Roberto Ferri (Italia, 1978), denominado por muchos como el nuevo Caravaggio, produce varias cosas en el espectador de su obra. Primero, pareciera un hombre de al menos unos cuantos siglos sobre su pincel, segundo remonta el tiempo con su obra y en tercer lugar nos enfrenta de golpe ante el asombro, lo que actualmente es cada vez más difícil en el arte, y más cuando ese asombro se centra en el plano de lo erótico.

Los cuerpos están voluptuosamente marcados y hay algo siniestro en cada una de sus creaciones. Casi podemos palpar la carne dibujada, percibir su olor o recrear la sensación de los dedos deslizándose sobre esa piel cubierta de un enigmático sudor.

Los ángeles de alas esplendidas exhiben una carnalidad que nos lleva a recordar que una criatura de tal belleza solo es capaz de desobedecer y rebelarse ante su creador. Los ángeles de Ferri no admiten más dominación que la del deseo, el cual está sitiado por lanzas clavadas al cuerpo o extremidades donde lo vegetal y lo animal se conjugan con lo humano.

Seres mitológicos juegan a vivir en el mundo, pero ese mundo que dibuja Ferri pertenece a aquel donde la única limitación que admiten los cuerpos es el tiempo o la oscuridad que encubre realidades que pueden ser quizá aún más inquietantes. El erotismo que despliegan sus creaciones no parece ser de este mundo.

Un dato interesante es que Ferri ha sido el retratista del Papa Francisco. Al mismo artista le sorprendió la propuesta del Vaticano, justo por la temática de su obra donde paganismo y erotismo son de las referencias constantes. Ha realizado dos óleos sobre tela, uno de 95 x75 cm que muestra al Pontífice de medio cuerpo y otro de 200 x 110 cm en que se representa de cuerpo entero, que se encuentran en el Governatorato y en la Sala de Consulta del Vaticano.

Fotografía: Manuela Kalí

No es la primera vez que Ferri recibe encargos de la Iglesia. En 2010 le fue comisionada la realización de las 14 telas para el Via Crucis por la Catedral de Noto en Sicilia, que fueron expuestas en el Palazzo Grimani de Venecia durante la Bienal Internacional de Arte. Este fue un encargo que no estuvo exento de polémica por presentar en los lienzos a un Jesucristo atlético y sensual, que los sectores más recalcitrantes de la sociedad no terminaron de ver adecuado. «Cuando te hacen un encargo, en mi opinión, deben darte libertad. Si el cliente conoce al artista y su obra, lo mejor es que dé solo el tema, ya que si quiere obtener lo mejor de él debe dejar al artista en libertad a la hora de crear».[i]

Ferri admite la influencia que tiene de Caravaggio, con quien se le compara frecuentemente, aunque habla de otras grandes influencias del barroco y demás corrientes clásicas. Incluso menciona que ha estudiado muchas técnicas pictóricas antiguas, pues dice que muchas de ellas han caído en el olvido y desuso tras las vanguardias. Lo cierto es que cuando vemos sus creaciones efectivamente experimentamos un regreso en el tiempo, pero no deja de tratarse de una vuelta al pasado que sentimos nueva y revitalizada.

 

Notas al pie

[i] Velsaco, A., Fuera de serie, disponible en digital: http://www.fueradeserie.expansion.com/2015/02/13/cultural/1423838341.html