Cecilia Vicuña. Imagen obtenida de Letras libertinas

Después de dos años marcados por la pandemia de la covid-19, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara retoma su ritmo habitual. Pero esto no es lo único que está de regreso: los autores están volviendo. Tal es el caso de la poeta chilena Cecilia Vicuña Ramírez, quien regresó a México y al encuentro librero más importante de habla hispana para abrir las actividades del Salón de la Poesía.

La poeta, activista, artista visual y ganadora del Premio Velázquez de Artes Plásticas que otorga el Ministerio de Cultura de España fue presentada por su colega Victoria Ramírez, poeta chilena que ha trabajado con ella desde hace más de diez años en diferentes antologías y quien señaló que la poética de Vicuña ha sido catalogada por la crítica como una de las voces más auténticas y polifacéticas del istmo chileno, ya que está fuertemente ligada a la exploración creativa y a la resistencia política. Un ejemplo de esto es su trabajo con el hilo, que remite a sus orígenes mapuches, y es una metáfora del trabajo que realiza con el lenguaje.

Antes de comenzar con la lectura en voz alta, Cecilia Vicuña recordó una anécdota relacionada con la bebida. En sintonía, el mixólogo encargado de servir tequila en el salón batía con fuerza los hielos en los vasos antes de ser servidos. Ese sonido de fondo activó la memoria de Vicuña, quien compartió con el público un acercamiento que tuvo con la muerte durante su infancia cuando, en una fiesta, vio cómo un pariente suyo, ya anciano, se murió frente a ella mientras realizaba esa acción: batir los hielos con fuerza. Esto le dio pie para reiterar lo efímera que es la vida, que lo único que permanece en este mundo es la muerte y la poiesis.

¿Qué caminos puede abrir la poesía? “¡Puras preguntas fáciles!”, indicó Vicuña, para luego compartir que cuando era joven vivió un terremoto terrible en Chile, experiencia que reafirmó en ella la convicción de la fragilidad humana, equiparable con la misma destrucción del planeta propiciada por la humanidad. Ambas son situaciones que, dijo, uno pensaría nada tienen que ver con la poesía; sin embargo, añadió que sirve para eso: como un arma ante la adversidad. Después hizo referencia al origen griego de la palabra, explicando que la poiesis es el arte de crear de la nada. La palabra poesía, explicó, no significa nada hasta que se plantea una problemática. Entonces la poesía florece y perdura, por más que se destruyan el mundo y el humano.

Cecilia Vicuña abrió la lectura con el poema que marcó el inicio su vida como poeta, y que comenzó en México. Mencionó que para vivir se tiene que estar en la luz, en la poesía. Leyó piezas que giraban en torno a protestas estudiantiles, en donde el objetivo era darse besos con cualquiera en la calle; recitó otros que ella catalogó como “chanchos”, es decir, poemas pornográficos. Después, explicó que la poesía en quechua fue la catalizadora de su oficio. Enseguida declamó un poema en quechua de la época de la Conquista, declarando: “Y entonces la luz se encontró con mi voz”.

Para finalizar leyó “Cruz del Sur”, seguido de unas palabras dirigidas al gobierno chileno en las que aseguró que después de que no se aprobara la nueva Constitución en el país andino, se perdió un pedazo de alma del pueblo chileno. De igual forma, le regaló unas palabras a la profesora indígena mapuche y lingüista Elisa Loncón, quien estuvo presente en el Salón de la Poesía durante la FIL.