Fuente: http://www.oxigeno.com.pe/noticias/emmanuelle-noticia

A finales de los años 90 y principios del 2000 para los jóvenes era común que si los fines de semana regresaban de alguna fiesta sin obtener alguna experiencia amorosa o excitante, tenían como opción el consuelo de la autocomplacencia estimulada a través de varias películas transmitidas durante la madrugada por algunos canales de televisión de paga.

Nos atrevemos a decir que hay muchos treintañeros y cuarentones que en aquél entonces  oscilaban entre los 15  y 25 años de edad, que todavía recuerdan películas como Emmanuelle en el espacio, Las aventuras de Justine, Red shoes diaries, o algunas otras con supuestas escenas en tercera dimensión. Los pubertos y jóvenes de aquel entonces tuvieron un fácil acceso al llamado porno light o soft porn, pues muchas familias tenían cable y los jóvenes televisor en su cuarto. Ande, disfrute de la nostalgia estimado lector o lectora.

Para esta generación nacida en los 80 era una de las opciones para entrar en calor gráfico. Podríamos decir que fue la última generación que vio su amanecer erótico de la mano de la televisión por cable y a una edad “propicia”. Los que nacieron antes de los 80 ya eran adultos y también engrosaban la teleaudiencia, pero hubo otra generación, la de los años 90, que también tuvo acceso al Golden  y al Film Zone –y otros canales– siendo todavía unos niños. Estos jóvenes nacidos en los 90 son la generación que yo llamo XXX, en alusión a la saturación de imágenes sexuales que la han bombardeado desde edades mucho más tempranas, la cuales han desarrollado una configuración distinta a la de las generaciones anteriores en torno al sexo y al imaginario erótico.

La saturación de material de tipo sexual en nuestro entorno dista mucho de ser un síntoma de liberación.

Lo que las generaciones anteriores vieron plagado de prohibición o visitas a hurtadillas –como los viernes de Golden y sábados de Film Zone–, y en muchos casos propició una relación tantas veces decepcionante, cuando no frustrante en su vida sexual real, no será tan distinto de lo que experimentan hoy las generaciones más jóvenes.

La cantidad de exposición a material pornográfico o el mero consumo de música repleta de tópicos sexuales, no está encaminada a crear plenitud en las experiencias sexuales, sino a crear huecos de insatisfacción determinados que hagan más fácil vender cirugías, clubes privados de experimentación sexual, aplicaciones que anuncian sexo sin dificultades –aunque sea más mentira que cierto–. También refuerzan la prostitución como práctica cada vez más elaborada e incrementan las ya de por sí ganancias multimillonarias de las distintas expresiones de la industria pornográfica.

No es que pretendamos eliminar todo lo anterior, ni mucho menos que «culpemos» al porno de la televisión por cable o al de internet de la instisfacción sexual de muchos o pocos, sólo deseamos que aquello que se elija hacer o consumir se haga con conocimiento de causa.

Usted padre de familia, profesor o mero espectador de la situación, ¿cree que los adolescentes de hoy, en general, mantienen la misma relación del despertar de la calentura que lo vivido por nuestras generaciones? ¿Cree que Emmanuelle o algo parecido es quien sigue dando la bienvenida a los sueños húmedos de esas criaturitas que nos parecen todavía inocentes entre los once o doce años? El arribo de internet ha cambiado una cantidad de prácticas sociales, y por supuesto está haciendo lo suyo en el de por sí complicado tema de la sexualidad. Nada más le digo, lo que para los adultos de hoy el recordar el Golden y el Film Zone los remite a sus trece años, poco más o menos, para los chicos del 90 eran películas disponibles ya desde sus seis años, e incluso menos.

A escala general, estas generaciones comenzaron más pronto a ser expuestas a una ruta erótica, lo que ha generado lo que se denomina como hipersexualización en los niños y adolescentes. Niñas que posan con actitudes y ropa que acrecienta su edad y ponen el énfasis en resaltar su lado “sexy”. Chicos que observan desde más jóvenes a las chicas u otros chicos con una mirada cada vez más consciente de su raíz sexual.

Tenemos pues que con el porno por minuto que se da en las redes, las alusiones sexuales en los géneros musicales como la banda o el reguetón, y ni que decir de las campañas publicitarias, las expectativas sobre el sexo se hacen cada vez mayores. Para las generaciones Golden o Film Zone estaba el nerviosismo de la primera vez, la información maltrecha, aderezada por las pláticas de amigas y amigos, rematando con la formación religiosa que ponía el grito en el cielo con todo lo que tenía que ver con sexo. Esto era el telón de fondo que habitaba en sus expectativas sexuales.

Hoy, muchas chicas de secundaria pueden, para empezar, darle una cátedra de twerking o perreo intensos que le desorbitará los ojos y se quedará lejos de lo que para usted era lo máximo: el baile en el tubo. Y eso es sólo el inicio. Los y las adolescentes, aunque siguen compartiendo el nerviosismo, información poco precisa y escuchando de parámetros morales por parte de sus padres y maestros, crean sus propios límites o des-límites a partir de la música que escuchan y lo que ven en internet. Un panorama casi infinito que deja ver como películas cursis a las recordadas por la generación del Golden Choice.

Nuestra sociedad sigue anclada a una doble moral que hizo y sigue haciendo estragos en innumerables relaciones personales de los adultos que fueron adolescentes los sábados de Film Zone. Dicha doble moral seguirá impidiendo que se observe y hable con franqueza sobre este fenómeno. Mientras tanto la industria pornográfica y la publicidad han aprovechado el tiempo y sacado partido de la situación, siendo directas, descifrando sin dobles juegos morales lo primordial que el sexo es para el ser humano, así como lo manipulable y redituable.

Las instituciones educativas, aunque conocen la realidad adolescente, poco hacen realmente efectivo, cuando no se lavan las manos o siguen creyendo que con charlas interminables de moralidad o llenas de saberes técnicos e informativos reducirán el problema.

Por su parte, los intelectuales o los instruidos en temas de educación sexual creerán que se han dado más avances que los realmente producidos en la vida de la mayoría de la población. Los padres de familia seguirán pensando que sus hijos tienen una educación sexual adecuada –ya sea porque ellos hablen del tema o se lo deleguen a profesores o especialistas–. Y buena parte de la sociedad seguirá haciéndose de la vista gorda, admirándose ante ciertas noticias que invaden sus buenas conciencias, como el video de unos chicos de secundaria, donde él tiene una eyaculación en medio de la mano y la falda de ella, quien paso siguiente se lleva su mano a la boca, la desliza por su lengua y prueba de las mieles de amor, en medio de una calle sin noche que los ocultara de la cámara que los captó.

no sólo necesitamos saber de educación sexual sino también de erotismo.

Debemos comprender que el imaginario erótico requiere que aprendamos a fortalecerlo, justamente para que cuando estemos ante el porno por minuto de hoy, el erotismo no termine por reducirse todavía más que aquel al que nos acostumbró el Golden Choice y el Film Zone. Pues si bien es cierto que el porno de televisión por cable pudo resultar benéfico para recrear imaginarios de muchos televidentes, el punto radica en si nos quedamos sólo con lo que nos dan o si agregamos creatividad propia a nuestro sentir erótico. Lo mismo pasa hoy, el porno por minuto puede anestesiar generaciones de receptores, que pedirán más y más sin llegar a conseguirlo o puede administrarse a modo de mero complemento de un andamiaje erótico más amplio. De otro modo, la sobreexposición al sexo de las generaciones XXX, puede producir relaciones más perturbadoras y mercantilistas de lo que para generaciones anteriores ya ha sido.

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Fuente imagen 3: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/9/9e/Justine_dvd.jpg

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