Fotografía Lucía Ges

La inauguración del Salón Literario de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, corrió a cargo del Paul Auster, quien por primera vez visitó la FIL, y con un lleno total, más propio de un rockstar que de un escritor, el autor estadounidense habló de el ir y venir de la poesía y los poetas.

En concreto habló de Edgar Allan Poe, de cómo terminó sus días en la miseria, lejos de la fama literaria que le llegaría después de muerto. Nos cuenta cómo cuando se le hizo un homenaje póstumo, ninguno de los poetas invitados accedió a asistir. Ahora, ellos, a diferencia de Poe, han sido olvidados. Solo alguien accedió: Walt Whitman.

El otro poeta que también estuvo, aunque a la distancia, fue Mallarmé, quien escribió un poema sobre la muerte de Poe. Para Auster este hecho fue incluso más significativo.

Para Poe, Estados Unidos fue una jaula en donde siempre se sintió encerrado; nunca encontró su espacio en el gusto estadounidense, señala Auster, y trae a colación la referencia de William Carlos Williams, quien dice que Poe era un genio no acorde a su tiempo, con él la poesía tomó un matiz serio pero a la vez incomprendido y finalmente su obra cimentó la literatura estadounidense.

Los poetas terminan buscando su inspiración en otros poetas de otros países, porque los poetas buscan liberarse de sus propios confines, hacer suyas otras palabras para después regresar y crear.

La visión del poeta a veces nos parece una visión poco familiar, el poeta es lo que hace, sorprendernos ante los objetos o los paisajes que narra. Esto nos lleva a Poe. A la reinvención que hizo sobre un mundo cotidiano, y lo que es más, sobre un mundo estadounidense que tenía en su poesía demasiados monumentos, historia, un pasado que deja poco espacio para decir y sorprender. A la literatura estadounidense, Poe le enseñó el mito del espacio abierto.

Con esta frase cierra Paul Auster, en medio de los aplausos del público.

Fotografía: Lucía Ges