que ver con haberme encontrado o cruzado con las personas con las que realizar mis proyectos.

     A lo largo de mi vida, además de vocalista y actriz, conduje ciclos de radio y TV. Y también fui parte de jurados en programas de TV consagrados al canto.

     ¿Cantar? Se vuelve no solo una profesión sino algo mucho  más profundo. Una magia que experimento además de una química producto de la comunicación con el resto de mis compañeros de escenario y con el público. La posibilidad infinita de emocionar la sensibilidad de los espectadores. Esto puede suceder en un pub o bien puede ocurrir en un gran teatro. He cantando en el extranjero. Mis seguidores son personas fieles que disfrutan de una amplia gama de propuestas. En ese sentido, rompo con el modelo de artista consagrada a únicamente un repertorio de composiciones. Ser intérprete me permite elegir libremente las canciones que me conmueven (me emocionan), y por lo tanto cuando sea el momento de cantar repetir ese encantamiento en escena.

      Hubo algunos acontecimientos de naturaleza trascendente que me hicieron  cambiar por completo mi visión de la vida. Uno de ellos fue sin lugar a dudas que pude donarle, de un modo  extraordinario por el nivel de compatibilidad biológica, que cumplía todos los requisitos, mi riñón a mi ahijada. Me sentí parte de un milagro, como dije en algunas entrevistas. La operación tuvo lugar el 14 de agosto de 2012. Me comprometí entonces en una campaña en favor de la donación de órganos. Esto fue muy movilizante, porque era una campaña a la que me sumaba, que permitiría que muchas personas que iban a perder la vida por fin siguieran viviendo, que no hubiera pérdidas. Y es muy loco esto de que un ser humano lleve en su cuerpo uno de los órganos de otra y sobreviva con una mejor calidad de vida. Ahora mi ahijada Sonsoles lleva una parte de mí, lo que puesto a pensar seriamente conmociona. Una parte de mí cuerpo ya no me pertenece sino que por mi decisión pertenece a alguien que quiero.

     Otro importante acontecimiento fue la grabación, en el marco del proyecto de Lito Vitale, de interpretar el “Himno a Sarmiento” (en mi caso). Mis colegas: María Elena Walsh, Jairo, Julia Zenko, Patricia Sosa, Pedro Aznar, Víctor Heredia, fueron mis compañeros en esta aventura en la que remozamos un conjunto de canciones patrióticas con otras voces y con otros arreglos.

     Hice espectáculos y discos a partir del cancionero y la obra de María Elena Walsh. Es una personalidad que constituye un referente para mí. Lo que logró, fue algo que puso patas arriba a la cultura artística argentina. No registra antecedentes. Fue una  precursora. Alcanzó a trascender al extranjero. Y abarcó a todos los lectorados y a toda clase de  espectadores, de absolutamente todas las edades. Hoy en día es cierto que se tiende a olvidar a las grandes figuras de la cultura que han fallecido. Circulan menos, aunque hayan dejado un legado colosal. Pero María Elena Walsh prosigue en un presente perpetuo. Me refiero a ser alguien con vigencia. Fue una mujer que mediante su talento rompió las formas tradicionales de concebir la cultura artística. La libresca y la musical o, más ampliamente, las escénicas.

     Es cierto que hice cine, pero esa variante de la creación no ha sido tan difundida. Participé en algunas películas que para mí fueron importantes, por motivos todos muy distintos. “Los médicos”, de 1978, “La isla”, 1979, “Los miedos” de 1980, “Fiebre amarilla”, del año 1981, “La búsqueda”, de 1985, “Mágica” (un cortometraje) y en 2017 “Buscando a Tita”. Hago un repaso de las fechas de los films para que quienes no conocen mi trayectoria por el cine alcancen a apreciar la continuidad en ese campo de trabajo, si bien en mi vida no ha sido el más fecundo. También trabajé en series de TV, como “Vulnerables”. Por ejemplo, “100 días  para enamorarse) (2018) y “Lo imperdonable, 2015)). También hubo otras participacions. En otras oportunidades, previamente, también lo había hecho.

     Pero ya ven, voy y vengo en el tiempo, juego con las agujas del reloj y con los días y años del calendario. No me interesan los rótulos, los ghettos, todo aquello que impida la fluidez de las relaciones humanas, en su devenir o en su trabajo. Me interesan los vínculos, la idea de familia me parece fundamental. No solo madre, padre, hijo, hija, abuelo, abuela. Sino más bien la idea de familia como núcleo que nos brinda un pasado, un arraigo, un estímulo, una contención cuando la necesitamos, que también nos brinda abrigo cuando el frío de la vida nos hace tiritar. Una célula que nos brinda sobre todo la posibilidad de ser queridos para salir fortalecidos y afrontar nuestra vida. Me gusta la cultura familiar porque consiste en ser quienes somos porque sentimos que somos importantes para otras personas con las que compartimos la vida y en las que podemos confiar.

     Y así como me gusta, muy por dentro, la noción de familia, de un amor que ríe, festeja, celebra, también canta, en la cual hay consensos y principios de mucha intensidad, de mucha vigencia, también me interesa la familia que a una la acompaña en momentos complejos o de pérdidas o de separaciones, en fin. Todos sabemos las razones por las cuales una persona puede ser desdichada o atravesar trances difíciles.

     Me molesta el acoso periodístico que, muy a mi pesar, se entromete con esa familia que es la mía, a la que yo aspiro a preservar. No me interesa ser un personaje mediático. Son intervenciones sumamente invasivas. Sí me interesa ser alguien que se sube a un escenario o entra en un set de grabación y que por ese motivo es reconocida. Pero la prensa está pendiente de mi vida sentimental (como la de muchas personas que pertenecen al mundo del espectáculo). Esa expresión no me gusta. “Pertenecer al mundo del espectáculo”. Como quien dice: “la farándula”. Más bien me gusta pensarme como una artista. Una persona para la que llegar a hacer lo que hace le ha llevado esfuerzo, estudios, formación. Y que todo ese esfuerzos y esos estudios la afianzan como actriz y cantante. Digámoslo de este modo: soy una mujer exigente. Aspiro a que mi público sepa quién soy en un escenario o un set de grabación o en un programa de TV o radio en vivo. Me gustaría, como decía el Flaco Spinetta, volverme invisible al terminar una función o un show.     

     Interpretar música, actuar, son artes. Como tales, deben ser ejercitadas y perfeccionadas. Se debe cuidar de ellos. También no hay que olvidar que ser cantante o actriz no tiene un sueldo o ingreso fijo. Una depende de quiénes y para qué es convocada. A veces elijo rechazar una oferta porque no responde a mis principios.

     Regresando a la música, recuerdo ahora la memorable actuación en el Teatro Colón, uno de los días más importantes e intensos de mi vida, en agosto de 2015, para interpretar en un tributo a partir del repertorio de Ella Fitzgerald y de Sarah Vaughan. De este recital me gustaría que naciera un DVD. Imagínense. El templo de los grandes eventos artísticos del país y del mundo. Adonde yo llegaba para cantar aquello que había escuchado en el sótano de mi abuelo, remontándome a épocas remotas, al punto de que estuviera escrito en mis genes. Y me gustaría que ese recital fuera grabado no solo porque fue único en su género en mi carrera. Sino también importante para toda mi familia. Y quiero como mínimo un DVD o un registro para mí y otro para mi madre. Tengo un  hermano que es músico, Vane Mihanovich, con quien hemos trabajado juntos, de modo que también por el lado de mi familia inmediata fuimos dos los que abrazamos la formación, la profesión musical y, como dije, compartimos escenarios. ¿Podría haber nacido una vocación distinta de esta luego de ese conjunto de experiencias primordiales? Mi madre, Mónica Cahen D’Anvers cantó en el sótano de su padre. Ella no era cantante. Pero era entonada. Por supuesto que con un sótano de estas características, difícilmente uno carezca de esa virtud. Estando allí una aprendía, entre otras cosas, a escuchar.

     Llegado un momento de mi vida, sentí la necesidad de dejar de interpretar jazz y blues. Me di cuenta de que para que una canción mía fuera genuina, y que tocara la fibra íntima de la gente de mi país, era importante que fuera en español. En mi lengua materna. Elegí que lo que fuera a interpretar llegara de la mano de canciones de distintos géneros. Cultivé la balada, el pop, el rock además de, como referí antes, al jazz y el blues. La Guerra de Malvinas, con todos los flancos oprobiosos que tuvo, sí es cierto que promovió el rock nacional. La música en inglés fue prohibida. Esta circunstancia que venía de la mano de un episodio traumático para el país, produjo la gran paradoja de incentivar a los músicos argentinos a grabar álbumes, a cantar sus propios repertorios. Un estallido creativo de una enorme expansión.

     Bajo esta nueva línea de trabajo, también elegí canciones compuestas por mujeres, no solo por la gran mayoría de los repertorios que solían ser las compuestos por varones.

     Tuve un encuentro con un músico argentino que me enriqueció como artista pero sobre todo por el tipo de sintonía que entablamos de inmediato. Me estoy refiriendo a Alejandro Lerner. Una figura tan entrañable que esa “familia” a la que acabo de referirme, pasó a integrarla no solo profesionalmente. De Alejandro Lerner interpreté toda una serie de canciones que brillaban. Y cantamos juntos. Compartimos escenarios. Y compartimos la vida forjada por el regalo de la música. No me referiré a mis premios, más que sí mencionar varios Premios Konex como intérprete de baladas. Antes aún, en 1986, participé del Festival Internacional de Viña del Mar, donde obtuve la Antorcha de Plata. También fui nombrada Personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires. Los premios son importantes. Eso es cierto. Nos vuelven más visibles (a quien esté interesado en ser una artista para luego ser convocada y progresar en su carrera). Un premio da también un respaldo a una artista que se suma al aplauso de su público. Los premios dan prestigio (dando por descontado que se trata de personas que lo merecen) y también en los mejores casos son el reconocimiento a una trayectoria. Pero más importante aún es el motivo por el cual a una se lo otorgan. Lo que hay por detrás del premio. La apasionada potencia, la perseverancia que le da a una persona entrenada, la pasión, la persistencia, el obstinado oficio, que ha realizado una formación musical que tiene mucho escenario encima, cuando se encuentra vocacionalmente con aquello que considera es para lo que ha nacido. Y yo, como ha elegido titular su autobiografía la cantante y compositora norteamericana Joan Báez, puedo decir que agradezco tener Y una voz para cantar (1987). No desestimo la actuación, pero convengamos que mi nombre es sinónimo de una cierta clase de música popular en Argentina. Se trata de dos vocaciones que tampoco compiten. Simplemente hay etapas de mi vida en las que se han presentado más oportunidades para entregarme a uno u otro arte. O bien las circunstancias han hecho que se acentuara una de esas profesiones.  

     Los entendidos  ponderan mi registro de mezzosoprano porque suelen afirmar que además soy afinada. Creo que sí soy responsable de ella. De mi voz, digo. Porque me he esmerado por cuidarla y también por estudiar, por perfeccionarla. Es curioso, pero la actuación  guarda muchas similitudes con la interpretación musical. Muchas personas se asombran de que mi voz no se haya deteriorado con el paso de los años. Me dicen que está intacta. No sé si llegaría a decir algo semejante. Pero sí puedo decir que soy cuidadosa con ella.

     Ha habido artistas a quienes les resultaba admirable encontrarse con una cantante y actriz con ductilidad. Una plasticidad que me permitía la versatilidad y el eclecticismo. Me adjudicaban esa soltura. Confieso que como tantas otras cosas en la vida, me movía sobre el escenario con ambas vocaciones pero también con la sensación de que había una fluidez que me permitía desenvolver mi vida sin ser encasillada. Soy alguien que circula con gran facilidad por entre distintas clases de trabajos, distintos repertorios, distintos círculos sociales, distintos tipos de escenario. Distintas situaciones para las que entrar en escena, desde en un pub hasta el Estadio de Obras o un Festival Internacional.

     Una de las grandes opciones que realicé fue no ser una celebridad que especulara con la fama o la notoriedad. Siempre tuve un perfil bajo. No me interesó pasearme por las pasarelas de los programas de TV promoviéndome. O protagonizar escándalos. Sí doy mi adhesión a campañas con la que comprometerse para públicamente promoverla. Acabo de mencionar la de la donación de órganos.

     Respecto de la parte de mi repertorio que tuvo que ver con movimientos de  reivindicaciones de las minorías sexuales, sí diría que asumí el desafío de interpretar en primera persona una serie de canciones que plasmaran estilos de vida y deseos que no fueran los hegemónicos ni los oficiales, en lo relativo a la identidad de género. Y en mi caso, el canto era público. Canciones como “Soy lo que soy”, “Prohibido prohibir”, “Puerto Pollensa”, entre otras fueron celebradas por grupos de personas que vieron en mí la voz que venía a poner en palabras (y en acordes) una parte importante de sus vidas que no encontraba una representación en otras producciones musicales o artistas. El dúo con Celeste Carballo (llamado “Sandra y Celeste), la relación de amistad con Marilina Ross, que fue la cantautora de “Puerto Pollensa” generó una gran adhesión por parte de un grupo de la sociedad que antes no encontraba artistas en las que reconocerse.

     Mi madre es una persona extraordinaria. Desde muy chica estudia idiomas. Y es trilingüe. Esa formación musical de la que hablo también la empapó. Pero desde otro lugar. Y sí debo decir que mi madre fue alguien que acompañó y respaldó cada desafío que yo asumía en mi carrera profesional. Estuvo presente en mis recitales con intervenciones arriba del escenario, dando testimonio de lo que se celebrara en esa ocasión respecto de mí. Esta también fue una forma de seguir compartiendo la vida. Estuvo en ocasión de recibir premios (subiendo al escenario acompañándome en el momento de la recepción de una distinción). Esa familia a la que arriba me he referido. Mamá recibió importantes distinciones. Obtuvo el Premio Konex en 1981 y en 1987. Y el  Premio Martín Fierro en 25 oportunidades.

    Mamá tuvo una carrera de una enorme exposición mediática. Caí en la cuenta de ello cuando me tocó a mí dirigirme a una cámara. Fue conductora de noticieros, muchas veces son César Mascetti, su pareja definitiva. Incluso hubo un noticiero compartido con Tomás Eloy Martínez, quien luego de un tiempo relativamente breve, comprendió que su destino no estaba en trabajar frente a una cámara, sino en ser escritor o periodista gráfico. Y lo hizo muy bien. Fue un gran autor. Pero mamá en sus comienzos también fue actriz. Y hasta alcanzó a filmar una película con artista Mirtha Legrand, una artista de mucho renombre en mi país.

     Tengo una familia maravillosa. Muchos amigos. He conocido el amor en varias ocasiones. He viajado. He vivido un tiempo en el extranjero. Esa es otra forma de la realización: la realización en la vida íntima. Y también se cruzó en mi vida la persona con la que iba a casarme. Otra mujer.

     Me siento una agradecida a la vida. Me siento una privilegiada por haber nacido en una cuna en la cual la música formaba parte de la vida cotidiana. En casa se respiraba arte. Sobre todo el musical. La música era algo que se llevaba en la sangre. Era un arte  y una cultura, que para la rama materna era esencial. Me siento una privilegiada también porque me siento querida por buena parte de los espectadores de mis shows y por otras personas que no participan de ellos pero sí asisten a mi trayectoria con un gran sentido de respeto y de aprobación. Que reciben con simpatía, con entusiasmo mis proyectos creativos.

     En diciembre de 1990 viajé a Europa y residí allí durante 1991 con mi abuelo materno. Como solista canté allí en la UNESCO. Viví durante aproximadamente un año con él. Europa evidentemente es sinónimo para una sudamericana de acceder a propuestas culturales de excelencia, muy disímiles respecto de las de su país. Obras o espectáculos tanto del pasado o bien de lo más novedoso que se está haciendo en arte. Desde museos hasta espectáculos pasando por la experiencia de cruzarse con personas que tienen saberes, modales, formaciones, distintos de los de nuestro continente. Europa es un archivo impresionante de cultura artística. Tanto literaria, educativa, uno pisa el mismo suelo de personas que ha leído o ha estudiado. O en su pasaje por París han dejado una marca fuerte. Atahualpa Yupanqui fue un hombre que en París tuvo muchísimo éxito, de la mano de Édith Piaf,  Astor Piazzola, Susana Rinaldi triunfó allí, Jairo, María Elena Walsh y Leda Valladares, también evocan París ccomo su paso por esa ciudad de un modo gracias al cual un proyecto artístico se veía enriquecido con nuevas ideas, con nuevas vertientes en la cuales abrevar. Interpretaban su arte delante de otra clase de público.

    ¿Qué más puedo pedir? Soy una agradecida a la vida. Tantos regalos con satisfacciones por encima y por debajo del escenario. Está el reconocimiento de los colegas. Y el reconocimiento de mi familia, al que le otorgo una opinión superlativa

     En ese destino incluyo por supuesto a la familia consanguínea y a la familia elegida por mí misma. Hice en mi vida lo que yo vi, lo que yo viví, aquello que escuché desde mi infancia más temprana.  

     Grabé alrededor de una veintena de álbumes. Y en 2017 me di el lujo de hacer un show cuando cumplí mis cuarenta años con la música. Un show que también circula en CD o en vinilos. Es un recital en vivo que salió a la venta en noviembre de ese año.

      Tampoco me siento un ejemplo de nada ni de nadie. Soy una persona auténtica en el sentido de que he hecho toda mi vida lo que más amaba del modo en que deseaba realizarlo. Soy una  persona sincera, franca, de afrontar aquello que considero es o puede ser un desafío para mí. Se abrieron en mi desempeño profesional puertas pero jamás acudí a influencias familiares. Me di cuenta de que quería recorrer mi propio camino. Lo que he sentido. Jamás dejé de ser quien soy para halagar o agradar. O especulando con la posibilidad de aumentar el número de fans con golpes de efecto o mediáticos. Tuve objetivos claros, naturalmente. De otro modo la vida se derrumba como un castillo de naipes. Si no, no hubiera sucedido todo lo que logré conquistar con esfuerzo, disciplina, terquedad y fortaleza. Debí ser fuerte para afrontar toda una serie de pruebas frente a los cuales la vida me ponía. Pero el público eligió apoyar mi trayectoria. Muchos colegas, con los que compartí escenarios, también. Y tengo la suerte de que hago lo que me gusta y eso es lo que a buena parte de las personas también les gusta ¿Una vocación realizada? ¿Una obstinada búsqueda de ideales que por fin fueron conquistados a fuerza de preparación y estudios? No sabría cómo llamar a esta parte de la vida en la que quedan establecidas las grandes tendencias de cómo una misma será. De cómo vivirá. De quiénes te acompañarán en esa aventura. Pero sospecho que todo se basa en la educación que uno ha recibido, en sus modales, en du discreción. Y, sobre todo, en primer lugar  ha visto en los hechos, sin que le hubiera sido impartida.

     Si me preguntaran en una síntesis que expresara mi vida diría: gratitud y libertad. En casi todas mis canciones o shows, en puestas, la libertad se puede apreciar, entre líneas o abiertamente. Y el agradecimiento también. No solo a mis fans o mi público. Sino a toda una amplio arco de experiencias que me enriquecieron. Me permitieron atravesar un camino sin el cual no sería la persona que a esta altura de la vida agradece de  modo sencillo lo que le tocó ser y hacer.  

     La partida de César Mascetti, la pareja de mamá, dejó una marca fuerte en toda la familia. Fueron muchos años juntos con mi madre y también fueron compañeros de trabajo. Juntos o separados fueron el rostro de los noticieros televisivos durante décadas. Y en la Campiña de San Pedro, el emprendimiento frutihortícola de ambos, pasamos momentos de intimidad de una enorme intensidad. Es un lugar en el que una mujer que se ha movido por lo general en el ámbito urbano, encuentra un espacio de descanso y de paz. Una residencia esencial. Un lugar para la distensión. Mamá dice que ese es “su lugar en el mundo”. Ofrecen chacinados, dulce de leche, además de las tradicionales frutas. Hay que pensar que es un lugar que tiene huerta y al que se ha sumado un restaurante. En ese lugar mamá y yo mantuvimos diálogos importantísimos, otros cotidianos, en otros casos fue el lugar en que discutí con ella acerca de mis proyectos, en busca de una opinión criteriosa. Y en los que ella se refirió a los suyos.

     Me tatué la palabra “GRACIAS” en el brazo sencillamente porque vivo con un gran sentido de plenitud, de realización, de haber aprendido que lo que somos es lo que también otros hacen de nosotros. En esa interacción con el semejante, recibir y dar son dos caras de una misma moneda. Siento y me siento una privilegiada. Orgullosa de la vida que desarrollé. Lo que no elegí pero llegó como un regalo. Me pareció que tatuarme esa palabra, GRATITUD, era una manera elocuente de recordar cómo soy quien soy. Cómo llegué a serlo. Que sin una alteridad que también tenga los mismos principios y valores, la vida sería una flor desangelada. Sin aromas, fragancias ni colores.

     Las personas que han estado a mi lado y han partido dejan el mejor de los recuerdos, como papá. Como César Mascetti. Y yo espero que conmigo ocurra exactamente lo mismo. Dejar en la memoria del lugar en el que nací y viví un buen recuerdo. Una obra por detrás naturalmente que me justifique como una persona que también ha trabajado con ética profesional. En mi caso, me gustaría ser recordada como la artista que llega al mundo para traer belleza, para alimentar la sensibilidad, para lograr que ese mundo sea más noble y más digno. Me gustaría en el recuerdo, en la memoria, dejar la idea de que ha partido alguien que se entregó y entregó a su público y a su familia tanto elegida como de sangre, lo mejor que se tiene. Eso es todo. GRACIAS.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 se editó su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio). Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Obtuvo premios y distinciones internacionales y nacionales.