Imagen obtenida de La Tercera

-Hoy te recordé. No sé. Será porque escribí ese cuento, “Té para tres”, como el título de tu canción. Lo evocó. Precisamente venía a cuento. El origen fue un insight. Estaba leyendo la novela Todo cuanto amé, de Siri Hustvedt, la autora norteamericana y un fragmento disparó la idea para el cuento. ¿Sabías que a los escritores nos suceden cosas como esas, tan repentinas? ¿De que los cuentos en ocasiones brotan de otros cuentos de solo leer una de escena en una novela? Y pueden dar lugar a otro libro. O, como yo escribo cuentos, a otro cuento también los cuentos pueden brotar de muchas otras cosas. De escuchar un ruido en tu casa, estando a solas. De ver una asistir a un episodio en la calle. De ver a un personaje moviéndose de cierta manera en un film o que pronuncie una frase ¿a los músicos también les sucede?

-Por supuesto que sí, a mí con mis canciones me sucedía todo el tiempo. La génesis de una obra de arte, vos lo sabés muy bien, resulta inescrutable. Desde tener la sensación, cuando componía una melodía, de percibir un estímulo cautivante sin saber en absoluto de su origen pero que reproducía de inmediato. Hasta comenzar una historia en una canción con las palabras que le había escuchado a un paseante. Ahora, de un modo muy distinto, las palabras se iban enfilando. Hasta configurar un todo. Coagulaban en canción. Había un núcleo potente que captura como un imán hacia sí, un remolino, toda una producción de significados, incluso sociales. El resultado era por cierto siempre desparejo. Pero soy exigente. Me gusta ser riguroso cuando compongo mis canciones. Ya solista, eché a volar. Había una sensación, por otra parte, de que melodía y letra llegaban casi de la mano, como dos buenas amigas. Una implícita en la otra, mejor sería decir. Y también existe esa idea del eco. Una canción que reproduce la evocación de otras previas. Dando continuidad a una serie. Las experiencias de haberlas compuesto. En esto estaba cuando me hablaste. Pensando en el eco. Y estaba garabateando las primeras letras y notaciones de una canción sobre el eco.

-El eco, el eco. En literatura podría decirte que sucede lo mismo. Nos enseñaron en la Universidad la teoría de la intertextualidad, que es una para interpretar la composición de los textos. Pero también de abordaje crítico. La formuló la experta Julia Kristeva. Búlgara de origen. Educada en un colegio francés. Luego lleva de muy joven a París. Allí se formó. Desarrolló buena parte de su carrera junto con Roland Barthes. A mí un texto, cuando estoy escribiendo un cuento, me remite a otros que he leído, a través de frases, adjetivos, un adverbio o el conjunto de un cita que había quedado fija en mi memoria. Un título fuerte, intenso. Intensísimo me atrevería a decirte. Poderoso. La construcción de un personaje a través de otros que he leído o visto en un film. De modo que en ese contexto escribir se torna una forma, por un lado de la construcción que alude a otras formas de construcción verbales. Eso está. Pero también (y sobre todo) es una forma de la escucha. De la lectura que queda fijada en la memoria. En ocasiones de lo que uno ha escuchado decir a otros en conversaciones sueltas. A lo largo de su vida. A Profesores en la Universidad. A compañeros de Universidad. A personas en fiestas. O frases al pasar que de pronto cobran una significación especial. Un peso específico. Pero en particular que he leído en otros textos. Desde novelas, otros cuentos, poemas, ensayos, en fin, lo que ha pasado delante de mis ojos. La creación es misteriosa. Creo que los griegos fueron algunos de los primeros en referirse a ella a través de lo que llamaban Las Musas, las diosas a las que invocaban para que los inspiraran con el objeto de crear ¿no Gustavo? ¿no era así la historia?

-Deberías saberlo más vos que interrogarme a mí, que venís de la literatura. Se supone que eso deberías haberlo estudiado en la Universidad. En la carrera de Letras. ¿No te doctoraste en la Universidad Nacional de La Plata? Tenés más competencia en ese campo que un pobre músico, que apenas balbucea letras, por más poéticas que procuro que sean. Pero dudo que sean poemas en el sentido de los grandes poemas de la historia de la creación. El poeta trabaja la materia del lenguaje de un modo muy distinto que el músico. Formalmente, semánticamente, sintácticamente, bajo la forma estrófica. Al lenguaje lo vuelve más denso. Síntesis y condensación. Autenticidad. Para el músico la letra es un componente de otra totalidad te diría que por lo general mucho más necesaria aún. Naturalmente la melodía. De la letras, tal como abundan los casos, se puede incluso prescindir.

-A mí me gusta mucho la música con letra. De hecho compro los álbumes en CDs. para leer las letras. Detenerme en ellas. Poder detectar su forma. Su cadencia. Naturalmente la que es en español. En muchas menos oportunidades en otros idiomas. ¿Ves? Ahí tenés otro punto de la creación. Las letras de canciones. Retornan. Retorna el jirón de una canción. Y tus letras en particular también. Me refiero sobre todo a las que escribiste ya como solista más que en Soda Stereo. Yo creo que cuando iniciaste tu carrera como solista comenzó la verdadera fascinación por tu música. Me enamoré de ese álbum, Bocanada. Pero también de Siempre es hoy. Y Amor amarillo. Por supuesto que de Soda Stereo no puedo prescindir de “Canción animal” ni de “En la ciudad de la furia”. Es del álbum Doble vida, de 1988. Y esta parte cuando dice:

“Me veras caer

Como un ave de presa

Me veras caer

Sobre terrazas desiertas

Te desnudaré

Por las calles azules

Me refugiaré

Antes que todos despierten

Me dejarás dormir al amanecer

Entre tus piernas

Entre tus piernas

Sabras ocultarme bien y desaparecer

Entre la niebla

Entre la niebla

Un hombre alado extraña la tierra”

Esa es mi favorita. “En la ciudad de la furia”. Ocurrió una historia terrible en mi vida con esa canción. Pero eso mejor lo dejamos ahí. Sigo tus canciones no tanto desde Soda Stereo. Si bien Sueño stereo, que es de 1995, si mal no recuerdo, siempre fue una álbum que me impactó muchísimo. Al igual que Dynamo. Un álbum tan distinta a todo lo anterior ¿no te parece? Lo tengo presente, es de 1992. Soda Stereo me gusta más cuando está madura como banda. Hacia la etapa más cerca de mediados y fines de los años noventa. Pero convengo en que el álbum lanzamiento de la banda, con esa irreverencia irónica, ese desparpajo, me resultó siempre como primer disco un hallazgo. Paródica, también. Parodian muy bien a ciertos grupos sociales. Juegan muy bien con los estereotipos. Y un contrapunto tan distante de lo que vendría.

-A mí me parece todo un friso del que no me gusta elegir algo bueno o algo malo. No me elijo. Soy todo yo mismo. No puedo atomizarme en  partes que prefiera de mí más que otras. Puedo decirte. “Me sentí más inspirado escribiendo tal canción o álbum”. Puedo decir: “Escribí ese álbum en un estado de profundo éxtasis”. Puedo decir: “En ese álbum las canciones nacieron eslabonadas, las unas detrás de las otras, sin solución de continuidad”. Pero solo eso. Fueron estados. Momentos irreemplazables. No son comparables. Todo conforma una noción de conjunto. Una poética musical. Y si digo “poética musical” es porque las letras responden a una poética, no la definiría en términos de una estética. ¿No te parece, escritor de cuentos y poemas, además de textos académicos?

-No me digas “escritor”. Y ese horror tan categórico de autor “de textos académicos”. Soy un escritor. Lo que hago es procurar escribir lo más creativamente posiblemente, lo más originalmente posible en cada vertiente en la que incursiono. Uno siente que conversa con alguien en otro idioma si hablamos en esos términos. Yo, en cambio. Sí siento de mi obra partes que me gustan más y que siento que son mucho mejores que otras. Hay cuentos más redondos y cuentos definitivamente mediocres. Si bien  no me arrepiento de nada de lo que he publicado. He sido muy selectivo y he puesto especial cuidadoso con las publicaciones. Así como vos tenés tu repertorio y has grabado canciones que doy por descontado aprobás, en mi caso yo apruebo todo lo que publicado. Lo que sí me he permitido es ser más imperfecto con los inéditos. El trabajo de escritura inédita fue extremadamente libre en su estado más puro. Hay mucho material descartable. Incluso muchos cuentos que eliminé porque eran irrecuperables, ya no tenían remedio ni tenía caso guardarlo. Me deprimía tanta mala calidad. Me consternaba tenerlos en mi Notebook. Tan  poca dignidad estética. Pero ahora tiro menos. Me permito guardar más. Aun lo imperfecto. Será porque tengo la sensación de que con el mayor oficio de ahora soy capaz de recomponer piezas que estaban descompuestas o hechas añicos. O les faltaba un lustre a fondo. Es mi forma de trabajar. Trabajo duro. No tiene nada que con la de hace diez o veinte años. También creo que hace veinte años era bastante ingenuo con el lenguaje literario. Ahora que he escrito y publicado tanto. Ahora que he estudiado y me he formado tanto en literatura y periodismo cultural, ahora que he llevado adelante una carrera académica durante diez años, participado en equipos de investigación en los cuales debí escribir en todas estos espacios de maneras tan dispares, el universo de los textos literarios se presenta como algo muy distinto. Ahora que he realizado tantos trabajos de literatura infantil y juvenil de crítica literaria. Encuentros imaginarios con artistas. Monólogos imaginarios de escritores infantiles. También el estudio en ciencias sociales y en estudios culturales, en sociología de la cultura. Hasta la gloria de los lugares donde de veras puedo decir que tuve maestros de escritura: los seis talleres de escritura a los que asistí. Todo ha cambiado. Yo soy otro. Todo diera la impresión de estar más decantado. O está siendo decantado. Hay más certezas. Pero también hay más incertidumbres porque me introduzco en territorios peligrosos, por un lado. Si bien no soy un escritor de los bordes. De los acantilados. De los naufragios. Por el otro, está la incertidumbre de los vacíos. Durante los cuales hay largas etapas en las que no llegan cuentos. Sí siempre llegan poemas. Ellos llegan de modo invariable. Pero no cuentos. Y escribir cuentos es lo que más me gusta escribir en la vida. Entro en la más terrible desesperación. Siento que la escritura me ha abandonado. Es como una especie de abstinencia. Una pérdida. Experimento el desasosiego. Pero también tengo que tener cuidado porque suelo ser un poco apresurado para dar por cerrado un texto antes de enviarlo. Y luego debo corregirlo antes de que lo publiquen. Le pasa a muchos escritores eso mismo. Pero procuro que cada vez me pase menos. Por eso mismo demoro en entregar o entrego textos que ya están muy trabajados, muy corregidos de antemano. Hay textos que tengo desde principios de año y entrego recién ahora, créase o no. Han sido de naturaleza casi perenne.

-Sí, claro que te creo. Yo rompía mucho mis papeles con los borradores de las canciones. Tengo un papelero en mi estudio de grabación en casa en el que había algunos meses que literalmente se llenaba hasta el tope. Descartes. Pienso que eso tiene que ver con lo que te dije. Las benditas Musas no estaban de visita. O no estaban de mi lado. Debí haberles caído mal por entonces. Debí haberles compuesto una canción y haberles cantado e interpretado esa canción varias veces en shows. Quizás las halaga. Era convocante con ellas ¿quién puede saberlo? Quizás me visitaban más a menudo de lo que lo hacían frecuentemente. La producción de Soda Stereo y luego la mía como solista fue muy prolífica.

-Vaya que lo fue. Hay otra canción además de “En la ciudad de la furia”, “Ella usó mi cabeza como un revólver”. ¿Le tenés presente? La tarareo por si se escapa algún momento. Solo un fragmento:

“Ella usó mi cabeza

Como un revólver

E incendió mi conciencia

Con sus demonios

Me vi llegando tarde

Tarde a todo

Después de un baño cerebral

Estaba listo para ser amado
Pasa el tiempo y ahora creo que

El vacío es un lugar normal

Ella usó mi cabeza

Como un revólver

No creerías las cosas

Que he hecho por ella

Cobardemente

Pero sin vergüenza

Era una piedra en el agua

Seca por dentro

Así se siente cuando la verdad

Es la palabra sometida

Fui tan dócil como un guante y

Tan sincero como pude

Ella usó mi cabeza

Como un revólver

No creerías las cosas

Que he hecho por ella”.

¿No ves Gustavo? Sos un artista total. Gracias totales. Y escribís. Y la notación musical que agrega lo que faltaba. E interpretás: “Pasa el tiempo y ahora que/el vacío es un lugar normal”. “El vacío es un lugar normal”. Es el fragmento perfecto. Llamaría a eso, sin temor a equivocarme, un artista virtuoso.

-Sí. Lo cierto es que sería un ingrato si me quejara. Mucha gente me ha dicho que se ha conmovido con mis canciones, que han llorado, que han reído, que se han enamorado, que han bailado hasta quedar borrachos de un éxtasis de felicidad, emociones difícilmente traducibles a palabras. Eso no tiene precio para un músico. ¿Viste cuando alguien compra una entrada para un show tuyo? A mí la verdad es que dinero me sirve y me ayuda para vivir confortablemente y fue útil para haber podido tener mi estudio de grabación en casa. Solventar los gastos de mantenimiento. Ensayamos ahí. Pero lo verdaderamente fastuoso era el momento del recital. Ese voltaje electrizante del choque entre el aullido, el grito del lobo del público, la ceremonia musical y yo como mediador. Entre el arte, la creación, la  producción, la escucha, la acción, la intervención en la vida de esas personas mediante sonidos. Y una voz para cantar. Y haber conquistado semejante trascendencia, no me estoy refiriendo a fama, me gustaría que se entendiera mi idea en este preciso momento. Ahora, aquí, en este instante. Sí, aquí. Ahora, Adrián. Me refiero al impacto que una canción compuesta en un espacio pequeño, un recinto privado, puede luego mediante un shock emocionante potenciado afectar a tantas personas, mayores y menores, adolescentes y jóvenes. También por radios, TV de aire y cable, documentales o bien naturalmente los CDs., los vinilos, la radio. Hasta algunos guardan algún cassette. He visto hasta niños fascinados con algunas de nuestras canciones porque sus padres las escuchaban en sus casas todo el tiempo.

-Sí. Algo de eso puedo llegar a comprender porque conmigo sin alcanzar tu trascendencia (yo no soy famoso, si bien en mi ciudad sí en algunos círculos la gente me conocen por mi trabajo en medios de comunicación, por mis libros) me han dicho que mis cuentos o poemas mediante un impacto, el célebre kock out del que habla Julio Cortázar, de que el cuento gana de ese modo en el lector, mediante un golpe fulminante. El cuento produce un efecto instantáneo, que afecta a los lectores. No tiene que tratarse de un final de efecto o con efecto sorprendente. Sino que es un final que si el cuentista es bueno gana. Ese cuentista si es un buen cuentista con un buen final ha cumplido con su misión de buen cuentista. Uno comienza a explorar con los finales de los sus cuentas. Empieza por lo más formal. Hasta que se lanza a explorar. Todo confluye allí. Ese es el epicentro. Claro que para que todo confluya allí de algún modo, de un cierto modo, hacen falta conflictos, tensiones. Sobre todo tensiones. O también la emoción a la que sometés a lectores cuando se sienten atravesados por tus poemas. Te cuento una anécdota importante en mi historia. Pero que poca gente conoce. Ahora la conocerá mucha más, al ser difundida en un medio de prensa. Cierta vez (cierta noche más precisamente sería decir) me escribió una lectora de mis poemas. No me preguntes cómo me ubicó. Lo cierto me contactó. Yo antes había formado parte de un colectivo de arte que consistía básicamente en pegar afiches con nuestros poemas en las calles. Y al día siguiente la ciudad amanecía cubierta con nuestros poemas. Lo cierto es que esta chica que me escribió un email, me dijo que había leído uno de mis poemas pegado en un afiche, titulado “La guerra”, que yo había extraviado para serte franco. Era un poema de la prehistoria de mi vida. Ella había sentido un shock, y había decidido en ese preciso momento que iba a ser escritora. Yo cuando me lo dijo no lo podía creer. “¿Semejante poder puede llegar a tener la  palabra? ¿semejante poder puede llegar a tener un poema, como para definir una vocación de modo tan profundo y fugaz a la vez?”, recuerdo que me pregunté esa noche, perplejo, mientras apagaba la computadora y nos íbamos a dormir con mi mujer. Pero antes de eso con mi lectora entre ambos procuramos reconstruir el poema a partir de versos sueltos que fuimos recuperando hasta armarlo por completo. Y quedó entero. Perfecto. Redondo. Fue un flash. Una anécdota de esas que uno guarda o, mejor, atesora en las zonas más recónditas de lo emotivo. En la sensibilidad serena. Invariable. Una zona de una enorme  intensidad. Y luego esas experiencias sirven para seguir creando. La escena de shock de ella, su escena, cuando ella me la contó, fue mía. La hice propia. Esa escena, la de la reconstrucción del poema a cuatro manos fue formidable.

-Sí. No recuerdo que a mí me dijeran que alguien hubiera decidido ser músico porque había escuchado una de mis canciones. No en persona al menos. Sí que me admiraban. Hay anécdotas por supuesto. Que admiraban mi música fue algo que escuché de labios de gente tan distinta. O les había producido tal o cual efecto que a continuación describían en detalle. En particular las mujeres.

-Como era de esperar, por otra parte, Gustavo, en tu caso.

-Ellas se detenían en frases, versos, estribillos. Y me los recitaban al oído.

-Me imagino.

-Sí. Era fascinante escucharse en labios de otra. De pronto uno mismo se desdoblaba en dos egos, en otra persona que dejaba de ser uno mismo  y era protagonista de la alteridad. Era un ser bicéfalo. Y entre una cabeza y la otra, tendida, estaba la canción. Una canción que por lo general hablaba del deseo. Las canciones sobre el deseo suelen ser las más magnéticas. O bien las canciones sexies suelen ser las que más atraviesan la sensibilidad de una mujer. Claro que también la de un varón. Y claro que también está la sensibilidad  ante una canción de lo que ellos pueden llegar a considerar de un alto nivel de perfección. Una canción exigente. O una canción rigurosa. Una  canción de gran precisión. O una canción de esas que llegan como dictadas. O una canción innovadora. Y ni te digo si contienen escenas visuales. Todo el tiempo estas personas me referían cómo sus mentes al escuchar mi voz interpretando esas escenas que a su vez antes habían estado por dentro de mí, afloraban en la interpretación bajo la forma de un relato, ahora estaban por dentro de todo el público. Ellos asistiendo a un teatro. Una dramaturgia en la que había una voz dominante. Una voz conductora. Pero luego estaba ese teatro según el cual esa voz dialogaba con un conjunto de otras en ese teatro en el que todos éramos personajes de un guión. Nadie esta ausente. Sino a lo sumo en silencio para que yo pudiera, en mi monólogo, cantar.

-En mi vida hubo muchos cuentos, casi todos te diría, con narradores en tercera persona, en general omniscientes. No era un escritor exploratorio o de indagar en las formas de narrar. Pero sí en las tramas y los argumentos. De hecho siguen siendo la mayoría los de tercera persona omniscientes. He nacido para escribir cuentos en tercera persona omniscientes. Bueno será cuestión de, siendo consciente de esta limitación, no repetirme, no ratificarla. Buscar otras. Y hubo unos pocos cuentos con diálogos. Pero en mis diálogos imaginarios con escritores o cantautores o intérpretes resulta imprescindible que hablen. Hablaron las escritoras Marguerite Yourcenar o Emily Dickinson me reciba a tomar un té. Yo estuve cierta vez de visita en sus casas y el diálogo resultó atrapante. Son personalidades que han significado mucho para mí. Las he leído mucho. En algunos casos sé mucho acerca de sus vidas o puedo imaginarlas. A partir de lo que he leído de ellas, de conocer su lenguaje literario, créase o no, a partir de que comienzo a escribir estos encuentros imaginarios tengo acceso a una subjetividad que va descorriendo un velo. Y yo voy descubriendo una personalidad, una identidad. Su propia imaginación creativa que se potencia gracias a la mía que las ha recortado de la nada. Y en otros casos sucede, en fin, en la medida que en que escribo nuestros diálogos imaginarios comenzamos a conocernos de una vez por todas. Pero de modo primordial. No imaginariamente. Si bien son diálogos imaginarios, la escritura se abre camino y entramos en una suerte de comunicación esencial en la que yo los descubro a esos autores y autoras. Oscar Wilde, Horacio Quiroga, Azucena Salpeter, Marguerite Yourcenar, Emily Dickinson, Liliana Bodoc en dos ocasiones. En fin. Son mis obsesiones literarias o las que me resultan más tentadoras como interlocutoras para en un diálogo concreto ser reveladoras. Consiste en un modo de tratarnos de naturaleza singular. Estas damas o caballeros me confiesan, con discreción, porque son damas muy serias, caballeros muy serios, no exactamente secretos sino la historia de un poema o la génesis de una novela. A sí, es cierto, una fragmento de vida, por qué no decirlo. Sus rutinas en la casa. Y Yourcenar, con esa prosa indescriptible, inmensa, cuya perfección solo puede ser aventajada por sí misma, de Memorias de Adriano traducida por Julio Cortázar es la de una obra de creación documentada magnífica. Marguerite Yourcenar y él han obrado alguna clase de milagro. Y yo debo reconocer que he sido siempre un lector profundamente agradecido. De modo que suelo hacer homenajes frecuentemente a  mis autores y autoras favoritos todo el tiempo. Aún a los que no son famosos pero que sí he leído y son de mi ciudad de La Plata, en Argentina. También he mantenido encuentros imaginarios con maestros de escritura o autoras para niños. Gabriel Báñez y Leopoldo Brizuela, de La Plata, ambos mis maestros de escritura. María Elena Walsh, mi cantautora, escritora infantil y juvenil, ensayista y periodista cultural, poeta para adultos, gremialista de SADAIC, lo hizo todo. Fue una mujer orquesta. Fue una juglaresa. ¿Has estado en La Plata?

-¿Vos me estás hablando en serio? ¡Pero por supuesto que he estado en La Plata! Varias veces. Y había llamativamente fans que se mostraron fascinados por los shows, por eso me acuerdo. Porque no dejaban que terminaba el show. No dejaban que abandonáramos el escenario. No dejaban de aplaudirnos. Entonces volvíamos al escenario y volvían a no dejar de aplaudir y así fue como se hizo tan, tan tarde. La madrugada nos sorprendió saliendo del teatro con el alba. Era una primavera hermosa en La Plata. Los tilos estallaban con su aroma refrescante. Los robles habían brotado con esas hojas con sus bordes ondulados que identifican a tu Universidad, si no estoy mal informado. Creo yo que ese día fui tan feliz que se trató de uno de mis momentos inolvidables. Un capítulo de esos que son un punto culminante y no deseás ni tolerarías que concluyera. De hecho así fue. El día se prolongó. No nos fuimos a dormir. Seguimos. Y nos después de pasear con un platense fan nuestro almorzamos en la Confitería Modelo  sin irnos a dormir. Nos acostamos recién a eso de las tres de la tarde. Había pasado un día de fuego. Estábamos en la ciudad de la furia.

-Lástima no haber estado esa noche/alba/tarde. Podríamos haber intercambiado teléfonos para visitarte en Buenos Aires. Ir a tu estudio para conocer cómo ensayan con tu banda. Yo juro que me hubiera quedado a un costado. En el más completo de los silencios. Sin hacer “ruido blanco”. Pero  presente. Instantáneo. Un público exclusivo. También devoto. Pero que le daba una razón más de ser a ese momento magnífico que de seguro sería de gloria. Ahora estamos muy lejos Gustavo, Gustavo Cerati. El tiempo nos ha separado. Te escucho. Interrogo tus álbumes. Le formulo preguntas acerca de cómo pudo ser lo que sucedió y me responde la voz de enigmática alguien vivo que habita un álbum. Muy vivo agregaría yo. Alguien a mi lado. Una incesante voz que solo canta, que interpreta “En ciudad de la furia”. Y yo evoco aquel momento dramático de mi vida, en que no sé si me salvaste o fuiste mi perdición, cuando estaba en una disquería en la que atendía al público mi hermano. ¿O fue él quien me salvó? No lo sé. Lo cierto es que entre la canción y mi hermano ese “hombre al agua” logró salir. Y caminó la ciudad de la furia. A salvo.    

     Lentamente me duermo, mientras escucho sus primeros (o sus últimos) acordes y el tiempo deja de ser tiempo. Hasta convertirse en melodía, una música que se parece a un arquetipo. O, quizás, en literatura. Arte. Arte poética. Esa misma sustancia de la que ambos estamos hechos. La que nos mantiene unidos. Para siempre.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.