Fotografía: Yordanka Almaguer

Lía, el sexo oscuro no es una novela erótica, aunque su título hable de sexo, aunque abunden las escenas de cuerpos desnudos y orgasmos culpables. Esto es parte de la sinopsis de la novela de Yordanka Almaguer, escritora cubana que en esta breve obra plasma con tensión disfrutable la compleja relación entre cuatro personajes que habitan en las periferias de La Habana.

Lía y Esvelta son amigas y viven juntas. Esvelta está enamorada de Lía, pero intenta mantener sus sentimientos en secreto, pues sabe que todo se podría complicar. Como en efecto ocurre. Por su parte, Lía tiene una conflictiva relación con los hombre y el sexo, gusta de estar solo con aquellos casos que parecen a punto de despeñarse. Esto se acentúa más cuando conoce al hombre de las hierbas. Con quien lo sexual pasa a formar parte de un intrincado laberinto de distancias, voyeurismo y desnudez.

El ex militar es el cuarto personaje de la trama, quien desde la misma banca de un parque añora un amor lejano. En esa misma banca, Esvelta lo conocerá para terminar de vincular la historia.

El microcosmos que crea Lía, el sexo oscuro es intrigante. Primero te lleva a preguntarte constantemente por las razones que llevan a actuar como lo hacen a Lía o a Esvelta. Sigues las pistas sueltas sobre su pasado, así como a través de sus cavilaciones que nos hacen ir recorriendo unas intrincadas psiques femeninas que siempre parecen ir un paso delante de lo que esperamos de ellas.

Con los personajes masculinos pasa algo similar. En realidad con quien pasa esto es con el ex militar. Hay una compleja construcción de este ser atribulado, huraño y esquivo. Es una presencia fuerte a lo largo de la obra. Una pesada sombra que habita incluso allí en donde no es nombrado. El caso del hombre de las hierbas funciona más como un agente más en la trama que está allí solo para generar el actuar de Lía.

Además de llevarnos por los derroteros en las vidas de cada uno de estos personajes, la novela de Almaguer nos ofrece estampas de La Habana donde la desazón que se vive en el día a día de la Isla se entreteje con las propias cicatrices de sus protagonistas.

A ello se une la exploración del sexo como pulsión oscura a la vez que yerma, pulsión impredecible a la par que saturada de guiones prefabricados que hacen de algunas obsesiones repeticiones al infinito.